Hola Luis. ¿Y esos? Anoche no dormí hasta entrada la madrugada y tengo por delante diez horas de oficina. ¿Entonces qué demonios provoca esta sonrisa a las 7:35 de la mañana? ¿Será el café? ¿Será la tostada? ¿Será la mantequilla o será la mermelada? ¿El periódico, quizás? Quizás sea el crucigrama. El susurro de la radio, el chinchín de las cucharas. Serán esos clientes buscando el calor de alguna taza caliente, de alguna conversación mientras la luna y las estrellas, las farolas, pobres de ellas, dan paso a regañadientes a la luz del sol. O quizás sea esa chica que entra y sin demora pide un café doble y una ensaimada y se lo toma en silencio en esa mesa apartada. Siempre con prisa y sola. Siempre a la misma hora: A las 7:35 de la mañana. A las 7:35 de la mañana. La chica es mona, eso está claro pero ella y tú nunca habéis cruzado una palabra. No sabes dónde vive, ni cómo se llama ¿Dónde tienes el motivo para estar tan fascinado? Quizás sean sus ojeras de recién levantada, la forma tan curiosa de sujetar la taza. O ese gesto pensativo al mirar por la ventana. Tantas cosas, yo qué sé, es por todo y no es por nada. ¡Socorro, barriada Concha, calle San Bernardo! ¿Por qué no te acercas y le hablas? No sabes quién es, no pierdes nada. ¿Tienes miedo de ofenderla o de enfadarla? ¿O parecer... ¿O parecer un... ¡Lee! ¿O parecer un... un loco... ¡Venga, lee! ¿O parecer un loco... ¿O parecer un loco y asustarla? No es eso lo que pasa, es que no pido más. Diez minutos de ella al día me valen. No hay que olvidar que las mejores cosas de la vida hay que dejar que empiecen y dejar que acaben... Un, dos, un dos, tres y... A las 7:35 de la mañana (bis) Ahora entiendo todo, pero tienes que pensar que después de haber montado todo este tinglado, después de todo esto ya no hay vuelta atrás. Dile algo a la chica, no nos dejes intrigados. Decirle "¿Hola qué hay, qué tal estás, cómo te llamas?"... Oh, estaría muy bien. Pero como las mejores cosas de la vida esta canción empieza, esta canción termina...