Hola a todos,
hoy vamos a hablar de selfies.
Las selfies son la forma más moderna
de enseñar imágenes de uno mismo.
Pero llevamos miles de años
enseñando nuestras imágenes.
En nuestra charla,
vamos a examinar
la relación entre
lo que hacemos ahora
y lo que hacíamos anteriormente.
Imaginen que, por ejemplo,
no saben qué es una selfie,
no tienen un adolescente
con una cuenta en Instagram.
Pues yo se los digo, una selfie
es una autofoto instantánea
sacado con un dispositivo móvil,
alargas el brazo y haces la foto.
Todo lo hace uno,
sin fotógrafo profesional,
sin editor, sin conservador
sin conservador,
y se sube instantáneamente
a Internet para que todos la vean.
Así pues, uno expone su vida privada
para que todo el mundo la vea.
Al hacer una selfie,
uno es tanto el creador como el sujeto,
y uno coreografía
cómo va a salir en la selfie:
decide su lenguaje corporal,
la distancia a la cámara,
hacia dónde mirar,
qué lleva puesto,
el entorno y, muy importante,
la expresión facial.
El soporte tiene una estética propia.
En primer lugar, la mayoría de las selfies
tienen formato cuadrado,
se suelen ver a escala íntima,
puede ser en el teléfono
u otro dispositivo móvil.
Tienen una distorsión
fotográfica específica,
normalmente la longitud del brazo,
o la proximidad a la
lente de la cámara,
así puede distorsionar la cara,
o parte del fondo, tal vez,
y además, debido a la cercanía,
por la longitud del brazo,
la foto tiene un sentido del espacio
superficial y colapsado.
Muchas selfies,
ya sea por experiencia, o no,
tienen un halo en toda la imagen,
y finalmente, muchas selfies tienen
ese tono sepia suave y desaturado,
que les da un toque casi de nostalgia.
Mucha gente desdeña las selfies por
ser narcisistas, aunque muchas lo son,
y la mayoría de la gente
no puede evitar mirarse.
O sea, cuando uno pasa
por un espejo,
casi todo el mundo se mira
para ver qué aspecto tiene.
(Risas)
Pensemos en las selfies y su
relación con la historia del arte.
¿Son tradicionales
o son revolucionarias?
Tradicionalmente, la gente
se hacía retratos, pintados,
hechos por un artista,
vistos a través
de los ojos de un artista.
Aquí tenemos a Luis XIV, el Rey Sol,
el artista expresó expertamente
su visión del mundo,
de cómo quería expresarse.
A veces,
aunque sea la persona
más poderosa del mundo
y contrate al mejor artista,
los retratos no son
particularmente halagadores.
Pero ahora nos hemos deshecho del
artista como conducto o intermediario.
Y todo el mundo es artista,
así que uno puede decidir
cómo quiere verse.
Y con cada imagen, puede cambiar
el estilo, la imagen, de cara al mundo,
uno puede anunciarse al mundo.
El concepto de uno mismo
es muy fluido, es poder
moverse y desarrollarse constantemente,
a diferencia del retrato de Luis XIV,
cuyo mensaje conocemos
cientos de años después.
Pensemos en los autorretratos,
los autorretratos tradicionales.
Pensamos en Durero como
como un artífice autoconstruido,
tomaba sus ideas y sus creencias
y las juntaba en un cuadro.
Aquí tenemos a Durero
equiparando su genio artístico
al de un creador, casi como Jesucristo.
Y aquí tenemos la selfie contemporánea,
mostrando su superioridad con
una expresión de sabelotodo.
Pensemos en selfies que puedan encajar
en otras categorías tradicionales.
Tengamos en cuenta el lenguaje corporal.
Aquí tenemos un senador,
un senador romano,
Público: ¡Oh!
con una expresión facial muy frontal,
una expresión inquebrantable,
mirando directamente a la cámara.
Hoy, cuando alguien quiere
expresar poder con su imagen
usa exactamente el mismo
lenguaje corporal.
Veamos... Aquí tenemos
una Afrodita helenística,
con la cabeza inclinada,
tímida y coqueta,
coqueteando con el Sátiro de su lado.
Y en las selfies modernas
encontramos una y otra vez
exactamente el mismo lenguaje corporal.
Muchas veces...
(Risas)
Aquí tenemos a Hércules,
la cabeza inclinada hacia abajo,
los brazos separados del cuerpo,
para que veamos su torso
musculado, tonificado y potente,
porque eso es lo que le define
como es, como su personaje.
Y en las selfies modernos,
encontramos siempre la misma idea.
Incluso en esta obra moderna,
la cabeza del sujeto queda
distorsionada por la lente,
la echa atrás y la difumina porque
lo que interesa es ese físico cincelado.
Así que su físico se convierte
en la expresión de quién es.
Aquí tenemos a Rembrandt
cuando era un joven artista:
tiene los ojos hundidos,
oscuros y profundos,
tiene los labios fruncidos,
el pelo con reflejos dorados,
y tenemos esta selfie contemporánea
que trata de expresar
la misma angustia poética
y el desasosiego de
ser joven y tener talento.
No hace falta que vayamos
a la historia del arte
para encontrar referencias,
también está Hollywood.
Aquí tenemos a Mary Pickford
con un aspecto ingenuo
con sus rizos dorados, sus ojillos,
su espíritu de "yo puedo",
y aquí tenemos la selfie moderna,
donde la modelo posa
con prácticamente la misma idea.
Las selfies no tienen
que ver solo con posar,
sino también con mostrar
al mundo quién es uno,
dónde ha estado.
No importa quiénes sean, quieren
que sepas dónde han estado
y tal vez, quieren que te dé envidia.
No es solo mira dónde estoy,
sino mira lo que tengo. (Risas)
¿Valoras lo que tengo?
¿Me juzgas por lo que tengo?
Mira lo que tengo.
Mira con quién estoy.
No importa quién sea,
ni cuán poderoso sea,
trata de legitimar su tiempo
enseñando que está
con alguien importante.
Vivimos en un mundo donde
documentamos todo constantemente.
Por eso le damos mucha
importancia al proceso fotográfico.
Y como respuesta,
cuando nos hacemos selfies,
hay gente que exagera mucho
su expresión facial,
la congela y hace la foto.
Porque quiere asegurarse
de que sepan que ha coreografiado
esa expresión instantánea.
Desde luego, no quieren que les pillen
en una foto que sea realmente
instantánea, poco favorecedora y realista.
De estar expuestos a Hollywood,
hemos aprendido
a posar en las fotos,
a sonreír en las fotos,
pero esta conciencia de
documentación constante
ha creado una nueva expresión
que es muy específica de las selfies
y que se ha acuñado como "duck face".
Las selfies son parte de la historia
de mirar y ser mirado.
Cada selfie es un acto
de ponerse en el escaparate.
Cada selfie es un acto
de auto voyeurismo.
Tengamos ahora en cuenta la mirada
en algunas de estas fotos.
Tenemos la Olympia de Manet.
Nos desafía mientras
miramos su desnudez.
Está mirando cómo le miramos.
Y tenemos esta selfie moderna,
en la misma pose,
usando el mismo contacto visual,
todo es deliberado y tiene un objetivo.
Otro aspecto en las miradas,
es cuando el sujeto mira hacia otro lado.
Entonces son parte del paisaje,
parte de una naturaleza muerta,
un objeto a admirar,
sin que el espectador sepa
que le están mirando.
Finalmente, ¿quién es el
consumidor visual de la selfie?
¿Y cómo entendemos las imágenes
cuando están sacadas de
su contenido y su contexto?
Igual una persona
interpreta esto de una forma,
y otra persona de otra.
Y lo que hacemos es sumar
nuestras percepciones individuales,
nuestras experiencias individuales
y las perspectivas de la imagen,
creando multitud de interpretaciones,
multitud de historias.
Porque las selfies son,
básicamente, un tierno ejemplo
del hecho de que la gente
busca reconocimiento,
busca ser recordada, validada.
Esta es una forma de intentarlo.
Pero en este medio,
vemos tantas imágenes a la vez
que pueden ser
comparadas, contrastadas,
desdeñadas, yuxtapuestas...
Y cada sujeto creador busca
siempre la originalidad
cuando crea su imagen.
Tenemos que pensar,
cuando vemos estas obras,
cuando vemos una selfie
o hacemos una,
hay que pensar ¿cómo encajo
en el contexto histórico?
¡Gracias!
(Aplausos)