Hace dos años salí
del centro de Londres en el metro
y terminé en algún lugar
en el este de la ciudad
de camino a un almacén privado
para encontrarme con un sujeto que tenía
2000 camisetas polo para vender.
Cuando llegué al lugar,
había una luz intermitente y cegadora
como en las escenas
de gánsters.
Nuestro hombre ya estaba esperándome
frente a uno de los almacenes
cerrados con cuatro candados.
Nuestro intercambio inicial
fue como una pelea verbal
y él lanzó los primeros golpes.
¿Quién era yo?
¿Tenía tarjeta de presentación?
¿Dónde iba a vender?
Entonces empezó a abrirse
y me tocó a mí.
¿De dónde eran los polos?
¿Qué papeles tenía?
¿Cuándo llegaría el próximo cargamento?
Estaba en esa delicada línea
entre preguntar suficiente
para obtener lo que necesitaba
y no tanto como para que sospechara
porque lo que no sabía era mi condición
de investigador de productos falsificados.
(Risas)
y tras 20 minutos más o menos
de chequeo al producto
en busca de signos
de producción falsificada
como etiquetas mal cosidas
o envolturas
con un logo inmenso de la marca
en la parte más visible...
Finalmente ya podía irme,
pero no antes de que él insistiera
en ir conmigo hacia la calle
y también a la estación.
Lo que siento tras estos encuentros
es siempre lo mismo:
el corazón me late como un tambor,
porque nunca sé si en realidad
se tragaron el cuento
o si van a empezar a seguirme
para saber quién soy realmente.
Uno solo se calma cuando dobla
la primera esquina,
mira hacia atrás y no los ve ahí.
De lo que no se percató
nuestro falsificador
es de que todo cuanto vi y oí
supondría una operación en su casa
en la que ocho hombres
lo sacarían de la cama
y el producto sería incautado.
Sin embargo, esto revelará
que él es solo un peón
al final de red de falsificación
que se esparce por tres continentes
y esta era solo la primera hebra
que empecé a hilar
de esta enredada madeja.
¿Y por qué todo esto?
¿No es la falsificación
un crimen sin víctimas?
Las grandes compañías
hacen mucho dinero
de modo que
la falsificación de productos
es publicidad gratuita.
Y los consumidores creen que
vender y comprar productos falsificados
no es grave.
Pero estoy aquí para decirles
que eso no es verdad.
Lo que el turista no ve
en esos bolsos falsificados
es que puede que hayan sido fabricadas
por niños arrancados de sus familias
por traficantes de menores
y lo que el dueño
del taller de autos no ve
en esas pastillas de freno falsificadas
es que están llenando los bolsillos
al crimen organizado
involucrado en drogas y prostitución.
Y si estas dos cosas son horribles
si se piensa en ellas,
la situación es peor aún,
pues la falsificación
está financiando el terrorismo.
Tratemos de digerirlo.
Los terroristas venden esto
para financiar sus ataques.
Ataques en nuestras ciudades
de los que podemos ser víctimas.
Uds. no comprarían
escorpiones vivos
porque podrían morderlos
de camino a casa,
pero, ¿comprarían
un bolso falsificado,
si supieran que las ganancias
serían para comprar balas
que matarían gente inocente
seis meses más tarde?
Posiblemente no.
Para decirlo con claridad,
en mi juventud...
sí, pudiera parecer
que todavía estoy cerca...
compré relojes falsificados
en las Islas Canarias.
¿Pero por qué les digo esto?
Todos lo hemos hecho
o sabemos quién lo ha hecho.
Y hasta ahora tal vez no habían
pensado dos veces sobre ello
y tampoco yo lo hice
hasta que respondí
a un anuncio de 20 palabras
para investigar sobre
propiedad intelectual.
Decía: "Entrenamiento completo
y algunos viajes".
A la semana estaba creando
el primero de muchos alias
y en los últimos 10 años
he investigado piezas falsas para autos,
llantas, instrumental de peluquería,
piezas falsas para bicicletas
y el campo favorito
de la falsificación:
los productos de lujo hechos en piel,
ropa y zapatos.
Y he aprendido en 10 años
investigando productos falsificados
que cuando se empieza
a hurgar en la superficie
se encuentra que están
totalmente podridos,
como la gente y organizaciones
que están haciendo dinero con eso
porque están sacando provecho
a escala gigantesca.
Se puede ganar solo entre
100 y 200 %
vendiendo droga en la calle.
Pero puede ganarse 2000 % vendiendo
productos falsificados en Internet
con pocos de los mismos riesgos
o sanciones.
Y este dinero fácil
financia los crímenes más serios
y es la vía para que estas organizaciones,
estos criminales,
parezcan más legítimos.
Déjenme hablarles
de otro caso.
A inicios de año
ocurrieron varias redadas
en una de mis más largas investigaciones.
Cinco almacenes fueron ocupados
en Turquía,
cerca de dos millones de artículos
de ropa falsificados incautados
y fueron necesarios 16 camiones
para llevárselo todo.
Pero esta banda fue lista.
Llegaron hasta crear
su propia marca de moda
con sus marcas registradas
y hasta sesiones de fotos
a bordo de yates en Italia.
Y usaban estas insólitas
e inocentes marcas
para llenar contenedores
de productos falsificados
y así venderlos a través de compañías
creadas en Europa.
Documentos hallados en esas redadas
mostraron que habían estado falsificando
documentos de embarque
de modo que los oficiales de aduana
no tuvieran idea
del origen del primer envío.
La policía accedió a una cuenta bancaria
y encontró casi tres millones de euros
que se habían lavado en España
en menos de dos años
y solo dos días después de estas redadas
la banda trató de sobornar
a abogados para recuperar la carga.
Todavía no tenemos idea
de adónde fue todo ese dinero,
a quién se envió,
pero seguro no va a beneficiar
sus vidas o la mía.
Pero estos no son
rufianes de poca monta.
Son profesionales del negocio
y viajan en primera clase.
Engañan a negocios legítimos
con falsos, pero convincentes
documentos y facturas,
de modo que todo parece real.
Y crean cuentas en eBay y Amazon
para competir con aquellos
a quienes vendieron los productos.
Pero esto no solo ocurre en Internet.
Algunos años asistí
a shows de venta de autos
en enormes espacios de exhibición,
pero además de los Ferraris,
los Bentleys y las piezas,
se vendían productos falsos.
Compañías con un folleto
en el mostrador
y otro debajo para el que hacía
las preguntas correctas.
Y vendían piezas de autos
falsificadas o defectuosas
que según estimados
causan 36 mil víctimas
en nuestras calles anualmente.
Estos productos mueven 2.3 billones
de dólares en la economía sumergida
y el daño que puede hacer esta suma
es escalofriante...
porque los productos falsificados
financian el terror.
Zapatillas deportivas falsificadas
en las calles de París,
cigarrillos falsificados
en África Occidental
y música pirateada en EE.UU.,
todo ha servido para financiar
viajes a campos de entrenamiento,
comprar armas y municiones
o componentes para explosivos.
En junio de 2014
los servicios de seguridad franceses
dejaron de monitorear las comunicaciones
de Said y Cherif Kouachi,
los dos hermanos bajo vigilancia
durante tres años.
Pero aquel verano solo captaron
que Cherif estaba comprando
zapatillas deportivas
falsificadas en China,
lo que indicaba un alejamiento
del extremismo
hacia lo que se consideró
un delito de bajo perfil.
La amenaza había pasado.
Siete meses más tarde,
ambos hermanos se dirigieron
a las oficinas de Charlie Hebdo
y mataron a 12 personas e hirieron a 11
con armas compradas con los frutos
de aquellos productos.
Este no es un problema lejano
que ocurre en China.
Está ocurriendo aquí mismo.
Y París no es el único caso.
Diez años atrás, en 2004,
191 personas perdieron la vida
tras el ataque a un tren en Madrid.
El acto fue financiado en parte
por la venta de música pirata en EE.UU.
Dos años antes de eso,
un manual de Al Qaeda
recomendaba explícitamente
la venta de productos falsificados
para subvencionar células terroristas.
A pesar de esto, a pesar de la evidencia
que conecta terrorismo con falsificación,
compramos estos productos,
y la demanda aumenta
hasta el punto en que hay incluso
una tienda en Turquía
llamada "Me encantan
las verdaderas falsificaciones".
Y hay turistas con fotos de allí
publicadas en TripAdvisor
y que le dan cinco estrellas.
¿Pero habrían ido
estos turistas a una tienda
llamada "Me encanta el Viagra falsificado"
o "Me encanta financiar el terrorismo"?
Lo dudo.
Muchos pensamos que estamos
completamente desprotegidos
contra el crimen organizado
y el terrorismo,
que no podemos hacer nada
contra el próximo ataque,
pero pienso que sí que pueden.
Y pueden, haciéndose investigadores.
Paralizamos las redes
cortando el financiamiento
y eso significa cortar la demanda
y cambiar esta idea
de que es un crimen sin víctimas.
Identifiquemos a los falsificadores
y no les demos nuestro dinero.
He aquí algunos consejos
de un investigador a otro
para que empiecen.
Número uno:
Este es un típico sitio web
de productos falsos.
Miren la URL.
Si buscan gafas de sol o lentes de cámara
y se topan con un sitio como
medical-insurance-bankruptcy.com
empiecen a sospechar.
(Risas)
Los falsificadores registran
dominios expirados
para mantener el ranking
anterior en la clasificación de Google.
Número dos:
¿El sitio le está diciendo
que todo es 100 % genuino
y así y todo le da 75 % de descuento
en la última colección?
Busquen palabras como "original",
"defectuoso", "directo de la fábrica".
Podrían escribirlo con Comic Sans.
Es mucho más que una broma.
(Risas)
Número tres:
Si llega a la página de pago
y no ve "https" o el símbolo
de un candado junto al URL,
debería empezar a pensar
en cerrar la página
porque lo anterior indica
medidas de seguridad
que mantendrán segura su información
personal y crediticia.
Ahora lo último:
Busquen la página "Contáctenos".
Si solo encuentra un formulario genérico
sin nombre, teléfono, dirección
electrónica o postal de la compañía...
ahí está: caso cerrado.
Encontró un falsificador.
Lamentablemente, tendrá
que volver a Google
y empezar a buscar otra vez,
pero no lo estafaron
y eso es algo bueno.
Como diría el más famoso detective
de ficción del mundo:
"Elemental, Watson".
Esta vez, amigo investigador,
no se trata de ficción.
Así, cuando vuelvan a comprar en línea,
o donde quiera que sea,
pongan atención, cuestionen
y pregúntense...
antes de sacar el dinero
o pulsar "Comprar".
"¿Seguro que es real?"
Digan al amigo que compra
relojes falsificados
que puede haber facilitado
el próximo ataque.
Y si ven un producto falsificado
en Instagram,
no sigan de largo.
Repórtenlo a la plataforma
como fraudulento.
Arrojemos luz
en la oscuridad de la falsificación
que se oculta a plena vista.
De modo que, por favor,
divúlguenlo
y no dejen de investigar.
Muchas gracias.
(Aplausos)