¿Cuál de estas tres personas
está haciendo algo indebido?
¿Acaso la que toma su remedio
para el colesterol con jugo de pomelo,
la que toma un analgésico
a base de paracetamol
para un dolor de tobillo
antes de salir a beber unos tragos,
o la que, estando en un tratamiento
con anticoagulantes,
toma una aspirina para un dolor de cabeza?
A decir verdad... las tres.
Cada una de estas personas
ha causado, sin intención,
una interacción farmacológica
que, en casos extremos,
puede producir insuficiencia renal,
daño hepático
o sangrado interno.
La interacción entre fármacos
ocurre cuando una droga
se combina con otra sustancia
y tienen, en conjunto, un efecto distinto
al que provocarían de manera individual.
Los alimentos, los suplementos herbáceos,
las drogas legales y sustancias ilícitas
pueden interactuar con los fármacos.
En general, las interacciones
se producen de dos maneras:
cuando ambas sustancias
tienen un efecto directo sobre la otra,
o cuando una sustancia afecta
el modo en que el cuerpo procesa la otra,
por ejemplo, cómo la absorbe,
metaboliza o transporta en el organismo.
Los anticoagulantes
y las aspirinas, por caso,
tienen efectos parecidos que, combinados,
pueden resultar muy peligrosos.
Ambos fármacos evitan
la formación de coágulos:
los anticoagulantes restringen
la intervención de los factores
que mantienen los coágulos unidos,
y las aspirinas impiden a las células
de la sangre organizarse en grupos
que luego forman coágulos.
De manera individual,
dichos efectos suelen ser seguros,
pero si estos fármacos se combinan,
pueden potenciar su efecto anticoagulante
y ser peligrosos, al punto
de causar sangrado interno.
Si bien los anticoagulantes
y las aspirinas suelen ser inocuos
en ingestas por separado,
también puede ocurrir que una sustancia
exacerbe los efectos de la otra
cuando se trata de fármacos
con efectos dañinos independientes.
Tanto la cocaína como la heroína
son peligrosas,
y esos peligros se agravan
cuando ambas drogas se combinan,
aun si, en apariencia, neutralizaran
los efectos conductuales de la persona.
La cocaína es estimulante,
y muchos de sus efectos, como
la aceleración del ritmo cardíaco,
exigen al organismo
que produzca más oxígeno.
Por su lado, la heroína es un depresor
que baja el ritmo respiratorio
y reduce la provisión de oxígeno,
justamente cuando el cuerpo
más lo necesita.
Esta combinación sobreexige a los órganos
y puede causar insuficiencia respiratoria,
e incluso la muerte.
La interacción entre el jugo de pomelo
y ciertos fármacos con las estatinas,
un tipo de droga
para reducir el colesterol,
se explica por el metabolismo
de los medicamentos.
El hígado produce enzimas,
es decir, moléculas que facilitan
la descomposición de sustancias
que ingresan al organismo.
Las enzimas pueden activar los fármacos
degradándolos y liberando
sus ingredientes terapéuticos
a partir de moléculas más complejas.
También pueden desactivarlos
al degradar sus compuestos dañinos
y transformarlos en metabolitos inocuos.
Hay numerosos tipos de enzimas,
cada una de las cuales
se une a una molécula específica.
Como el pomelo se une
a la misma enzima que las estatinas,
esa enzima estará menos disponible
para descomponer las estatinas.
Y si ambas se combinan,
la concentración del fármaco será mayor
y permanecerá más tiempo
en el torrente sanguíneo,
con el potencial de causar
insuficiencia renal.
El alcohol también puede alterar
la función de la enzima
que degrada el paracetamol,
ingrediente activo de diversos analgésicos
de circulación comercial, como el Tylenol.
Cuando el paracetamol
ingresa al organismo,
parte se convierte
en una sustancia tóxica.
En la dosis recomendada,
esta toxicidad es muy baja
y no es perjudicial para la salud.
Pero el alcohol en exceso
puede alterar la actividad enzimática,
aumentar ese potencial tóxico
y derivar en posible daño renal,
aun bajo las dosis habituales
y recomendadas de paracetamol.
Por otro lado, la hierba de San Juan
aumenta la producción hepática
de una enzima particular.
Es decir que los fármacos
que esta enzima debe degradar
se metabolizan más rápido,
a veces tan rápido que no llegan
a producir su efecto terapéutico.
Pese a la asombrosa cantidad
de interacciones posibles,
ya son bien conocidas las que entrañan
peligro con fármacos de uso extendido.
Y los nuevos desarrollos científicos
están colaborando como nunca antes
a seguir más de cerca
las interacciones farmacológicas.
Se está avanzando en programas de IA
para predecir los efectos secundarios
de las interacciones farmacológicas
antes de que ocurran
con el estudio de patrones de interacción
entre proteínas dentro de nuestro cuerpo.
Por cada nuevo fármaco
que se va investigando,
hay supercomputadoras que
identifican posibles interacciones
mientras esas drogas
están aún en etapa de desarrollo.