Hace 15 años,
fui educadora
en colegios públicos de Nueva York,
y uno de mis proyectos
fue el de adaptar y dirigir...
la producción de
"La telaraña de Carlota"
con un grupo de tercero del PS 220
(colegio público 220)
colegio Mott Haven Village,
en el Bronx sur.
Para comenzar la tarea juntos,
leí en alto el primer capítulo del
famoso y precioso libro de E.B. White.
Como alguno recordamos,
la historia empieza con Fern que averigua
que su padre, el señor Arable,
ha ido al cobertizo a matar al animalillo
del cubo de la basura con su hacha.
(Lee): "No lo mates, por favor"- lloraba-
"No es justo".
El señor Arable se paró.
"Fern"- dijo suavemente-
"Tienes que aprender a controlarte".
"¿Controlarme?", gritó Fern,
"¿Se trata de un asunto de vida o muerte
y me dices que me controle?"
Las lágrimas le resbalaban por las mejillas,
y agarró el hacha,
y trató de quitárselo
de las manos a su padre.
(Fin de la lectura)
Bien, el cerdo se salvó,
y más tarde aquella mañana,
Fern descubre una caja
sobre la silla en el desayuno.
(Lee): Según se acercaba a la silla,
la caja tembló,
y se oyeron unos rasguños
Fern miró a su padre,
luego levantó la tapa de la caja.
Ahí dentro, mirándola,
estaba el lechón.
Era blanco.
Los rayos de luz de la mañana
atravesaban sus orejas, tornándolas rosas.
"Es para ti", dijo el señor Arable,
"salvado de una muerte prematura.
Y quiera el Señor
perdonarme por esta insensatez".
Fern no podía
apartar los ojos del cerdito.
"¡Oh!", murmuró, "¡Oh!¡Míralo!
Es completamente perfecto".
Cerró la caja con cuidado,
para darle un beso a su padre
y otro a su madre,
después volvió a abrir la tapa,
sacó al cerdito
y lo achuchó contra su mejilla.
(Fin de la lectura)
Bien, cuando acabé de leer el capítulo,
los chicos hicieron fila,
y un pequeño llamado Joey
me tiró de la manga y me dijo,
"Señorita B., he sentido que estaba allí.
Como si de verdad pudiese ver al cerdito.
Nunca me he metido
en un libro así antes".
Estaba emociada
de que a Joey le gustara la historia,
pero, para ser franca, por aquel entonces,
yo estaba más preocupada
de, Dios mío,
cómo vamos a hacer
los disfraces de animales
con las fundas de almohada,
y de si los chicos
se aprenderían o no sus líneas.
Lo hicieron. Y yo también.
Y cada vez que pasaba por esa clase,
los chicos no podían esperar
a que les leyera de nuevo.
Para todos los niños presentes:
Levantan la mano
si realmente les gusta.
que los profesores o los padres
les lean?
¿O los adultos? ¿Recuerdan
si les leían?¿Les gustaba?
Bueno, soy educadora
desde hace casi 20 años.
Y he leído miles
y miles de páginas.
Y nunca me he encontrado
con un grupo de chicos al que no le guste,
que fuera inmune al embrujo
de un buen libro leído en alto.
Como profesora y como madre,
no creo en muchas cosas
que importen tanto
como leer a nuestros chicos.
En todas las edades.
En el colegio y en casa.
Porque la lectura les da a los chicos
una especie de acceso especial
al poder de transformación
de una historia,
y la experiencia
de lo que realmente trata la lectura,
que es el comprender a fondo,
pensar, aprender y debatir
grandes ideas acerca del mundo,
sobre la vida de los otros
y sobre la nuestra propia.
Así que, cuando pienso en lo que
Joey me dijo por aquel entonces,
"Señorita B., he sentido que estaba allí.
Como si de verdad pudiese ver al cerdito.
Nunca me he metido
en un libro así antes".
Me sorprende esta idea
de que leer para Joey..
hiciera posible
que se metiese en el libro;
como si antes de la experiencia
estuviese fuera de ella.
Porque no es solo Joey
que lo siente así.
Leer para muchos niños
se parece a un edificio cerrado.
Sin la llave o el código correctos,
o la experiencia necesaria,
no lo entienden.
Se sienten como si estuviesen fuera.
Para algunos,
lidiar con el código,
el embrollo de letras, sonidos,
palabras difíciles y vocabulario,
es un proceso complicado
por una serie de razones.
La decodificación de las palabras
hace que el cerebro consuma mucha energía,
no les queda
demasiado espacio en el cerebro
para asimilar
la historia o el significado.
Para otros niños,
la decodificación no es tan difícil,
pero pueden sentir
que lo único que hacen es traducir,
como podría hacerlo yo
con un libro o una revista de medicina.
Podría traducir o descifrar las palabras,
pero no sería capaz de entenderlas
o hablar de ello.
Cuántos de lo aquí presentes
nos hemos visto en mitad de una página:
"No tengo idea de lo que acabo de leer".
(Risas)
Cuando profesores y padres leen,
hacemos el trabajo de decodificación.
Nosotros batallamos con la letra
y con el vocabulario complicado,
y les dejamos libres para pensar.
Para que puedan usar
toda la energía del cerebro
e imaginar la historia
y aprender de la nueva información.
Y así todos los niños acceden
a la increíble fiesta de la lectura
que tiene lugar dentro del edificio.
Y queremos que los chicos entren
y se unan a la fiesta y se queden allí.
Incluso cuando aún están reforzando
la decodificación o la comprensión
o los músculos de vocabulario
en libros que pueden leer ellos mismos.
Porque, incluso cuando los niños
leen por sí mismos,
leerles en alto
tiene un tremendo impacto
en sus vidas de lectura independiente.
Porque cuando vuelven
por sí mismos a los libros,
saben que ese mundo aparece
en sus cerebros según lean.
Saben que los buenos lectores se paran
para preguntarse y pensar.
Saben que los buenos lectores
dejan que las historias les afecten.
E incluso cambiarles.
Ya que la manera en la que paramos
y reaccionamos a algo que leemos
nos da la oportunidad
de mostrar empatía,
preguntarnos de manera auténtica
sobre la elección que un personaje
o una comunidad hizo.
Cuando les leemos, podemos ayudarlos
a ponerse en el lugar de gente
que puede que sea
radicalmente diferente de ellos mismos.
O que se vean reflejados,
lo que puede hacerles sentirse
menos solos
o más esperanzados.
¿Qué ocurre cuándo
nos ponemos en el lugar de Kek,
un joven refugiado de Sudán
que llega a Minessota,
tras ver cómo su hermano
y su padre eran asesinados?
¿Qué se puede aprender de Auggie,
que nació con una anomalía facial?
¿O Delfina,
que tiene once años
y va a Oakland, California, en 1968
para conocer a su madre por primera vez,
que pertenece al Partido Pantera negra?
¿O a Annemarie,
que ayuda a su mejor amiga
a escapar de Dinamarca
durante el Holocausto?
Se puede dar acceso a los chicos
a historias, libros,
ideas e información...
que ellos, de lo contrario
no tendrían la oportunidad de explorar,
o examinar en profundidad.
Y, finalmente,
la lectura en voz alta nos da
la oportunidad de levantar la vista
de la pantalla,
el móvil o la computadora,
para conectar con los demás
a través de algo tan simple
como leer y hablar juntos.
Cuando se lee en voz alta en el colegio,
a menudo nos reunimos en un sitio
y se enseña a los niños
cómo hablar juntos,
cómo escuchar,
cómo mirarse a los ojos y decir:
"¿Qué te parece?"
Para decir: "Pienso algo diferente
y te digo por qué."
Pero también se crean momentos
de conexión y deleite
en nuestras clases diariamente.
Y, en casa,
es una oportunidad
cuando no estamos con el teléfono,
sino centrados por completo
en nuestros hijos.
O pararnos junto a ellos
y leer y hablar juntos.
Incluso cuando ya no pueden
sentarse más en nuestro regazo.
Aún y quizá especialmente
cuando prefieran estar con el teléfono.
Aun cuando no tienen ni tres ni cuatro,
sino ocho, diez, adolescentes
y puede que no estén dispuestos
a compartir más demasiado con nosotros.
Tener un libro en el que respaldarse
puede ayudarnos a llegar a ellos.
En su nuevo libro:
"Reclaiming Conversation",
Sherry Turkle nos recuerda
lo esencial de una charla cara a cara.
Dice: "Creemos
que con esos pocos momentos de conexión
equivalen a una gran conversación real,
pero no es así."
Yo creo que leer juntos
proporcionan una oportunidad.
Una oportunidad para conectar y charlar,
de formas significativas y coherente.
Y los chicos no solo se enamoran
de los libros y la lectura,
y mejoran,
sino que también aprenden
a pensar a fondo,
y considerar otros puntos de vista.
Aprenden a escuchar
y aprenden a mejorar.
Gracias.
(Aplausos)