En 1944, 11 años antes
de la trascendental decisión
que tomaría en un autobús en Montgomery,
Rosa Parks investigaba
un delito aberrante.
Como emisaria de la NAACP,
la "Asociación nacional para
el progreso de la gente de color",
viajó a la zona rural de Alabama
para reunirse con Recy Taylor,
una joven que había sido violada
por seis hombres blancos.
De por sí ya sería difícil convencer
al tribunal de Alabama
de la culpabilidad
de al menos uno de ellos,
pero Rosa no se echó atrás.
Creó un comité para defender
a Recy ante la corte.
Tras ello, los medios
se abarrotaron de testimonios
y las protestas
se multiplicaron en el sur.
Cuando un jurado falló
a favor de los agresores,
Parks solicitó al gobernador
la formación de un nuevo jurado.
Escribió: "Sé que demostrarán
ante el pueblo de Alabama
que la justicia es igualitaria
para todos los ciudadanos".
En el transcurso de su vida, Parks se alzó
varias veces contra la violencia racial
y los sistemas discriminatorios
que protegían a los responsables.
Pero esa lucha conllevaría
grandes riesgos,
y supondría un alto costo
a nivel personal.
Nacida en 1913, Rosa fue criada
por su madre y sus abuelos
en la zona rural de Alabama.
Pero por fuera de
esta contención familiar,
el miedo a la violencia racial
acechaba entre las sombras.
El Ku Klux Klan frecuentaba el vecindario,
y las leyes Jim Crow permitían
la segregación en espacios públicos.
A los 19 años, se estableció en Montgomery
y se casó con Raymond Parks,
un barbero con quien compartía
su indignación por la injusticia racial.
Raymond fue miembro
de la sede local de la NAACP,
un puesto que muchos evitaban
por temor a ser perseguidos.
Al principio, se ocupó especialmente
de proteger a Rosa
de los potenciales peligros del activismo.
Pero Rosa, cada vez más indignada
por las restricciones que pesaban
sobre los negros en EE.UU.,
ya no pudo mantenerse al margen.
Cuando ingresó oficialmente
a la NAACP en 1943,
Rosa y Johnnie Rebecca Carr
eran las únicas mujeres
en la sede de Montgomery.
Empezó a redactar
las actas de las reuniones
y en poco tiempo llegó a ser
secretaria de la sede,
lo cual marcó formalmente
el comienzo de una doble vida.
De día, Rosa trabajaba como modista
para mantener a su madre y su esposo.
De noche, leía y documentaba
numerosos casos
en que se avasallaban derechos civiles,
desde conflictos políticos locales
hasta asesinatos de amplia repercusión
y crímenes por odio.
Como secretaria, preparaba
las respuestas públicas
en representación de la sede de Montgomery
para denunciar las sentencias severas,
las acusaciones falsas
y las campañas de desprestigio
tan frecuentemente dirigidas
a los afroestadounidenses.
Además de su rol en el ámbito jurídico,
Rosa fue una brillante estratega.
Como miembro del consejo
juvenil de la NAACP,
ayudó a los jóvenes a lidiar
con los sistemas segregacionistas,
como la inscripción para sufragar y
el acceso a bibliotecas solo para blancos.
La cobertura mediática sobre la NAACP
permitió a Rosa poner al descubierto
las actividades clandestinas
por los derechos civiles.
Alentaba el uso de la obediencia civil
y alzó su voz contra la violencia racial,
especialmente por
el asesinato de Emmett Till.
En 1955, Rosa se negó a ceder
su asiento en un autobús segregado,
lo cual precipitó el movimiento
popular que tanto anhelaba.
Por esta protesta individual,
Rosa fue arrestada y llevada a prisión,
donde recibió la visita
de activistas locales.
En conjunto, planearon un boicot
al transporte por 24 horas,
que finalmente se extendió a 381 días.
Este sencillo acto
transformó el incipiente activismo
por los derechos civiles
en un movimiento de alcance nacional.
En 1956, el boicot finalizó
cuando la Suprema Corte
falló a favor de la integración racial
en el transporte público.
Pero este triunfo tendría un alto costo.
Rosa recibió duras amenazas
de muerte en la campaña,
y su reputación política le impidió
conseguir empleo en Montgomery.
En 1957, se mudó a Detroit, donde
siguió trabajando como modista,
hasta que el legislador
John Conyers la empleó
para que lo ayude con sus pujantes
campañas por los derechos civiles.
Incansable luchadora
contra la desigualdad racial,
Parks se mantuvo activa
los 40 años siguientes.
Escribió varios libros,
viajó por todo el país para dar charlas
de apoyo a otros activistas
y fundó un instituto
de enseñanza para jóvenes
en memoria de su difunto esposo.
Hoy en día, Rosa Parks
es recordada por su espíritu de lucha
contra los más poderosos
y las políticas dominantes.
Su llamada a la acción sigue resonando:
"Saber lo que hay que hacer
hace que el miedo desaparezca".