Los niños pequeños
están siendo expulsados del colegio
en cantidades alarmantes.
Los niños de preescolar son expulsados
tres veces más que en los
trece cursos siguientes juntos.
En Illinois, el 40 % de las guarderías
declararon haber expulsado a bebés.
(Risas)
¡Sí!
Se trata de niños que ni siquiera
han cumplido tres años.
Los niños afroamericanos solo suponen
el 19 % de la población preescolar,
pero constituyen al menos
la mitad de todas las expulsiones.
Se estarán preguntando
qué es lo que pueden hacer estos niños
para que los expulsen
del colegio tan jóvenes.
Sorprendentemente, muchos de ellos
muestran comportamientos típicos de niños.
Yo era uno de esos niños.
Desde que entré en el colegio,
me expulsaban por lo menos
siete veces al año.
(Risas)
Me expulsaban por cosas como
cavar un hoyo en el patio
para ver si China estaba
de verdad al otro lado del mundo.
(Risas)
Por ello, me llamaron "destructiva".
Tras estudiar los mapas,
escalé a lo alto del auditorio del colegio
para tener una vista de pájaro,
y después de que los bomberos
y la policía me bajaran,
me expulsaron,
y por ello
me llamaron "incorregible".
En otra ocasión
arranqué las cabezas, los brazos
y las piernas de todos los muñecos.
Solo quería ver cómo encajaban
las partes del cuerpo.
Pero por ello me llamaron "demonio".
De hecho, les dijeron a mis padres
que mostraba comportamientos demoníacos.
Otra vez me colé en el baño de los chicos;
quería ver cómo podían hacer pis de pie.
(Risas)
Y por ello me llamaron
"pervertida sexual".
Todos estos son comportamientos de niños,
aunque de niños muy curiosos,
pero de niños, al fin y al cabo.
Veamos comportamientos.
¿Qué hacen los niños cuando se enfadan
o cuando están fuera de control?
Gritan, lloran, pegan,
dicen palabrotas, pelean, tiran cosas.
¡Eso pasa porque son niños!
Los niños van a ser niños.
No tienen la capacidad para tratar
con emociones tan intensas.
Veamos qué hacen
los adultos cuando se enfadan.
(Risas)
Gritan, lloran, pegan,
dicen palabrotas, pelean, tiran cosas.
La lista es exactamente la misma,
y aunque esperamos
que los niños sean niños,
como adultos, ¿cuál es nuestra excusa?
Mi amigo Walter Gilliam dice:
"Las expulsiones son decisiones adultas".
Las expulsiones son
comportamientos adultos.
Pero ¿qué pasaría si cambiáramos
ese comportamiento?
¿Qué pasaría si cambiáramos
nuestra manera de pensar
y nos centráramos en el
comportamiento de los adultos
en vez de centrarnos en el
comportamiento de los niños?
¿Qué habría pasado si mis profesores
me hubieran visto como una geóloga
en lugar de destructiva?
¿Qué habría pasado si me hubieran visto
como una científica en vez de un demonio?
¿O como una futura médica
interesada en la anatomía
en lugar de verme
como una pervertida sexual?
La clave para controlar
los comportamientos difíciles de los niños
es controlar nuestros propios
comportamientos como adultos.
¿Cuántas veces han visto a un adulto
regañar a un niño por gritar
mientras gritan "¡No me hables así!"?
¿Verdad?
O ¿cuántas veces han visto
regañar a un niño por pegar
mientras les pegan?
"¡No vuelvas a pegar a tu hermana!"
O a veces incluso excluimos
a los niños por excluir a niños.
"Oh, ¿no queréis jugar juntos?
¡Pues id a vuestras habitaciones!"
El comportamiento
al que prestamos más atención
es el comportamiento
que nosotros promovemos.
Este es Tayvon.
Llamaban a su madre
al menos tres veces a la semana
para que lo recogiera del colegio
por su mal comportamiento.
Por aquel tiempo,
él solo tenía cuatro años.
Fui al colegio para observar
y me chocó lo ansioso que estaba Tayvon
por complacer a sus profesores.
Una vez, la profesora les dijo a los niños
que hicieran un círculo en la alfombra.
"Venid todos a hacer un círculo
y sentaos con las piernas cruzadas".
Tayvon corrió y se sentó con las piernas
cruzadas y las manos en su regazo
y quería que la profesora se diera cuenta.
Estiró el cuello, pero ella no
se dio cuenta, y lo estiró otra vez
como si dijera "Mírame, profe, mírame".
Y, de nuevo, no se dio cuenta,
y como solo tenía cuatro años,
se frustró y se rindió.
Estiró las piernas por delante de él,
se apoyó detrás en sus manos
y en ese momento
la profesora se dio cuenta.
"Tayvon, no estás sentado
como un alumno,
¡vete del círculo y siéntate en la mesa!"
Guau.
Es diez veces más probable
que los niños expulsados
entren en reformatorios.
Es más probable que se salgan del colegio,
tengan malos resultados,
y que los expulsen una y otra y otra vez.
Y esto es el comienzo
del trasvase entre
el jardín de infancia y la cárcel.
Los niños cumplen las expectativas
de los adultos de su entorno,
ya sean positivas o negativas.
Cuando prestamos atención
a comportamientos negativos,
obtendremos comportamientos negativos.
Pero cuando prestamos atención
a los comportamientos que queremos ver
en nuestras aulas o nuestros hogares,
veremos esos comportamientos más a menudo
y es porque a los niños les importa
lo que nosotros pensemos sobre ellos,
En realidad, ellos quieren gustarnos.
La clave está en que seamos
conscientes de nosotros mismos.
Cuando somos conscientes
de nosotros mismos
llegamos a conocer
qué temas nos encienden,
cuál es nuestro comportamiento
y cómo respondemos
al comportamiento de los demás.
Llegamos a comprender lo que nos empuja,
comprendemos nuestro lenguaje corporal
y llegamos a comprender nuestro tono.
Es muy importante saber todas estas cosas
porque el comportamiento se define
por la persona a la que más le molesta.
(Risas)
En mi caso, era mi hija Jasmine
cuando tenía 15 años,
una adolescente.
Era la persona más insolente y descarada
que nunca había visto u oído.
También era muy inteligente e ingeniosa,
pero, madre mía, vaya insolencia.
Mi marido no entendía
por qué me molestaba.
Pero a él le molestaba cuando ella
le daba portazos a las puertas.
Eso a mí no me importaba,
porque significaba que
estaba en el otro lado.
(Risas)
Él se frustraba tanto que una vez dijo:
"Si vuelves a dar un portazo,
voy a quitar las bisagras de la puerta!"
Imagínense mi sorpresa cuando volví a casa
y mi hija de 15 años no tenía
una puerta a su habitación.
(Risas)
Además de ser conscientes
de nosotros mismos,
cuando construimos relaciones fuertes,
positivas y auténticas con los niños,
llegamos a conocerlos, saber
qué temas les encienden
y lo que causa su comportamiento.
También comprendemos
cómo nuestro comportamiento
impacta en su comportamiento.
Observaba otra clase donde
había un niño llamado Raphael.
Y Raphael se metía
en muchos líos en esta clase.
La profesora lo llamaba tantas veces
que empecé a contarlas.
"Raphael, para. Raphael, no.
Raphael, siéntate.
Raphael, no me hagas ir ahí.
Raphael, Raphael, Raphael".
Dijo el nombre de Raphael
27 veces en siete minutos.
Raphael estaba aprendiendo que ese lugar
no era un espacio seguro,
justo o equitativo para él.
Y todos los demás niños de esa clase
aprendían cómo tratar a Raphael.
Es nuestra responsabilidad
buscar y encontrar
lo que es bueno, correcto
y mejor en cada niño.
Tom Herner, antiguo presidente
de la Asociación Nacional
de Educadores Especiales, dijo:
"Cuando los niños no
saben leer, les enseñamos.
Cuando no saben escribir, les enseñamos.
Cuando no saben montar
en bici, les enseñamos.
Pero cuando los niños no
saben comportarse, ¿les enseñamos
o los castigamos?".
Los castigamos.
Pero ¿y si enseñáramos
intencionadamente a los niños
a comportarse?
¿Y si les enseñáramos a compartir,
en lugar de decir: "Hay que compartir"?
¿Y si les enseñáramos a hacer amigos,
cómo empezar juegos, cómo hacer turnos,
y después les diéramos
muchas oportunidades para practicar?
Imaginen un mundo donde enseñáramos
habilidades sociales a los niños,
les diéramos muchas
oportunidades para practicar
y los premiáramos cada vez
que usaran esas habilidades.
Los comportamientos difíciles
se reducirían enormemente.
En efecto, el modelo de pirámide para
fomentar el desarrollo social y emocional
de los bebés y niños
ha demostrado que esto
es verdad, una y otra vez.
Cuando usamos estas estrategias
podemos detener y desmontar el trasvase
entre el jardín de infancia y la cárcel,
erradicar las expulsiones preescolares
y mitigar el impacto negativo
de las expulsiones
preescolares en los niños
y en nuestra sociedad.
Los niños no se expulsan a sí mismos,
un adulto lo tiene que hacer.
Pero no tenemos por qué hacerlo.
Cuando nos centremos en
nuestro propio comportamiento,
demos a los niños las herramientas
que necesitan para regular los suyos,
y busquemos lo que es bueno,
correcto e increíble en cada niño,
podremos detener las expulsiones
y mantener a nuestros bebés en el colegio.
Gracias.
(Aplausos)
(Vítores)