Podría decirse que pedir ayuda es lo peor, ¿no? A decir verdad, nunca lo he visto en la lista de las diez cosas más temidas, como hablar en público y el miedo a la muerte, pero apuesto a que debería estar allí. Si bien podría considerarse una tontera el temor a admitir que necesitamos ayuda, sea de un ser querido, de un amigo, de un compañero de trabajo, o hasta de un extraño, lo cierto es que sentimos cierta incomodidad y vergüenza cuando pedimos ayuda. Esto explica por qué la mayoría tratamos de evitar pedir ayuda mientras sea humanamente posible. Mi padre era uno de esos tantos padres que, y lo digo en serio, prefería conducir por un pantano infestado de cocodrilos a tener que preguntar a alguien el camino de regreso a la ruta. Cuando era niña, salimos una vez de vacaciones en familia. Viajamos en auto desde mi casa en South Jersey hasta Colonial Williamsburg. Y recuerdo que nos perdimos completamente. Mi madre y yo le suplicamos que se detuviera y preguntara a alguien cómo hacer para retomar la autovía. Se negó rotundamente y, de hecho, nos aseguró que no estábamos perdidos, sino que simplemente siempre quiso saber qué había en ese lugar. (Risas) Entonces, si vamos a pedir ayuda, que a todos nos toca, pues lo hacemos casi a diario, la única manera de sentirnos cómodos es aprendiendo a hacerlo bien, para aumentar la probabilidad de que cuando pidamos ayuda el otro diga que sí. Y no solo eso; al otro le resultará satisfactorio y reconfortante ayudarnos, porque, de ese modo, seguirá ayudándonos con gusto en el futuro. Las investigaciones que he hecho con mis colegas han echado luz sobre los motivos por los cuales una persona a veces acepta ayudarnos y otras veces no. Ahora bien, les diré algo: si necesitan ayuda, tendrán que pedirla. Y en voz bien alta, ¿de acuerdo? En cierta medida, todos sufrimos de algo que los psicólogos llaman "la ilusión de la transparencia", es decir, la idea equivocada de que nuestros pensamientos, sentimientos y necesidades son más que evidentes para los demás. Esto no es verdad, pero creemos que sí. Entonces nos quedamos esperando que otros noten nuestras necesidades y que luego nos ofrezcan ayuda de manera espontánea. Esta suposición es totalmente infundada. En realidad, no solo es difícil saber cuáles son nuestras necesidades, sino que, además, hasta las personas cercanas a veces no saben cómo hacer para ayudarnos. Mi pareja, por ejemplo, tuvo que adoptar la costumbre de preguntarme varias veces al día: "¿Estás bien? ¿Necesitas algo?", porque me resulta sumamente difícil demostrar que necesito ayuda. Por suerte, él es extremadamente paciente y notablemente más proactivo en el acto de ayudar, más de lo que cualquiera esperaría recibir. En definitiva, si necesitan ayuda tendrán que salir a pedirla. Y, por cierto, aunque alguien piense que necesitamos ayuda, ¿cómo sabrá que la queremos? ¿Alguna vez les ha pasado ofrecer ayuda a alguien que no la pidió porque, en realidad, no la quería? Esa persona suele enojarse enseguida, ¿verdad? El otro día, y esto es real, mi hija adolescente se estaba vistiendo para ir a la escuela, y decidí ofrecerle una ayuda que no pidió. (Risas) En mi opinión, los colores vivos le sientan de maravillas, pero ella prefiere tonos más oscuros y neutros. Y entonces le dije, en mi intención de ayudar, que quizá la convenía volver a su cuarto y elegir algún color menos triste. (Risas) En fin... si las miradas mataran, hoy no estaría aquí. No debemos culpar a otros si no nos ofrecen ayuda de manera espontánea cuando en realidad desconocen qué es lo que necesitamos. De hecho, las investigaciones demuestran que el 90 % de la ayuda que los colegas se brindan entre sí en el lugar de trabajo responde a pedidos explícitos de ayuda. De modo que debemos decir: "Necesito que me ayudes". No hay manera de evitarlo. Ahora bien, para saber hacerlo, para asegurarse de que los demás nos ayuden cuando se lo pedimos, hay otros aspectos a tener en cuenta, muy útiles, por cierto. Primero: cuando pidan ayuda, aclaren de manera específica qué tipo de ayuda necesitan y por qué. Los pedidos de ayuda imprecisos e indirectos son, en realidad, de muy poca ayuda para quien va a brindarla. No sabemos a ciencia cierta qué es lo que el otro necesita e, igualmente importante, no sabemos si la ayuda le servirá al otro o no. Nadie quiere dar una ayuda que no sirva. Seguramente les ocurra, como a mí, que reciben pedidos de amigables y perfectos extraños que desde LinkedIn nos invitan a cosas como "tomemos un café para conocernos" o "quiero hacerte una pregunta". Yo rechazo estas invitaciones, literalmente, todas las veces. Pero no porque sea antipática, sino porque cuando no sé qué es lo que el otro quiere de mí, qué tipo de ayuda espera de mí, no me interesa. A nadie le interesa. Me habría interesado mucho más si me hubieran contactado para pedirme lo que necesitaban, porque seguramente tenían algo específico en mente. Por eso hay que decirlo directamente: "Me gustaría saber qué oportunidades tengo de trabajar en su empresa", o "Me gustaría proponer un proyecto de investigación en algún área que sea de su interés", o "Me gustaría conocer sus consejos para ingresar en la carrera de medicina". Técnicamente, no puedo ayudarte en lo último, porque no soy médica, pero puedo recomendarte a alguien que sí podría ayudarte. Segundo consejo, entonces. Lo importante es lo siguiente: eviten las excusas, las disculpas y los sobornos. Es sumamente importante. ¿Les resultan familiares algunas de las siguientes afirmaciones? "No sabes cuánto lamento tener que pedirte esto". "Me disgusta enormemente tener que molestarte". "Si pudiera hacerlo sin tener que pedirte ayuda, lo haría". (Risas) A veces la gente que pide ayuda está tan obsesionada con demostrar que no es débil o egoísta, que no advierte cuán incómodos nos hace sentir al decirlo. Y, por cierto, ¿con qué ganas querré brindarte mi ayuda si tanto te disgusta pedirla? Y sin bien no tiene absolutamente nada de malo pagar a un extraño para que nos haga favores, hay que tener sumo cuidado cuando incentivamos a amigos y colegas a que lo hagan. Cuando estamos en pareja, la ayuda mutua es parte natural de esa relación, pues es la forma de expresar nuestra preocupación por el otro. Pero si intervienen los incentivos y hay dinero de por medio, puede que la relación pierda su naturaleza original y se transforme en una transacción. Y esto resulta en un distanciamiento que, irónicamente, desalienta la ayuda por parte del otro. Por ejemplo, un regalo espontáneo para demostrar agradecimiento por la ayuda recibida está perfecto. Ofrecerle dinero a tu mejor amigo para que te ayude a mudarte a una nueva casa no está bien. Veamos la tercera regla, y lo digo en serio: no pidan ayuda por correo electrónico ni por mensaje de texto. Lo digo en serio. No lo hagan. Ambas formas de comunicación son impersonales. Y admito que a veces no hay alternativa, pero la mayoría de las veces nos gusta pedir ayuda por correo o por mensaje de texto porque nos resulta menos incómodo. Pero ¿saben qué otra cosa es menos incómoda por correo o mensaje de texto? Decir que no. Y hay investigaciones que lo prueban. Hay un 30 % más de probabilidad de que alguien acceda a un pedido hecho personalmente que por correo electrónico. Es decir, cuando algo es muy importante y es imperiosa la ayuda de alguien, pídanlo cara a cara, o usen el teléfono como teléfono (Risas) para pedir la ayuda que necesitan. Muy bien. La última recomendación, extremadamente importante y quizá la menos tenida en cuenta a la hora de pedir ayuda: cuando pedimos ayuda a una persona y esa persona accede, sigan en contacto con ella. Hay una idea equivocada de que lo gratificante de ayudar es el hecho mismo de ayudar, pero no es así. Lo gratificante de ayudar a otro es saber que la ayuda sirvió, que tuvo un impacto, que logramos algo. Si no me entero del impacto que mi ayuda tuvo en el otro, ¿cómo me sentiría? Me pasó a mí cuando fui profesora universitaria mucho tiempo. Escribí innumerables cartas de recomendación para alumnos que buscaban empleo o para ingresar a la universidad, y nunca supe qué pasó con el 95 %. ¿Cómo debería sentirme después del tiempo y el esfuerzo que me demandó, si nunca supe si mi ayuda realmente sirvió para que ellos consiguieran lo que tanto querían? De hecho, la sensación de sabernos útiles explica, en parte, por qué ciertos pedidos de donación son tan persuasivos: porque nos permiten imaginar de manera muy vívida el impacto que nuestra ayuda dejará. Tomemos de ejemplo a 'DonorsChoose'. Entran al sitio web, eligen el nombre del profesor cuyo curso quieren ayudar mediante la compra de los insumos específicos que necesitan, como microscopios, computadoras o asientos para las aulas. Cuando la ayuda es concreta, es fácil imaginar lo bien que se invertirá mi dinero e inmediatamente me sentiré gratificada al momento de la donación. Pero, además, te mantienen al tanto. Los donantes reciben cartas de los alumnos, y también mandan fotos. Quien dona se entera así de que ha marcado una diferencia. Y es necesario que todos lo hagamos en la vida diaria, especialmente si queremos que nos sigan ayudando en el largo plazo. Tómense el tiempo para decirle a un colega que la ayuda que él les dio fue útil y les permitió concretar esa gran venta, o conseguir esa entrevista que tanto esperaban. Tómense el tiempo para decirle a su pareja que su apoyo les permitió superar una dificultad. Tómense el tiempo para decirle a quien ha cuidado del gato que están encantados porque, por alguna razón, esta vez el animal no rompió nada mientras estuvieron de viaje y que la persona hizo un excelente trabajo. Pero lo cierto es, y lo sé muy bien, que no es fácil pedir ayuda. Todos tenemos cierto temor de pedir ayuda. Nos hace sentir vulnerables. Pero la realidad del trabajo de hoy y de la vida moderna es que nadie puede hacer las cosas solo. Nadie logra nada en soledad. Más que nunca, debemos confiar en los demás, en que nos apoyarán y ayudarán para poder salir adelante. En resumen, cuando necesiten ayuda, pídanla en voz alta, y de un modo que permita aumentar la probabilidad de que el otro diga que sí, y que lo haga sentir bien por habernos ayudado, porque ambos lo merecen. Gracias. (Aplausos)