Fui un niño de ocho años en los noventas.
Crecí al sur de Filipinas.
A esa edad, eres los suficientemente joven
para ser inconsciente
sobre lo que la sociedad espera
de cada uno,
pero lo suficientemente adulto para
saber qué pasa alrededor.
Vivíamos en una casa de una habitación,
nosotros cinco.
Nuestra casa estaba entre
un grupo de casas
hecha principalmente de madera
y hojas de metal ondulado.
Estas casas se construyeron
muy cerca unas de otras
sobre carreteras sin asfaltar.
Había entre poca y ninguna
expectación de privacidad.
Cuando había una pelea
en la puerta de al lado,
lo oías todo.
O si había ... algo... ocurriendo
(Risas)
posiblemente también lo oías.
(Risas)
Como cualquier niño,
aprendí cómo era una familia.
Un hombre, una mujer,
más un hijo o hijos.
Pero también aprendí
que no era siempre así.
Había otras combinaciones
que funcionaban igual de bien.
Había una familia de tres,
que vivían en la calle de abajo.
La mujer de la casa se llamaba Lenie.
Lenie tenía el pelo largo y negro,
a menudo sujeto en una coleta,
y manicura en las uñas.
Salía siempre poniéndose poco maquillaje
y su distintiva barra de labios roja.
La otra mitad de Lenie,
no recuerdo mucho de él
le gustaban las camisetas
blancas sin mangas
y cadenas de oro alrededor de su cuello.
Su hija era un par de años
más joven que yo.
Ahora, todo el mundo en el pueblo
conocía a Lenie.
Era la dueña y llevaba
el salón de belleza más conocido
de nuestro lado del pueblo.
Cada vez que su familia
paseaban por las calles,
siempre eran bienvenidos con sonrisas
y de vez en cuando se les paraba
para una pequeña conversación
Ahora, la cuestión interesante de Lenie
es que también resultaba ser
una mujer transgénero.
Ejemplificaba una de las
antiguas historias filipinas
sobre diversidad de género.
Lenie era la prueba de que a veces
pensamos que algo es extraño
solo porque no estamos
familiarizados con ello,
o que no hemos dedicado suficiente
tiempo a intentar entenderlo
En la mayoría de las culturas del mundo,
género es esta dicotomía hombre-mujer.
Es algo inamovible, innegociable
que distingue tipos de individuos.
Asignamos características y expectativas
en el momento que se determina
el sexo biológico de la persona.
Pero no todas las culturas son así.
No todas las culturas son tan rígidas.
Muchas culturas no miran
principalmente a los genitales
como la base de la distinción del género,
y algunas comunidades en Norte América,
África, el subcontinente indio
y las Islas Pacíficas,
incluyendo las Filipinas,
tienen una larga historia
de permisividad cultural
y una variedad de variables de género.
Como puede que sepan,
la gente de Filipinas estuvo
gobernada por los españoles
durante más de 300 años.
Eso es desde 1565 a 1898.
Eso explica por qué las conversaciones
filipinas del día a día
están salpicadas de palabras españolas
y por qué muchos de nuestros apellidos,
incluyendo el mío, suenan muy españoles.
Esto también explica
la firmemente arraigada
influencia del catolicismo.
Pero la sociedad precolonial filipina,
era principalmente animalista.
Creían que todas las cosas tenían
una distintiva esencia espiritual:
plantas, animales, rocas, ríos, lugares.
El poder residía en el espíritu.
Quien fuera capaz de aprovechar ese poder
espiritual era altamente venerado.
Ahora, los estudiantes que han estudiado
los archivos coloniales españoles
también nos dicen que
estas sociedades tempranas
eran en su mayor parte igualitarias.
Los hombres no tenían necesariamente
una ventaja sobre las mujeres.
Las mujeres eran tratadas como
compañeras, no como esclavas.
Y los contratos familiares no eran hechos
sin su presencia y aprobación.
De alguna forma, las mujeres
tenían el control.
Una mujer se podía divorciar de su marido
y tener una propiedad a su nombre,
que podía mantener incluso
después del matrimonio.
Tenía el derecho de tener un bebé o no
y después decidir su nombre.
Pero el verdadero poder
de la mujer filipina precolonial
era su rol como "babaylan",
un término colectivo para los chamanes
de varios grupos étnicos.
Eran los curanderos de la comunidad,
especializados en sabiduría
herbal y divina.
Daban a luz a los bebés
y se comunicaban con el mundo espiritual.
Realizaban exorcismos
y ocasionalmente, en defensa
de sus comunidades,
pateaban algunos culos.
(Risas)
Y aunque el babaylan era un rol femenino,
había también, de hecho, hombres
practicantes en el reino espiritual.
Registros de las antiguas crónicas
españolas contienen varias referencias
a hombres chamanes que no eran parte de
los estándares masculinos occidentales.
Se travestían
y parecían afeminados
o sexualmente ambiguos.
Un jesuita misionario
llamado Francisco Alcina
dijo que "un hombre
que se considerara chamán
era tan afeminado
que de cualquier forma era
más mujer que hombre.
Todas las cosas que las mujeres hacían
él lo llevaba a cabo,
como tejer sábanas,
coser ropa y hacer tarros.
También bailaba como ellas,
nunca como un hombre,
cuyo baile es diferente.
Al final, parecía
más una mujer que un hombre".
Bueno, ¿algún otro detalle jugoso
en los archivos coloniales?
Pensaba que nunca me preguntarían.
(Risas)
Como alguno de Uds. habrán deducido ya,
la forma en la cual estas
sociedades precoloniales se gestionaban
no era tan buena.
Todo el amor libre,
género-variable-permitido,
conciencia de igualdad de género,
colisionó fuertemente con la
sensibilidad europea de la época,
tanto que los misioneros españoles
dedicaron los siguientes 300 años
a intentar reforzar su modelo
de dos sexos, dos géneros.
Muchos frailes españoles también
pensaban que los babaylan travestidos
eran o celibatos, como ellos mismos,
o que tenían una deficiencia
o malformación genital.
Pero esto era pura especulación.
Documentos recopilados entre 1679 y 1685,
denominados "El Manuscrito Bolinao",
menciona a chamanes masculinos
casándose con mujeres.
El Códice Boxer, alrededor de 1590,
contiene pistas de la naturaleza
de la sexualidad masculina babaylan.
Dice: "Generalmente
se visten como mujeres,
actúan como mojigatos
y son tan afeminados
que uno que los conociera
pensaría que son mujeres.
Casi todos son impotentes
para realizar el acto reproductivo,
se casan con otros hombres,
duermen con ellos como hombre y mujer
y tienen un conocimiento carnal".
Conocimiento carnal, por supuesto,
significa sexo.
Ahora, hay un debate abierto
en la sociedad contemporánea
sobre que constituye el género
y como se debería definir.
Mi país no es una excepción.
Algunos países como Australia,
Nueva Zelanda, Pakistán, Nepal y Canadá
han empezado a introducir opciones
no binarias en sus documentos legales,
como en sus pasaportes
y sus permisos de residencia permanentes.
En todas estas discusiones
sobre el género,
creo que es importante tener en cuenta
que las nociones predominantes
de hombre y mujer como géneros estáticos,
ancladas estrictamente
en el sexo biológico,
son construcciones sociales.
En el caso de mi gente,
esta construcción social está impuesta.
Ha sido martilleada en sus cabezas
durante cientos de años
hasta que fueron convencidos de que
su forma de pensar era errónea.
Pero lo bueno de las
construcciones sociales
es que pueden ser reconstruidas
para encajar en el tiempo y la era.
Pueden ser reconstruidas
para responder a comunidades
que se están volviendo más diversas.
Y pueden ser reconstruidas
para un mundo que está
empezando a darse cuenta
que tenemos mucho que ganar aprendiendo
y trabajando en nuestras diferencias.
Cuando pienso en este tema,
pienso en la gente filipina
y un casi olvidado
pero importante legado
de equidad de género e inclusividad.
Pienso en amantes, algunas de
las almas más gentiles que he conocido,
pero que no pudieron ser
totalmente abiertos.
Pienso en la gente que ha creado
un impacto en mi vida,
que me mostraron que la integridad,
bondad y fuerza del carácter
son unas medidas mejores de juicio,
mucho mejor que cosas que están
fuera de nuestro control personal
como son el color de piel, su edad
o su género.
Tal y como estoy aquí,
en los hombros de la gente como Lenie,
me siento increíblemente agradecido
por todos los que han venido antes de mí,
aquellos suficientemente valientes
como para exponerse,
que vivieron una vida que fue suya
y que, en el proceso, hicieron un poco más
fácil para nosotros
para vivir nuestra vida hoy en día.
Porque ser tú mismo es revolucionario.
Y para cualquiera que se tambalee por
las fuerzas que tratan de derribarte
y meterte dentro de estas limpias cajitas
donde la gente ha decidido por ti:
no te rindas.
Te veo.
Mis ancestros te ven.
Su sangre corre por mí
como corre por muchos de nosotros.
Eres válido, y mereces derechos
y reconocimiento
tal y como todo el mundo.
Muchas gracias.
(Aplausos)