Buenas noches.
Estamos en uno de los
sitios arqueológicos
más importantes del mundo:
Pompeya.
Estamos en uno de los sitios
más importantes de Pompeya:
el gran teatro.
Hace 2000 años, había
mil personas mirando
a quien estuviera en el escenario.
¿Pero de verdad conocemos Pompeya?
Bueno, sí.
Hemos visto muchas películas
y leído muchas novelas
que nos cuentan sobre el gran volcán,
sobre la lava,
la lava fluyendo y todo eso.
Pero, de hecho, hay muchos mitos
que aclarar.
En primer lugar,
no había ningún volcán a la vista.
Y eso puede ser impactante,
pero si hablan
y almuerzan, quizás,
con un vulcanólogo
o un antropólogo
o un arqueólogo,
les dirá
muchas verdades sobre Pompeya
que les sorprenderá saber.
En primer lugar,
hablemos del volcán.
Hoy en día, es un volcán imponente.
Pero en la época de Pompeya,
no existía,
por la sencilla razón de que comenzó
a existir el día de la erupción.
Desde ese día, empezó a crecer
y a convertirse en lo que vemos hoy.
¿Qué vieron los pompeyanos?
Muy simple.
Había un pequeño monte con una cresta.
Todavía puede verse hoy en día.
Está exactamente donde se sitúa
el volcán hoy.
Si lo hubieran visto en esa época,
habrían visto un bosque.
Habrían visto, no sé, venados.
Seguramente los pompeyanos iban
a recolectar madera, a juntar hongos,
a hacer el amor.
Fue como si un amigo los traicionara.
Esa es la primera cosa: no había volcán,
primer mito aclarado.
Luego, la otra cosa es la lava.
No hubo ni una sola gota de lava
que llegara a Pompeya. Ni una.
Pero sí gases, cenizas, lapilli
y otras cosas.
Ese es otro mito.
Ya veremos qué pasó exactamente.
El tercer mito es sobre
la fecha de la erupción.
Sabemos que todo pasó
el 24 de agosto
del año 79 d. C.
Pero ¿cómo lo sabemos?
Lo sabemos porque Plinio el Joven
lo escribió en una carta.
Él fue testigo.
De hecho,
hay al menos siete testigos,
siete sobrevivientes de la erupción.
Hoy quisiera también
dedicar un tiempo
a contestar una pregunta:
¿habríamos sobrevivido a la erupción
si hubiésemos estado aquí
hace casi 2000 años?
Plinio el Joven dijo
que todo pasó
el 24 de agosto.
Pero ¿cómo lo sabemos?
Les dije que había una carta.
Sin embargo, la carta ya no existe.
Se perdió en el tiempo.
Pero, en la Edad Media,
los monjes empezaron
a hacer copias de esa carta.
Tenemos tres grupos,
de esa antigua carta,
creados por los monjes,
que hicieron copias,
y otros copiaron las copias,
y así.
Pero, por supuesto, cometían errores.
Entonces, ¿la fecha es correcta o no?
Si observan las diferentes cartas,
verán que tienen fechas distintas.
Una dice: "Nueve días antes
de las calendas de septiembre",
que es el 24 de agosto.
Otra dice: "Nueve días antes
de las calendas de noviembre",
que es el 24 de octubre.
¿Dónde está la respuesta?
La respuesta está enterrada aquí,
en los estratos de Pompeya.
Los arqueólogos han encontrado
nueces, castañas,
dátiles, higos secos,
que no son frutas de verano,
sino, más bien, de otoño.
Y han hallado
muchas pequeñas pistas
sobre que no era clima cálido.
Por ejemplo, la gente vestía
ropa abrigada,
bufandas, por ejemplo.
Eso significa que seguramente,
hacía mucho frío,
lo que tiene sentido
si estamos en noviembre.
Una pista interesante, sin embargo,
tiene que ver con el vino.
En las excavaciones,
de décadas pasadas,
los arqueólogos encontraron
grandes vasijas con vino.
Lo que hacían los romanos
era cosechar las uvas,
y obtener su jugo,
lo ponían en esas gigantescas vasijas
llamadas "dolia".
Esperaban 10 días
para que fermentara,
y luego, 20 días,
para asegurarse de que todo estaba bien.
Entonces tapaban
y sellaban todo.
Y eso es justo
lo que los arqueólogos hallaron.
Así que, de hecho,
la vendimia había terminado
por lo menos hacía un mes.
Y eso es un indicio
de que la fecha de la erupción
fue cerca de fines de octubre.
Así, el 24 de octubre tiene sentido.
Claro, eso no es
una prueba definitiva,
pero es interesante ver que
un lugar tan conocido como Pompeya
sigue siendo un lugar abierto
con muchas cosas por descubrir.
Otro mito que aclarar es que la Pompeya,
que siempre vemos en las películas,
es una ciudad de gente acaudalada,
con banquetes, gladiadores...
Eso no es verdad.
El día de la erupción,
la ciudad estaba en plena crisis.
No había agua corriente,
no había agua corriente.
No había baños públicos, las termas.
Nadie se divertía
en las termas
porque no había agua.
Uno de los baños públicos estaba abierto
porque tenía su propia reserva de agua
Quizás la gente iba allí.
Pero había una gran crisis.
Otra cosa es que,
no había mucha gente
como en los viejos tiempos en Pompeya,
porque había muchos terremotos.
Los terremotos eran una señal
de que se acercaba la erupción.
El magma estaba empujando
y provocaba esos terremotos.
Mucha gente, sobre todo la aristocracia,
se había ido.
Había gente nueva, nuevos ricos,
antiguos esclavos,
"libertos" los llamaban,
que compraban casas lujosas
y que vivían allí.
Pero ya no estaba
la antigua sociedad de Pompeya.
No tenían agua corriente.
No había agua corriente,
porque seguramente el acueducto
se había roto en algunas partes,
quizás debido a los terremotos,
a que se estaba hinchando el suelo,
la tierra.
No lo sabemos exactamente.
Como ven,
hay muchos mitos que aclarar.
Vayamos al día de la erupción.
¿Qué sucedió exactamente?
Y tratemos de responder a la pregunta:
¿habríamos sobrevivido?
Antes que nada, vayamos a ese día.
Si era el 24 de octubre,
era viernes. Cielo despejado.
Lo sabemos porque
uno de los testigos,
que vivía a 30 km de aquí
vio todo.
Imaginen que tal vez era,
no lo sabemos, por supuesto,
finales de octubre,
un cielo despejado, tal vez,
una mañana muy fría,
y entonces, ¿qué pasó?
Sabemos por la carta
de Plinio el Joven
que todo comenzó,
cerca del mediodía,
a la hora del almuerzo.
Los vulcanólogos hallaron algunas pistas
de que todo pasó un poco antes.
Plinio no lo vio,
porque estaba a 30 km.
Pero es probable que el volcán comenzara
a abrirse esa mañana.
Porque ese pequeño,
o más bien, largo monte,
parecido al lomo de una ballena,
que traicionó a los romanos,
no era un monte.
Era un volcán, un volcán muy viejo,
dormido, que no había hecho erupción
durante los últimos siglos.
Nadie sabía que era un volcán.
Pero esa mañana, despertó.
Y empezó a abrirse
y exactamente
las primeras horas de la mañana
fueron terribles.
La gente comenzó a reunirse
en el foro, que era
el lugar central,
la plaza central de Pompeya.
Todos iban allí usualmente
en la mañana
para informarse,
estar con amigos.
Era como la televisión de aquel tiempo.
Y comenzaron a reunirse.
Y vieron algo extraño.
Ese monte bajo estaba cubierto
por un tipo de niebla
y había ceniza que cubría
uno de los lados.
Parecía que había nevado.
Y comenzaron a hablar,
entre ellos,
"¿Qué sucedió?".
Seguramente algunas personas vinieron
del campo
y contaron cosas extrañas,
le dijeron a la gente:
"Escuchamos ruidos como de trueno.
Hay un extraño olor a azufre,
que sale de esa montaña".
Pero luego algo sucedió.
La cosa entera comenzó a explotar.
La boca se abrió y
una columna gigante de cenizas y vapores
se elevó hasta el cielo.
Alcanzó más
de 32 km de altura
en una hora, que es tres veces
lo que alcanza un avión de pasajeros.
Imaginen a la gente mirando
esa columna subiendo hacia el cielo,
solo observando.
Ni siquiera sabían lo que era un volcán.
Solo es el comienzo
de la tragedia.
Si piensan en esa columna
subiendo y expandiéndose en el aire,
eso es lo que Plinio el Joven nos cuenta,
imaginen una gran mancha de tinta
creciendo más y más,
hasta cubrir el sol.
Luego, la gente comenzó
a oír algo.
Era un ruido de grava,
de algo, cayendo.
De hecho, era lapilli.
Lo vemos por todos lados.
¿Lapilli? ¿Qué es el lapilli?
Es una piedra muy pequeña,
pero muy liviana.
Flota en el agua.
Es como un pedazo de corcho.
No llega a matar.
Pero, es algo que cae del cielo.
¿Qué es?
Imaginen,
una botella de champaña.
La abren, sube la espuma.
Pero si se fijan en la parte de abajo
de la botella, el vino todavía es acuoso.
O sea, todavía es vino.
Pero a medida que el vino sube,
se transforma en espuma.
Eso es exactamente lo que hizo el volcán.
El magma en la cámara magmática
era magma, pero al subir,
era como una espuma,
espuma solidificada, que se convirtió
en el lapilli que caía.
La gente empezó a ver,
a oír, esas piedritas,
muy pequeñas y muy livianas,
golpeando los tejados.
Pero no fueron la causa de las muertes.
Me pregunto,
¿por qué la gente no se fue?
Si observan
los estratos de lapilli,
encontrarán rocas así de grandes,
gigantes,
provenientes del volcán,
cayendo desde kilómetros,
verdaderas asesinas, como meteoros,
cayendo del cielo.
De hecho, en Herculano,
que no está muy lejos de aquí,
se encontró en el pasado
el esqueleto de un hombre
sin piernas
y cerca de él
había una gran roca, gigante,
que había caído del volcán.
Así que la gente
comenzó a ver esas rocas cayendo,
rocas humeantes, golpeando los techos,
agujereando los techos.
La gente comenzó a irse.
Empezaron a hacer
lo que ustedes y yo hubiéramos hecho,
es decir, volver a casa,
buscar a nuestros seres queridos.
Había pánico en todas partes.
De hecho,
hasta ese momento
habrían salvado la vida.
Si hubieran huido,
si se hubieran ido lejos de Pompeya,
habrían sobrevivido.
¿Por qué? Porque el lapilli comenzó a
acumularse en el suelo durante horas
Pero luego de dos o tres horas,
había así de lapilli,
más o menos.
Para ese momento, no se veía
nada afuera de Pompeya.
No se veían los caminos,
como cuando nieva mucho.
No se veía nada.
¿A dónde podían ir?
Además, estaba bajando
como una niebla.
En realidad, era como
una tormenta en el desierto.
Había cenizas cayendo.
No se veía
más allá de uno o dos metros.
Y estas cenizas tenían
pedazos de vidrio,
que dañaban
la tráquea.
Tenían que respirar
con un trapo mojado con agua.
Fue una pesadilla.
Es normal pensar que
la gente solo se escondió en sus casas.
¿Qué sucedió?
El lapilli comenzó a acumularse.
Cuando alcanzó el metro,
el metro cúbico,
tenían el peso equivalente a seis hombres.
Los techos comenzaron a derrumbarse.
Un tercio de las personas
halladas en Pompeya
murieron debido al derrumbe de los techos
o los pisos.
Seguramente también hubo terremotos
en el proceso.
La gente estaba en las casas, gritando,
pidiendo ayuda.
Nadie veía nada.
Para ellos era como el fin del mundo.
Y así siguió, durante 12 horas.
Doce horas después,
digamos, a la una de la madrugada,
vayamos a Herculano.
Herculano es otro pueblo,
muy cercano al mar,
entre el mar y el volcán,
que está a unos 6 km
del volcán.
Pompeya está a unos 8 km.
Cuando los arqueólogos excavaron
a través de los estratos de Herculano,
no encontraron gente muerta.
Solo algunos esqueletos aislados.
Todos pensaron
que los habitantes de Herculano
habían escapado hacia algún lugar,
que habían logrado sobrevivir.
Pero cuando los arqueólogos
llegaron a la playa
y llegaron a los arcos, a la arcada
donde, usualmente, se dejaban
los botes pesqueros, como en un garaje,
encontraron 300 esqueletos.
Todos murieron en el mismo instante.
Al ver esos esqueletos,
nos damos cuenta de algo: todos murieron
sin defenderse.
Es como si algo
hubiera apagado la vida de sus cuerpos.
¡Bum!
Lo que sucedió,
lo que dicen los vulcanólogos,
es que la columna gigante
que subía hacia el cielo,
en cierto momento, no pudo mantenerse
y se derrumbó,
bajó
y se transformó
en avalanchas mortales
de gas y cenizas,
cayendo a una velocidad
de 100 km/h,
con una temperatura de entre
500 y 600 ºC.
La gente murió instantáneamente.
Si quisieran imaginar lo que pasó,
imaginen estar en la costa
observando la noche
el volcán, la parte roja
de la erupción,
y de repente quedó cubierta
por la avalancha que estaba cayendo.
No se veía nada.
Pero, los vulcanólogos
les dirán, que quizás se veían
unos destellos, algo como
un grupo de murciélagos rojos y calientes
que se venía encima.
Y la gente murió instantáneamente.
El hecho de que el hueso estuviera
en contacto con las capas de ceniza
demuestra que la piel,
los órganos, los músculos,
se evaporaron en cuestión
de unos pocos segundos.
Murieron de forma violenta.
Volvamos a Pompeya.
Es de mañana.
La gente escucha que
las cosas cambiaron.
Probablemente ya no está
lloviendo lapilli.
Así que quieren salir.
Pero hay tanto lapilli,
que es imposible abrir la puerta.
Entonces, la gente sale
por los techos
y comienza a huir.
Pero en ese momento,
el volcán vuelve a hacer lo mismo,
se derrumba y la columna se transforma
en esas avalanchas mortales de gas.
La primera se detuvo
justo en las afueras de Pompeya.
La segunda mata
a todos en las calles.
Y eso es lo que ven,
a esas personas,
dentro de los armazones de vidrio.
Esas personas
son las que murieron en este momento.
Y cayó una tercera,
que destruyó las paredes,
abrió los techos
y mató a la gente adentro.
Y hubo una más,
la última, que fue tan poderosa,
que arrasó con todo,
incluso a 30 km de distancia,
y Plinio el Joven,
el que escribió aquella carta,
tuvo miedo de morir.
Estaba a 30 km.
Esto es lo que sucedió
exactamente en Pompeya.
Lo que ven hoy
es un lugar que seguramente
no diga mucho
sobre estos problemas, esta situación
que ocurrió.
Pero cuando estén
frente a uno de aquellos cuerpos
dentro del armazón de vidrio,
recuerden
que no son estatuas.
No son personas petrificadas.
Son personas que están muriendo,
que están en ese momento
íntimo de sus vidas.
Y nosotros, creo,
debemos respetarlas siempre. Gracias.
(Aplausos)