¿Qué significa ser un "joven cuidador"? Cuando una persona querida se pone mal se centra toda la atención sobre esa persona, sobre sus necesidades. Pero si esa persona que tiene algo que no está bien son tu mamá o tu papá, ¿qué sucede? ¿Qué te sucede a ti si cuando mamá o papá, o ambos, empiezan a estar mal eres un niño o un adolescente? Cuando era adolescente no tenía ni la más remota idea de qué era una "joven cuidadora". Como todos iba a la escuela, reía y bromeaba con mis amigos. Pero, ¿qué hay detrás de estas fotos, que no se ve? Antes de contarles la parte escondida del iceberg quisiera dar un paso atrás, empezar desde el principio. Si se preguntaran qué ha cambiado y qué ha quedado igual, probablemente, aparte de la edad, me dirían que amo todavía los perros y que me he cambiado el corte de pelo. Pero, ¿qué se encuentra invisible en aquellas fotos? ¿Qué me ha llevado de ser de la niña que miran al centro a la adulta que soy hoy por hoy, pasando por la yo adolescente que ven a la izquierda? En un cierto punto un maremoto golpeó mi familia. Un maremoto que creció progresivamente, hasta el punto de agobiarla. Un maremoto llamado problemas de salud. Y cuando golpea a uno o a tus dos padres y eres todavía un niño o un adolescente ellos son tu referencia principal la situación en serio se complica. ¿Y si les digo que el problema de salud es un problema de "salud mental"? La carga para un hijo puede ser muy pesada y puede causarle sentimiento de culpa, miedo, ira, tristeza, amor y odio que se alternan turbulentamente, la sensación constante de andarse con cuidado, una excesiva carga de responsabilidad, la dificultad de concentrarse y también el tener que ocuparse de los quehaceres domésticos, como hacer compras o cuidar de los hermanos o hermanas pequeños, o hablar con los médicos y manejar la terapia. O ser víctima de bullying, quizá a causa de comportamientos extraños que tu padre pueda tener. Y adicional a esto podrías tener que manejar emergencias en verdad duras para las cuales no estabas preparado. Como manejar la situación mientras tu padre o tu madre mira o siente cosas que no existen: las psicosis. O tener que lidiar con la transición de estados maniáticos y depresivos sin que nadie te haya preparado para eso. O incluso auxiliar o evitar intentos de suicidio. Pero además de todo esto, debiendo también continuar con tu vida como siempre, ir a la escuela, estudiar... hoy estoy aquí para decir que ha menudo aparece otra carga que es no poder hablar de esto con nadie. Si dices que tu mamá o tu papá tienen un problema de salud física, un tumor u otra patología física, difícilmente alguien los culpará por esto o los tildará de malos padres o de personas débiles. Difícilmente alguien te considerará a ti como genéticamente predispuesto y automáticamente destinado a heredar el mismo desorden. Pero si intentas decir que tu mamá o tu papá tienen una depresión mayor, un desorden bipolar o una esquizofrenia, o si ni siquiera existe un diagnóstico, que describa su comportamiento y decir: "mamá o papá tienen algo que está mal", la respuesta del mundo exterior será completamente distinta. Todavía hoy en todo el mundo la salud física y mental no gozan de la misma dignidad y respeto. Todavía hoy no se percibe como un buen común que nos pertenece a todos. Y esto causa una tardanza en entender qué sucede dentro de uno y sus seres queridos, una tardanza para pedir y recibir ayuda, o a menudo no recibir ni un tratamiento. Y para ti que eres hijo el cargo se convierte en algo más pesado. El clima que percibes entorno a ti, la dificultad de transmitirlo dentro y fuera de la familia, el estigma, el prejuicio, la vergüenza pueden llevarte a reprimirlo todo y no decir nada al final. Pero la soledad y el silencio son una carga pesada para un menor. ¿Cómo lograba yo afrontar la situación? ¿Qué hay más allá de esas fotos que no se ve? ¿Más allá de esa sonrisa? Hay una coraza que se ha creado de manera automática, detrás de la cual escondía, una coraza de hielo que me permitía reprimir miedo, ira y dolor, y evitar que me afecten a mí y las personas a mi alrededor, y me permitía seguir haciendo todo lo que hacían mis compañeros pero que al mismo tiempo me hacía sentir años luz lejos de ellos, porque me había hecho crecer antes que los demás. Al mismo tiempo había un grito de socorro un grito de auxilio que no podía, no lograba sacar y que nadie, ni en la escuela, imaginaba. ¿Cuándo apareció la primera grieta que hizo que se abra esa coraza? ¿Cuándo entró luz por primera vez? Todavía recuerdo con cariño a la psicóloga de la familia quien fue la primera persona de confianza fuera de la familia con quien he podido abrirme y que me ayudó paso a paso a encontrar gente confiable de mi entorno, una red grande, que podrían ser de mi ayuda. Pero el verdadero parteaguas para mí fue haber leído en foros de Internet historias de hijos de otros países, gracias al amor por los idiomas que me fue transmitido por mis padres. Las historias de hijos de padres con desórdenes mentales son todas diferentes, únicas. Pero hay algo que me ha impactado y que tenemos en común. Y es que a menudo estamos convencidos de que somos los únicos. ¡Pero estadísticamente es imposible! Somos millones de personas. Sin embargo nos convencemos de que los somos, que no existe nadie más que haya vivido lo mismo que hemos vivido nosotros. ¿Y saben por qué pasa esto? Porque no se habla de las historias de los hijos. A través de historias de hijos activistas, de Australia, EE.UU. y Canadá, no solo he podido dar un nombre a las emociones que he experimentado y entender que eran una reacción natural frente a lo que viví, sino que también pude ver las características positivas que habían surgido justamente por enfrentar esa situación. Entonces tomé mi primer vuelo intercontinental, yo sola, y fui a Vancouver, en Canadá, para mi primera conferencia como ponente, para conocer a estos hijos y hablar con ellos. Y ha sido un momento de una poderosa reflexión positiva porque en ellos vi la historia que había vivido, y también esa que está por ser escrita. En ellos he visto el dolor, pero también la capacidad de redención, de transformar ese dolor en semillas de cambio. He visto estas características positivas de resiliencia, empatía, valentía, voluntad de cambiar el statu quo, que no reconocía en mí, pero que viéndolas reflejadas en ellos las sentía también como mías. Esa reunión fue un regalo, un inmenso regalo, que me da energía hasta ahora. Y es un regalo que he querido fuertemente recrear en Italia, en Europa para ayudar otros "niños olvidados", otros hijos abandonados para que pueden soltar las cargas que llevan sobre sus hombros. El deseo es que ningún niño, adolescente o joven adulto deba sentirse solo cuando uno o ambos padres empiezan a sufrir de un desorden mental. Es un inmenso deseo, que necesita el apoyo de todos porque, de otro modo, ¿cómo evitar, una vez más, cargar todo el peso del mundo sobre mis hombros? Y es así que llegamos al día de hoy. En 2017, junto a otros hijos italianos, Gaia, Carlo y Marco, hemos fundado la primera asociación italiana creada por hijos para otros hijos para dar voz a niños y adolescentes que no tienen voz, para hacer valer nuestras peticiones frente a las instituciones y se llama COMIP, Children of Mentally Ill Parents, hijos de padres con un desorden mental. Dimos vida a un proyecto que se llama como la miniguía que escribí y quisiera haber tenido en mis manos cuando tenía 15 años y se llama: "Cuando mamá o papá tienen algo que va mal: Miniguía de supervivencia para hijos de padres con desorden mental". Y es un proyecto que nació desde cero, gracias al financiamiento colectivo, gracias al apoyo de personas cercanas, algunas se encuentran en esta sala, que han creído en este mismo deseo y nos han dado vida para que empiece y despegue. Este proyecto tiene el ambicioso objetivo de donar una copia de esta miniguía a todas las bibliotecas escolares y municipales, a todos los consultorios y centros de salud mental en Italia para que ningún chico se sienta solo, ni tampoco sus familias. Sobre todo, hijos de padres que ignoran su desorden y no están ni siquiera tratándolo. ¡También deberíamos pensar en estos chicos! Yo fui una de ellos por un tiempo. Al inicio cuando pensé en este proyecto me decía: "Nunca lograré hacerlo realidad, ¿cómo podría?" Paso a paso he pedido apoyo de personas cercanas a mí, también a los guías de excursión, proponiendo contar durante un paseo de diez minutos la historia y así encontrar personas de la sociedad civil que quizá no han vivido esta experiencia que se han convertido en "mensajeros de cambio" y traer una copia de la miniguía como donación, por parte nuestra, a la biblioteca de su municipio. Hoy hemos llegado a muchas regiones, desde Valle D'Aosta hasta Sicilia y Cerdeña. Y no nos detenemos, queremos alcanzarlas todas. Otro deseo es que las instituciones no solo actúen por nosotros, sino que la sociedad civil, también invierta más en salud mental. Otro enorme deseo que estamos materializando es encontrar escuelas, hablar con los estudiantes, los chicos. No solo con los hijos cuidadores, sino con todos. Para poder tener una caja de herramientas que haga frente a las emociones positivas y negativas, a los desafíos de la vida estando equipados antes de sentirnos muy mal. Para salvar vidas. Es un camino largo y difícil el que tenemos por delante pero si hay algo que sé es que una de las características positivas que los hijos de padres con un desorden mental tenemos es la voluntad de cambiar el statu quo. Y es por esto que sé que aquella chica logrará cumplir su deseo, también gracias a Uds. Si esta historia les impactó, les emocionó, hablen de ella, cuéntenla a sus amigos, a los colegas. Abramos juntos esa puerta que para nosotros no estaba abierta. ¡Hagamos que entre la luz! Gracias. (Aplausos)