En 1165, las copias de una extraña carta
circulaban por Europa occidental.
Hacían referencia a un reino fantástico
donde se encontraban la Torre de Babel
y la Fuente de la Juventud,
un territorio gobernado
por el misterioso autor de la carta:
el preste Juan.
Hoy en día, sabemos que
este increíble rey nunca existió,
pero la leyenda de este mítico reino
y su poderoso gobernante
impactaría en las decisiones
de líderes europeos
en los 400 años siguientes.
La leyenda del preste Juan
impulsaría la era de las exploraciones,
inspiraría la diplomacia intercontinental,
pero, indirectamente,
también desataría una guerra civil.
Cuando la carta del preste Juan apareció,
Europa combatía en las Cruzadas.
En esta serie de guerras religiosas,
los europeos luchaban
para recuperar Tierra Santa,
territorio que consideraban cristiano.
La Iglesia desestimaba cualquier tipo
de creencia que no fuera la cristiana,
incluidas las comunidades judías
e islámicas de la región.
Los cruzados estaban interesados
en encontrar reinos cristianos
para que fuesen aliados en su guerra.
En especial, se interesaron en
los rumores de un poderoso rey cristiano
que había derrotado
a un gran ejército musulmán
en el Lejano Oriente.
En realidad, había sido
una horda de mongoles,
que incluía tribus cristianas conversas,
la que derrotó al ejército.
Pero la noticia de esta victoria empezó
a propagarse de manera poco fiable.
Mercaderes y emisarios
completaron la historia
con poemas épicos y fragmentos bíblicos.
Para cuando la historia
hubo llegado a Europa,
e noon yaa ya nera una horda de mongoles
sino un gran ejército cristiano
dirigido por un rey que compartía
la visión de los cruzados
de marchar hacia Jerusalén.
Y cuando apareció la carta escrita
por este supuesto “preste Juan”,
los gobernantes europeos
mostraron gran entusiasmo.
A pesar de que el autor de la carta
aún es desconocido,
su visión estereotipada de Oriente y
el alineamiento con los objetivos europeos
indica que fue una falsificación
gestada en Occidente.
A pesar de ese evidente origen
como propaganda europea,
la atracción por la leyenda del preste Juan
no podía ser ignorada por los cruzados.
Pronto, los cartógrafos europeos
se dedicaron a adivinar
la ubicación de este reino fantástico
En los siglos XIII y XIV,
los misioneros europeos viajaron a Oriente
circulando por la recién
recuperada Ruta de la Seda.
No buscaban al autor de la carta,
que por entonces tendría más de 100 años,
pero sí rastreaban a sus descendientes.
La figura del preste Juan
fue temporalmente identificada
con varios gobernantes de Asia Central,
pero pronto fue claro que la mayoría
de los mongoles no eran cristianos.
Y mientras el Imperio mongol decaía,
los europeos buscaban caminos
alternativos hacia el Lejano Oriente
y nuevas pistas sobre
el paradero del preste Juan.
Al tiempo que estos exploradores
se dirigían al sur,
peregrinos etíopes comenzaron
a viajar hacia el norte.
En Roma, estos visitantes
pronto atrajeron el interés
de académicos y cartógrafos europeos.
Dado que Etiopía fue convertida
al cristianismo en el siglo IV,
las historias de África, su tierra natal,
se ajustaban a la leyenda del preste Juan.
Exploradores portugueses se aventuraron
hacia África en busca del reino,
hasta que una mezcla
entre confusión y diplomacia
al fin convirtieron el mito en realidad.
Los etíopes recibieron gentilmente
a sus invitados europeos,
que ansiaban comerciar con el gobernante
a quien consideraban el preste Juan.
A pesar de que los etíopes
se veían confundidos
por el inusual nombre que los portugueses
le daban a su emperador,
fueron lo suficientemente inteligentes
para reconocer la ventaja diplomática
que se les presentaba.
Los diplomáticos etíopes se hicieron pasar
por súbditos del preste Juan,
y los portugueses anunciaron triunfantes
una alianza con el legendario soberano,
más de 350 años después de iniciada
la búsqueda de la carta europea.
Esta coalición tan esperada
fue puesta a prueba rápidamente.
Una década más tarde,
el sultanato de Adal,
un poder regional respaldado
por el Imperio otomano,
invadió Etiopía.
Los portugueses enviaron tropas
que ayudaron a los etíopes
a ganar este conflicto.
Pero para ese entonces,
Etiopía claramente no era
ese poderoso aliado que Europa esperaba.
Peor aún, la creciente intolerancia
de la Iglesia católica romana
consideraba herejes
a la secta etíope del cristianismo.
Sus posteriores intentos por convertir
a aquellos que alguna vez
veneraron como “cristianos perfectos”,
desencadenarían una guerra civil
y, en la década de 1630,
Etiopía cortaría los lazos con Europa.
Durante los dos siglos siguientes,
la leyenda del preste Juan
se fue desvaneciendo
hasta quedar en el olvido,
lo que significó el fin de un reinado
cuyo monarca hizo historia
a pesar de no haber existido jamás.