En el 2015, a mis 23 años, tuve lo que aún creo que, hasta el día de hoy, fue una de las experiencias más profundas, intensas y aterradoras de mi vida. Había regresado a Belfast después de trabajar en Londres por unos días, y decidí regresar a casa la mañana siguiente. Así que me levanté fui a la estación, me subí a un tren con dirección a Belfast, y me bajé en Ballymoney. Y no, estar en Ballymoney no es ni la parte aterradora ni la parte intensa de la historia. (Risas) Pero mi hermano me estaba esperando, me subí al coche y manejamos a mi casa. Mis padres se sorprendieron al verme, pues no les había dicho que iba. Y lo que pasó después, seguramente duró unos pocos minutos, pero en ese momento, pareció como si hubieran sido horas. En ese momento, les dije algo que me había estado consumiendo. En ese momento, les dije a mis padres que era gay. Y bueno, me sorprendieron con una reacción de amor incondicional y aceptación. Y hasta el día de hoy, ha sido el alivio más grande que he experimentado en mi vida. Fue como si me hubiera quitado una carga pesada de los hombros. Y me percaté de dos cosas: la primera, que no todos tienen la suerte que yo tengo, de la respuesta de sus seres queridos cuando salen del clóset, y la segunda, que hasta ese momento, e incluso en otras situaciones, he vivido variaciones de mí mismo. Y es gracioso, porque a pesar de saber, realmente saber, en mi cabeza y en mi corazón, que mi familia me amaba, y que por supuesto, me aceptarían por quien soy, era el mundo a mi alrededor que me había dicho que esperara una respuesta diferente. Las personas LGBT están condicionadas a esperar lo peor, mientras se aferran a una pequeña esperanza de algo mejor. Cuando pensamos en las experiencias de la comunidad LGBT, yo ahora trabajo para la organización europea de derechos de LGBT más grande que hay. Siempre bromeo que eso me permite decir que ya soy un homosexual profesional. (Risas) Eso no significa que hay amateurs, simplemente que lo hago mejor. (Risas) Pero la realidad es que, en cada nueva interacción, con cada empleo nuevo y cada jefe nuevo, con cada colega, en cada nueva interacción, o en cada nueva introducción al amigo de un amigo, las personas de la comunidad LGBT, toman decisiones. Tomamos decisiones concientes y pragmáticas sobre quién sabe qué. Hacemos evaluaciones en fracciones de segundo, sobre lo que revelamos. Y no hablo de nada complejo en particular. Estoy hablando de interacciones de la vida diaria para otras personas. Si me subo a un taxi y el conductor pregunta, "¿qué vas a hacer este fin de semana?" ¿Digo "voy a ir a cenar con mi novio"? Si lo hago, ¿digo "novio" o "pareja"? Si digo "pareja", ¿es tan obvio como decir "novio"? Si decido no decir nada, ¿qué me invento entonces? Se sorprenderían si supieran qué tan seguido hemos pasado por estas situaciones en nuestra cabeza y en nuestra vida porque el mundo a nuestro alrededor nos ha dicho que esperemos lo peor. Pero cuando salí del clóset, ese sentimiento de alivio fue uno de los sentimientos más grandes de empoderamiento de mi vida. Entonces, quiero que se imaginen si las decisiones que enfrentamos a diario van desde ser abiertas y honestas, y la vulnerabilidad que conlleva, a ofrecer una versión reducida o falsa de nosotros mismos, a esconder nuestra realidad por completo, ¿alguna de esas cosas es más o menos auténtica entre ellas? Probablemente. Pero quiero que imaginen, cómo sería para un individuo, enfrentarse a esas opciones enfrentarse a esas opciones todos los días. Quiero que se imaginen cómo se sentiría enfrentarse a esas opciones todos los días de la semana de cada mes, de cada año, para toda una comunidad de personas. A principios del año, el gobierno del Reino Unido publicó los resultados de la primera encuesta de LGBT a nivel nacional. Alerta de spoiler: fue muy triste leerlo. Alrededor de una cuarta parte de la gente LGBT ha recibido algún tipo de ayuda de salud mental en el transcurso del año pasado. El 40 % ha sufrido incidentes de algún tipo de abuso verbal o de violencia física durante ese mismo periodo. Más de la tercera parte dijo que ha evitado tomarse de la mano con su pareja del mismo sexo por miedo a la respuesta que recibirán. Esa sigue siendo la realidad que vivimos hoy. Pero, ¿qué más se puede hacer, más que seguir siendo humanos decentes? Bueno, quiero contarles otra historia, y puede parecer un poco extraña, pero tiene un punto, lo prometo. Quiero llevarlos al 3 de noviembre de 2008, la noche antes de las elecciones presidenciales en EE. UU. El casi futuro presidente, Barack Obama, se dirigía a su mitín final antes de que se emitieran los votos la mañana siguiente. Y en la multitud que se reunió en Virginia, relató una historia de una experiencia que había tenido en una etapa mucho más temprana de su campaña. Dijo que entró a su auto con su equipo muy temprano en la mañana, bajo la lluvia, para ir de viaje a una parte aislada de Carolina del Sur. Estaba de mal humor. Llegaron. Estaban a una hora y media de todo lugar. Y cuando llegaron allí y abrieron las puertas, oh, sorpresa, había como 20 personas para recibirlo, un público pequeño. Pero Obama es un profesional. Sonrió, saludó de mano y se dirigió a la sala. Pero mientras hacía eso, escuchó una voz detrás de él. "¡Entusiasmo!", dijo la voz. "¡Listos para empezar!", continuó. Y Obama volteó, confundido, claro, y vio que la voz provenía de una pequeña anciana que usaba lo que él llamó "un gran sombrero de iglesia". Y Obama la miró, y ella a él, y ella sonrió y continuó. "¡Entusiasmo!", dijo a la sala "¡Listos para empezar!", continuó. Y para su sorpresa, la sala le respondió. En ese momento cruzaron miradas con su equipo y todos se encogieron de hombros sin saber lo que estaba pasando. Pero a medida que esto continuaba "¡Entusiasmo!", el público respondió. "¡Listos para empezar!", contestaron de nuevo. Obama admitió que comenzaba a sentirse entusiasmado. Al final, ya que esto duró unos cuantos minutos, su humor había cambiado y se sintió listo para empezar. El punto de la historia, para quien sigue la política de EE. UU., sabrá que eso influyó en cómo Obama se involucraba con su audiencia, con sus mitines, y se llevó lecciones que guardaría bajo su manga para campañas futuras. Pero hay otro punto en la historia, porque en ese mitín, la noche antes de las elecciones, le dijo a la audiencia de Virginia . que esa mujer le había enseñado algo Que esa pequeña mujer con el gran sombrero de iglesia le enseñó que hay poder en una voz. Que si una voz podía cambiar una sala, entonces una voz también podía cambiar una ciudad. Y dijo que si una voz podía cambiar una ciudad, también podía cambiar un estado; y si una voz podía cambiar un estado, podía también cambiar una nación. Y Obama creyó que si una voz podía cambiar una nación, entonces una voz podía cambiar al mundo. Así que quiero que piensen sobre la autenticidad, y quiero que piensen sobre la magnitud de retos que enfrentamos hoy en día, a nivel local y también a nivel global. Y quiero que se imaginen: imaginen un mundo en donde las personas no están condicionadas a esperar lo peor. Imaginen un mundo donde la gente no necesite permiso para ser ellos mismos. Todavía no llegamos a eso. Sin duda, estamos muy lejos de eso. Pero, ¿qué pasa si las voces que no estamos escuchando actualmente son las que nos podrían ayudar con los retos a los que nos enfrentamos hoy? ¿Qué pasa si las voces a las que no estamos escuchando son la de las personas más afectadas por los desafíos que enfrentamos hoy? Porque entonces todos tenemos una responsabilidad. Todos tenemos la responsabilidad de elevar esas voces. Y es apropiado que estemos aquí hoy, en este edificio, en Stormont, en el hogar del poder compartido, porque eso es exactamente lo que les quiero pedir hoy. Cuando se vayan, cuando regresen a sus vidas, quiero que se den cuenta del poder que tienen. Quiero que reflexionen sobre los espacios que ocupan, en donde tienen el poder, la autoridad y la influencia. Y en esos espacios, quiero que hagan espacio. Quiero que enaltezcan las voces de las personas menos escuchadas. Porque esta es mi esperanza: que si creemos que una sola voz, puede cambiar una sala, imaginen la posibilidad de que esa sola voz también pueda cambiar al mundo. Gracias. (Aplausos)