El otro día, me encontré con una amiga.
La adoro. Es inteligente,
brillante y talentosa.
Después de pedir un café
y empezar con la típica
charla introductoria,
Shannon me miró y me dijo:
"Michael, eres un buen tipo.
Necesito tu ayuda.
Necesito que me aconsejes".
Y mi monstruo estuvo encantado.
(Risas)
Ella empezó a contarme lo que le pasaba,
y yo empecé a fingir que escuchaba,
porque, en verdad, mi monstruo aconsejador
sabía exactamente lo que le quería decir.
(Risas)
Pero soy bastante bueno
en fingir que escucho atentamente.
Eso de inclinar la cabeza,
asentir, mostrarse involucrado,
atento y preocupado,
decir unas palabritas
de ánimo irrelevantes:
"Sí, ajá, claro. Totalmente.
Ánimo, amiga. Exactamente".
Pero, en realidad,
mi monstruo aconsejador dice:
"¿Podemos apurarnos, por favor?
No tenemos mucho tiempo".
Finalmente, Shannon terminó,
y entonces tuve la oportunidad
de compartir mi excelente consejo.
Y no lo duden: fue excelente.
Shannon inclinó su cabeza,
se veía involucrada,
atenta y preocupada,
(Risas)
Empezó a asentir, dijo unas palabritas
de ánimo irrelevantes:
"Sí, ajá, puede ser. Claro.
Sí, buena idea".
Honestamente, mis consejos
y mi ayuda no servían para nada.
Mi monstruo aconsejador
saboteó la conversación una vez más.
Esto no es solo un rasgo mío,
tampoco es una machoexplicación.
Todos ustedes conocen
a su monstruo aconsejador.
Cuando alguien empieza a contarles algo,
y Uds. no conocen realmente la situación,
no conocen a la gente involucrada,
y seguro no tienen todo el contexto,
y definitivamente no conocen
los detalles específicos,
pero a los 10 segundos,
su monstruo aconsejador dice:
"¡Ajá! ¡Tengo algo que decir sobre esto!".
(Risas)
La investigación establece que
los monstruos aconsejadores de los médicos
suelen interrumpir a sus pacientes
después de unos 11 segundos.
Pero eso no es algo de médicos,
sino que es algo humano.
Puedo ver que algunos de ustedes
me escuchan y piensan:
"Michael, es verdad.
Los monstruos aconsejadores de los demás
son muy molestos e irritantes.
(Risas)
Pero mi consejo,
en verdad, es excepcional.
¿Y qué problema hay con aconsejar,
de todos modos?".
Pues bien, no hay
ningún problema con aconsejar.
Aconsejar es esencial
para la civilización.
TED y TEDx sin grandes foros
para dar consejos.
El problema no es aconsejar.
El problema es cuando
respondemos a todo con un consejo.
Y todos actuamos así de manera natural.
Para la mayoría, es un hábito.
Aconsejar se ha vuelto un hábito.
O bien...
podemos decir "¡Aj!"
para abreviar el consejo.
(Risas)
Resulta que hay tres formas
en las que aconsejar puede ser malo.
Las dos primeras están relacionadas.
Este es el primer desafío de aconsejar:
nos ocupamos en resolver
el problema equivocado.
Esto sucede todo el tiempo.
Nos complace pensar que el primer desafío
que enfrentamos es el verdadero desafío,
pero casi nunca es así.
Es la primera suposición de la gente,
es su primera hipótesis,
es un primer intento,
pero es muy poco común
que el primer desafío sea el verdadero.
Pero digamos que, para llegar al punto,
de algún modo, por milagro,
encontraron el verdadero desafío
y están enfrentándolo.
Esta es la segunda cuestión
de aconsejar:
su consejo no es tan bueno
como creen que es.
(Risas)
Y si están pensando: "No, Michael,
mis consejos son excelentes".
Entonces les recomiendo mirar todas
las charlas de TED sobre sesgos cognitivos
que explican cuán malo
suele ser un consejo,
en especial si piensan
que dan buenos consejos.
Estas dos primeras cuestiones hacen perder
tiempo, recursos y dinero a los demás.
Asi que, en defintiva, no son gran cosa.
(Risas)
La tercera cuestión de aconsejar
es un poco más profunda
y aplica para ambas partes.
Si Uds. son los que reciben un consejo,
si están sujetos al monstruo
aconsejador de alguien,
recibirán constantemente el mensaje
de que no pueden resolver esto solos.
Y eso daña la confianza en Uds. mismos,
su aptitud y su sentido de autonomía.
Y si son ustedes los que aconsejan,
si liberan a su monstruo aconsejador,
y les aseguro que todos ustedes
tienen un monstruo aconsejador,
entonces no piensen que están
desempoderando a los demás.
No piensen que son un obstáculo
para los que están a su alrededor.
Esa simple responsabilidad extra
de tener que dar respuestas a todo,
que salvar a los demás
y ser los héroes del día,
es agotadora, frustrante y abrumadora.
Ahora bien, tal vez estén pensando:
"Sí, Michael, buen punto.
Lo entendemos. Quedó claro".
Y yo sé que les quedó claro;
es simple y lo entienden...
pero en teoría.
En la práctica, esto es
lo que hacen todos los días.
[Hablar. Hablar. Hablar.
Preguntar. Hablar.]
(Risas)
Entonces, ¿qué pasa aquí?
Este es su monstruo aconsejador.
Lo siguen alimentando, y es insaciable.
Alguien empieza a hablar,
y su monstruo aconsejador
surge de la oscuridad y dice:
"Ajá, aportaré comentarios valiosos
a esta conversación. ¡Sí, lo haré!
¡Aquí voy!".
(Risas)
Deben aprender a domar
a su monstruo aconsejador.
Y para domarlo, necesitan entenderlo.
Y resulta que su monstruo aconsejador
tiene tres personalidades,
y si lo escuchan bien, notarán
cuál es la que más les resuena.
El primer tipo de monstruo
aconsejador es el "respondedor".
Da respuestas.
Es el más gritón de los tres.
Los convence de que la única manera
de ser valioso es tener respuestas.
Tener respuestas a todo,
para todos los casos.
Si no tienen respuestas para todo,
entonces fracasan.
¿Alguien lo conoce?
Sí, lo pensé.
El segundo tipo de monstruo
aconsejador es más sutil,
y es el "salvador".
El salvador los toma
del hombro y les dice
que su trabajo, su único trabajo,
es rescatar a todos.
No dejen que nadie tropiece,
ni tenga conflictos o dificultades.
No dejen que nadie fracase.
Si alguien tiene algún conflicto,
ustedes fracasan.
¿Alguien conoce a este?
¿Hay padres en la sala?
Exactamente.
El tercer tipo de monstruo aconsejador
es el más astuto de los tres.
Es el "controlador".
El controlador los convence
de que la única forma de ganar
es mantener el control todo el tiempo.
No suelten las riendas en ningún momento.
Si alguien más toma el control,
aunque sea por un momento,
entonces Uds. y esa persona
definitivamente fracasarán.
¿Alguien conoce al controlador?
En mi caso, es mi favorito.
Y hay algo que conecta
a cada uno de estos tres monstruos.
Este es un punto importante:
en ese momento en particular, cuando
su monstruo aconsejador está a cargo,
ustedes afirman que son mejores
que las demás personas.
Afirman que esas personas
no pueden hacerlo,
que esas personas no son capaces.
Afirman que no son lo suficientemente
inteligentes, sabias, sagaces,
éticas, experimentadas...
En esencia, les están diciendo
que no son lo suficientemente buenas.
Pero no son solo los demás
a quienes se desvaloriza en ese momento
cuando el monstruo aconsejador
de Uds. tiene el control.
Se desvalorizan a ustedes mismos también.
Porque cuando el monstruo
aconsejador tiene el control,
pierden esa conexión con su humanidad.
Pierden esa conexión con su empatía,
su compasión y su sentido
de vulnerabilidad.
Empiezan a usar sus respuestas
como armadura.
Iba a darles una charla rápida
sobre el poder de la empatía,
la compasión y la vulnerabilidad,
y después pensé en Brené Brown,
el Dalai Lama
y en Jesús,
y supuse que ya se habló
bastante de todo eso.
Entonces...
(Risas)
en vez de hablar de eso,
déjenme darles una breve idea
sobre cómo pueden domar
a su monstruo aconsejador.
Y lo que deben hacer
es sustituir un viejo hábito,
el hábito de aconsejar,
con un nuevo hábito:
¿Pueden mantener su curiosidad
por un poco más de tiempo?
Es tan fácil y tan difícil como eso.
¿Pueden mantener su curiosidad
por un poco más de tiempo?
¿Cómo mantienen su curiosidad?
Las preguntas son el combustible
de la curiosidad.
Son la luz que ilumina
la oscuridad del monstruo aconsejador.
Quiero compartir con ustedes
las tres preguntas
que hubiera querido hacerle
a Shannon en aquel café.
La primera es esta:
¿Cuál es el verdadero desafío
que deben enfrenar ustedes?
Es la pregunta de enfoque.
Establece que al principio
de una conversación,
ninguno de Uds. realmente sabe
lo que está pasando.
Solo es que ambos piensan que lo saben.
La pregunta de cuál es
el verdadero desafío para Uds.
no solo ayuda a contener
a su monstruo aconsejador,
sino que también los reubica para decir
que lo más importante que pueden hacer
es ayudar a esa persona a encontrar
el asunto que realmente importa,
y no dar la respuesta rápida e incorrecta,
que es lo que muchas veces sucede.
La segunda pregunta que hubiera
querido hacerle a Shannon es:
¿Y qué más?
Preguntamos "más", pedimos "más",
y más siempre es mejor.
Esta pregunta infiere directamente
que la primera respuesta
nunca es la única respuesta,
y casi nunca es la mejor respuesta.
Entonces, cuando preguntan
"¿y qué más?",
no solo doman a su monstruo aconsejador,
sino que pueden ahondar mucho más
en cada pregunta que hagan.
Antes de darles la tercera pregunta,
que pienso les gustará,
les mostraré cómo estas dos preguntas
pueden funcionar muy bien juntas.
Vamos a hacer algo ahora,
en vivo y en directo.
Esto es lo que haremos.
Quiero que piensen en un verdadero desafío
que estén enfrentando ahora mismo.
Puede ser grande, pequeño, puede ser
sobre la vida o sobre el trabajo,
puede ser sobre un proyecto o una persona.
No importa lo que sea.
Piensen en lo que quieran.
Lo haremos en serio, así que
piensen en algo que les pase.
Pueden escribirlo si quieren,
o solo recordarlo.
Y ahora que tienen ese desafío en mente,
les voy a hacer una pregunta.
Aquí va.
Cuando piensan en ese desafío,
¿cuál es el verdadero desafío
aquí para ustedes?
Bien, puedo ver a la gente pensando,
escucho a los cerebros trabajando.
Genial.
Las cosas se aclaran
mientras piensan en eso.
Seguro ya saben cuál es
el verdadero desafío aquí para Uds.
Eso es bueno.
Pero aún no hemos terminado.
Déjenme hacerles otra pregunta.
¿Y qué más?
¿Qué más es un verdadero
desafío aquí para Uds.?
Porque yo sé que hay más
de una cosa.
Entonces ¿qué más es un verdadero
desafío aquí para Uds.?
Noten cómo se les viene a la mente
y cómo todo se les va aclarando.
Es espectacular.
Pero, por supuesto,
aún no hemos terminado.
Tengo otra pregunta para ustedes.
¿Qué más es un verdadero
desafío aquí para ustedes?
Porque todavía hay más que descifrar.
Algunos pensarán que esto es espectacular,
y no sabían todo lo que guardaban dentro.
Así es.
Tengo una última pregunta para ustedes.
Voy a ubicarme al borde de este punto rojo
para generar más drama.
(Risas)
Ahora que han pensado en todo esto
y han reflexionado,
¿cuál es el verdadero desafío
aquí para ustedes?
(Risas)
Así es, están alucinando.
Piensan: "Dios mío, ¿qué es esto?"
Y algunos pensarán:
"¡Guau!, en menos de un minuto
encontré un nuevo modo de ver las cosas".
Pero, en realidad, aquí está
la clave de todo esto.
Se darán cuenta de que la primera
respuesta a cuál es el verdadero desafío
y la última respuesta
a esta pregunta son diferentes.
Y esto es importante porque si me ocupo
en resolver ese primer desafío,
ofreceré un primer mal consejo
para resolver el problema incorrecto.
Y, honestamente, eso es
lo que sucede todo el tiempo.
La tercera pregunta que hubiera
querido hacerle a Shannon en aquel café
es una pregunta difícil pero muy poderosa.
La pregunta es: ¿Qué quieres?
Porque cuando saben lo que quieren,
se convierte en la base de la acción.
Se convierte en los cimientos
para el progreso.
Cuando saben lo que quieren,
pueden avanzar hacia esa autonomía,
esa aptitud y esa confianza
de las que hablamos antes.
Y cuando eso sucede, no le dan lugar
a su monstruo aconsejador.
Este es el desafío
al que nos enfrentamos:
reemplazar un viejo hábito,
el hábito de aconsejar,
con un hábito nuevo: mantener
la curiosidad por más tiempo.
Porque cuando hacen esto,
empiezan a empoderar a los demás,
no al darles respuestas a todo,
sino al ayudarlos a encontrar
su propia respuesta.
No al rescatarlos, sino al ayudarlos
a encontrar su propio camino.
No al tomar el control de todo,
sino a relajar el control
e invitar a otros a intervenir
y tomar las riendas.
Y todo esto es posible cuando doman
a su monstruo aconsejador.
Gracias.
(Aplausos)