Cuando estaba en sexto grado
tuve una pelea en la escuela.
No era la primera vez
que tenía en una pelea,
pero era la primera vez
que ocurría en la escuela.
Era con un chico que me sacaba
una cabeza,
que era físicamente más fuerte que yo,
y que se había estado burlando de mí
semanas.
Un día en educación física,
me pisó y se negó a disculparse.
Llena de rabia, lo agarré
y lo tiré contra el suelo.
Había hecho judo anteriormente.
(Risas)
Nuestra pelea duró menos de dos minutos
pero fue el reflejo perfecto del huracán
que se creaba dentro de mí
como joven superviviente
de agresión sexual
y una chica que estaba lidiando
con el abandono
y expuesta a la violencia
en otros ámbitos de mi vida.
Estaba peleando con él
pero también luchaba contra los hombres
y chicos que agredieron mi cuerpo
y la cultura que me dijo
que debía guardar silencio.
Un profesor disolvió la pelea
y mi directora me llamó a su oficina.
Pero no dijo: "Monique,
¿qué está mal contigo?"
Me dio un momento para recobrar el aliento
y preguntó: ¿Qué pasó?"
Los educadores que trabajaban
conmigo dirigían con empatía.
Me conocían.
Sabían que amaba leer,
sabían que amaba dibujar,
sabían que adoraba a Prince.
Y usaron esa información
para ayudarme a comprender
que mis acciones, y las de mi compañero,
eran problemáticas
para la comunidad educativa que dirigían.
No me pusieron en suspensión;
no llamaron a la policía.
Mi pelea no me impidió ir a la escuela
al día siguiente.
No me impidieron graduarme;
no me impidieron enseñar.
Desafortunadamente, esa no es la historia
que comparten muchas chicas negras
hoy en día en EE.UU. y en el mundo.
Vivimos una crisis en la que
las chicas negras
son desproporcionalmente forzadas
a abandonar las escuelas
no por la amenaza inminente que
representan para su seguridad,
sino porque a menudo experimentan
las escuelas
como lugares de castigo y marginalización.
Es algo que escucho de chicas negras
de todo el país.
Pero no es insuperable.
Podemos cambiar esta historia.
Empecemos con algunos datos.
De acuerdo con el análisis del National
Black Women Justice Institute
de datos sobre derechos civiles
recopilados por el Departamento
de Educación de EE.UU.,
las chicas negras son el único grupo
de chicas sobrerrepresentado
a lo largo del espectro de
la disciplina en la escuela.
Esto no significa que otras chicas
no sean llamadas a disciplinarse
y no significa que otras chicas
no estén sobrerrepresentadas
en otras partes de ese espectro.
Pero las chicas negras son el único grupo
representado en exceso por costumbre.
Las chicas negras son siete veces más
propensas que sus contrapartes blancas
a experimentar una o más suspensiones
y casi tres veces más propensas que
sus contrapartes blancas y latinas
a ser enviadas a la corte juvenil.
Un estudio reciente del Georgetown
Center on Poverty and Inequality
explicó parcialmente por qué
ocurre esta disparidad
cuando confirmaron que experimentan
una supresión especial
relacionada con la edad,
donde son vistas como más adultas
que sus iguales blancos.
Entre otras cosas, el estudio descubrió
que la gente percibe que las chicas
negras necesitan menos crianza,
menos protección para saber
más sobre el sexo
y ser más independientes
que sus pares blancas.
El estudio también descubrió
que la percepción de disparidad empieza
cuando las chicas tienen cinco años.
Y que esta percepción y la disparidad
se incrementan con el tiempo
y alcanzan su cenit cuando las chicas
tienen entre 10 y 14 años.
Esto no ocurre sin consecuencias.
Creer que una chica es mayor de lo que es
lleva a un trato más severo,
censura inmediata cuando comete un error
y culpar a la víctima
cuando está lastimada.
Puede llevarla a pensar
que hay algo mal con ella,
en lugar de las condiciones
en las que se encuentra.
Las chicas negras son habitualmente vistas
como muy ruidosas, muy agresivas,
muy enfadadas, muy visibles.
Cualidades que son a menudo comparadas
en relación con chicas no negras
y que no tienen en cuenta qué está
ocurriendo en la vida de esta chica
o en sus normas culturales.
Y no es solo en EE.UU.
En Sudáfrica,
las chicas negras de la
Pretoria High School
fueron disuadidas de ir a la escuela
con su cabello al natural,
sin un procesamiento químico.
¿Qué hicieron estas chicas?
Protestaron.
Y fue hermoso ver que la mayor parte
de la comunidad global
apoyó a estas chicas mientras
se alzaban en su verdad.
Pero hubo quienes las vieron
como problemáticas,
en gran parte porque se atrevieron
a hacer la pregunta:
"¿Dónde podemos ser negros si
no podemos ser negros en África?"
(Risas)
(Aplausos)
Es una buena pregunta.
En todo el mundo,
chicas negras lidian con esta pregunta.
En todo el mundo,
chicas negras luchan por ser vistas,
trabajan para ser libres
y pelean por ser incluidas
en el panorama de la promesa que ofrece
un espacio seguro para aprender.
En EE.UU., las niñas, apenas
han pasado sus primeros años,
son arrestadas en aulas
por tener una rabieta.
Las chicas de secundaria
son separadas de la escuela
por la forma en que llevan
su cabello al natural
o por la forma en que la ropa
se ajusta a su cuerpo
Las chicas de secundaria
experimentan violencia
a manos de oficiales de policía
en las escuelas.
¿Dónde pueden ser negras las chicas negras
sin reprimenda o castigo?
Y no son solo estos incidentes.
En mi trabajo como investigadora
y educadora,
tuve una oportunidad de trabajar
con chicas como Stacy,
una chica a la que me refiero
en mi libro "Pushout",
que lucha con su participación
en la violencia.
Ella pasa por alto los análisis
neurocientíficos y estructurales
que la ciencia tiene que ofrecer
sobre cómo sus experiencias adversas
en la infancia explican
por qué ella participa en la violencia
y directamente se describe a sí misma
como "chica problemática",
en gran parte por el lenguaje
que usan los educadores
cuando la suspenden habitualmente.
Pero esta es la cuestión.
La desconexión e internalización del dolor
se fortalece en la marginación.
Cuando las chicas se meten en problemas,
no deberíamos apartarlas
deberíamos acercarlas más.
La educación es un factor crítico
de protección
contra el contacto con el sistema
legal criminal.
Deberíamos estar construyendo
políticas y prácticas
que mantengan a las chicas conectadas
con su aprendizaje,
en lugar de alejarlas de él.
Es una de las razones por la que
me gusta decir que la educación
es un trabajo de libertad.
Cuando las chicas se sienten seguras,
pueden aprender.
Cuando no se sienten seguras, pelean,
protestan, discuten, huyen, se bloquean.
El cerebro humano está preparado
para protegernos de una amenaza.
Y mientras la escuela parezca
una amenaza,
o parte del tapiz del daño
en la vida de una chica,
estará inclinada a resistirse.
Pero cuando las escuelas se convierten
en lugares de curación,
también pueden convertirse
en lugares de aprendizaje.
¿Qué significa que la escuela
se convierte en lugar de curación?
En primer lugar, supone que tenemos
que suprimir inmediatamente
las políticas y prácticas que señalan a
las chicas negras por su cabello o vestido.
(Aplausos)
Centrémonos en cómo y qué
aprende una chica
en vez de vigilar su cuerpo de manera
que facilite la cultura de la violación
o castigar a los niños por las condiciones
en las que nacieron.
Aquí es donde los padres y la comunidad
de adultos pueden participar.
Empezar una conversación
con la escuela
y animarlos a examinar
su código de vestimenta
y otras políticas relacionadas con la
conducta como proyecto colaborativo,
con padres y estudiantes,
para evitar intencionalmente
el sesgo y la discriminación.
Tengan en cuenta
que algunas de las prácticas que dañan
a las chicas negras no están escritas.
Tenemos que seguir haciendo un trabajo
interno profundo para abordar los sesgos
que informen cómo, cuándo y si vemos
a las chicas negras como realmente son,
o como nos han contado que son.
Sean voluntarios en una escuela
y establezcan grupos de discusión
competentes a nivel cultural y de género
con chicas negras, latinas,
chicas indígenas
y otros estudiantes que experimenten
marginación en las escuelas
para darles un espacio seguro
para procesar sus identidades
y experiencias en escuelas.
Y si las escuelas se convierten
en lugares de curación,
tenemos que eliminar a los policías
y aumentar el número de consejeros
en las escuelas.
(Aplausos)
La educación es un trabajo de libertad.
Y cualquiera que sea nuestro punto de
ingreso, debemos luchar por la libertad.
Las buenas noticias es que hay escuelas
que trabajan activamente para establecerse
como lugares para que las chicas
se vean como algo sagrado y querido.
La Columbus City Prep School for Girls
en Columbus, Ohio, es un ejemplo de esto.
Se convirtió en un ejemplo desde el
momento que su director declaró
que ya no iba a castigar a las chicas
por tener "mala actitud".
Además de construir...
Esencialmente, desarrollaron
un espectro sólido
de alternativas a la suspensión,
expulsión y arresto.
Además de establecer un programa
de justicia restaurativa,
mejoraron sus relaciones alumno-profesor
asegurando que cada chica tenga
al menos un adulto en el campus
al que pueda acudir cuando esté
en un momento de crisis.
Construyeron espacios a lo largo de
los pasillos de la escuela y aulas
para que las chicas se reagrupen,
si necesitan un minuto.
Y establecieron un programa de
asesoramiento para dar a las chicas
una oportunidad
de empezar cada día con la promoción
de la autoestima,
habilidades de comunicación
y establecer metas.
En esta escuela
tratan de responder a las experiencias
adversas de la infancia de una chica
en lugar de ignorarlas.
Las acercan más, no las alejan.
Y como resultado, sus tasas de ausentismo
y suspensión han mejorado,
y las chicas llegan a la escuela
más dispuestas a aprender
porque saben que sus profesores
se preocupan por ellas.
Eso importa.
Escuelas que integran las artes
y los deportes en su currículum
o están desarrollando
un programa transformativo,
como justicia restaurativa,
conciencia plena y meditación,
están brindando oportunidades a las
chicas de reparar su relación con otros,
pero también consigo mismas.
Respondiendo al trauma vivido,
complejo e histórico
que enfrentan los estudiantes
requiere que todos los que creemos
en la promesa de niños y adolescentes
construyamos relaciones,
aprendamos materiales,
recursos humanos y financieros
y otras herramientas
que brinden a los niños oportunidad
de curarse, para que puedan aprender.
Nuestras escuelas deberían ser lugares
donde responder a las chicas vulnerables
como algo esencial para la creación
de una cultura escolar positiva.
Nuestra habilidad de ver su promesa
debería ser más incisiva
cuando está en el camino
de la pobreza y la adicción;
cuando se recupera de ser
víctima de trata sexual
o sobrevivió otras formas de violencia;
cuando está en lo más alto,
o en lo más bajo.
Debemos ser capaces de apoyar
su bienestar
intelectual y socioemocional
si sus pantalones llegan a su rodilla,
o al muslo o más allá.
Puede parecer una tarea difícil
en un mundo
tan profundamente arraigado
en la política del miedo
imaginar a las escuelas como lugares
donde las chicas se curen y prosperen,
pero debemos ser suficientemente audaces
para establecer nuestra intención.
Si nos comprometemos con esta noción
de educación como trabajo de libertad
podemos cambiar las condiciones
educativas
para que ninguna chica, incluso
la más vulnerable de nosotras,
salga de la escuela.
Y eso es una victoria para todos nosotros.
Gracias.
(Aplausos)