Hace un año, tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida. Lo dejé todo para poder perseguir una idea. Yo era para muchos la definición de éxito laboral. Trabajaba en una consultora de negocios muy prestigiosa en la ciudad de México, ganaba un poco más del doble que mis compañeros de generación y además, vivía en la exclusiva zona de Polanco, en unos apartamentos con spa, gimnasio, y no una, sino dos piscinas, sala de cine, terrazas y hasta una pista de tenis en la azotea. Llevaba algo menos de un año ahí y ya me habian ascendido, y mis jefes eran increíbles, empujándome a crecer todo el tiempo. Pero lo mejor, era cuando podía explicarle a mi familia y amigos lo que hacía. Yo tenía una frase que les repetía a todos y decía más o menos así: "Me dedico a hacer análisis cuantitativos y cualitativos, para la toma estratégica de decisiones de compañias energéticas, especialmente las dedicadas a hidrocarburos". Lo que sea que eso signifique, pero sonaba inteligente, importante, prestigioso. ¡Y lo era!. La verdad es que no tenía absolutamente nada de qué quejarme Pero a pesar de tener todo eso, me sentía vacía, y ese vacío que no me dejaba dormir, me gritaba que no hacía lo suficiente. Estaba y sigo estando convencida, de que la única manera de transformar México es con una educación de calidad. Entonces decidí tomar otro camino, y me convertí en maestra. No les voy a mentir, fue un cambio muy difícil, y lo más doloroso, eran las miradas, reacciones y comentarios de mi familia. Nadie aprobaba mi decisión, todos pensaban que había cometido un error El error más grande de mi vida. Y me di cuenta, de que no solo mi familia me veía así, la sociedad en general, tiene tres estereotipos bien arraigados sobre los maestros y maestras. El primero, es que son profesionales que no lo lograron. Como decía Woody Allen: "Aquellos que no saben hacer, enseñan". Aquí en México, pensamos que es gente a la que no le iba muy bien en la escuela y se metió a lo normal. O que son licenciados, ingenieros, incluso gente con un máster, que se metió a dar unas clasecitas porque no encontró trabajo y no le quedó más remedio. Porque ser profesor es la última opción. El segundo, es que ser maestro es algo sencillo y poco demandante. Lo decimos y escuchamos todo el tiempo. Los maestros lo tienen super fácil, tienen muchíssimas vacaciones, tienen libres las tardes se pensionan increíble y no tienen que hacer nada. Solamente ir al aula. Y el tercero, que creo que es el más dañino de todos, es que a ojos de muchos, los profesores se ven así, como alguien que no quiere hacer su trabajo, conflictivo, irresponsable, que no quiere más que hacer manifestaciones, para obstruir el tráfico y no dar clases, solamente cobrar su cheque y no ser evaluado. Y aunque algo de este último estereotipo podrá ser cierto, estas tres cosas nos dejan ver algo muy claro: la profesión docente en México está profundamente devaluada. Todos sabemos que en México la educación está muy mal Tomemos por ejemplo la prueba Pisa de 2012, que es un examen que se hace a estudiantes de quince años en treinta y cuatro países. Adivinen en qué lugar quedó México. En el treinta y cuatro de treinta y cuatro Así nos comparamos con el mundo, y por esos resultados, hay gente que piensa que en México no hay talento. Pero déjenme decirles, que eso no es cierto. Yo misma lo he visto, alumnos y alumnas líderes talentosísimos y super capaces. Pero para destapar ese talento, para avanzar y construir un México como el que estoy segura todos aquí soñamos, es indispensable una educación de calidad. Y la clave para eso, está en los maestros y maestras. Una y otra vez se ha demostrado, que el factor más importante para el aprendizaje de un alumno es el profesor. Uno de los estudios más importantes que comprobó esto, fue el del Dr. Bill Sanders, un científico de la Universidad de Tennessee. Él eligió a dos grupos de primaria, digamos el grupo A y el grupo B y los siguió durante tres años. Al grupo A le asignaron profesores a los que les había ido muy bien en sus evaluaciones. Y al grupo B le asignaron maestros a los que no les había ido muy bien. Después de los tres años, les pusieron un examen que se realiza en todo el estado, y el grupo A quedó en el 4 % más alto de todo Tennessee. El grupo B quedó en el 44 % más bajo. Esto nos dice, que los maestros son la clave. Y sí, necesitamos maestros que sepan los contenidos, pero también maestros motivados, maestros que inspiren. A mí me gusta llamarlos maestros que ponen el corazón al enseñar. Y todos Uds. aquí, tienen el poder para que cada maestro de México quiera poner el corazón al enseñar. Les voy a decir por qué. Andreas Schleicher, director de la OCDE en educación y habilidades, explica que hay una alta correlación entre los resultados educativos y lo valorado que se siente un profesor en la sociedad. Esos tres estereotipos que mencioné al principio, están aniquilando la calidad educativa. Él y su equipo estudiaron los resultados de Pisa 2012 contra la imagen del docente. Y se dieron cuenta, de que en los países donde los profesores se sienten más valorados, ahí donde enseñar es admirado, donde es algo prestigioso ser maestro, como en Singapur, Corea o Finlandia, ahí es donde se obtienen los mejores resultados. Esto nos dice, que cuando la sociedad le devuelve el prestigio a los docentes, puede tener un impacto directo en las aulas. Y todos nosotros somos esa sociedad. A mí, como maestra, nada me importa más que el aprendizaje de mis alumnos. Y estoy segura, de que todos los profesores, en algún momento, se han sentido así. Han sentido que quieren darlo todo por ellos, que quieren poner el corazón al enseñar. Pero al pasar el tiempo, algo sucede. El desafío del aula nos puede y poco a poco muchos perdemos la chispa. Y es que ser profesor, es uno de los trabajos más retadores que existen, a cualquier nivel. De un maestro se esperan verdaderas maravillas. Tienes que enseñar contenidos, habilidades, mentalidades, valores, tienes que ajustar tu clase, para que cada niño que está luchando no se rinda y pueda mejorar. Y que cada alumno que se sienta aventajado sea empujado a avanzar. El trabajo no termina cuando se acaba la escuela, por la tarde planeas, preparas material, te preocupas por el que va mal, por la que viste triste, por el que se peleó. Piensas en cómo explicarles la conquista y que no lo olviden nunca, en cómo explicar paso por paso y de manera sencilla y creativa, cómo hacer una factorización. Es poner a los estudiantes primero, siempre primero. Y saber que tu trabajo como docente es querer mejorar, con cursos, másters, diplomas, prácticas, con mucho café y muchos desvelos. Para que ellas y ellos puedan ser las mejores versiones de sí mismos. Para ser un profesor de excelencia, tienes que dar todo de ti. Y a veces te frustras, cuando ves que se quieren rendir. Cuando llega uno y te dice: "Maestra, ya no puedo más, voy a dejar la secundaria y me voy a poner a trabajar". Cuando llega alguna alumna y te dice: "Esto no es lo mío, estudiar no es lo mío, voy a dejar la escuela". A veces, también los mismos alumnos te dan un poco de combustible, porque llega alguno que te dice: "Profe, muchas gracias por su clase de hoy, me gustó mucho". O llega alguno que te cuenta: "Maestra, muchas gracias por explicarme con tanta paciencia, ya lo entendí". O estás entregando examenes y llega el tan aclamado setenta, o para muchos, ¿por qué no?, el cien. Y hay gritos de festejo por toda el aula. Pero la mayor parte del tiempo no es así, normalmente los alumnos solamente llegan, se sientan y se van. Tu director está muy ocupado y los otros docentes también están ausentes. Y no puedes buscar aire en la sociedad, porque ahí nadie valora lo que haces, No hay nadie, ni en la escuela ni fuera de ella que te dé ánimos, porque todos te ven como el que no lo logró. Y poco a poco, te desmotivas, y dejas de poner el corazón al enseñar. Esta es una foto mía cuando acababa de cambiarme de trabajo y estaba dando clases en segundo de primaria en Puebla. Eran las 11:25 pm y yo seguía trabajando en un tema, que podría parecer tan sencillo para nosotros como es sumar y restar. Pero que es esencial para niños de segundo de primaria, que corren el riesgo de seguir avanzando con este enorme hueco. Yo estaba exhausta, y mi amiga Silvia, que está conmigo en Enseña por México, subió esta foto a Facebook y la tituló: "La vida de una ingeniera química ha cambiado, cuando decidió cambiar su oficina por un aula, cuando decidió transformar vidas". ¡Claro que me sentí como una super heroína con esa descripción! y empezaron a llegar los "me gusta" y un comentario felicitándome por aquí y otro por allá. Todos animándome. Y en ese momento, la desesperación, el estrés y la frustación de no saber cómo hacer que mis estudiantes pudieran sumar y restar, fueron remplazados por la seguridad de que no había cometido un error y de que tenía que dar todo de mí, para que ellos aprendieran ese tema crucial de por vida. En México no hay un reconocimiento a los docentes, porque aquí el maestro no es digno de admiración. Y es precisamente eso, lo que puede marcar la diferencia entre un maestro que pone el corazón al enseñar y uno que no. La prueba está, en que ese día terminé con un gran plan para mi clase, a la una de la mañana, para enseñarles sumas y restas. La clave está, en que, al terminar el curso, mis alumnos aumentaron un 50 % en sus evaluaciones, incluyendo la parte de sumar y restar. Pero la prueba más grande, creo que es esta imagen. Esta foto dice mucho más, de lo que yo les podría decir sobre maestros y maestras que ponen el corazón al enseñar. Y claro que entendemos que hace falta una reestructuración completa del sistema educativo, mejores infraestructuras en las escuelas cambios en los contenidos y mejor paga. Pero nada de eso sirve si no estamos motivados, profundamente inspirados y convencidos, de que nuestro trabajo importa. Necesitamos reeducarnos. Me gusta esa palabra: reeducar, porque el prefijo "re" implica un cambio, y para haber un cambio en la educación, que esos examenes internacionales suban que haya mayores oportunidades y más inversiones, es indispensable cambiar la imagen, ese estereotipo del maestro como el que no lo logró, el que se fue por lo fácil o el que solo quiere ir a cobrar su cheque y no dar clases. Necesitamos devolverle a los docentes la dignidad que merecen, darles esa admiración. Y eso está en nuestras manos. Elevar la calidad educativa está en nuestras manos, porque somos nosotros los que podemos darles ese reconocimiento. Así que, para cerrar, los invito a que se acerquen a ellos, vayan con sus maestros y cuéntenles que les gustaron mucho sus clases, que los marcaron sus lecciones. Hay más de uno que nos ha cambiado la vida. Díganselo. Agradecerles su entrega y su labor diaria, es un primer paso. Porque un maestro que está motivado, así como cualquier profesional, va a querer aprender, a querer ser mejor para sus alumnos, a querer vencer los retos del aula, buscará marcar la diferencia. Seamos ese movimiento, que le devuelve a los maestros su lugar. Y empecemos con un gracias, un gracias lleno de admiración. Y a todos los maestros y maestras de México, quiero decirles, que nunca dejen de poner el corazón al enseñar, la clave para ese México que soñamos, está en Uds., servir en el aula es nuestro privilegio. Muchas gracias. (Aplausos)