Quiero hablarles
del futuro de la medicina.
Pero antes de hacerlo, quisiera
hablar un poco del pasado.
Durante la mayor parte de la
historia reciente de la medicina,
hemos pensado en la enfermedad
y su tratamiento
como un modelo profundamente simple.
De hecho, el modelo es tan simple
que se puede resumir en tres pasos:
contraer una enfermedad,
tomar píldoras y matar algo.
La razón del predominio
de este modelo
es, por supuesto,
la revolución antibiótica.
Muchos tal vez no lo sepan,
pero estamos celebrando
el centenario de la introducción
de los antibióticos en EE.UU.
Pero lo que no saben
es que esa introducción fue
absolutamente transformadora.
Una sustancia química,
ya bien del mundo natural
o sintetizada artificialmente
en el laboratorio,
se abriría paso
a través de su cuerpo,
hasta encontrar su destino,
y bloquear su objetivo,
un microbio o parte de un microbio,
para luego desactivarlo
y mantenerlo bajo llave
con exquisita destreza,
y exquisita especificidad.
Y una enfermedad previamente
fatal y mortal, como
neumonía, sífilis, tuberculosis,
se transformaba en una
enfermedad curable o tratable.
Si uno tiene una neumonía,
toma penicilina,
se mata el microbio
y cura la enfermedad.
Era tan seductora esta idea,
de la metáfora potente
de bloquear y cerrar
y matar algo,
que realmente se extendió en la biología.
Fue una transformación como ninguna otra.
Y realmente hemos pasado
los últimos 100 años
tratando de replicar
ese modelo una y otra vez
con enfermedades no infecciosas,
en enfermedades crónicas como diabetes,
hipertensión y enfermedades del corazón.
Y ha funcionado, pero solo en parte.
Dejen que lo explique.
Si se toma todo el universo
de las reacciones químicas
en el cuerpo humano,
todas las reacciones químicas
que el cuerpo puede hacer,
la mayoría de la gente piensa
que esa cifra es de un millón.
Digamos que es un millón.
Y ahora uno se hace la pregunta,
¿qué número o fracción de reacciones
en realidad son objetivo
de la farmacopea,
de toda la química medicinal?
Ese número es 250.
El resto es oscuridad química.
En otras palabras, el 0,025 % de todas
las reacciones químicas del cuerpo
son en realidad objeto del
mecanismo de bloquear y cerrar.
Si se piensa en la fisiología humana
como una vasta red telefónica mundial
que interactúa con nodos y piezas,
entonces toda nuestra química médica
opera en un pequeño rincón
en el borde, el borde exterior,
de esa red.
Es como si toda
nuestra química farmacéutica
fuese un operador de
la pole en Wichita, Kansas
que manipula entre 10 y 15
líneas telefónicas.
Entonces, ¿qué hacemos con esta idea?
¿Qué pasa si reorganizamos este enfoque?
De hecho, resulta que el mundo natural
nos da una idea de cómo se podría
pensar la enfermedad
de manera radicalmente diferente,
en lugar de enfermedad, fármaco y blanco.
De hecho, el mundo natural
está organizado jerárquicamente
hacia arriba, no hacia abajo.
Se comienza con una unidad semiautónoma
y autorregulada llamada célula.
Estas unidades semiautónomas
y autorreguladas
dan lugar a las unidades semiautónomas
y autorreguladas llamadas órganos,
y estos órganos se unen para formar
los llamados seres humanos,
y estos organismos en última
instancia, viven en entornos
que son en parte semiautónomos
y en parte autorregulados.
Lo bueno de este sistema,
este esquema jerárquico,
es que se construye hacia
arriba y no hacia abajo,
lo que nos permite pensar
en la enfermedad
de una manera diferente.
Pongamos una enfermedad
como el cáncer.
Desde la década de 1950,
se ha intentado desesperadamente aplicar
al cáncer el modelo de bloqueo y cierre.
Hemos tratado de eliminar las células
usando una variedad de
quimioterapias o terapias dirigidas,
y como muchos sabemos,
ha funcionado.
Ha funcionado para enfermedades
como la leucemia;
para algunos tipos de cáncer de mama,
pero con el tiempo ese enfoque
toca techo.
Y en los últimos 10 años
más o menos
hemos empezado a pensar en
usar el sistema inmunológico,
recordando que la célula cancerosa
no crece en el vacío.
En realidad, crece
en un organismo humano.
Y ¿se podría utilizar
la capacidad del organismo,
el sistema inmune que tienen
los humanos, para atacar el cáncer?
Esto ha conllevado a nuevos y
espectaculares fármacos contra el cáncer.
Y por último está el nivel
del medio ambiente, ¿no?
No pensamos en el cáncer como
la alteración del medio ambiente.
Pero daré un ejemplo de
un entorno profundamente cancerígeno.
Se llama prisión.
Pongan soledad, depresión, confinamiento,
y a eso agreguen
enrollado en una hojita de papel blanco,
uno de los neuroestimulantes conocidos
más potentes, la nicotina,
y se agrega una de las sustancias
adictivas más potentes que ya saben,
y se obtiene un entorno procancerígeno.
Pero se pueden tener ambientes
anticancerígenos también.
Hay intentos de crear ambientes,
cambiar p. ej. el medio hormonal
para el cáncer de mama.
Intentamos cambiar el medio metabólico
para otras formas de cáncer.
O tomar otra enfermedad,
como la depresión.
Una vez más,
trabajando hacia arriba,
desde los años 1960 y 1970, de nuevo,
hemos intentado, desesperadamente
apagar las moléculas que operan
entre las células nerviosas,
la serotonina, la dopamina,
y tratamos de curar
la depresión de esa manera,
y funcionó, pero luego
se alcanza el límite.
Y ahora sabemos que lo que
realmente se debe hacer
es cambiar la fisiología del órgano,
el cerebro,
recablearlo, remodelarla,
y que, por supuesto, se
ha demostrado estudio tras estudio
que la terapia conversacional
hace exactamente eso,
estudio tras estudio ha demostrado
que la terapia conversacional
combinada con medicamentos, pastillas,
es mucho más eficaz que
cualquiera de ellos solo.
¿Es imaginable un entorno más inmersivo
para cambiar la depresión?
¿Se pueden bloquear las señales
que provoca la depresión?
Una vez más, moviéndonos hacia arriba
en esta cadena jerárquica organizativa.
De lo que realmente se trata aquí
no es del medicamento en sí,
sino de una metáfora.
En lugar de matar algo,
en el caso de las enfermedades
degenerativas crónicas como
insuficiencia renal, diabetes,
hipertensión, artrosis...
tal vez lo que hay que hacer es cambiar
la metáfora para que crezca algo.
Y esa es la clave, quizás,
para replantearnos la forma
de pensar la medicina.
Ahora bien, esta idea de cambiar,
de crear un cambio de percepción,
por así decirlo,
llegó a mí de una manera
muy personal hace unos 10 años.
Hace unos 10 años... he sido
corredor la mayor parte de mi vida.
Iba a correr por la mañana del sábado,
Volví, me desperté y, básicamente,
no podía moverme.
Tenía la rodilla derecha hinchada,
y se podía oír el crujido ominoso
del hueso contra el hueso.
Y una de las ventajas de ser médico es
pedir las propias resonancias magnéticas.
Y tenía una resonancia magnética
la siguiente semana y era así.
Esencialmente, el menisco de
cartílago de entre el hueso
estaba completamente roto
y el hueso hecho añicos.
Ahora, si intentan sentir lástima por mí,
déjenme mencionar algunos hechos.
De hacer una resonancia magnética
de cada uno de este público,
el 60 % mostrarían signos
de degeneración ósea y
degeneración del cartílago como este.
el 85 % de todas las mujeres
a la edad de 70
mostraría una degeneración de
moderada a severa del cartílago.
Del 50 % al 60 % de los hombres
en esta audiencia
también tendría tales signos.
Así que esta es
una enfermedad muy común.
La segunda ventaja de ser médico
es que uno puede experimentar
sus propias dolencias.
Así que hace unos 10 años
que comenzamos,
llevamos este proceso al laboratorio,
y empezamos a hacer
experimentos sencillos,
para mecánicamente intentar
arreglar esta degeneración.
Tratamos de inyectar químicos en los
espacios de la rodilla de los animales
para tratar de revertir
la degeneración del cartílago,
y para abreviar el proceso
muy largo y doloroso,
esencialmente se quedó en nada.
No pasó nada.
Y hace unos 7 años, tuvimos
un doctorando de Australia.
Lo bueno de los australianos
es que están habituados
a ver el mundo al revés.
(Risas)
Y así Dan me sugirió: "Tal vez
no sea un problema mecánico.
Puede no ser un problema químico.
Quizás sea un problema de células madre".
En otras palabras, tenía dos hipótesis.
Número uno, no existe algo como
una célula madre del esqueleto,
una célula madre del esqueleto que reúna
todo el esqueleto de los vertebrados,
hueso, cartílago y elementos fibrosos
del esqueleto,
al igual que hay
una célula madre en la sangre,
y al igual que hay una célula madre
en el sistema nervioso.
Y dos, que en vez de eso, la degeneración
o disfunción de esta célula madre
es lo que está causando la artritis
osteocondral, una dolencia muy común.
Así que en realidad la pregunta fue,
buscamos un fármaco,
realmente, cuando deberíamos
buscar una célula.
Así que cambiamos nuestros modelos,
y empezamos a buscar células madre
del esqueleto.
Y para acortar de nuevo la versión larga,
hace unos cinco años,
encontramos estas células.
Ellas viven en el interior del esqueleto.
He aquí un esquema y
una foto real de una de ellas.
La materia blanca es hueso,
y estas columnas rojas que
se ven y las celdas amarillas
son células surgidas a partir de
una célula madre única del esqueleto,
columnas de cartílago, columnas de
hueso que sale de una sola célula.
Estas células son fascinantes.
Tienen cuatro propiedades.
Número uno: viven donde
se espera que vivan.
Viven justo debajo de
la superficie del hueso,
bajo el cartílago.
La biología es ubicación,
ubicación, ubicación.
Y se mueven en las áreas apropiadas
y forman el hueso y el cartílago.
Esa es una.
Número dos,
una propiedad interesante.
Se pueden extraer del esqueleto
de los vertebrados,
pueden cultivarse en placas
de Petri en el laboratorio,
y van muriendo para formar el cartílago.
¿Recuerden que no podíamos generar
cartílago por amor o por dinero?
Estas células están muriendo
para formar el cartílago.
Forman sus propios rollos de
cartílago alrededor de sí mismos.
Número tres: también son
los talleres de reparación más eficaces
de las fracturas que hemos detectado.
Este es un pequeño hueso,
un hueso de ratón que fracturamos
y dejamos que se cure solo.
Estas células madre han entrado
y reparado, en amarillo, el hueso,
en blanco, el cartílago,
casi por completo.
Tanto es así que si se marca
con un tinte fluorescente
se pueden ver como una especie
de pegamento celular peculiar
que entra en la zona de una fractura,
la repara a nivel local
y luego detiene su trabajo.
Número cuatro: La más ominosa,
y es que sus números disminuyen
vertiginosamente,
precipitadamente, 10, 50 veces,
a medida que envejece.
Y así lo que había sucedido,
en realidad,
es que nos encontramos
en un cambio de percepción.
Fuimos a la caza de los fármacos
pero terminamos encontrando teorías.
Y en cierto modo
nos habíamos enganchado
de nuevo con esta idea:
células, organismos, ambientes,
porque estábamos ya pensando en
las células madre de la médula,
estábamos pensando en la artritis
como enfermedad celular.
Y la siguiente pregunta fue,
¿existen órganos?
¿Se puede construir esto
como un órgano fuera del cuerpo?
¿Se puede implantar cartílago
en las áreas de un trauma?
Y tal vez lo más interesante,
¿puede ascender y crear ambientes?
Sabemos que el ejercicio
remodela los huesos,
pero, ninguno de nosotros
hace ejercicio.
Así que ¿se podrían imaginar formas
de carga y descarga pasiva del hueso
para que vuelva a crear o regenerar
el cartílago degenerado?
Y tal vez más interesante,
y más importante,
¿puede aplicarse este modelo
más global fuera de la medicina?
Lo que está en juego no es matar algo,
sino hacer crecer algo.
Y esto plantea algunas de
las preguntas más interesantes
acerca de cómo pensamos
la medicina del futuro.
¿Podría su medicina ser una célula
y no una píldora?
¿Cómo podemos cultivar estas células?
¿Qué podríamos hacer para detener
el crecimiento maligno de estas células?
Hemos oído hablar de los problemas
de desatar el crecimiento.
¿Podríamos implantar genes suicidas
en estas células
para detener su crecimiento?
¿Podría ser su medicina un órgano
que se crea fuera del cuerpo
y luego se implanta en el mismo?
¿Podría detener algo la degeneración?
¿Y si el órgano que se necesita
es para tener memoria?
En casos de enfermedades
del sistema nervioso
algunos de esos órganos tenían memoria.
¿Cómo podríamos reimplantar
esos recuerdos?
¿Podríamos almacenar estos órganos?
¿Se debería desarrollar un órgano
para cada ser humano
de forma individual y volverlo a colocar?
Y quizás lo más desconcertante,
¿podría ser su medicamento
un medio ambiente?
¿Se podría patentar un medio ambiente?
Ya saben, en todas las culturas,
los chamanes han utilizado
entornos como medicamentos.
¿Lo podríamos imaginar
para nuestro futuro?
He hablado mucho sobre modelos.
Comencé esta charla con modelos.
Así que terminaré con reflexiones
sobre la construcción de modelos.
Eso es lo que hacemos como científicos.
Ya saben, cuando un arquitecto
construye un modelo,
él o ella tratan de mostrar
un mundo en miniatura.
Pero cuando un científico
construye un modelo,
él o ella tratan de mostrar
al mundo en metáfora.
Él o ella tratan de crear
una nueva forma de ver.
El primero es un cambio de escala.
Este último es un cambio de percepción.
Los antibióticos crean
ese cambio perceptual
en cómo vemos la medicina,
en realidad, teñida distorsionada,
con gran éxito, cómo se ha pensado la
medicina durante los últimos cien años.
Pero necesitamos nuevos modelos
para abordar la medicina en el futuro.
Eso es lo que está en juego.
Existe un tropo popular por ahí
de que la razón de no haber tenido
el impacto transformador
en el tratamiento de las enfermedades
es por no haber tenido medicamentos
lo suficientemente potentes.
Y eso es cierto en parte.
Pero tal vez la verdadera razón
es no tener suficientes formas poderosas
de pensar los medicamentos.
Es cierto que
sería estupendo tener nuevos medicamentos.
Pero quizás lo que está realmente
en juego son tres extremos intangibles:
mecanismos, modelos, metáforas.
Gracias.
(Aplausos)
Chris Anderson:
Me gusta mucho esta metáfora.
¿Cómo se enlaza?
Hay mucho que hablar en tecnologilandia
sobre la personalización de la medicina,
con todos estos datos y
con los tratamientos médicos del futuro;
será para ti específicamente,
el genoma, el contexto actual.
¿Es eso aplicable a este modelo tuyo?
Siddhartha Mukherjee:
Es una pregunta muy interesante.
Hemos pensado sobre
la personalización de la medicina
muy mucho en relación a la genómica.
Eso es porque el gen
es una metáfora muy dominante,
una vez más, para utilizar
la misma palabra, en la medicina actual,
que creemos que el genoma impulsará
la personalización de la medicina.
Pero, por supuesto,
el genoma es solo la parte inferior
de una larga cadena del ser,
por así decirlo.
Esa cadena del ser, su primera
unidad organizada es la célula.
Así que, si realmente abordamos
la medicina de esta manera,
hay que pensar en la personalización
de las terapias celulares,
y luego personalizar el órgano
o las terapias del órgano,
y al final, la personalización de
terapias de inmersión para el entorno.
Así que creo que en todas las etapas,
existe esa metáfora,
hay tortugas hasta el final.
Bueno, en este, hay personalización
en todo el trayecto.
CA: Así que cuando dices que
la medicina podría ser una célula
y no una píldora,
estás hablando potencialmente
de tus propias células.
SM: Por supuesto.
CA: Convertidas en células madre,
tal vez probadas contra todo tipo
de fármacos y preparados.
SM: Y quizá no exista.
Esto es lo que estamos haciendo.
Esto es lo que está pasando,
y nos movemos lentamente,
no lejos de la genómica,
sino incorporando la genómica
en lo que llamamos multiorden,
los sistemas semiautónomos
y autorregulados,
como las células, como los órganos,
como los entornos.
CA: Muchas gracias.
SM: Un placer. Gracias.