La primer pregunta que me hice y que les hago a ustedes es: ¿qué es la pobreza? Por ahí algunos se imaginan que la pobreza tiene que ver con esto y con haber vivido en un barrio como este. Y la verdad que desde muy chico creía que la pobreza, o me hicieron entender que la pobreza tenía que ver con esto. Yo soy el quinto de seis hermanos: Yomi, Mariela, Marcela, Mauricio, yo y Oscar. Nacimos en San Juan y nos vinimos a Buenos Aires a buscar el oro y el moro. A mi padre le habían prometido trabajo, casa, auto, éxito. Esta es la única foto que tengo de mis padres juntos. Porque Buenos Aires a mi padre lo mata. Se termina muriendo a los pocos años de estar acá. Y ahí empezó una lucha eterna por tratar de vivir con dignidad y por tratar de mejorar la calidad de vida que nos tocó vivir. Usurpamos un terreno con mis hermanos en el medio de la villa. Éramos pobres, personas que vivían en un terreno usurpado. Que no teníamos a veces ni siquiera para cenar. Sin embargo, a pesar de todo esto, y a pesar de haber vivido la discriminación y señalarnos como nos señalaron durante muchos años a toda mi familia, a mí había algo que siempre me enamoró y siempre me gustó. Yo amo la música, yo soy músico. Y realmente, descubrí la música a través de una mujer que cuando la escuchaba era para mí increíble. Yo la miraba a ella y era como un ángel. Yo me sabía todas sus canciones, todas sus letras, todas sus coreografías. Me aprendí todas las melodías, tenía todos sus casetes. En esa época había casetes. Y realmente para mí era una estrella, era un ángel. Esta mujer era Gladys, la bomba tucumana. (Risas) (Aplausos) Yo soñaba con Gladys. Una vez le dije a mi mamá: "Mamá, quiero ser Gladys". (Risas) Y me dijo: "Ay hijo, ¿no te gusta Antonio Ríos o Alcides?". No, yo quería ser Gladys. Y mi mamá me decía: "Bueno, pero La Nueva Luna". No, yo soñaba con alguna vez ser una artista como ella. Siempre soñé con ella. Siempre soñé con aprender a tocar sus temas. Un gran amigo mío de la infancia, Edgardo, su mamá, Olga, trabajaba en el barrio desarrollando proyectos para que personas como yo, que vivíamos en estos barrios, pudiéramos estudiar. Hacían un proyecto en la Fundación Crear vale la pena que trabajaba con el arte en contexto de pobreza. Mi amigo me dijo un día: "Daniel, ¿por qué no te dejás de romper las bolas con la música y te anotás en el centro cultural comunitario?", donde daban talleres gratuitos de teclado y piano. Yo le dije: "No, ¿yo voy a tomar clases de piano? Ridículo. Yo tengo que salir a hacer que nuestra vida tenga sentido. Y él me decía: "Pero andá, anotate a la clase de piano". Y me anoté en la clase de piano. Los sábados a las 9 de la mañana. Decías "Ah, ¡qué lindo!". En esta Fundación había una profesora, concertista de piano, Liliana Alpern, que daba una vez por semana un par de horas de clases gratis a las personas no podíamos pagar la clase. Fui a la clase de piano cuando tenía nueve años. Y la vi a Lili, mi profesora de piano, con tacos, un chal de seda, anteojos, ojos verdes, rubia. Y yo la miré y ella me miró y me dijo: "¿Cómo te llamás?". "Daniel". "¿Y qué hacés acá?" Había un piano vertical al lado de ella. Le dije: "Yo quiero tocar eso". Y me dice: "¿Ah sí? ¿Y qué querés tocar?". (Risas) Y yo le dije: "Gladys, la bomba tucumana". (Risas) Y ella me dijo: "¿Y quién es esa mujer?". "¿Cómo? ¿Usted no es profesora de música?" "Sí, la verdad es que sí, pero no conozco a todos los músicos. Pero si vos traes un casete de ella, yo lo escucho y te enseño". "¿En serio?", le dije yo. "Sí". Voy a mi casa, agarro el casete lo traigo y Lili empezó: "Si si si si si, do re, do re mi, mi fa sol, si do". (Risas) Y yo dije: ¡guau! Me empezó a enseñar y yo me sentía que era John Lennon tocando Imagine. (Aplausos) O sea, impresionante. (Fin de aplausos) Lili me dijo: "Mirá Daniel, vos podés aprender esto y mucho más, si vos querés". "¿En serio, profe?". "Sí. Vos podes aprender todo lo que quieras aprender". Y al otro sábado le llevé La Nueva Luna, Los Charros, Gilda. Aprendía a tocar una banda que se llamaba Los Palmeras, yo soñaba con Los Palmeras. Y me enseñó toda la música que yo quería aprender. Al poco tiempo, yo ya había aprendido todo lo que quería. Y Lili me dijo: "Y ahora, ¿qué querés aprender?". Y yo dije: "Ya está, yo ya aprendí a tocar lo que quería aprender". Y me dice: "Mirá Daniel, con estos mismos acordes existe un tipo que se llama Beethoven. ¿Sabés quién es Beethoven?". Le dije yo: "Sí, un perro en una película". (Risas) "No, querido, Beethoven no es un perro. Beethoven es un músico que toca 'Para Elisa'". Y me mostró "Para Elisa". Cuando escuché "Para Elisa", me enamoré. Y dije: "Lili, ¿yo puedo tocar eso?". Y Lili me dijo: "Vos podés tocar eso y mucho más, Daniel. Todo lo que vos querás tocar". Y ahí aprendí a los nueve años a romper con la primera pobreza. Que es la pobreza de lo cultural. Yo solamente pensé que la música era... (Aplausos) (Fin de aplausos) Yo pensé que la música era lo que escuchaba en mi barrio, pero no sabía que existía otro tipo de música. Y así aprendí a ser, no solamente músico, sino a los 14 años, Lili, me vuelve a poner un desafío con una compañera que tocábamos los dos piano juntos, Marcela Tula, que los dos íbamos a clase. "Ahora ustedes, después de 5 años de tomar clases gratis en el centro cultural tienen que empezar a dar clase a otros". Y yo dije: "No, ¿yo, Lili? Yo no puedo dar clases a otros". "Sí, ustedes pueden dar clase a otros". "Pero, Lili, yo no tengo nada para dar". Y me dice: "Para dar, no hace falta que tengas algo en el bolsillo. Lo único que tenés que hacer es querer ayudar a otros". Entonces empecé a dar clases en mi barrio. Con Marcela, aprendimos los dos a dar clases. En el barrio dábamos clases a jóvenes, los más principiantes del barrio. Pasé a ser del pibe que se juntaba en la esquina a mandarse cagadas a "el profesor del barrio". Yo pasaba por la vereda y me decían: "Profe, profe". Pasaba como cuatro veces por la vereda. Iba al almacén y me decían: "¿Cómo le va profesor? Tome un caramelo". Y yo agarraba como cinco. La hija del almacenero era mi alumna. Y ahí aprendí a derribar otra pobreza, que es la pobreza de la dignidad. Que es la pobreza que se pierde porque uno por vivir en los contextos que vivimos piensa que la pobreza solamente tiene que ver con el hambre y el frío que uno siente a la noche, pero no. La pobreza poco tiene que ver con lo económico. Sino tiene que ver en qué haces vos para proyectar tu proyecto de vida. Qué hacés vos para poder decir quién sos, sin importar el título, ni el cargo que tengas en una empresa. Sino quién sos como persona. Y eso yo aprendí a los 14 años para empezar a dar clases a otros en mi barrio. A los 17 años... (Aplausos) A los 17 años empecé a coordinar el centro cultural comunitario con actividades con jóvenes de los barrios donde ya no me importaba solamente aprender yo y enseñar yo. Sino lo que hacíamos este grupo de jóvenes era formarnos y empezar a pensar sobre cómo nuestra comunidad, cómo nuestro barrio podía hacer actividades para mejorar la calidad de vida ya no solamente de los que estudiábamos, sino de nuestra comunidad. Hacíamos eventos en los barrios, festejábamos el Día del niño, buscábamos las necesidades de nuestro barrios y empezábamos a mejorar, no solo nuestra vida, sino la vida de nuestros vecinos. A los 25 años me voy de esta fundación porque sentí que en Crear vale la pena yo ya había pasado desde alumno, docente, coordinador, director ejecutivo, inclusive, hasta formaba jóvenes en temas políticos. Y empecé a entender que tenía que poder derribar otra de las pobrezas. Entonces empecé a trabajar con una organización civil que se llama Inicia. Y lo que hicimos en Inicia fue trabajar en el penal. Porque un joven del penal, el hijo de una amiga mía, lo vamos a ver porque estaba ahí preso. Cuando fui al penal lo primero que vi fueron esos dibujos que ustedes ven atrás de los jóvenes, era como una galería de arte, eran todos dibujos donde ellos habían dibujado todo lo que ellos querían. Lo miré a Cristian junto con Olga y le dijimos: "Che, Cristian, ¿qué hacen acá en el penal?". "Nada". "¿Cómo Cristián?" "Nada. El lunes nada, el martes nada, el jueves nada..." "¿Y si yo te propongo un taller donde ustedes puedan pensar en el error que cometieron por el cual están acá adentro y puedan pensar un proyecto para una vez que salgan del penal?". Y Cristian me contestó: "¿Vos harías eso por mí?". "Claro que sí". Entonces empezamos un taller donde hablábamos de liderazgo, de que ellos puedan liderar su proyecto de vida. Teníamos un libro que se llama "Los nuevos líderes", que era de esta asociación civil Y tenía capítulos como: "La transformación personal", "El bien común", "La ética" o "Los valores". Cada capítulo lo leíamos con los presos con los 48 presos que fueron al taller. Y no solamente eso, sino que armábamos un cómic y cada uno podía poner en el cómic lo que se quedaba de ese capítulo. Pero no solamente eso, sino que después invitábamos a los escritores de ese libro y reflexionábamos sobre el taller que nosotros estábamos dando. O sea que los presos también podían pensar una manera de proyecto de vivir una vez que salgan de ahí. Y ahí rompí otra pobreza, que es la pobreza del prejuicio. Uno piensa que las personas que están privadas de su libertad no solo se merecen estar ahí, sino que tampoco tienen ni la capacidad ni la dignidad de poder cambiar su futuro. Sí, pueden cambiar su futuro. Lo único que necesitan son oportunidades. Y yo, ahí lo que estaba brindando era una oportunidad. Pero no solamente con esta pobreza derribé la pobreza del prejuicio. Después me tocó trabajar en otro proyecto donde un compañero, un conocido, un gastronómico que tenía en el bajo de San Isidro una cadena de restaurantes, me dijo: "Che, Dani, enfrente de mis restaurantes está la villa Martín y Omar y la verdad, no sé qué hacer, porque cada vez que paso por ahí me dicen: 'Eh, bigote, ¿tené laburo pa mí?' Y yo no sé qué hacer". Entonces hicimos un programa que se llama Cocina para Integrar ¿Qué es lo que hacíamos? Este gastronómico les enseñaba a las mujeres de la villa Martín y Omar a que sean chefs, que puedan formarse ya no solo como personas que se dedican a las changas, sino también en un oficio como el gastronómico. Y ahí rompí otro prejuicio, y ahí rompí otra pobreza, que era la pobreza de pensar que personas que viven en contexto de vulnerabilidad solamente pueden trabajar de changarines. No, son profesionales que también se pueden formar en oficios, como el oficio de ser chef. En el camino me encontré con otra persona que también me ayudó a romper otra de mis pobrezas. Nos conocimos en una charla juntos y él tenía una empresa donde desarrollaba productos con diseño, un calzado con diseño distinto. Él da su charla, una empresa joven que exportaba a países de todo el mundo. Yo doy mi charla y me dice: "Dani, tenés que trabajar conmigo". Y yo le dije: "Tomás, ¿en qué querés que labure con vos en la empresa?". "Vos tenés que hacer en mi empresa lo que hacés en los barrios. Tenés que trabajar en mi barrio que es mi empresa, con mi comunidad, con mis empleados". "¿Y qué querés que haga?". "Quiero que seas el gerente de Recursos Humanos". Y yo le dije: "Pero, Tomás, yo no sé ni liquidar sueldos". Me dice: "No me importa, eso lo vas a aprender, lo que vos sabés es escuchar y estar con la gente". Después de trabajar tres años con él me propone ser además más que eso. Y soy hoy el gerente de Cultura y Felicidad. En el sector privado me dedico... (Aplausos) Ya no solamente me dedico hoy a trabajar en los barrios, a mejorar la calidad de vida de las personas, sino también las empresas empiezan a pensar que todas las personas que trabajan en una empresa pueden mejorar su calidad de vida y tienen que trabajar siendo felices y trabajar la cultura de esa empresa. Pero esto no fue lo último. El último gran proyecto que tengo junto con tres amigos es armar un emprendimiento social que se llama CreerHacer. ¿Qué es Creer Hacer? Es un emprendimiento social donde trabajamos con el sector privado, el sector público y con el sector social. Armando un puente para que estos tres sectores puedan mejorar la calidad de vida de cualquier persona. Tenemos un montón de proyectos con esta institución. Fortalecer a las ONG que quieran fortalecerse. Tenemos un proyecto que se llama Barrio Abierto, que es replicar un modelo muy parecido a este, pero en medio del barrio, por ejemplo en La Cava. En el medio de La Cava vamos a armar un evento que se llama Cava Abierta. Donde seis oradores vengan a contar su historia muy parecida a la mía y le puedan contar a sus vecinos que decidieron dar un paso al frente, que ellos decidieron mejorar su calidad de vida. (Aplausos) Ustedes me preguntarán hoy, ¿y cuál es tu riqueza? Mi riqueza tiene que ver con esto, con haber formado una familia, con mi mujer, con mis hermanos, con mis amigos. Ser padre de Lautaro y Catalina, que tiene dos meses de vida. Y yo les quiero decir algo: cualquiera de los que está acá puede ser una Liliana Alpern. Cualquiera de ustedes le puede dedicar una vez por semana a alguien para que transforme su vida. (Aplausos) A pesar de su pobreza económica o de su riqueza económica, no hagan de su vida una vida pobre. Muchas gracias. (Aplausos) (Silbidos) (Aplausos)