Voy a hablarles de una queja que oigo con frecuencia en mi consulta, planteada tanto por hombres como mujeres, y que puede resumirse en: "Quiero a mi novio. Quiero a mi novia. A priori me gusta hacer el amor, pero ya no tengo ningún deseo sexual". Normalmente, me piden que les ayude a recuperar su deseo sexual, obviamente. Es una situación que puede que Uds. conozcan, donde hay uno que es el problema, el culpable, y que es al que la pareja le hace reproches. Así que se siente culpable. Culpable de no dar la talla. Culpable de no poder recuperar su deseo sexual. Culpable de hacer sufrir a la persona que ama. Y culpable de poner en peligro su relación de pareja. Y para la otra persona, también es extremadamente difícil. Ante todo, porque se siente frustrado sexualmente y también se siente rechazado. Porque, aunque hagamos una distinción entre ser rechazado y el rechazo, eso no impide que la persona se sienta a menudo rechazada y mal amada. Y a fuerza de ser rechazado, ya no sabe cómo acercarse al otro. Comienza a dudar, a dudar de su capacidad de seducción, a dudar de sí misma, e incluso de la legitimidad de su propio deseo. Y las mujeres, algunas mujeres, pueden vivir esta situación de pérdida de interés como algo extremadamente humillante. Se convierte en una situación tan difícil que, obviamente, cada uno pone en marcha procesos de evasión. Como no acostarse a la misma hora, tener muchas cosas importantes que hacer en el portátil hasta la 1 de la madrugada, quedarse dormido de repente a las nueve y cuarto, tener lumbago, dolores de cabeza... Todo tipo de cosas que van a permitir evitar esos momentos de intimidad durante los cuales se van a plantear preguntas como: "¿Hacemos el amor o no?", "¿Habrá deseo o no?", "Si hay deseo, ¿se mantendrá? ¿Lo habrá hasta el final?". Además, a veces, es como si el deseo fuera una especia de garantía que tiene que demostrar que somos mujeres de verdad, u hombres de verdad, que realmente hay amor, que somos una pareja de verdad, olvidando por completo que podemos desear a alguien a quien no amamos y con quien no tenemos ninguna intención de formar una pareja. Pero bueno... Eso no impide que el deseo esté cargado de un montón de desafíos que hacen que esperar a que reaparezca se viva con angustia, con aprensión, que normalmente termina en una pelea, y hace que al final la pareja deje de tener relaciones sexuales. Lo que se vive generalmente como un fracaso, un fracaso cruel, sobre todo, porque la sociedad, los medios de comunicación, la época nos dicen que para tener éxito en la vida hace falta tener una vida sexual satisfactoria. Entonces, cuando veo a una pareja atrapada en este círculo vicioso, y puede ser una pareja homosexual o una pareja heterosexual, es lo mismo, en primer lugar, les explico que esta búsqueda, esta caza del deseo impide que el deseo aparezca. Simplemente, no es posible. No es necesario sufrir una patología particular. Cualquier persona equilibrada que se encuentre en la situación de necesitar tener deseo sexual de acuerdo con el ideal de la pareja —1, 2, 3, 4 veces por semana, frecuentemente, espontáneamente, sí o sí— y de no ser así fracasa en su vida sexual, ya no es un hombre o mujer de verdad y además pone en peligro su pareja, no puede sentir deseo sexual. Es sencillamente imposible. Cuanto más intentemos recuperar ese deseo, más lo vamos a hacer desaparecer. Entonces, es necesario plantear el problema de otro modo. Hay que dejar de esperar al deseo. Hay que aceptar incluso prescindir de él. Por eso vamos decidir, vamos a decidir hacer el amor. Con "hacer el amor" me refiero a tener relaciones sexuales juntos, a tener placer sexual juntos. Y vamos a decidir, sobre todo, cuándo hacer el amor. Y dado que lo hemos decidido juntos, comprometiéndonos el uno con el otro, es necesario que, con deseo o sin él, hagamos el amor. En general, la primera reacción es: "¡No, no, no! ¡Imposible!" "No es posible. ¡No quiero que sea una obligación! Yo lo que quiero es que me desee, que tenga ganas de mí. ¡Eso es lo que quiero! ¡No quiero que sea una obligación!". Eso es muy difícil de aceptar. Pero si queremos salir de este círculo vicioso, tenemos que dar nuestro brazo a torcer. Porque esa postura de "Tengo ganas de que tengas ganas" sella el círculo vicioso. Y si queremos recuperar el placer juntos en la sexualidad, tenemos que renunciar a esa postura. Y la segunda reacción suele ser: "¡No, no, no! Es imposible porque no podemos programar esas cosas. No es posible, va a ser artificial. Tiene que ser natural y espontáneo. No quiero planificar eso". Y esa es una idea preconcebida que es falsa y que hace mucho daño. Cuando tienen una cita con su amante el miércoles de 2 a 6 de la tarde, ¡está planificado! (Risas) Saben que van a hacer el amor y no suele haber problema. (Risas) Cuando su pareja, que vive en Marsella, viene a pasar el fin de semana a París, saben que van a hacer el amor la primera noche y, probablemente, también el día después. Que esté planificado no es obstáculo. Puede incluso ser una ventaja. Si yo sé que en dos semanas voy a esquiar durante 15 días, voy a soñar con ello, voy a pensar en ello, e incluso me voy a probar las botas de esquí en la cocina, y en dos semanas disfrutaré en las pistas, que no es lo mismo. En realidad, de lo que se trata realmente es de apropiarse de nuevo del derecho a pensar en la sexualidad de cada uno, en lugar de delegarla únicamente al deseo, y de pensar en la sexualidad no solo como un problema a resolver, sino como un proyecto a construir en pareja. En una pareja se hacen muchos planes. Planes para ir al teatro, a TED, al restaurante, de vacaciones... No esperamos a que el hambre o el cansancio nos hagan reaccionar. Hablamos, debatimos, decidimos, compramos las entradas y vamos. Pues aquí, vamos a hacer lo mismo. Y si, por ejemplo, decidimos hacer el amor, no el jueves porque hay TED, sino el martes, de antemano habrá muchas ventajas. Eso significa que el lunes por la noche no vamos a hacer el amor. Entonces, el lunes por la noche, podemos acercarnos el uno al otro, a lo mejor nos podemos acostar a la misma hora, podemos darnos un abrazo sin miedo a provocar una erección con la cual no sabríamos qué hacer, sin miedo a tener una erección que no sabemos si durará hata el final, o sin decir: "Necesito una erección sí o sí". Podemos estar tranquilos, podemos estar juntos, porque la cita amorosa con nuestra pareja es el martes. Y el martes por la mañana puede que no nos pongamos la primera ropa interior que caiga en nuestras manos. A lo mejor elegimos el sujetador... Y puede que el hombre se afeite un poco mejor, que se ponga un perfume que huela bien, porque por la noche tienen una cita con su pareja. Y, seguramente, no habrá riesgo de rechazo porque nos hemos puesto de acuerdo y hemos decidido juntos que el martes tendremos placer sexual juntos. Entonces, si el hombre no tiene deseo, no pasa nada. No pasa nada si no tiene una erección. No pasa nada. Hay más formas de dar placer a la pareja. Y si la mujer no tiene deseo, si no está lo suficientemente húmeda, no pasa nada. Hay muchísimas cremas formidables, muy agradables y que huelen bien. El objetivo es tener placer juntos. Y una vez conseguido, podrán hablar y decidir cuándo volver a hacerlo. La construcción de este proyecto común va a dar lugar a muchas conversaciones interesantes en la pareja porque tendrán que ponerse de acuerdo y tendrán que escuchar, tendrán que escuhar a la pareja, tendrán que decir las cosas. Si uno dice: "Me gustaría hacerlo de nuevo mañana" y el otro dice: "A mí con hacerlo la semana que viene me basta", tendrán que ponerse de acuerdo, juntos. Tendrán que establecer reglas y modalidades. Por ejemplo, ¿Qué hacemos si tenemos una pelea dos horas antes? ¿Podemos utilizar un comodín? ¿Durante cuánto tiempo lo posponemos? ¿24, 48 horas? Todas esas cosas van a ser decididas y tratadas en pareja. Quisiera hablarles de la forma en que he abordado el tema porque creo que, cuando llevamos viviendo en pareja más de 3 o 6 meses, corremos el peligro de caer en este círculo vicioso. Porque como podemos hacer el amor todo el tiempo, no sabemos cuándo es buen momento. Es como si nuestro cerebro no tuviera el tiempo para prepararse. Y puesto que estamos en una sociedad, en un mundo que nos hace creer que el deseo debe ser el maestro, el motor de todo, olvidamos que tenemos derecho a pensar, el derecho a pensar en nuestra sexualidad, y, sobre todo, a pensar en ella juntos, y a elegir el ritmo que nos conviene, el momento que nos conviene. la manera de hacerlo que nos conviene. Antes de terminar, he de advertirles que hay un riesgo. Obviamente, a fuerza de tener placer existe el riesgo de que el deseo vuelva. Y si el deseo vuelve, es muy importante seguir permitiéndose hablar y pensar en la sexualidad juntos, aunque exista el deseo. Muchas gracias. (Aplausos)