Esta no es una historia del Tíbet y no es una historia del Amazonas. No los llevaré hasta el Ártico, a la vida de los esquimales o a las arenas ardientes del Sahara. Esta es, de hecho, una historia muy cercana a mí. Es una tierra conocida por el pueblo tahltan y por todos los pueblos indígenas de la Columbia Británica, como las Cabeceras Sagradas, la fuente de los tres grandes ríos salmoneros del país: el Skeena, el Stikine y el Nass. Es un valle donde, en un día, tal vez dos, se pueden seguir las huellas del oso grizzly y del lobo y beber de las mismas fuentes de agua que dieron origen y acunaron a las grandes civilizaciones de la Costa Noroccidental. Es un lugar hermoso. Es el lugar más increíblemente silvestre en el que he estado. Es el tipo de lugar donde nosotros, como canadienses, podríamos lanzar a Inglaterra y nadie volvería a encontrarlo. John Muir, en 1879, subió solo el tercio inferior del Stikine, y quedó tan cautivado que lo llamó un Yosemite de 240 kilómetros de largo. Volvió a California y a su perro le puso el nombre de aquel río de encantos. En los 48 inferiores, lo más lejos que se puede ir saliendo de una carretera en buen estado son 32 kilómetros. En el cuadrante noroccidental de la Columbia Británica, un área de tierra del tamaño de Oregon, hay un camino, un estrecho camino de asfalto que se desliza por la ladera de las montañas costeras hasta el Yukon. Seguí ese camino a principios de la década de 1970, poco después de su construcción, y me convertí en el primer guardabosques del yermo Spatsizi. La descripción de mi trabajo era deliciosamente imprecisa: evaluación del yermo y relaciones públicas. En dos temporadas de cuatro meses no vi más de una docena de personas. No había nadie con quien relacionarse públicamente. Pero en el curso de estos viajes, me encontré con la tumba de un viejo chamán que condujo a un encuentro con un hombre extraordinario: Alex Jack, un anciano y jefe gitxsan que había vivido como trampero y cazador en esa región durante toda su vida. Y en el transcurso de 30 años, registré los cuentos tradicionales de Alex, la mayoría historias mitológicas de Wy-ghet, el transformador tramposo de la tradición popular gitxsan quien, en su locura, enseñó a la gente cómo vivir en la tierra. Y justo antes de que Alex muriera a la edad de 96 años, me dio un regalo. Era una herramienta tallada en hueso de caribú fabricada por su abuelo en 1910, y resultó ser un instrumento especializado usado por un trampero para despellejar los párpados de los lobos. Fue solo cuando Alex falleció que me di cuenta de que los párpados, de alguna manera, eran míos y habiendo hecho tanto para que yo aprendiera a ver, Alex, a su manera, estaba diciendo adiós. Pues bien, el aislamiento ha sido la gran bendición salvadora de este lugar extraordinario, pero el aislamiento de hoy podría ser su perdición. Hemos oído hablar mucho de los avances de las arenas de alquitrán, de la controversia sobre los oleoductos de Keystone y Enbridge, pero estos son solo elementos de un maremoto de desarrollo industrial que se está extendiendo por toda la zona silvestre del norte de Canadá. En el territorio tahltan solamente, hay 41 propuestas industriales, algunas con grandes promesas, algunas de gran preocupación. En Todagin Mountain, venerada por el pueblo tahltan como un santuario de la fauna silvestre en el cielo, hogar de la mayor población de carneros de Dall del planeta, Imperial Metals, la 75ª compañía minera más grande de Canadá, ha obtenido los permisos para establecer una mina a cielo abierto de cobre y oro que procesará 30 000 toneladas de roca al día durante 30 años, generando cientos de millones de toneladas de residuos tóxicos que, según el diseño del proyecto, simplemente se verterán en los lagos de las Cabeceras Sagradas. En las mismísimas cabeceras, Shell Canadá tiene planes para extraer gas metano de las vetas de carbón inferiores a los 4000 km², fracturando hidráulicamente el carbón con cientos de millones de litros de sustancias químicas tóxicas, estableciendo quizás hasta 6000 manantiales, y, finalmente, una red de carreteras y gasoductos y la quema de manantiales, todo para generar gas metano que es muy probable que vaya hacia el este impulsando la expansión de las arenas de alquitrán. Durante más de una década el pueblo tahltan, ambos clanes, el Lobo y el Cuervo, se han resistido a este asalto a su tierra natal. Hombres, mujeres y niños de todas las edades, ancianos en sillas de ruedas han bloqueado la única carretera de acceso al interior. Para ellos, el nacimiento del río es una cocina. Es un santuario. Es un cementerio de sus antepasados. Y los dueños de verdad son las generaciones que aún no han nacido. Los tahltan han sido capaces, con el apoyo de todos los canadienses que viven aguas abajo, todos los políticos locales, de resistir este asalto a su tierra natal. Pero ahora todo pende de un hilo. Las decisiones que se tomarán este año, literalmente, determinarán el destino de este país. Los tahltan han pedido la creación de una reserva de patrimonio tribal que resguardará el área protegida más grande de la Columbia Británica. Nuestro objetivo no es solo ayudarles a hacerlo, sino animar a nuestros amigos, la buena gente de Shell, no solo a retirarse de las Cabeceras Sagradas, sino a avanzar y unirse a nosotros mientras hacemos algo singular y extraordinario: reservar un área protegida, que será para siempre no solo las Cabeceras Sagradas del pueblo tahltan, sino las cabeceras sagradas de todos los pueblos del mundo. Los tahltan necesitan la ayuda de Uds. Necesitamos la ayuda de Uds. Y si alguno desea sumarse a nosotros en esta gran aventura, por favor, venga a verme hoy más tarde. Muchas gracias. (Aplausos)