Gracias Sean.
Mi historia comienza con dos películas:
La primera es
"Kabhi Khushi Kabhie Gham",
una de las películas más exitosas
producidas en India,
y la ganadora del Oscar
"Slumdog Millionaire"
una de las películas más exitosas
sobre India.
Al mirar esas películas
tenemos dos puntos de vista
sobre el mismo país:
Uno es el cuento de hadas de una nación
construida en la riqueza y el romance,
y la otra es casi una calamidad,
un lugar lleno de pobreza y corrupción.
El cine nos ofrece una mirada
sobre cómo percibir
a un país y a su gente,
quiénes son; qué valoran;
cómo se ven a sí mismos;
y también cómo los ven los demás.
Y gracias a estas imágenes,
observamos que India puede ser
un musical o un barrio marginal.
Mi viaje en el mundo de las películas
comenzó en los suburbios de Chicago,
en donde nací.
Soy la segunda hija de dos
inmigrantes de India,
y al crecer en una familia indivisa,
me crié con historias que
me contaron mis dos abuelos,
uno de los cuales dejó el colegio
en cuarto grado
para vender madera a británicos
durante el Imperio.
El otro trabajaba para el gobierno
y viajaba a áreas remotas de India
para implementar las políticas
del Raj británico.
Recuerdo escuchar estas historias
de India de 1940 mientras crecía,
y desear una conexión con
mi propia historia actual,
esa de Estados Unidos de 1990.
Me enteré de esto a través
de las películas.
A través de historias que se originaban
en la experiencia de EE.UU.
y me ofrecieron una perspectiva distinta
a las historias sobre mi origen.
Sin embargo, fue la desigualdad
entre las dos historias
lo que me sirvió de
recordatorio constante
del trabajo arduo y del sacrificio que
mis padres realizaron para venir a EE.UU.
principalmente para ofrecerles
oportunidades a sus hijos;
las que ellos nunca tuvieron.
Estados Unidos era posibilidad, libertad
y un lugar para lograr un impacto.
Mientras nos criaban, a mi hermano
y a mí nos impulsó ese deseo:
el deseo de darle algo
al país que le dio tanto
a nuestra familia.
Esta ideología me acompañó en mi primer
trabajo fuera de la universidad
en una revista prestigiosa en Nueva York.
Era un trabajo soñado:
escribía para una publicación
que idolatraba cuando era niña
por su contenido orientado a
problemas políticos y ambientales.
Era un periodismo serio pero accesible
y sentía que era un verdadero
vehículo para el cambio.
Sin embargo, en vez de sentirme realizada,
me sentía vacía.
Era como si estuviera rodeada
de personas que se preocupaban más
por ellos mismos, por su marca
y se percibía su legado
en vez de su contenido.
Sentía que el mensaje del periodismo
serio que me atraía
ahora parecía perdido y debilitado.
Había construido una idea en mi cabeza
sobre el impacto que podía crear al
escribir sobre las cuestiones sociales,
y en cambio, me enfrenté con la realidad
que para mí, ese mensaje
estaba fuera de mi alcance.
Así que renuncié.
Volví a la casa de
mis padres en Chicago
y estaba completamente desilusionada.
Estuve ahí un par de meses
hasta que por fin
reservé un pasaje a India
para ir dos semanas
al casamiento de un amigo.
No me imaginaba
que encontraría la conexión que buscaba
con esas historias y su impacto
en el país en el que nació mi abuelo,
y a través de un medio
del que no sabía nada:
Bollywood.
Unos días después de llegar a India,
unos amigos me invitaron a ver la
grabación de una película de Bollywood.
Nunca había visto algo así.
Recuerdo observar a los actores
hacer playback
a las canciones que sonaban
en los parlantes,
y giraban todos juntos
frente a una pantalla verde,
que no iba a representar a India,
si no a las montañas de Suiza
o las pirámides de Egipto.
(Risas)
Era una historia que no se parecía
a nada de lo que había visto.
Era diferente de las historias
de mis abuelos
y de las historias que viví en Chicago.
Era lo más increíble que hubiese visto.
Ver algo tan desconocido para mí
fue lo que llamó la atención,
me hizo querer aprender más
sobre la historia de India actual,
y lo que significaba para su gente.
Por lo que organicé unas reuniones
con las pocas personas que conocía
que conocía gente en Bollywood,
y una de ellas, con la Confederación
de Industria India,
una organización que trabaja para
promover la industria en India,
me pidieron que escribiera un informe
sobre la industria del cine.
Primero me quedé un mes,
luego tres meses,
y finalmente, dos años.
Trabajé en marketing internacional
para películas de Bollywood.
Organizaba reuniones para productores
indios con sus colegas estadounidenses
y logré la primer presencia india
oficial en el Festival de Canes.
También organicé una conferencia para que
productores indios pudieran conocer
a los expertos de marketing y
distribución de todo el mundo.
Y fue ahí cuando me di cuenta
de mi propia paradoja.
Había pensado que al dirigirme
a las problemáticas sociales
escribiendo sobre ellas, encontraría
mi manera de crear un impacto.
Pero en cambio, fue en ese momento
de desilución
que me encontré con las fantasías
y los cuentos de hadas de Bollywood,
y fue allí dónde encontré mi significado.
Porque las películas de Bollywood,
aunque sean musicales de canto y baile,
son importantes para un país de
más de mil millones de personas,
y hay una simple razón: nos da esperanza.
Pero esta es la paradoja
de las películas indias:
porque Bollywood refleja el sueño
de lo que quiere ser India,
no lo que realmente es.
Y películas como Slumdog Millionaire
limitan nuestra imagen sobre India.
En algún lugar entre estas historias,
entre esta fantasía local
y su ficción importada,
surge una tercera historia.
Es la de una clase media india que crece,
de gente joven que tiene oportunidades
que no podrían haber imaginado
una generación atrás,
de mujeres que trazan el propio
curso de sus vidas,
de un país que aunque esté
en transición constante
está experimentando una renovación
de todo lo que realmente es.
Y para mí, estas son las historias
que tienen más significado,
porque son estas las historias
que nos permiten
romper con los estereotipos
de una persona y de un lugar,
nos permiten volver a examinar
quiénes somos y cómo nos ven,
pero más que nada, estas historias
fortalecen la idea de que
nuestras propias vidas alcanzan para
ser historias que queremos compartir.
Es por mi propio viaje que siempre
me inspiro para pedirle a otros
que miren hacia atrás,
a lo que saben de sus historias,
para examinar cómo se ven a sí mismos,
y cómo los ven los otros.
Para mí, eso incluyó abandonar
ideas que tenía en la cabeza,
sobre lo que era el impacto
y en dónde lo encontraría.
Porque aunque todos tenemos
nuestra propia versión del camino
que vemos frente a nosotros,
o una historia que creemos que
hemos escrito para nosotros,
a veces es esa historia desconocida,
el viaje que nunca pensamos que haríamos,
el que nos lleva a nuestra voz,
es esa historia que nos hace
pasar la fantasía y la ficción,
la que nos hace enfocarnos
en nuestra propia verdad.
Muchas gracias.
(Aplausos)