Mi primer trabajo fuera de la universidad fue como investigador académico en uno de los mayores centros de detención de menores en el país. Y cada día que iba a ese edificio en el lado oeste de Chicago, pasaba por el control de seguridad y caminaba por pasillos de ladrillos, como yendo hacia el sótano para observar el proceso de admisión. Los niños que llegaban de entre 10 a 16 años, por lo general siempre eran negros y mulatos, muy probablemente de las mismas partes pobres del sur y oeste de Chicago. Deberían haber estado entre el 5º y el 10º de la escuela, pero en cambio, estaban ahí durante semanas en espera de juicio por varios delitos. Algunos de ellos volvieron a la cárcel unas 14 veces antes de su 15º cumpleaños. Y mientras estaba sentado allí al otro lado del cristal siendo un idealista con un título universitario, me preguntaba a mí mismo: ¿por qué no hacen algo más las escuelas para evitar que esto suceda? Hace alrededor de 10 años desde entonces, y sigo pensando en cómo algunos niños se los lleva hacia la universidad y otros hacia la detención, pero ya no pienso en la capacidad de las escuelas para resolver estas cosas. Ya ven, he aprendido que gran parte de este problema es sistémico, que a menudo nuestro sistema escolar perpetúa la brecha social. Empeora lo que se supone que arregla. Eso es tan irracional o controvertido como decir que nuestro sistema de salud no es preventivo, sino que de alguna manera se aprovecha de mantenernos enfermos... Uy. (Risas) Realmente creo que los niños pueden lograr grandes cosas a pesar de las probabilidades en su contra, y, de hecho, mi propia investigación lo corrobora. Pero si nos tomamos en serio ayudar a más niños de todos los niveles para lograr manejarse en este mundo, tenemos que encarar que nuestras brechas en los resultados de los estudiantes no son tanto en relación con el rendimiento sino a las oportunidades. Un informe EdBuild de 2019 mostró que los distritos de mayoría blanca reciben unos USD 23 mil millones más en la financiación anual que los distritos no blancos, a pesar de que atienden aproximadamente el mismo número de alumnos. Las escuelas con menos recursos tienen equipos de menor calidad, tecnología obsoleta y el salario los maestros es inferior. Aquí en Nueva York, esas son también las escuelas con más probabilidad de atender al 1 de cada 10 estudiantes de primaria que duerme en un refugio para los sintecho. El estudiante, el padre y el maestro están lidiando con muchas cosas. A veces los lugares están encauzando mal la culpa sobre ellos mismos. En Atlanta vimos que los maestros se sentían tan desesperados como para tener que ayudar a sus estudiantes a copiar en exámenes estandarizados pues de otra manera, afectaría a su financiación. Ocho de ellos fueron a la cárcel por eso en 2015 con algunas sentencias de hasta 20 años, que es más de lo que muchos estados aplican por asesinato en segundo grado. Sin embargo, en lugares como Tulsa, la remuneración de los maestros era tan mala que tuvieron que ir a los bancos de alimentos o comedores públicos para alimentarse. El mismo sistema criminalizará a un padre que use la dirección de un pariente para enviar a sus hijos a una escuela mejor, pero quién sabe cuánto tiempo las autoridades han hecho la vista gorda ante los que pueden sobornar en la mayoría de los preciosos campus universitarios de élite. Mucho de esto es muy fuerte para ser expresado y tal vez para ser escuchado. y como no hay nada como hablar de economía para aligerar el estado de ánimo, ¿verdad?, déjenme hablarles de algunos de los costos cuando no somos capaces de aprovechar el potencial de los estudiantes. Un estudio de McKinsey demostró que si en 1998 hubiéramos podido cerrar la brecha de rendimiento existente de los estudiantes entre estudiantes de diferentes orígenes étnicos o de diferentes niveles de ingresos, para el año 2008, nuestro PIB, es decir, nuestras ganancias económicas sin explotar podrían haber ascendido a más de USD 500 mil millones. Esas mismas brechas del 2008, entre nuestros estudiantes en EE. UU. y aquellos en todo el mundo, puede haber privado a nuestra economía de hasta USD 2,3 billones de rendimiento económico. Pero más allá de la economía y de los números, creo que hay una razón más simple para que esto importe, una razón más simple para arreglar nuestro sistema. Y es que, en una verdadera democracia, como la que nos enorgullecemos de tener, a veces con razón, el futuro de un niño no debe estar predeterminado por las circunstancias de su nacimiento. Un sistema de educación pública no debe crear una pirámide con una base inferior muy ancha y una superior estrecha. Algunos de nosotros a veces podemos pensar que estas cosas no están cerca de casa, pero si ampliamos nuestro punto de vista, un grifo que gotea en nuestra cocina, un radiador roto en nuestro pasillo, aquellas partes de la casa que siempre dejamos para a la próxima semana, están devaluando toda nuestra propiedad. En vez de estar vislumbrando soluciones como la privatización o el movimiento de escuelas chárter para resolver nuestros problemas, ¿por qué no miramos con más detenimiento la educación pública, para estar más orgullos de ella y tal vez utilizarla para resolver algunos de nuestros problemas sociales? ¿Por qué no tratamos de recuperar la promesa de la educación pública y de recordar que es nuestra mayor responsabilidad colectiva? Por suerte algunas de nuestras comunidades hacen precisamente eso. Las grandes huelgas de maestros en el 2019 en Denver y Los Ángeles, tuvieron éxito debido al apoyo de la comunidad logrando reducir el número de niños por clase y obteniendo más consejeros además de mejorar los salarios de los maestros. Y a veces para el estudiante, la innovación es atreverse a poner en práctica el sentido común. En Baltimore hace unos años, promulgaron un programa de desayuno y almuerzo gratis, quitando el estigma de la pobreza y el hambre a algunos estudiantes logrando aumentar el rendimiento en la asistencia para muchos otros. Y en Memphis, la universidad recluta estudiantes de secundaria apasionados locales dándoles becas para ir a enseñar en el interior de la ciudad sin la carga de la deuda de la universidad. Y en el norte de aquí, en el Bronx, recientemente he investigado estas asociaciones que se construyen entre escuelas secundarias, colegios comunitarios y empresas locales que crean prácticas en las finanzas, la salud y la tecnología para estudiantes sin conexiones privilegiadas para así obtener habilidades importantes y contribuir a las comunidades que vienen. Así que hoy no necesariamente tengo las mismas preguntas sobre la educación que me planteaba cuando era un idealista, o un titulado universitario ingenuo trabajando en un sótano de un centro de detención. No es: ¿pueden las escuelas salvar a más de nuestros estudiantes? Porque creo que tenemos la respuesta. Y es que sí, si salvamos primero nuestras escuelas. Podemos empezar preocupándonos por la educación de los hijos de otros. Y lo digo como alguien que no tiene hijos todavía, pero que quiere preocuparse un poco menos en el futuro cuando los tenga. El cultivo de tanto talento como es posible, llevando al mayor número de niñas como es posible a la ciencia y la ingeniería, tantos chicos como posible a la enseñanza esas son las inversiones para nuestro futuro. Nuestros estudiantes son como nuestro recurso más valioso, y cuando se enfoca de esa manera, nuestros maestros son hoy en día como nuestros diamantes y mineros de oro con esperanza de que ayuden a brillar. Vamos a contribuir con nuestras voces, nuestros votos y nuestro apoyo para darles los recursos necesarios no solo para sobrevivir sino para prosperar, permitiéndonos a todos hacer lo mismo. Gracias. (Aplausos y ovaciones)