El ciclismo de montaña en Israel
es algo que hago con gran pasión
y gran compromiso.
Y, cuando estoy en mi bicicleta,
siento una conexión
con la belleza impactante de Israel,
y siento que soy uno
con la historia de este país
y sus tradiciones bíblicas.
Y también, para mí,
el ciclismo es una cuestión
de fortalecimiento.
Cuando llego a la cima de una
montaña empinada en el medio
de la nada, me siento joven,
invencible, eterno.
Es como conectase con algún legado
o con algún tipo de energía,
más grande que mí mismo.
Pueden ver a mis compañeros
ciclistas en la imagen,
mirándome con preocupación.
Y he aquí otra imagen de ellos.
Desafortunadamente, no puedo
mostrarles sus caras,
ni tampoco revelar
sus verdaderos nombres,
porque mis compañeros ciclistas
son reclusos juveniles, delincuentes
que pasan su tiempo en
un centro correccional
a más o menos 20 minutos de aquí;
bueno, como todo en Israel.
He estado paseando con ellos
una vez a la semana,
cada martes, llueva o truene,
durante los últimos cuatro años
y ahora, se han convertido en
una parte importante de mi vida.
Esa es la historia que quiero contarles.
Todo empezó hace cuatro años.
Sucede que el centro correccional en donde
están encerrados, está en el medio
de una de mis rutas de paseo,
está cubierto de alambres de púas,
puertas eléctricas y guardias armados.
Uno de ellos es en realidad,
uno de mis estudiantes.
Donde quiera que vaya, me encuentro
con un estudiante mío.
Entonces, en uno de esos paseos,
conseguí ingresar al complejo
--Uds. entenderán como--
y fui a ver al director.
Le dije
que quería iniciar un club de
ciclismo de montaña en este lugar
y básicamente, quería llevar
a los jóvenes
desde aquí, hasta aquí.
Y le dije: "encontremos la manera
de poder sacar a 10 jóvenes
una vez a la semana,
para pasear en bicicleta en el verano".
Al director le causó gracia
y pensaba que yo estaba loco
y me dijo:
"Este lugar es un centro correccional.
Estas personas son delincuentes serios.
Se supone que estén encerrados.
No se supone que estén allí afuera".
Aún así, empezamos a discutirlo
y una cosa llevó a la otra.
No me imagino
entrar a una prisión estatal
en Nueva Jersey
y hacer semejante propuesta,
pero al ser Israel,
el director de alguna manera,
encontró la forma.
Entonces, 2 meses después,
nos encontramos "en general"...
yo,
10 reclusos juveniles
y un maravilloso compañero
llamado Russ,
quien se convirtió en un gran amigo mío
y compañero en este proyecto.
Y en las próximas semanas,
tuve el tremendo placer
de presentar a estos jóvenes
un mundo de total libertad,
un mundo que consiste
en magníficos paisajes,
como estas
--todo lo que ven es obviamente
en Israel--
así también como encuentros cercanos
con todo tipo de pequeñas criaturas
de todos los tamaños,
colores, figuras, formas y demás.
A pesar de todo este esplendor,
el comienzo fue extremadamente
frustrante.
Cada pequeño obstáculo,
cada cuesta arriba,
hacía que estos jóvenes
se detuvieran en los senderos
y se rindieran.
Entonces, lidiamos mucho con esto.
Descubrí que pasaban momentos
muy difíciles
lidiando con frustraciones y dificultades;
no por ser incapaces físicamente.
Pero esa es una de las razones
del porqué acabaron donde están.
Empecé a sentirme más y más nervioso,
porque estaba allí
no solo para estar con ellos,
sino también para pasear
y crear un equipo
y no sabía qué hacer.
Ahora, les daré un ejemplo.
Vamos cuesta abajo
en un terreno rocoso,
y la rueda delantera de Axel
queda atrapada en una de estas grietas.
Entonces, él se cae
y se lastima levemente,
pero eso no le impidió levantarse
y empezar a saltar en su bicicleta
y maldecir violentamente.
Luego, arroja su casco,
su mochila sale volando
en otra dirección,
corre al árbol más cercano
y empieza a romper las ramas,
a arrojar rocas
y a maldecir como nunca antes
había escuchado.
Y yo estaba parado allí,
observando la escena con
una completa incredulidad,
sin saber qué hacer.
Estoy acostumbrado a los algoritmos,
a las estructuras de datos
y a estudiantes motivados.
Nada en mi formación
me preparó para tratar
con un furioso y violento adolescente
en el medio de la nada.
Hay que darse cuenta
de que estos incidentes
no ocurrieron en una ubicación
conveniente;
ocurrieron lugares como estos,
en el Desierto de Judea,
a 20 kilómetros de la ruta más cercana.
Y lo que no ven en esta imagen
es que en algún lugar
entre los ciclistas,
hay un adolescente sobre una roca,
que dice: "No me voy a mover
de aquí. Olvídenlo.
He tenido suficiente".
Bueno, eso es un problema
porque de una forma u otra,
hay que lograr que se mueva
porque está oscureciendo
y es peligroso.
Me llevó varios incidentes darme
cuenta de lo que tenía que hacer.
Al principio, fue un desastre.
Intenté con palabras duras y amenazas
y no sirvieron de nada.
Eso es lo tuvieron toda su vida
y descubrí en algún punto
que cuando un joven se comporta así,
lo mejor que se puede hacer
es estar lo más cerca de él posible,
lo cual es difícil, porque
lo que realmente quieres hacer
es alejarte.
Pero, eso le hacen toda su vida,
las personas se alejan de él.
Lo que hay que hacer es estar cerca
y tratar de consolarlo,
la mano en el hombro
o darle un pedazo de chocolate.
Entonces decía: "Alex, yo sé
que esto es muy difícil.
¿Por qué no descansas unos minutos?
Luego continuamos".
"Vete de aquí maníaco psicópata.
¿Por qué nos traes a este maldito lugar?"
Y yo le decía: "Relájate, Axel.
Toma un pedazo de chocolate".
Y Alex se lo comía.
Hay que entender que
en estos paseos, tenemos
hambre constantemente;
también después del paseo.
Y para empezar: ¿quién es este Alex?
Él es un chico de 17 años.
Cuando tenía ocho años,
alguien lo subió a un barco en Odesa
y lo mandaron a Israel
por sí solo.
Terminó al sur de Tel Aviv,
no tuvo la suerte
de encontrarse con Karen Tal,
vagaba por las calles
y se convirtió en miembro de una pandilla.
Pasó los últimos 10 años
en solo dos lugares,
en los tugurios y en la prisión estatal,
donde pasó los últimos dos años
antes de terminar sentado
en esa roca.
Este joven fue probablemente abusado,
abandonado, ignorado, traicionado
por casi todos los adultos
durante su vida.
Entonces, para ese joven,
cuando un adulto que aprende
a respetar se acerca a él
y no se aleja en cualquier situación,
independientemente de cómo se comporte,
es una tremenda experiencia sanadora.
Es un acto de aceptación incondicional,
algo que nunca ha experimentado.
Ahí descubrí que esa es la mejor manera
de acercarse a ellos.
Tan solo, acérquense lo más posible,
lo más físicamente posible
en este remolino de objetos voladores
que a veces los rodea.
Quiero decir algunas palabras
acerca de la visión.
Cuando empecé este programa,
hace cuatro años,
tenía este plan original
de crear un equipo de ganadores
desvalidos.
Tenía la imagen de Lance Armstrong
en mi mente.
Y me llevó exactamente dos meses
de completa frustración
darme cuenta de que mi visión
estaba fuera de lugar;
y que había otra visión
sumamente más importante
y más accesible.
Debo decirles, conocí a Hedy Schleifer
hace casi 20 años,
me convertí en un gran admirador
y en un estudiante ávido
y creo que aprendí algunas cosas
de ella.
Y de repente, me di cuenta,
en este proyecto,
el propósito de estos paseos
en verdad, debería ser el
de exponer a estos jóvenes
a tan solo una cosa: amor.
Amor al país, a la cuesta arriba
y a la cuesta abajo,
a todas las increíbles criaturas
que nos rodean
--los animales, las plantas,
los insectos--
amar y respetar
a los compañeros en su equipo,
a sus compañeros ciclistas
y más importante,
amar y respetarse a uno mismo,
lo cual es algo que realmente necesitan,
Junto con estos jóvenes,
pasamos por todo tipo de experiencias.
Y, ya saben, haciendo ciclismo
de montaña,
es muy sencillo desarrollar
la autoestima.
Tan solo miren esta foto.
que por cierto, tomó Ran Navok
en uno de nuestros paseos mutuos.
Esto es en Ein Akev,
el precipicio encima de Ein Akev,
Fuimos allí con los chicos,
hace dos semanas.
Un lugar lleno de agua, nadamos,
fue genial.
Descubrí...
que lo que realmente tenía
que hacer con los jóvenes,
es llevarlos a estos
increíbles lugares
y compartir con ellos el amor
que yo y otros ciclistas tenemos
por el país.
Junto con los jóvenes,
yo también pasé por una notable
transformación.
Vengo de un mundo competitivo
de ciencia y tecnología.
Y pensaba que la razón, la lógica
y el impulso constante
era la única manera de hacer
que esto sucediera.
Y antes de trabajar con ellos,
todo lo que hice con ellos,
o lo que hice conmigo mismo,
se suponía que era perfecto,
ideal, óptimo,
pero después de trabajar
con ellos por un tiempo,
descubrí las grandes virtudes
de la empatía
y la flexibilidad
y ser capaz de empezar con una visión,
y si esta no funciona,
no hay problema.
Todo lo que hay que hacer es jugar
con ello, cambiarlo un poco
y proponer algo que sí ayude,
que sí funcione.
Ahora, siento que estos
son mis principios,
y si no les gustan, tengo otros.
(Risas)
(Aplausos)
y uno de estos principios es la atención.
Antes de cada paseo,
nos sentamos todos juntos
y les damos una palabra
para que la piensen durante el recorrido.
Hay que hacer que presten atención
en algo
porque muchas cosas pueden suceder.
Palabras o frases como:
"Trabajo en equipo"
o "resistencia"
o incluso conceptos complicados
como "asignación de recursos"
o "perspectiva", una palabra
que no entienden.
Ya saben, la perspectiva
es una de esas estrategias
importantes de la vida diaria
que el ciclismo de montaña
realmente puede enseñar.
Yo les digo a los jóvenes
que cuando luchan con una subida
y sienten que no pueden seguir,
lo que verdaderamente ayuda
es ignorar los obstáculos,
levantar la cabeza, mirar alrededor
y ver cómo crece el panorama alrededor.
Literalmente, te impulsa hacia arriba.
De eso se trata la perspectiva.
También, puedes mirar hacia el pasado
y darte cuenta de que ya has conquistado
montañas más empinadas.
Y así es como desarrollan la autoestima.
Ahora, les daré un ejemplo
de cómo funciona esto.
Te encuentras parado con tu bicicleta
a principios de febrero.
Hace mucho frío, es uno
de esos días lluviosos,
está lloviznando y hace mucho frío,
y te encuentras en, digamos, Yokneam.
Miras hacia arriba, a través
de un hueco en las nubes,
y ves el monasterio en la cima
del Muhraka
--allí es donde se supone que irás--
y dices: "No hay manera
de que pueda llegar allí".
Y aún así, dos horas después,
te encuentras parado en el techo
de este monasterio,
cubierto de lodo, sangre y sudor.
Y miras hacia abajo a Yokneam;
todo es muy pequeño, muy pequeño.
Y dices, "Oye, Alex. Mira el
estacionamiento donde empezamos.
Es así de grande.
No puedo creer que lo logré".
Y ese es el punto, en el que
empiezas a quererte a ti mismo.
Y luego, hablamos sobre
estas palabras o frases especiales.
Y al final de cada paseo, no sentamos
y compartimos momentos
en los que surgieron esas palabras o
frases del día y marcaron la diferencia.
Estas discusiones
pueden ser muy inspiradoras.
En una de ellas, uno de los jóvenes dijo:
"Cuando paseábamos por esta cresta
sobre el Mar Muerto"
--está hablando de este lugar aquí--
"Recordé aquel día cuando dejé
mi pueblo en Etiopía
y nos fuimos con mi hermano.
Caminamos 120 kilómetros
hasta que llegamos a Sudán.
Allí fue el primer lugar donde
conseguimos agua y provisiones".
Él continua hablando y todos
lo miran como a un héroe,
probablemente por primera vez en su vida.
Y dice, porque yo también tengo
voluntarios que pasean conmigo
--adultos, que están allí
escuchándolo--
y él dice, "Y ese fue solo el principio
de nuestro calvario
hasta llegar a Israel.
"Y solo ahora", dice,
"empiezo a entender por qué estoy
aquí, y en verdad me gusta".
Recuerdo que cuando dijo eso,
Sentí escalofríos,
porque lo dijo mirando hacia las
montañas Moab, aquí en el fondo.
Allí fue donde descendió Josué,
cruzó el río Jordán
y llevó al pueblo de Israel
hacia las tierras de Canaán
hace 3000 años en este tramo final
del viaje desde África.
Y así, la perspectiva,
el contexto y la historia juegan un papel
importante
en la manera que planeo estos
paseos con los jóvenes.
Visitamos un kibbutzim construido
por sobrevivientes del Holocausto.
Exploramos las ruinas
de pueblos palestinos
y discutimos cómo quedaron en ruinas.
Pasamos por numerosos vestigios
de asentamientos judíos y nabateos,
asentamientos de Canaán
de hace tres, cuatro, cinco mil años.
A través de este tapiz,
que es la historia de este país,
los jóvenes adquieren
probablemente el valor más importante
en la educación;
entender que la vida es compleja,
que no hay blanco y negro.
Y al apreciar la complejidad,
se vuelven más tolerantes
y la tolerancia lleva a la esperanza.
Yo paseo con estos jóvenes
una vez a la semana,
todos los martes.
Esta es una foto que tomé
el martes pasado.
Esto es Nahal Zin, me quedé despierto
y les pedí que bajaran
y tomé esta fotografía,
y pasearé con ellos mañana también,
que es martes, y algunos de Uds.
me acompañarán mañana.
Será una combinación
entre reclusos juveniles
e invitados de TEDx.
Y será la experiencia de sus vidas.
En uno de estos paseos,
siempre termino de pie en uno
de estos lugares increíbles,
disfrutando el increíble paisaje
a mi alrededor
y me siento bendecido
y afortunado de estar vivo
y eso lo siento en cada fibra
de mi adolorido cuerpo.
Me siento afortunado y bendecido
de hace 15 años haber tenido
el coraje de resignar
mi posición permanente en la Universidad
de Nueva York y regresar a mi país
donde puedo hacer
estos asombrosos paseos
con este grupo de jóvenes problemáticos
que vienen de Etiopía,
Marruecos y Rusia.
Me siento dichoso y afortunado
de que cada semana, cada martes,
y en verdad cada viernes también,
puedo celebrar una vez más
desde lo más profundo de mi ser
la esencia misma de vivir
al límite en Israel.
Muchas gracias.
(Aplausos)