Hoy en día, estamos viviendo una gran era.
Se está llevando a cabo una revolución,
que está cambiando
los grandes paradigmas de los negocios.
[¿Cómo podemos pensar
en generar más riqueza
cuando el mundo se cae a pedazos?]
Toda mi vida he tenido
una especie de conflicto.
Mis papás querían que fuera
un gran empresario,
y en la universidad aprendí
que un gran empresario
es quien genera más utilidades,
los que generan más riquezas.
Todo el tiempo, este conflicto
me hacía preguntarme
cómo es posible que haya
un sistema entero que nos forme
para generar más riquezas, cuando
el mundo se está cayendo a pedazos.
Cada vez son más los millones de personas
que viven en condiciones de pobreza.
Cada 10 minutos, mueren 10 personas
a causa del calentamiento global.
Hoy en día, producimos
los alimentos suficientes
para tres veces la población de la Tierra,
pero millones de personas
se están muriendo de hambre.
Este conflicto, esta duda e incomodidad
me acompañó toda mi vida,
especialmente cuando
me fui con unos amigos
y un grupo de voluntarios
en la universidad,
a construir casas
durante un fin de semana.
Conocí a Juana y a sus tres hijos,
que dormían en un piso de tierra.
Iban al baño en un agujero.
Dormían abajo de unas paredes,
un techo de cartón y desperdicios.
Trabajamos todo el fin de semana
para construir junto con Juana, esa casa.
Su primera casa.
El domingo, cuando la inauguramos
aprendí tres cosas.
Uno, la dura realidad en la
que viven millones de personas,
a solo unos minutos de mi casa.
Dos, el gran potencial
que tienen mis manos,
y mi voluntad, para cambiar
la vida de esas personas.
Tres, el gran potencial
que tienen todos los jóvenes,
para cambiar los grandes
problemas sociales.
Lo más fuerte, el cambio más importante
que sucedió ese fin de semana,
no fue la inauguración
de la casa de Juana,
sino el cambio que pasó dentro de mí.
Durante los siguientes 6 años,
decidí dedicarme a trabajar
con estos voluntarios,
a construir viviendas
en comunidades en extrema pobreza.
Trabajé como director de esta fundación,
y logramos construir más de 6000 viviendas,
cambiando la vida de miles de familias.
Pero poco a poco
me fui desenamorando de esto,
porque me di cuenta
de que la forma en que hoy
la sociedad ve la filantropía,
no le permite resolver
los grandes problemas sociales.
Aunque nosotros teníamos grandes sueños
de terminar con la pobreza
y construir un México más justo,
nuestro trabajo cada vez se convertía
en conseguir el siguiente donativo,
para poder pagar
los salarios del próximo mes.
Cuanto más me desgasté
del modelo filantrópico,
me di cuenta de que así no íbamos a poder
resolver los grandes problemas sociales.
Fue entonces, en este momento
de crisis y de duda,
que conocí el concepto
del emprendimiento social.
El concepto del emprendimiento social
es verdaderamente disruptivo,
porque propone modelos de negocio
que utilizan las herramientas
de todas las empresas,
la mercadotecnia, el marketing,
las ventas, las finanzas, los productos,
con el objetivo de resolver
los grandes problemas sociales.
Si toda la vida había aprendido
que los mejores emprendedores eran
los que generaban más utilidades,
definitivamente,
los emprendedores sociales
son los peores emprendedores del mundo.
Este movimiento empezó con
un profesor de economía en Bangladés,
Muhammad Yunus,
quien se dio cuenta de que
los mejores banqueros del mundo
son los que generan más riquezas,
trabajan con grandes empresas,
tienen oficinas en Wall Street,
usan trajes caros,
son muy orgullosos del dinero que crean,
pero han olvidado completamente
a las personas en condiciones
de extrema pobreza.
Yunus creó un modelo: los microcréditos,
que ofrece pequeños prestamos
a las personas en condiciones de pobreza,
para comprarle
los útiles escolares a sus hijos,
para conseguir medicinas
y así cuando se enferman,
poder seguir yendo a trabajar.
Incluso, crear un pequeño negocio.
Muhammad Yunus decidió convertirse
en el peor banquero del mundo
y sacrificar millones de dólares,
para cambiar la vida
de millones de personas.
Él empezó un movimiento
que está cambiando un gran paradigma,
en el que hoy cada vez más
emprendedores sociales,
los peores del mundo,
entienden el dinero no como un fin
sino como una herramienta
para generar impacto.
Cuando me encontré
con ese concepto, me enamoré,
y decidí que iba a dedicar mi vida
a entenderlo y conocerlo mejor.
Durante los siguientes
tres años de mi vida,
me he dedicado a entrevistar y a conocer
emprendedores sociales semana a semana,
gente que está trabajando duro
para cambiar estos paradigmas.
He encontrado que estas personas tienen
tres características específicas:
Uno, la pasión.
Pero no la pasión que tienen
todos los emprendedores
por hacer grandes empresas
o conseguir grandes cantidades de dinero,
los emprendedores sociales
tienen la pasión o se enamoran
de un problema en específico.
Como unos emprendedores en Chiapas,
que se enamoraron del problema
que viven miles de productores
de café en nuestro país.
Ellos, de quien depende toda la cadena,
ganan menos de USD 1
por cada kilo de café que venden,
el cual nosotros compramos
en más de MXN 200.
Con esta pasión,
crearon una plataforma en Internet,
que nos permite a nosotros, comprar
el café directamente de los productores,
aumentando así sus ingresos,
de manera importante,
y, sobre todo, mejorando la calidad de vida
de las personas en estas comunidades.
Yo encontré mi pasión
justamente en estos jóvenes,
con los que he trabajado
durante estos años,
que tienen el potencial para convertirse
en grandes agentes de cambio,
pero que hoy, no tienen
las herramientas necesarias
para convertirse
en emprendedores sociales.
La segunda característica que tienen
estos emprendedores es el talento.
El talento por crear
modelos sustentables de negocio
que cambien la calidad
de vida de las personas,
y las dejen de ver como víctimas,
para convertirlas en protagonistas
de su propio desarrollo.
Como unos emprendedores mexicanos,
que decidieron llevar paneles solares
a comunidades rurales en las que
hoy no existe la electricidad.
Por primera vez, estas familias
tienen luz con la cual hacer la tarea
o con la cual cargar un teléfono,
para comunicarse con sus familiares
que están lejos.
Pero a diferencia de una fundación
o de la filantropía,
estos emprendedores tuvieron
el talento de diseñar un modelo
que les permite a las mismas familias
comprar sus propios paneles.
Ya no son las víctimas a las que
les tenemos que regalar sus paneles,
con donativos de otras personas
que tengan caridad y buena voluntad,
sino que cada uno con sus propios medios
y el propio esfuerzo de su trabajo,
pueden cambiar su realidad.
Yo he tratado de desarrollar
el talento de inspirar a otros,
de crear herramientas
y contar estas historias,
para que así como me di cuenta
de que los jóvenes tienen el potencial
de ser emprendedores,
se den cuenta de que
pueden llevarlo a cabo.
La tercera característica es el valor.
El valor que tienen que tener
todos los emprendedores
para darse cuenta de que van a fracasar,
pero aun así pueden lograrlo.
El valor que los emprendedores sociales
tienen que tener
para ir en contra de la corriente.
Porque todo mundo les va a decir
que ese no es el camino
para generar las más grandes riquezas.
El valor creo que lo podemos entender
como ese momento
en el que estamos al filo del trampolín.
Estamos viendo la alberca para abajo,
ese momento en el que
tenemos una gran idea,
que puede generar un gran impacto.
No sabemos si nos aventamos,
si vamos a caer bien.
La alberca está a
tres o cinco metros allá abajo.
De igual manera, cuando emprendemos,
no sabemos si vamos a tener éxito.
El valor es justamente ese momento
en el que tomamos la decisión
de, aun así, aventarnos.
Con estos tres elementos,
yo estoy convencido
de que todos nosotros podemos
convertirnos en emprendedores sociales.
Tenemos que salir
a la calle y apasionarnos
por un problema que afecte
la vida de las personas más vulnerables.
Tenemos que tener
el talento y desarrollarlo
para crear modelos que pongan
a las personas en primer lugar
y los hagan protagonistas
de su propio desarrollo.
Por último, tenemos
que tener el valor de intentarlo.
Si lo hacemos,
nuestra generación
tiene la gran oportunidad,
la gran responsabilidad
de romper el paradigma
de los negocios y el emprendimiento,
para verlos no como una herramienta
para generar más riquezas
sino como un camino para convertirnos
en grandes fuerzas de cambio.
Bienvenidos a la era
de los peores emprendedores del mundo.
Muchas gracias.
(Aplausos)