Presa de una pasión vengativa, la Reina de la Noche entra raudamente en escena. Comienza a cantar su aria principal, una de las partes más famosas de la reconocida obra de Mozart, "La flauta mágica". La orquesta colma el salón con música, pero la voz de la reina triunfa sobre los instrumentos. Su melodía resuena y llega a miles de espectadores, incluso los sentados hasta 40 m de distancia, y esto sin necesidad de usar micrófono. ¿Cómo puede una única voz oírse de forma tan nítida por encima de decenas de instrumentos? Encontramos la respuesta en la física de la voz humana y en la técnica cuidadosamente refinada de un cantante de ópera profesional. Toda la música en un teatro de ópera se origina en las vibraciones creadas por los instrumentos, sean las cuerdas de un violín o las cuerdas vocales de un cantante. Estas vibraciones envían ondas al aire que nuestro cerebro interpreta como sonido. La frecuencia de tales vibraciones, específicamente el número de ondas por segundo, es la forma en que el cerebro determina la tonalidad de una nota individual. Pero en realidad, cada nota que escuchamos es una combinación de múltiples vibraciones. Imagina la vibración de una cuerda de guitarra en su frecuencia más baja. Esto se denomina "nota fundamental", y este tono bajo es lo que más usa el oído para identificar una nota. Pero esta vibración baja desencadena frecuencias adicionales llamadas "sobretonos", que están por encima de la nota fundamental. Estos sobretonos se descomponen en frecuencias específicas llamadas "armónicas" o "parciales", y los cantantes de ópera producen magia al manipularlas. Cada nota tiene un conjunto de frecuencias que componen su serie armónica. La primera parcial vibra el doble que la fundamental. La siguiente vibra el triple que la fundamental, y así sucesivamente. Básicamente, todos los instrumentos acústicos producen series armónicas, pero la forma y el material de cada instrumento afecta el balance de sus armónicas. Por ejemplo, una flauta enfatiza las primeras parciales. Pero en el registro más bajo de un clarinete, las parciales impares son las que más fuerte resuenan. La fuerza de varias parciales es parte de lo que da a cada instrumento su firma sonora característica. También afecta su capacidad de sobresalir en una orquesta, ya que nuestro oído está más afinado para detectar ciertas frecuencias. Esto es esencial para la capacidad de proyección de un cantante de ópera. Una soprano de ópera, la más aguda de las cuatro voces estándares, puede producir notas con frecuencias fundamentales que tienen de 250 a 1500 vibraciones por segundo. El oído humano es muy sensible a las frecuencias de entre 2000 y 5000 vibraciones por segundo. Por ello, si la cantante produce las parciales dentro de este rango, puede centrarse en un punto sensorial óptimo en el que tenga más posibilidades de ser oída. Otra ventaja de las parciales más agudas es que tienen poca competencia por parte de la orquesta, cuyos sobretonos son más débiles que dichas frecuencias. El resultado al enfatizar estas parciales es un timbre distintivo denominado el "squillo" del cantante. Los cantantes de ópera entrenan durante décadas para crear su squillo. Son capaces de producir frecuencias más agudas al modificar la forma y la tensión de sus cuerdas vocales y su tracto vocal. Y al cambiar la posición de la lengua y los labios, pueden acentuar algunos sobretonos mientras aminoran otros. Los cantantes también aumentan su rango de parciales con el vibrato, un efecto musical en el que una nota oscila apenas en tonalidad. Esto crea un sonido más completo que sobresale por encima del vibrato de los instrumentos más suaves. Una vez que consiguen las parciales correctas, los cantantes emplean otras técnicas para potenciar el volumen. Expanden su capacidad pulmonar y optimizan su postura para lograr una respiración constante y controlada. La sala de conciertos también ayuda, pues tiene superficies rígidas que reflejan las ondas sonoras hacia la audiencia. Todos los cantantes aprovechan estas técnicas, pero las diferentes características vocales requieren una diferente preparación física. Un cantante wagneriano necesita desarrollar resistencia para sobrellevar las epopeyas de cuatro horas del compositor. En tanto, los cantantes del "bel canto" deben tener cuerdas vocales versátiles para crear arias acrobáticas. La biología también impone algunos límites: no todas las técnicas son factibles para todos los músculos, y las voces cambian con la edad. Pero tanto en una sala de ópera como en la ducha, estas técnicas pueden hacer que las voces sin micrófono se vuelvan obras maestras musicales muy potentes.