En 1593, en un pueblo de Alemania
llamado Nördlingen,
la hospedera Maria Höll
fue repentinamente acusada de brujería.
Al ser arrestada e interrogada,
negó todos los cargos.
Continuó negando las acusaciones
incluso después de 62 sesiones de tortura.
Sus acusadores finalmente la liberaron.
Rebekka Lemp, acusada en el mismo pueblo
unos años antes, no tuvo la misma suerte.
Le escribió a su esposo desde la prisión,
pues le preocupaba confesar tras
las torturas, a pesar de que era inocente.
Luego de hacer una confesión falsa,
fue quemada en la hoguera
delante de su familia.
Höll y Lemp fueron ambas víctimas
de la caza de brujas
que se produjo en Europa
y en las colonias en América
entre finales del siglo XV
y principios del siglo XVIII.
Estas cazas de brujas no eran
iniciativa de una única autoridad,
sino un fenómeno que ocurría
de forma esporádica
y siempre seguía el mismo patrón.
La palabra "bruja"
adoptó varios significados,
pero en estas cazas
una bruja era alguien que supuestamente
había adquirido poderes mágicos
al obedecer a Satanás y no a Dios.
Esta definición de brujería
se diseminó por todas las iglesias de
Europa occidental a finales del siglo XV.
Cobró mayor importancia
luego de que el papa autorizara
al fraile y profesor de teología
Heinrich Kraemer
a realizar inquisiciones
para cazar a las brujas en 1485.
Su primera acusación,
en el pueblo Innsbruck,
no fue tomada en serio
por las autoridades locales,
quienes no aprobaban sus bruscos métodos
de interrogación de ciudadanos respetables
y suspendieron los juicios.
Inmutable, escribió un libro
titulado "Malleus Maleficarum",
o "Martillo de las Brujas".
En él argumentaba que las brujas existían
y proponía crueles tácticas
para cazarlas y procesarlas.
Se identificaba a las mujeres
como las más propensas a obedecer
la influencia del diablo,
aunque los hombres
también podían ser brujos.
El libro de Kraemer inspiró
a otros a escribir sus propios textos
y a dar sermones sobre
los peligros de la brujería.
Según estos textos,
las brujas tenían rituales
como besar el ano del diablo
y envenenar o hechizar
blancos que el diablo les señalaba.
A pesar de que no había evidencia
que respaldara estas afirmaciones,
la creencia en las brujas creció.
Una caza de brujas usualmente
comenzaba con una desgracia:
una mala cosecha, una vaca enferma,
un bebé que nacía muerto.
Los miembros de la comunidad
culpaban a la brujería
y se acusaban entre sí de ser brujos.
Muchos de los acusados
eran personas vulnerables:
ancianos, pobres, marginados.
Pero cualquier miembro
de la comunidad podía ser acusado,
a veces incluso los niños.
Las autoridades eclesiásticas
incitaban la caza de brujas,
pero eran los gobernantes
quienes usualmente llevaban a cabo
la detención y el castigo de los acusados.
Las personas acusadas de brujería eran
interrogadas y con frecuencia torturadas.
Y, debido a las torturas, miles
de inocentes confesaban la brujería
e incriminaban a otros.
Dado que estas cazas de brujas
sucedieron esporádicamente
a lo largo de los siglos
y en varios continentes,
las particularidades
de cada una varían mucho.
Los castigos para los condenados
iban desde pequeñas multas
hasta la incineración en la hoguera.
Los juicios de Häll y Lemp
se extendieron durante nueve años,
en tanto que otros duraron apenas meses.
Podían tener algunas pocas
o cientos de víctimas.
Las motivaciones de los cazadores
de brujas también variaban,
pero es posible que muchos de ellos
no buscaran chivos expiatorios
de forma consciente,
sino que verdaderamente
creían en la brujería
y pensaban que hacían un bien
al extirparla de sus comunidades.
Poderosas instituciones permitieron
gran daño por basarse en estas creencias.
Pero siempre existieron disidentes:
juristas, eruditos y médicos
contrariaban libros
como "Martillo de las Brujas" de Kraemer
con textos en los que objetaban
la crueldad de las cazas,
las confesiones forzadas y la falta
de evidencia para probar la brujería.
Desde finales del siglo XVII
y hasta mediados del siglo XVIII,
sus argumentos cobraron impulso
con la aparición de gobiernos
centrales más fuertes
y normas legales como el debido proceso.
La caza de brujas disminuyó de a poco
hasta desaparecer del todo.
Tanto el inicio como la conclusión de
estas atrocidades se dio de forma gradual,
por circunstancias aparentemente comunes.
La posibilidad de que
se repitan situaciones similares,
en las que las autoridades
ejercen su poder
para movilizar a la sociedad
en contra de una falsa amenaza,
aún existe en la actualidad;
pero existe también la posibilidad
de disenso racional
para combatir las creencias falsas.