Desde los albores de la humanidad,
se estima que 100 800 millones
de personas han vivido y fallecido,
un número que se incrementa cada año
en cerca de 0.8 % en la población mundial.
¿Qué ocurre con los cuerpos de
esas personas tras su muerte
y se quedará el planeta al final
sin espacio para enterrarlos?
Cuando el corazón
de una persona ya no late,
el cuerpo pasa por varias etapas
antes de la descomposición.
En cuestión de minutos tras la muerte,
la sangre se ubica en las partes
más bajas del cuerpo.
Por lo general, de 8 a 12 horas más tarde,
la piel en esas áreas se decolora
por livideces o manchas post mortem.
Y en el momento de la muerte los músculos
del cuerpo se relajan completamente
en una condición
llamada flacidez primaria,
poniéndose rígidos de 2 a 6 horas más
tarde, lo que se conoce como rigor mortis.
Esta rigidez se extiende
por los músculos,
y la velocidad depende de la edad,
el sexo y el medio circundante.
El cuerpo también cambia la temperatura,
por lo general enfriándose
para igualarse a su entorno.
A continuación viene la descomposición,
el proceso en el que las bacterias
y los insectos descomponen el cuerpo.
Hay muchos factores que afectan
la velocidad de descomposición.
Pero hay una norma básica del efecto
del ambiente sobre la descomposición
llamada Ley de Casper.
Dice que si todos
los demás factores son iguales,
un cuerpo expuesto al aire
se descompone el doble de rápido
que uno sumergido en agua
y 8 veces más rápido
que uno enterrados en la tierra.
La acidez del suelo también afecta
en gran medida la conservación del hueso.
Suelos de alta acidez
con un pH de menos de 5,3
descomponen rápidamente el hueso,
mientras que en un suelo neutro
o básico con un pH de 7 o más,
hace que un esqueleto permanezca en
relativas buenas condiciones por siglos.
Diferentes culturas
a lo largo de la historia
han desarrollado
formas únicas de enterramiento.
Ya en los primeros
enterramientos neandertales,
la muerte fue acompañada de rituales,
como el posicionamiento, la coloración
o la decoración de los cadáveres.
Los enterramientos cristianos
tradicionales decoran el cuerpo con ropa,
mientras que en el islam tradicional,
un cuerpo está envuelto
en un trozo de tela ritual
con la cara orientada hacia la Meca.
Los hindúes queman el cuerpo
en ceremonias tradicionales
y los zoroastrianos, seguidores de una de
las religiones monoteístas más antiguas,
ponen tradicionalmente los cuerpos
encima de una torre expuestos al Sol
y a aves carroñeras.
Antes de la revolución industrial, los
entierros eran simples y accesibles.
Hoy, acabándose el suelo para entierros
en zonas muy pobladas,
la compra de tumbas
privadas puede ser costosa,
y muchas personas no pueden
permitirse simples entierros.
Incluso la cremación, la segunda práctica
de enterramiento más común
en el mundo, tiene un alto costo.
En cuanto a la cuestión
de la escasez del espacio,
la cuestión no es tanto
sobre la superficie total en el mundo
como lo es las grandes poblaciones
agrupadas en las ciudades.
La mayoría de las grandes
ciudades en el mundo
puede quedarse sin cementerios
adecuados dentro de un siglo.
Para Londres, será antes.
Eso puede suceder ya en el año 2035.
Así que ¿hay alternativas
a los entierros tradicionales
que podrían subsanar
el problema de espacio?
Los cementerios rascacielos permiten en
algunos países enterramientos verticales.
Algunas opciones se centran
en la relación del cuerpo con el medio.
La promación, por ejemplo,
congela en seco y pulveriza el cuerpo,
creando un polvo que
se puede convertir en compost
cuando se mezcla con oxígeno y agua.
También hay entierros ecológicos
que utilizan materiales especiales,
tales como ataúdes biodegradables,
urnas de donde brotan árboles,
y trajes para enterramiento
que cultivan hongos.
Arrecifes eternos llevan ese concepto
a las profundidades del océano,
utilizando una mezcla
de cenizas y cemento
para crear hábitats marinos
para la vida en el mar.
La muerte es una parte
inevitable de la condición humana,
pero la forma cómo tratamos los órganos
y los enterramientos sigue evolucionando.
Cada uno de nosotros
puede tener diferentes
enfoques espirituales, religiosos,
o pragmáticos para morir,
pero la cada vez mayor
demanda de espacio de entierros
podría darnos un empujón
para ser creativos
sobre donde estarán nuestros cuerpos
tras las etapas finales de la vida.