Phil Kaye: Hola a todos. Público: Hola. Me llamo Phil, y soy poeta de interpretación. Si están sentados pensando qué significa eso, está bien. Muchas veces, cuando preguntan cómo me gano la vida, y yo les digo: "Soy poeta", piensan que es algún tipo de eufemismo para "Estoy buscando trabajo". (Risas) Pero eso no es verdad. Paso gran parte de mi tiempo trabajando con escuelas, organizaciones y comunidades, actuando y enseñando este tipo de poesía a gente de todas las edades y orígenes. La mayor parte del trabajo es a través de una organización llamada proyecto VOICE -voz- que codirijo junto a una genial amiga e increíble poeta, Sarah Kaye. Así que me gustaría empezar hoy con un poema. Es sobre mi abuelo. Hoy en un día especial para mí porque, aunque él ya falleció hace algunos años, hoy es su cumpleaños. El poema dice así: "Mi abuelo no es un hombre fuerte, pero sabe lo que significa construir. En 1947, después de que él y mis tíos volvieran de la Segunda Guerra Mundial, abrieron una tienda de excedentes del ejército. La llamaron "Tienda de excedentes, Guerra de la Unión". Su eslogan, "De un acorazado a un cuchillo de caza, lo tenemos o se lo conseguimos". Mi abuelo no era un hombre fuerte, pero mantenía su palabra. El sitio era medio tienda, medio enciclopedia; a reventar, lleno hasta el techo con objetos raros que alguien, en algún sitio, podría querer. Botas de punta de acero, overoles resistentes al fuego, un kit dental checoslovaco de 1947. A reventar, lleno hasta el sótano, con gente que alguien, en algún lugar, podría olvidarse; pero no aquí. Como Richard, que no trabajaba allí, pero se presentaba cada domingo con su uniforme militar completo. Nunca compró una maldita cosa". (Risas) Pero una vez, trajo a su pequeña niña, tomó su mano y dijo: "Así era como olía cuando papá era un héroe". Mi abuelo no era un hombre fuerte, pero nos mantenía a salvo. Caminábamos juntos por el parque una noche, cuando un hombre rudo, con más tatuajes que piel, vino directo hacia mi abuelo y dijo: "¡Ey, anciano! Mis viejos solían llevarme a su tienda de niño y tú me diste la mano una vez, como si yo fuera un hombre. Aún me acuerdo de ello". La oficina de mi abuelo estaba arriba, pero a él le gustaba trabajar abajo, en el piso, sonriendo a todos. Le llamaban "El alegre Al". Con su gran barriga, cabeza calva y larga barba gris los niños le veían y decían: "¡Papá Noel!" (Risas) "Seis años después de abrir 'Tienda de excedentes, Guerra de la Unión' mi abuelo tuvo un hijo, mi papá. No es un hombre fuerte, pero sabe lo que significa construir. Un verano, cuando él era adolescente, trabajó en la tienda, construyó una puerta trasera, que aún sigue allí. Cuarenta años después de abrir 'Tienda de excedentes, Guerra de la Unión' mi padre tuvo un hijo. No soy un chico fuerte, pero estoy intentando aprender lo que significa construir. Un verano, cuando yo era adolescente, trabajé en la tienda, construí un escaparate que llegaba al techo. Ese mismo techo donde mi padre me enseñó a identificar cosas, "Ah, ¿esto aquí? Esta es una antigua bomba estadounidense. Es posible que quieras agarrarla, pero ten cuidado de no hacerte daño". "Ah, ¿la de allá? Es una joven bomba estadounidense. Es posible que quieras agarrarla, pero ten cuidado de no hacerte daño". (Risas) "Poco después que mi padre construyera su puerta, caminó a través de ella, construyó su propia media enciclopedia; enorgulleció a mi abuelo. Poco después, yo construí mi escaparate, corrí hacia la oficina de mi abuelo, le mostré lo que había hecho, 'Muy bien, Phil. Muy bien'. Cuando le pregunté qué hacer luego, él me dio un viejo trozo de papel, un lapicero gastado. Cuando le pregunté qué hacer con eso, el encogió sus hombros y se rio, y yo empecé a construir de la única manera que sé". (Aplausos) Gracias. (Aplausos) Gracias. Este es solo un ejemplo de poesía de interpretación, poesía destinada a ser interpretada en vez de estar escrita en papel. A veces, la gente me pregunta del proceso de escribir poesía de interpretación, y este no es tan diferente de crear cualquier otra cosa: hay borradores y revisiones y con suerte, un grupo de personas en quienes confías te darán sus opiniones. Esto es parte de lo que quiero hablarles el día de hoy. Quiero retroceder un poco. Era el 2006, había empezado la universidad, y había estado haciendo poesía de interpretación por unos años, pero solo enseñé un par de talleres. Encontré una oportunidad de voluntariado para enseñar poesía de interpretación en un sistema penitenciario local. Un amigo me anima a hacerlo, así que lo hago. Y para ser muy honesto, en aquel momento, no sabía en qué me estaba metiendo, no entendía lo que era que un chico privilegiado de los suburbios entrase a una prisión de máxima seguridad. Pero una versión de esto llega a mí, manejando hacia mi primer taller, agarrando el volante y pensando: "¿Qué demonios me creo que soy? ¿Para qué tengo que relacionarme? ¿Me tomarán en serio? ¿Qué les podría enseñar a estos hombres?" Cuando finalmente llegué al taller, los prisioneros llegaron uno a uno. Eran 16. Nos dimos la mano, dimos vueltas y nos presentamos. Allí estaba Marcus, que quería escribir un poema a su esposa para el aniversario que sería en pocos meses. Allí estaba Graham, que no había hecho poesía antes pero le gustaba el rap, y quería darse una oportunidad. Y luego, estaba Tim. Tim se recuesta en su silla, pero con hombros tensos, ojos fruncidos, me mira directamente y dice: "Me llamo Tim, y estoy aquí para escuchar. Tengo curiosidad, ¿cuánto le pagaran por venir y enseñarnos esto?" Le digo la verdad: Nada, es voluntariado. Y él asiente con la cabeza y dice; "Está bien". Adelantémonos. Son cuatro semanas en el taller. Los muchachos trabajan sobre diferentes temas. Algunos escriben solo sobre la prisión, la rutina, la espera, el olor de su litera. Algunos nunca escriben sobre la prisión. Escriben sobre sus familias, sobre sus vecindarios, cabra al curry en la tienda de la esquina. Algunos escriben sobre su inocencia, otros sobre su culpa. Pero cada vez que alguien lee, todos los demás escuchan. Había un joven en el taller llamado Gabe. Gabe es italiano. Su patrimonio aparece todo el tiempo en su trabajo, sus raíces son importantes para él. Una vez, luego de recibir opiniones, nos mira y dice: "Saben, nunca antes había recibido consejos de no italianos, (Risas) resulta que Uds. son muy inteligentes." Lo veo pasar lentamente: las paredes entre nosotros empiezan a desmoronarse, ya no somos extraños. Veo la semana 5, cuando los chicos empiezan a sentarse al lado de gente que no conocía antes. O en la semana 7, cuando tenían un feedback tan positivo el uno para el otro que tenían que escribirlo porque no teníamos tiempo para llegar a todos. O en la semana 9, cuando empezaron a citar los poemas del otro. Sigo siendo un intruso, un chico ingenuo que trabaja en prisión con muchachos que duplican mi edad, pero apreciaba el hecho que ellos me compartieran su comunidad, me dejaran ser como soy incluso unas horas por semana. Era mi primera experiencia en una comunidad de escritores, sabiendo lo que es tener un grupo de personas que desea mejorarte. Aprendo lo que se siente desgarrar parte de ti, dárselo a un grupo de personas para que lo moldeen gentilmente, y te lo entreguen mucho mejor de lo que lo encontraron. Es una prisión de máxima seguridad, el último lugar en el que pensé que permitiría a mi escritura ser vulnerable. Adelantémonos. Es la semana 11; no todos en el taller habían traído su poesía para compartir. Tim es la fuente más pensativa de opiniones en el salón, pero no ha traído nada de su poesía. No sé si lo presionaré. En talleres como este, hay todo tipo de razones por la que no traen sus trabajos, desde discapacidad de aprendizaje hasta problemas de lectura y escritura al miedo al ridículo o incluso violencia fuera del salón. Pero al final del taller en la semana 11, Tim me pregunta si podemos caminar juntos. Le digo, "Claro". Pero supe, tan pronto como dije eso, que la única caminata del taller a la salida es por el patio de la prisión. Caminar juntos a través del patio de la prisión es un acto significativo. Nuestra amistad en la seguridad de la clase es una cosa, pero a la vista del público del patio de la prisión, es un riesgo para ambos. Para mí, había un peligro de parecer muy amigable con los prisioneros, algo que a los guardias no les gusta e incluso pueden cerrar el taller. Para Tim, había un riesgo de parecer un adulón, una reputación que puede tener consecuencias muy reales y dañinas en la estructura social de la prisión. Pero éramos dos colaboradores de taller, intercambiando ideas, intentando mejorar el uno al otro, así que abrimos la puerta y empezamos a caminar por el patio de la prisión, paso a paso, lentamente. Y para mi sorpresa, Tim me pregunta por qué no había traído ninguno de mis poemas aún. (Risas) Tal vez era por mi inexperiencia como facilitador, o tal vez era falta de confianza, pero pensé que nadie lo notaría. Le dije que estaba sin ideas. Él me dijo que él también. Así que hicimos un pacto, que la próxima semana, íbamos a traer algo para el otro, incluso si era corto, incluso si la otra persona era la única persona que lo vería. Recuerdo que el mejor consejo en escritura que he recibido, fue de mi profesor de inglés de noveno grado Arly Parker. El Sr. Parker dijo que cuando te sientes a escribir tu primer borrador no te asustes sino imagina una cabeza en tu hombro, la cabeza de alguien que piensa eres el mejor escritor desde Shakespeare, e imaginen lo que ellos dirían cuando lean lo que escribes. Para mí, esa persona es mi mamá. Dios la bendiga, podía dibujar una figura fea de palitos en una servilleta sucia, y ella decía: "Esta será la próxima gran cosa". (Risas) El Sr. Parker me enseñó a escuchar esa voz en mi cabeza y decirle sí a todas mis ideas locas, a todos nuestros riesgos. Luego el Sr. Parker dijo: "Cuando te sientes a revisar, a escribir tu segundo borrador, tienes que imaginar otra cabeza en tu hombro de alguien que respetas, pero que te pueda dar una opinión crítica". Para mí, era otro profesor de inglés llamado Sr. Clemson. El Sr. Clemson y yo teníamos una buena relación, pero él había sido estricto conmigo. A medida que leía la poesía, podía oírlo decir: "Esta parte no tiene sentido". "¿Qué estás intentando decir aquí?" "Esta línea no es ni cerca de lo divertido que piensas que es". Y con eso, el Sr. Parker me enseñó a tomar riesgos en mi primer borrador y ver cuáles de estos riesgos daban resultado en el segundo. La siguiente semana, al inicio del taller, Tim me dio un papel. Yo también le pasé uno. Y la siguiente semana, él me dio dos papeles. Y a la otra semana, él lo compartió en voz alta. Y la semana después de esa, yo también lo hice. Adelantémonos. Esta es la semana final del taller. Todos han traído todos los trabajos que hicieron en el semestre. Veo un cuarto lleno de hombres sonrientes, cada uno con una pequeña pila de papel arrugado en frente de ellos. La pila de Tim es un poco más alta que la mayoría. Caminamos en el aula, cambiamos poemas, quitándonos nuestras corazas, dejando que los demás se asomaran. Me doy cuenta, a mitad del taller, que para muchos de estos poemas, esta sería la única vez que los compartirían en voz alta. Y me doy cuenta también de que, hasta este momento, solo había escrito poemas para compartir, para que la gente diga "Buen trabajo", para los hits de YouTube, para un salón lleno de manos aplaudiendo. Ellos no escribían por reconocimiento, escribían por el deseo de escribir, para entenderse, por la promesa del auto-descubrimiento. Tim se ofrece a leer un poema. Es acerca del papel, de cuán maravilloso es, en un lugar como la prisión, tener un espacio donde puedas ver tus propios pensamientos, agarrarlos en tu mano. Compartimos poemas sobre muchas cosas. Hay un poema sobre aprender a silbar, un poema sobre los primeros besos, un poema sobre el disfrute de un buen, largo y preciso pedo. (Risas) Compartimos nuestros lados ocultos, las partes que nadie pregunta, lo que no se muestra en un registro policial o en la biografía de un artista. En ese momento, somos 17 hombres que comparten poesía, no nos define la edad ni el pasado sino las 4 paredes de alrededor. El año pasado, viajé miles de kilómetros compartiendo poesía, pero algunos de los más talentosos artistas que conozco raramente dejan la celda de prisión. Es algo que no olvido, una realidad injusta que llevo conmigo. Al final del último taller, Tim pregunta si podemos caminar juntos. Le digo "Vamos". Abrimos la puerta y caminamos por el patio de la prisión Tim me pregunta si lo recordaré. Le digo "Por supuesto". Me dice, "Bien, pásala súper allá afuera. Por nosotros". Le digo: "Lo intentaré". Y con esto, quería finalizar con un último poema, un poema que estuve haciendo mientras trabajaba en prisión. Gracias a todos por estar aquí, gracias a todos por escuchar, ha sido todo un honor. "Mi madre me enseñó este truco, si repites algo una y otra vez, se pierde su significado. Por ejemplo: tarea, tarea, tarea, tarea, tarea, tarea, tarea, tarea, tarea. ¿Ven? Nada. 'Nuestras vidas', dice ella, 'son de la misma manera'. Si miras el ocaso muy seguido, se convierte en las 18 hs. Si cometes el mismo error una y otra vez, dejarás de llamarlo error, Si solo te despiertas, despiertas, despiertas, despiertas, un día olvidarás por qué. 'Nada es para siempre', dice ella. Mis padres se separaron cuando tenía siete años. Antes de su última discusión, me enviaron a la casa del vecino, como un astronauta lanzado de su transportador. Cuando regresé, no había gravedad en nuestra casa. Me lo imaginé como un accidente. Pero cuando me fui, se susurraron el uno al otro. 'Te amo'. Tantas veces que se olvidaron lo que significaba. Familia, familia, familia, familia, familia, familia, familia. Mi madre me enseñó este truco. Si lo repites una y otra vez, pierde su significado. Se convirtió en mi juego favorito. Hizo que el aguijón de las palabras se evaporare. Separación, separación, separación. ¿Ven? Nada. Apartado, apartado, apartado, apartado. ¿Ven? Nada. Soy un hombre con la mano herida ahora. Trabajo con palabras todo el día. Cállense. Conozco la ironía. Cuando era joven, se me enseñó que el truco para dominar el lenguaje era descomponerlo, convenciéndolo de que era inútil. Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo. ¿Ven? Nada. Poco después del divorcio de mis padres, desarrollé un tartamudeo. El destino es un tutor cruel y eficiente. No hay escape en el tartamudeo. Puedes sentir el significado en cada palabra, se arrastra hasta tu garganta. S-ss-ss-ss-separación. Tartamudear es una jaula hecha de espejos. Cada '¿Qué dijiste?', cada 'Solo toma tu tiempo', cada 'Vamos chico. ¡Dilo!' es un reflejo muy evidente de una existencia que no puedes escapar. Cada momento horrible tropieza con su propio anuncio de nuevo y de nuevo y de nuevo hasta que solo se cuelga allí en el centro del cuarto como si lo que tienes que decir no tuviera gravedad alguna. Mamá, papá, ya no malgasto mis palabras. Incluso ahora, después de cientos de horas practicando alejar mi tartamudeo, aún siento la garra del significado en el fondo de mi garganta. Escúchenme. He oído que incluso en el espacio puedes oír el arañazo de un teeeeeeee amo". Muchas gracias. (Aplausos)