Voy a empezar hablándoles
de un correo electrónico
que me llegó hace poco.
Mi bandeja de entrada es bastante rara
porque soy sicoterapeuta
y escribo una columna
llamada "Querida terapeuta",
así que pueden imaginarse qué contiene.
Significa que leo miles de cartas
de tipo muy personal
de gente que no conozco
de todo el mundo.
Y esas cartas abarcan
desde desamores y pérdidas
a enfados con los padres o hermanos.
Las guardo en una carpeta
en mi portátil
a la que he puesto el nombre
"Los problemas de vivir".
Así que, tomé este correo,
tengo muchos iguales a este,
y me gustaría que entrasen
en mi mundo por un momento
y leerles una de estas cartas.
Dice así:
"Querida terapeuta,
me casé hace 10 años
y todo fue bien hasta hace
unos años atrás.
Fue cuando mi marido dejó
de querer tener sexo como antes,
y ahora casi no lo hacemos nunca".
Creo que los hombres
no se esperaban esto.
(Risas)
"Anoche descubrí
que hace unos cuantos meses
habla por teléfono en secreto
a altas horas de la noche
con una compañera de oficina.
La busqué en Google, es guapísima.
No puedo creer lo que está pasando.
Cuando yo era joven,
mi padre se lió con una compañera
y destruyó nuestra familia.
No hace falta decir que estoy destrozada.
Si sigo con mi matrimonio
nunca podré confiar de nuevo en mi marido,
pero no quiero que mis hijos
pasen por un divorcio,
que tengan una madrastra, etc.
¿Qué debería hacer?"
Bien, ¿qué piensan Uds.
que debe hacer esta mujer?
Después de leer esta carta,
quizás piensen que la infidelidad
es algo muy doloroso.
O que en este caso
es más doloroso todavía
porque lo experimentó
cuando sucedió con su padre.
Y, como yo, probablemente,
sientan cierta empatía con ella,
y quizás también algo de,
¿cómo decirlo finamente?
llamémosle sentimientos
"nada positivos" hacia su esposo.
A mí también me vienen
esas ideas a la cabeza
cuando leo esas cartas en mi correo.
Pero debo tener especial cuidado
cuando respondo a esas cartas
porque sé que en cada carta
se describe una historia particular
escrita por una persona en concreto.
Y también existe la otra versión
de esa historia.
Siempre es así.
Y lo sé
porque si algo he aprendido
como sicoterapeuta
es que nadie es de fiar
al contar su propia historia.
Yo no lo soy.
Uds. tampoco.
Y nadie que conozcamos.
Lo que tal vez no tendría
que haberles dicho
porque entonces no creerán
en mi charla TED.
Atención, no quiero decir
que mintamos a propósito.
La mayoría de lo que me cuentan
es absolutamente cierto,
pero desde su punto de vista particular.
Depende de lo que enfaticen o minimicen,
de lo que incluyen y de lo que se callan,
de lo que ellos ven
y me quieren hacer ver,
cuentan sus historias
de una forma particular.
El sicólogo Jerome Bruner
lo describe a la perfección, dice:
"Contar una historia es, inevitablemente,
posicionarse moralmente".
Todos estamos inmersos
en historias sobre nuestras vidas.
Por qué tomamos decisiones,
por qué nos ha ido mal,
por qué tratamos a alguien
de otra forma
-porque está claro que se lo merece-
por qué alguien nos trata diferente
-cuando está claro que no lo merecemos.
Las historias son la forma
de dar sentido a nuestras vidas.
Pero ¿qué pasa cuando
las historias que contamos
son mentira, incompletas
o solamente erróneas?
En vez de aportar claridad,
esas historias nos atenazan.
Asumimos que nuestras circunstancias
determinan nuestras historias.
Pero lo que me encuentro
a menudo en mi trabajo
es que sucede exactamente lo contrario.
El modo en que narramos nuestras vidas
determina en lo que se convierten.
Ese es el peligro de nuestras historias,
porque nos pueden confundir
pero también ahí radica su poder.
Porque quiere decir que si podemos
cambiar nuestras historias
entonces podemos cambiar nuestras vidas.
Y hoy quiero mostrarles cómo hacerlo.
Les he dicho que soy sicoterapeuta
y lo soy realmente,
no soy una narradora poco de fiar.
Pero si voy, digamos en avión,
y alguien me pregunta a qué me dedico,
normalmente digo que soy editora,
Y digo eso en parte, porque
si digo que soy sicoterapeuta,
siempre me responden algo embarazoso, como
"Oh, sicoterapeuta,
¿Me vas a sicoanalizar?".
Y yo pienso: "A: No,
y B: ¿Por qué iba a hacerlo?
Si dijera que soy ginecóloga,
¿me preguntaría si le iba
a explorar la zona pélvica?".
(Risas)
Pero la principal razón
de decir que soy editora
es porque es verdad.
El oficio del sicoterapeuta
es ayudar a la gente a editarse,
pero lo interesante de mi rol
especial en "Querida terapeuta"
es que cuando edito,
no solo edito para una sola persona.
intento mostrar a todo un grupo
de lectores cómo editar,
con una carta semanal
como en el ejemplo.
Así que pienso en cosas como:
"¿Qué elementos son superfluos?"
"¿La persona protagonista avanza
o anda en círculos?
¿Los actores de su reparto son importantes
o una mera distracción?"
"¿Hay detonantes que afloren el tema?".
Y de lo que me doy cuenta
es de que casi todas las historias
suelen girar en torno a dos temas clave.
El primero es la libertad,
y el segundo es el cambio.
Y cuando edito,
Esos son los temas por los que empiezo.
Así pues, por un segundo
echemos un vistazo a la libertad.
Nuestras historias
sobre la libertad son algo así:
Creemos, en general,
que tenemos una gran cantidad de libertad.
Excepto cuando aparece un problema,
en cuyo caso, de repente,
sentimos que ya no la tenemos.
Muchas de nuestras historias
van de sentirnos atrapados
por nuestras familias, el trabajo,
nuestras relaciones, nuestro pasado.
A veces, incluso nos atrapa
nuestro parloteo de autoflagelación.
Ya sé que conocen todas estas historias,
la de "La vida de los demás
es mejor que la mía",
cortesía de las redes sociales,
La que dice "Soy un impostor",
esa de que "Nadie me quiere",
la de "Todo me sale mal".
La de "Al decir 'Hey, Siri',
y no me responde,
es la historia de "Me odia".
Ya veo que no soy la única.
La mujer de esta carta
también se siente atrapada.
Si continúa con su marido,
nunca volverá a confiar en él,
pero si lo deja, sus hijos sufrirán.
Hay una caricatura que creo
que es el ejemplo perfecto
de lo que sucede en estas historias.
Muestra a un preso sacudiendo las rejas,
desesperadamente, intentando escapar.
Pero a la derecha y
a la izquierda está abierto,
no hay rejas.
No está en una celda.
Así pasa con la mayoría de nosotros.
Nos sentimos totalmente atrapados
Inmóviles en celdas emocionales.
Pero no nos escabullimos
de las rejas de la libertad,
porque sabemos que es una trampa.
La libertad conlleva responsabilidad.
Y si asumimos la responsabilidad
de nuestro rol en la historia,
quizás deberíamos cambiar.
Y esa es la otra coincidencia
que veo en las historias: cambio.
Esas historias suenan así:
Alguien dice "quiero cambiar".
Pero lo que realmente quiere decir es
"quiero que otro personaje
en la historia cambie".
Los sicólogos describen así este dilema:
"Si la reina tuviese pelotas,
sería el rey".
Quiero decir...
(Risas)
No tiene sentido, ¿verdad?
¿Por qué querríamos que el protagonista,
que es el héroe de la historia, cambiase?
Quizás porque el cambio,
incluso un cambio positivo,
conlleva una sorprendente
cantidad de pérdida.
Pérdida de lo familiar.
Aunque lo familiar no nos guste,
o sea deprimente sin más,
al menos conocemos los personajes,
el lugar y el argumento,
Hasta el consabido diálogo
de esta historia:
"¡Nunca lavas la ropa!"
"¡Yo lavé la última vez!"
"¿De verdad? ¿Cuándo?".
Hay algo extraño que nos reconforta
que es el saber exactamente
cómo sigue la historia
cada vez que sucede.
Escribir un nuevo capítulo
es aventurarse en lo desconocido,
enfrentarse a la página en blanco.
Como cualquier escritor te dirá,
no hay nada más aterrador
que una página en blanco.
Pero ahí está la cosa.
Cuando editamos nuestra historia,
el siguiente capítulo
se hace más fácil de escribir.
En nuestra cultura hablamos demasiado
de conocernos a nosotros mismos,
pero parte de conocerte a ti mismo
es desconocer como eres.
Para ignorar la única versión
de la historia que te has contado
para que puedas vivir tu vida,
y no la historia que te has contado
sobre tu vida.
Y así es como sorteamos esas rejas.
Así que quiero volver a la carta
de esa mujer, la de la infidelidad.
Me preguntó que debería hacer.
Tengo esta palabra
anotada en mi oficina:
"ultracrepidarianismo".
La costumbre de dar consejos u opiniones
que exceden nuestro saber y competencias.
Gran palabra, ¿verdad?
Se puede usar en cualquier contexto,
Estoy segura de que la usarán
tras esta charla TED,
La uso porque me recuerda que,
como sicoterapeuta,
puedo ayudar a la gente a planear
lo que quiere hacer,
pero no puedo hacer
sus elecciones vitales por ellos.
Solo Uds. pueden escribir
su propia historia
y solo necesitan algunas herramientas.
Así que, lo que quiero hacer
es editar la carta de esta mujer,
todos juntos, aquí y ahora,
para poder mostrarles
cómo revisar nuestras historias.
Y quiero empezar pidiéndoles
que piensen en una historia
que se estén contando a Uds. ahora
que quizás no les esté ayudando.
Puede ser sobre una circunstancia
que estén experimentando,
sobre una persona de su vida,
incluso sobre Uds. mismos.
Y quiero que se fijen
en los actores de reparto.
¿Qué personas les están ayudando
a sostener la versión errada
de esta historia?
Por ejemplo, si la mujer
que me escribió esta carta
contara a sus amigos lo que pasaba,
seguramente le ofrecerían
lo que se llama "compasión idiota".
En la compasión idiota
-siguiendo con esta historia-
diríamos: "Tienes razón, es horrible",
cuando un amigo nos dice que
no le dieron el ascenso que quería,
aun cuando sabemos
que ya le pasó varias veces
porque realmente no se esforzó,
y es probable que robara
el material de oficina.
(Risas)
Decimos: "Tienes toda la razón,
ese es un imbécil".
Cuando una amiga nos dice
que su novio la dejó,
aun cuando sabemos que hay algunas cosas
que hace normalmente con sus novios,
como atiborrarlos de mensajes
o rebuscar en sus cajones,
que traen esas consecuencias.
Vemos el problema,
es como si cada vez que vas al bar
hay siempre una pelea,
quizás seas tú.
(Risas)
Para ser buenos editores,
hay que ofrecer compasión sabia,
no solo a nuestras amistades,
sino a nosotros mismos.
Esto se llama -creo que el término
técnico sería-
"Bombardeo compasivo de verdades".
Y esas bombas de verdades son compasivas
porque nos ayudan a ver
lo que hemos obviado en nuestra historia.
Lo cierto es que no sabemos
si el marido está teniendo una aventura,
o por qué su vida sexual
cambió hace dos años,
o qué son esas llamadas telefónicas
que hace de madrugada.
Y eso podría ser la razón de su historia,
Ella habla de una historia de traición,
pero es probable que haya algo más
que no me dice en su carta,
o quizás ella misma no lo ve.
Es como ese tipo
que hace el test de Rorschach.
¿Saben como son los test de Rorschach?
Un sicólogo te enseña unas manchas
de tinta parecidas a esto,
y pregunta: "¿Qué ve Ud. aquí?"
Entonces el tipo mira la mancha y dice:
"Bueno, definitivamente, no veo sangre".
Y el examinador dice:
"Muy bien, dígame qué más no ve,
definitavamente".
En literatura,
esto se llama "punto de vista".
¿Qué no quiere ver el narrador?
Quiero leerles otra carta.
Dice así:
"Querida terapeuta,
necesito que me ayude con mi mujer.
Últimamente se enfada por todo,
incluso por minucias, como el ruido
que hago cuando mastico.
En el desayuno he visto que
le está echando más leche a mi granola
para que no cruja tanto".
(Risas)
"Siento que es muy crítica conmigo
desde que murió mi padre hace dos años.
Él y yo estábamos muy unidos
y su padre los dejó cuando era joven,
así que no pudo entender
por lo que pasaba.
Tengo una amiga en el trabajo
cuyo padre murió hace unos meses
y que entiende mi pena.
Me gustaría poder habla con mi esposa
como hablo con mi amiga,
pero creo que ya no me soporta.
¿Cómo puedo recuperar a mi mujer?".
Muy bien.
Supongo que ya han descubierto
que es la misma historia
que les he leído antes,
justo desde el punto de vista
de otro narrador.
La historia de ella iba de un marido
que la engañaba,
la de él va de una esposa
que no entiende su pena.
Pero lo que llama la atención es que,
con todas las diferencias
que existen entre ambas historias,
hay un deseo de acercarse.
Y si pudiésemos ignorar
al narrador en primera persona
y escribir la historia desde
la perspectiva de otro personaje,
de repente este último
se vuelve más empático
y el argumento se abre.
Este es el paso más duro
en el proceso de editar
pero también es
de donde arranca el cambio.
¿Qué pasaría si vieses tu historia
y la escribieras desde
el punto de vista de otro?
¿Qué verías entonces desde
una perspectiva más amplia?
Por eso, cuando veo
gente deprimida, a veces digo:
"Justo ahora no eres la mejor persona
con quien hablar de ti",
ya que la depresión distorsiona
nuestras historias especialmente.
Reduce nuestra perspectiva.
Sucede lo mismo cuando
nos sentimos solos, heridos o rechazados.
Creamos toda clase de historias,
distorsionadas por una lente diminuta
que nos impide saber qué estamos viendo.
Y es cuando nos hacemos reemisores
de nuestras propias noticias falsas.
Debo confesarles algo.
Yo escribí la versión del marido
de la carta que les leí.
No se imaginan cuánto tiempo invertí
debatiendo entre granola
y tostaditas, por cierto.
La escribí basándome en
todos los narradores alternativos
que he visto en estos años,
no solo como sicoterapeuta,
sino también en mi columna.
Cuando me ha pasado
que dos personas viviendo
la misma situación
me han escrito, sin saber el uno del otro,
y tengo dos versiones de la misma historia
en mi bandeja de entrada.
Me ha pasado de verdad.
No sé cuál es la otra versión
de la carta de esta mujer,
pero sí sé esto:
Ella tenía que escribirla.
Porque con una edición valiente,
ella escribirá una versión más aproximada
de la que me escribió a mi.
Incluso si su marido la está engañando
-y quizás lo esté haciendo-
ella no necesita saber
de qué va el argumento.
Porque solo por haberlo editado,
ella tendrá más posibilidades
de que el argumento cambie.
Pero a veces sucede
que veo gente atrapada de verdad,
metida de verdad en su estancamiento.
Se llaman "quejicas que rechazan ayuda".
Seguro que conocen a gente así.
Son los que, cuando les haces
una sugerencia,
la rechazan con un "bueno, no,
eso no funcionará porque..."
"Bueno, no, imposible, no puedo hacerlo".
"Sí, quiero tener más amigos,
pero la gente es insoportable".
(Risas)
Lo que realmente rechazan
es la edición de su historia
de miseria y estancamiento.
Así que a estas personas
me acerco de forma diferente.
Y lo que hago es decirles algo más.
Les digo:
"Todos vamos a morir".
Apuesto a que Uds. están contentos
de no tenerme de sicóloga.
Porque ellos me miran
como Uds. me están mirando ahora
absolutamente aturdidos.
Pero entonces les explico
que hay una historia
que al final se escribe
sobre todos nosotros.
Se llama obituario.
Y digo que en lugar de escribir
nuestra propia infelicidad,
debemos moldear esas historias
mientras todavía vivimos.
Tenemos que ser el héroe
y no la víctima en nuestra historia,
debemos elegir qué sucede en
la página que vive en nuestra mente
y forma nuestras realidades.
Les digo que la vida se trata de decidir
qué historias hay que escuchar
y cuáles necesitan una edición.
Y que vale la pena esforzarse
por pasar por una revisión
porque no hay nada más importante
para la calidad de vida
que las historias que nos contamos
acerca de ellas.
Les digo que cuando algo
influye en la historia de nuestra vida,
deberíamos optar a nuestro
propio Premio Pulitzer personal.
Pero la mayoría no somos
quejicas que rechazan ayuda
o, al menos, creemos que no lo somos.
Pero es un rol en el que es muy fácil caer
cuando estamos tensos,
enfadados o indefensos.
Así que la próxima vez
que algo les agobie,
recuerden:
todos vamos a morir.
(Risas)
Echen mano a sus
herramientas de edición
y pregúntense:
"¿Cómo quiero que sea mi historia?
Y luego, escriban su obra maestra.
Gracias.
(Aplausos)