Oye, ¡felicitaciones! Acabas de ganar la lotería, solo que el premio no es efectivo ni un crucero de lujo. Es un puesto en la legislatura nacional de tu país. Pero hay más afortunados ganadores. Todos tus colegas legisladores fueron elegidos de la misma forma. Esto puede parecerte una forma extraña de administrar un gobierno, por no hablar de una democracia. Las elecciones son el símbolo de la democracia, ¿no? Bueno, los antiguos atenienses que acuñaron la palabra tenían otra opinión. De hecho, las elecciones solo jugaron un pequeño papel en la democracia ateniense; la mayoría de los puestos eran ocupados al azar por ciudadanos voluntarios. A diferencia de las democracias representativas comunes hoy en día, donde los votantes eligen líderes para promulgar leyes y gobernar en su nombre, en el siglo V a.C. Atenas era una democracia directa que promovía la participación amplia por el principio de "ho boulomenos", o "quien lo desee". Cualquiera de sus aproximadamente 30 000 ciudadanos elegibles podía asistir a la "Ecclesia", una reunión de asamblea general varias veces al mes. En principio, cualquiera de los 6000 o así se presentaban en cada sesión tenían el derecho de dirigirse a sus conciudadanos, proponer una ley, o presentar una demanda pública. Claro, una multitud de 6000 personas tratando de hablar al mismo tiempo no llevaría a un gobierno eficaz. Por eso el sistema ateniense se basó en un consejo de gobierno de 500 miembros llamado el Boule, para establecer la agenda y valorar las propuestas, además de cientos de miembros del jurado y magistrados para asuntos legales. En vez de ser elegidos o designados, los puestos eran elegidos al azar. Este proceso de selección aleatoria se conoce como sorteo. Los únicos puestos ocupados mediante elecciones fueron los reconocidos como que requerían experiencia, como los generales. Estos puestos eran aristocráticos, ocupados por los mejores, a diferencia de las democracias, gobernadas por la mayoría. ¿Cómo surgió este sistema? La democracia surgió en Atenas tras largos períodos de tensión social y política marcada por el conflicto entre los nobles. Los poderes alguna vez restringidos a las élites, como hablar en la asamblea con derecho a voto, se ampliaron a los ciudadanos comunes. Y la capacidad de los ciudadanos de a pie para realizar estas tareas se volvió parte central de la ideología democrática de Atenas. En vez de ser un privilegio, la participación ciudadana era deber de todos los ciudadanos, por sorteo y con plazos estrictos para evitar la formación de clases gobernantes o partidos políticos. Para los estándares del siglo XXI el gobierno ateniense por los muchos excluye a gran cantidad de personas. A mujeres, esclavos y extranjeros se les negó la ciudadanía plena, y si filtramos los demasiado jóvenes para servir, el grupo de atenienses elegibles cae a solo el 10 a 20 % de la población total. Algunos filósofos antiguos, incluyendo a Platón, menospreciaba esta forma de democracia como anárquica y dirigida por tontos. Pero hoy la palabra tiene asociaciones tan positivas, que regímenes muy diferentes dicen encarnarla. Algunos son escépticos, como Platón, sobre la sabiduría de las multitudes. Muchas democracias modernas concilian este conflicto eligiendo ciudadanos que consideran calificados para legislar en su nombre. Pero esto plantea sus propios problemas, como la influencia de la riqueza, y el surgimiento de políticos profesionales con intereses distintos a los de sus electores. Revivir la elección por sorteo ¿daría gobiernos más eficaces mediante legislaturas más diversas y representativas? ¿O es que un cargo político moderno, como un mando militar ateniense, requiere unas habilidades y un conocimiento especializados? Quizá no esperes con ansias ganar un lugar en el gobierno de tu país. Pero dependiendo de dónde vivas, pueden elegirte para participar en un jurado, una asamblea de ciudadanos, o una encuesta deliberativa, todos ejemplos de cómo el principio de democracia por sorteo todavía sobrevive hoy.