Hace ya algunos años, en cierta época, yo estaba en un calabozo oscuro en la prisión de Fresnes. Daba vueltas en la celda porque en esa época nos retiraban los colchones, solo se podía estar de pie. En una esquina de la celda estaba el sanitario. Oigo algunas burbujas, me inclino, me acerco y miro ¿y qué veo? Veo la cabeza de una rata que sale, respira, y se va otra vez. Les digo, ¡no fui al baño muy pronto! Me encontré diciéndome que estaba en una situación algo difícil. Pero, como estaba solo, el aislamiento es total. Se está en lo oscuro, no se ve a nadie, hacía días que no hablaba con nadie. Y me dije: "Voy a compartir mi pan con ella". Puse un pedazo pequeño de pan en el borde del sanitario. Y esperé. Al otro día, ¡hop! había desaparecido. Dos días después, igual, la misma cosa. Y, finalmente, la rata comenzó a domesticarse un poco. Días después, yo estaba al lado de mi amiga la rata. Yo le hacía pequeñas confidencias y le contaba un poco mi vida. ¡Y ella me escuchaba! Mordisqueaba su pedazo de pan, pero me escuchaba. Yo estaba ahí y tenía compañía. Tenía un apoyo, alguien me escuchaba. Era formidable. Bueno, pero se cumplieron los 45 días de confinamiento y ya tocaba despedirse. Entonces nos sentamos, uno al lado del otro, nos miramos, nos dijimos adiós, y, les aseguro, vi una pequeña lágrima, de cada lado. Y salí del calabozo. Yo me pregunté, me dije: "¿Cómo llegué a esto?" Y aquí tienen, la historia es que en diciembre del 84 yo tenía una compañera, una amiga, mi novia de entonces, y fui agredido por ocho cabezas rapadas. En esa época eran gente muy violenta, de hecho todavía lo son, pero bueno. Infortunadamente, saqué un arma y disparé porque sentí que le iban a hacer daño disparé y hubo un muerto y un herido. Dos días más tarde ya estaba en un autobús de la prisión y salgo para la mayor prisión de Europa llamada Fleury Mérogis. Yo nunca había visto una cárcel, yo no había visto nunca un autobús de la prisión ni una jaula, de hecho, yo no sabía que se encerraba a los seres humanos en jaulas. Fue un choque bastante fuerte. Y me encontré en el despacho, es el centro de Fleury Mérogis, donde se recibe a los que ingresan. Y allí fue la primera vez que tuve que desnudarme ante alguien. Primera humillación. De ahí voy a la secretaría, donde dejamos nuestras cosas, nuestras identificaciones, etc. y donde te dan un número. Ese número se guarda toda la vida en la memoria. 138496Q. Y en seguida te dejan detenido. ¿Qué es la prisión? No es solo la privación de las libertades, es también la miseria, es también la falta de higiene, la falta de atención, la sobrepoblación penitenciaria y toda una cantidad de cosas verdaderamente inhumanas. Y, sobre todo, la violencia. Sales a caminar e inmediatamente hay que pelearse. Es un universo duro en el que hay que sobrevivir. Estoy en prisión, comienzo mi pena. En esa época, son los años 80, estamos en el 85, una enfermedad bastante extendida comienza a ser una gran epidemia que llega, llegan los exámenes, pruebas para saber si uno tiene SIDA o no. Me hago un examen. Y me entero que soy VIH positivo. Entonces, mi vida comienza mal. Desde entonces, solo tengo una cosa en la cabeza: escaparme. Porque en esa época se pensaba que uno podía vivir 3 años o máximo 5. Solo tengo una obsesión, es escaparme. Pago mi pena, 4 años en Fleury Mérogis, y en seguida me transfieren. Pido permiso de salida por mitad de condena porque había cumplido 10 años entonces y se comprende que me habían agredido. No tengo esperanzas, estoy enfermo, sé que voy a morir, tal vez mañana y ya no soporto esta prisión así como es. Ya no soporto esta forma inhumana de tratar a las personas, entonces me fugo. En fuga no es que haya muchas opciones. Para sobrevivir fugado se necesita dinero. Pero no puedes trabajar. Me pongo a robar, y entro en un sistema de asaltos, me vuelvo asaltante. Y me atrapan. Me dan de 2 a 3 años más, y en el 93 termino por cumplir finalmente la pena. Y entonces, lo mismo, sin remedio para la enfermedad. Verdaderamente la prisión me había destruido. Eso quiere decir que en verdad es un sistema que te vuelve violento y que te transforma. Yo tenía 28 años entonces, cuando termino mi condena. Y reincido. Vuelvo a las armas y a los asaltos, y estoy en un proceso ultraviolento. Me atrapan en el 94. Yo sé entonces que va a ser por años y que voy a morir en prisión. Y finalmente, como sé que ya se acabó para mí, me juego el todo por el todo. El 9 de octubre de 1994, aniversario de la abolición de la pena de muerte, escojo esa fecha para escaparme. Hago entrar armas a la prisión, tomo rehenes y logro salir. Es una fuga muy violenta también, con robos y asaltos. Finalmente, en el 95, me arresta el RAID (élite de la policía francesa) y me encarcelan. Me ponen en aislamiento porque me he vuelto un hombre peligroso y un enemigo de la sociedad. Lo cual es cierto. Cinco años de aislamiento es no ver a nadie durante todos esos años. Totalmente aislado. Para soportar la soledad, la única solución que hay, ya que no hay nada, es leer. Y descubrí la literatura, comencé a leer y encontré en las palabras una forma de viajar, una forma de oír al mundo del cual estaba privado. Encontré que la fuerza de las palabras era algo poderoso que podía llevarme a cualquier parte, escaparme, en realidad. Después de esos años de aislamiento, en el 2000, del 95 al 2000, terminé por salir y me transfirieron a la prisión de la Santé. Allá vuelvo a ver gente, yo los toco, para ver si son reales. Comienzo a revivir y me inscribo a cursos. Hay profes que vienen a la cárcel. Y hay una universidad, París VII, y una sección que se llama Sección de los Estudiantes Impedidos, es para los presos. Y allá doy con un profe, un profe de filosofía que se llama François Chouquet. Con él hablamos, y él me dijo que las palabras son más fuertes que las armas. Por supuesto yo me reí, al comienzo. (Risas) Él es muy gentil, pero bueno... Bueno, sigo con los estudios, comienzo a escribir un poco y él me hace leer a Tolstoi, a Céline, a Camus, "En busca del tiempo perdido" -¡como si no tuviera nada más que hacer!- pero él me aportó mucho. Fue realmente una riqueza. Finalmente comencé a escribir un poco y le mostré mi primer manuscrito. Y me estimuló. Al fin yo tenía un puesto en la sociedad, yo existía para alguien, alguien me leía. Ahí uno existe. Y en 2002 vino mi condena definitiva, me dan 30 años. 30 años es mucho. (Risas) Me alcanza para leer lo de tres bibliotecas François Mitterrand. Si me dan 30 años, son 30 años. Les digo francamente: cuando me los dan, me transfieren directamente a prisión de máxima seguridad y trato de escaparme una vez más. (Risas) Me dan 2 años más, pero ese es el juego. Como no podía soportar quedarme en la cárcel, armaba disturbios, le prendí fuego a Clairvaux, fue horrible. Era difícil aceptar la privación de la libertad. Yo tenía 20 años en prisión ya, para esa época. Finalmente, en 2006, me dije que debía escapar de mi condición de individuo peligroso. Convertirme en otra persona. Estaba un poco cansado de eso. En el 2006 estoy en la cárcel de Poissy. Y allá creé el primer blog de un detenido, de un prisionero, en Le Nouvel Observateur. El primero. Hoy todos tienen Internet, pero yo fui el que hizo el primero. En él explicaba en crónicas la vida carcelaria, lo que defendía, cómo luchar contra un sistema que nos mata y también contra lo absurdo del sistema. Y otros textos: los discapacitados en prisión, etc. Por supuesto, la administración penitenciaria se oponía porque eso estaba prohibido. Está prohibido comunicar sin pasar por la censura. Para entonces, ellos no sabían cómo lo hacía. Durante 4 años hacía pasar mis textos en Internet sin que lo supieran. También encontré a Fabien Marceau en un concierto. Él viene, con su muleta. Fabien Marceau, conocido como "Gran cuerpo enfermo", disculpen. Lo que me gusta de él es que, gracias a sus palabras, gracias a su poesía slam, una persona discapacitada, se levantó y ha podido practicar su arte. Entonces es la fuerza de las palabras la que ha permitido este milagro, digamos. Sin necesidad de ir a Lourdes, él hace su poesía y ha sido exitoso en su carrera. Nos volvimos compañeros, muy amigos. A mí también la escritura me permite, gracias al blog... yo edité mi primer libro. Ya no era un individuo peligroso, me volví escritor. Y columnista para Le Nouvel Observateur. La administración de la prisión ya me miraba de manera diferente. "Allá, si pasa algo fuera de lo normal, es que él está preparándose para escapar". (Risas) Les aseguro que es cierto, puedo contarles que tomaban mi computador, le daban vuelta, lo pasaban por el CLIS, que es algo para vigilar los computadores, para ver si no tenía conexión, etc. El director venía a preguntarme: "¿Pero ese es usted? No, es un loco que se hace pasar por mí, que escribe cosas. Se lo aseguro". (Risas) Eso pasaba. (Risas) Gracias a un libro que escribí, encontré a una joven estudiante. Nos enamoramos, la escritura da para todo. Nos enamoramos y al cabo de algunos meses decidimos tener un bebé concebido en prisión. Porque así es la humanidad. Entonces concebimos un bebé en la prisión. Y en marzo del 2008, nace mi hija. (Aplausos) Dos días después del nacimiento, -- porque no me fui inmediatamente, no podía -- yo estaba en la maternidad. Un delincuente como yo. Me encuentro en una maternidad y voy a ver a mi bebé. Me quitan las esposas. Allí había una ventana, yo la miraba de todas formas, pero... (Risas) A veces eso es más fuerte que uno, pero bueno. Tomé a mi hija en los brazos... (Aplausos) La llamamos Tilelli. Tilelli en idioma cabilio quiere decir Libertad, es ella quien logró sacarme de prisión al cabo de 20 años. Todo esto para decirles que armé un expediente para la liberación condicional, me tomó de 2 a 3 años, encerrado, porque yo era papá, era responsable y, finalmente, el juez de aplicación de penas, viendo que ya llevaba 25 años en prisión, se dijo: "Él debe salir, porque es columnista, es papá, se ha vuelto esto, se ha vuelto lo otro". Y logré obtener mi diploma universitario, de París VII. (Aplausos) Todo esto para decirles que hoy uno piensa que a los reincidentes hay que encerrarlos, apretarles las tuercas, y que no puedan volver a salir. Yo soy la prueba de lo contrario. Con mi trayectoria, les digo que es posible. Es posible volver a la vida. Es posible gracias a las personas y a la buena voluntad. Finalmente, en toda dictadura lo primero que se restringe es la cultura. La destruyen. Y la ignorancia se debería juzgar como un crimen contra la humanidad. Es gracias a la cultura que he logrado salir, a la lectura, a los profes. Hay que fomentar este tipo de cosas. He vuelto a pensar en la frase de Chouquet, que había dicho que la pluma era más fuerte que las armas. Fue con la pluma que logré mi mejor evasión. Gracias. (Aplausos)