Hola a todos. (Aplausos) Veamos. Hoy quiero hablarles de la carne. Tan deliciosa, exquisita y suculenta. (Risas) Siempre me ha encantado. Mi primera comida favorita fueron los perritos calientes. Me entusiasmaban. Luego, cuando cumplí seis años decidí que, de hecho, la pizza de pepperoni era lo mejor del mundo. Y sigo creyéndolo. De verdad lo es. ¿Mi plato chino preferido? Hong shao rou. (Risas) ¡Qué locura! Está riquísimo. Pero a pesar de mi amor por la carne, hace cosa de dos meses y medio decidí empezar a consumirla mucho menos, en parte por cuestiones de salud y en parte porque siempre he querido preocuparme más por los animales que mueren para acabar convertidos en panceta. Pero también se debió a que aprendí mucho sobre el impacto medioambiental que tiene lo que como sobre el mundo que me rodea. No se me ocurre nada más varonil que cortar un filetazo bien jugoso. Además, hay pocas cosas más humanas. La carne ha sido fundamental para nuestra identidad como seres humanos, así como para el desarrollo de nuestras características. La carne es lo que nos dio un cerebro de mayor tamaño y un estómago más pequeño aunque yo sigo trabajando en ello, vaya. (Risas) Es lo que nos permitió empezar a caminar erguidos en vez de a cuatro patas. La carne nos hizo inteligentes. Las caza cooperativa nos ayudó a desarrollar la capacidad del habla, nuestras habilidades sociales y, de nuevo, nuestra inteligencia, la cual hemos usado para crear un mundo en el que poder comer muchísima carne. En 1900, el peso total de todos los animales domésticos del mundo, o sea, vacas, caballos, cerdos, cabras, ovejas, todo animal que puedas poner tras una valla y dejar que viva a tu lado, cuadruplicaba el peso de todos los animales silvestres del mundo. 100 años después, el peso total de todos los animales domésticos del mundo es 25 veces mayor que el de los animales silvestres. Nuestro amor por la carne ha transformado el mundo, y seguirá transformándolo. Ello se debe a que, desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, los ingresos globales han ido creciendo. En 1950, el consumo mundial de carne era de 50 millones de toneladas. 25 años después, se había duplicado hasta más de 110 millones de toneladas. Otros 25 años, y se volvió a duplicar hasta 220 millones de toneladas de carne consumida en el mundo. Diez años después, otros 55 hasta los 275 millones de toneladas, equivalentes a unos 40 kg por persona en todo el mundo. Pero el nivel de consumo cárnico no es el mismo en todas partes. Está claro que cuanto mayor es la renta de un país, más carne se come. Es por eso que ya antes de la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo después, EE.UU. ha sido el mayor consumidor cárnico durante mucho tiempo, seguido de Brasil y España. Además, los países en vías de desarrollo que aún no han alcanzado la categoría de "desarrollados" siguen comiendo escasas cantidades de carne. En países africanos como Nigeria y Egipto, el consumo de carne tan solo se ha duplicado desde los años 40, mientras que naciones como Corea del Sur, que se ha enriquecido muchísimo desde la Segunda Guerra Mundial, ha visto cómo su consumo cárnico se ha multiplicado por 20. En los próximos 40 años, los científicos calculan que el consumo global de carne aumentará un 55 %. Ese aumento procede de los países emergentes donde se está empezando a comer más carne. Esperemos que los países desarrollados empiecen a disminuir su consumo, quizá mediante iniciativas como la mía. Cada año, matamos 55 000 millones de pollos, 3000 millones de patos y pavos, 1000 millones de ovejas y cabras y 300 millones de cabezas de ganado. Tan solo en EE.UU., matamos 24 millones de pollos todos los días. Es una cantidad bárbara de carne, y vamos a seguir criando más y más animales que poder matar. Fijémonos en China, por ejemplo. En 1961, el consumo medio per cápita en China era de menos de cuatro kilos por persona. 50 años después, había aumentado hasta 57,5 kilos por persona de consumo de carne al año. Los investigadores calculan que para 2030, el consumo chino de carne crecerá hasta los 90 kilos por persona, de los cuales dos tercios corresponderán al cerdo. Producir toda esta carne para su consumo mundial acapara muchos recursos. Se necesitan mucha tierra y cultivos para producir un kilo de carne. Un kilo de carne de res requiere casi 50 metros cuadrados de tierra para producir los cultivos que alimentarán a esa vaca. Para un kilo de cerdo, hacen falta hasta 12 metros cuadrados. Para un kilo de pollo, hacen falta hasta 10 metros cuadrados. Nos estamos quedando sin tierra con la que alimentar a todos los animales que queremos devorar con tal voracidad. Un cuarto de toda la superficie continental que no está helada ya se emplea para la crianza de ganado, es decir, de vacas y otros animales que pacen por los pastos y prados. Equivale a la superficie de tierra correspondiente a los bosques o, al menos, esperemos que sigan siendo bosques en el futuro. Un tercio de toda la tierra arable, que quiere decir cultivable, corresponde a cultivos de forraje, o sea, cultivos específicos para alimentar a los animales que nos queremos comer. En total, los humanos dedicamos ocho veces más terreno para alimentar al ganado que queremos consumir que para nuestra propia alimentación. Esto nos lleva a Sudamérica. China se está quedando sin suelo con el que saciar su voraz apetito por la carne. Como ya he mencionado, el consumo cárnico de China es de unos 60 kilos por persona por año, ahora mismo, dos tercios de los cuales corresponden a la carne de cerdo. Dado que no queda suficiente suelo en China para cultivar la soja o el maíz que sustentan a esos cerdos, China ha de importar toda esa comida para alimentar al ganado porcino que quiere consumir. Y gran parte de esa comida procede de Sudamérica. China compra la mitad del mercado global de soja y un quinto de todo el maíz producido a escala mundial. Adquiere la soja de países como Argentina, Chile o Brasil. Y uno de los problemas crecientes a los que se enfrenta el mundo es que gran parte de esa tierra, que poco a poco se está convirtiendo en campos de cultivo para producir soja con la que cebar a los cerdos de China es actualmente selva tropical. La deforestación ocurre cuando la selva tropical y otros bosques se talan para convertirlos en suelo cultivable y alimentar a esos animales. Y la deforestación de las selvas tropicales en concreto es muy peligrosa, dado que hacen las veces de "esponja" para los gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global. Ahora mismo, la carne que comemos se traduce en más soja, que a su vez implica menos selvas, lo cual genera más gases de efecto invernadero, que dan lugar a temperaturas más altas y un clima cada vez más raro para todos. Hablemos ahora del otro cultivo para alimentar ganado. Recordad, hay dos: soja y maíz. La soja se cultiva como fuente de proteína para estos cerdos. El maíz aporta los carbohidratos, y prácticamente toda la producción mundial procede de los EE.UU. El maíz estadounidense es increíblemente productivo, por el hecho de que echamos cantidades ingentes de aceite, gasolina y fertilizantes en esa tierra para así poder producir tales barbaridades de maíz. Hacen falta unos 190 litros de aceite para cultivar unos 4 km2 de maíz. Todo ese aceite se usa para producir fertilizante. El ingrediente mágico del fertilizante es el nitrógeno. Pese a que el nitrógeno no es muy bueno para el medio ambiente en grandes cantidades, justamente lo empleamos en grandes cantidades en nuestras tierras. Cuando el nitrógeno penetra el suelo, a veces infiltra nuestro suministro de agua potable, lo que es nocivo para la salud, sobre todo la de los niños. No obstante, el auténtico problema con el nitrógeno y la polución del agua es cuando este penetra el suelo y acaba llegando al cauce de un río, a través del cual alcanza el océano y las aguas litorales poco profundas, como las del golfo de México. Una gran porción del nitrógeno de EE.UU. se ha filtrado hacia el golfo de México, dando lugar a lo que se conoce como eutrofización, es decir, lo que sucede cuando el nitrógeno se introduce en el agua y provoca la proliferación masiva de algas. Cuando esas algas aparecen en un gran espacio marino, absorben todo el oxígeno, dejando zonas hipóxicas o "muertas" en las que los peces no pueden respirar, por lo que la flora y fauna marina de la región acaban muriendo. Y lo que la increíble y extraordinaria ganadería industrial de EE.UU. ha hecho en las aguas del golfo de México es crear una zona hipóxica del tamaño del estado de Nueva Jersey. Ese no es el único tipo de eutrofización que está acaeciendo en el mundo. La eutrofización está teniendo lugar por doquier, y supone un problema creciente. A continuación, quiero hablar del efecto de la producción cárnica en la atmósfera, en los gases de efecto invernadero y en el calentamiento global. Cada kilo de carne, como ya hemos visto, tiene un precio particular que pagamos con el medio ambiente. La carne de res, en particular, es la más cara. La producción cárnica es responsable de los tres principales gases de este tipo: el dióxido de carbono, el cual espero que ya conozcan todos; el metano, expulsado por las vacas con sus eructos y flatulencias (Risas) después de comer tanta hierba, o, en la actualidad, maíz. El metano es 21 veces más tóxico que el dióxido de carbono. El óxido nitroso se genera a partir de los excrementos de los animales y de los fertilizantes de nitrógeno que se filtran en el suelo y la atmósfera. El óxido nitroso es incluso más tóxico que el metano. El óxido nitroso es 310 veces más perjudicial para el medio ambiente que el dióxido de carbono. En conjunto, la producción cárnica supone un 10 % de todas las emisiones de dióxido de carbono a escala mundial. Supone el 40 % de todo el metano liberado al medio ambiente, casi dos tercios de todas las emisiones de origen humano de óxido nitroso. En conjunto, esto significa que la producción de carne es la segunda causa de las emisiones de gases de efecto invernadero, con un quinto de todos los emitidos en 2004, y no deja de crecer cada año. Esto supone más que todos los gases producidos por el transporte, es decir: aviones, trenes, coches, camiones y barcos, todos juntos. Fijémonos en las vacas estadounidenses en particular. Las vacas de EE.UU. producen más gases de efecto invernadero que los emitidos por 22 millones de coches en carretera por año. Y las vacas de EE.UU. producen tantos gases porque los estadounidenses consumen mucha carne de res. El estadounidense medio come unas tres hamburguesas a la semana, que equivale a 156 al año, lo cual, si se multiplica por la población de EE.UU., significa que los estadounidenses que van a McDonald's, y Wendy's, y Burger King, y todos esos sitios tan ricos que tenemos están consumiendo 48 000 millones de hamburguesas al año, y esos 48 000 millones de hamburguesas están causando estragos en el medio ambiente. Para producir cada cuarto de libra que comemos, se necesitan 380 litros de agua, medio kilo de cereal, 240 ml de gasolina, y se crean 680 gramos de mantillo, la mejor capa del suelo que da lugar a los cultivos más fértiles, que se pierden debido a la erosión. Todos estos ingredientes económicos hacen que el medio ambiente tenga que pagar un precio alto. Cada hamburguesa de 125 gramos supone alrededor de 3 kg de equivalentes de dióxido de carbono. Ello significa que la adicción a las hamburguesas de los estadounidenses, y es que nos encantan, tres hamburguesas semanales multiplicadas por cada estadounidense acaba significando que nuestro consumo de hamburguesas sea el responsable de la emisión de 158 millones de toneladas de gases invernadero hacia la atmósfera al año, el equivalente a 34 centrales eléctricas de carbón que funcionen todo el año. Es una cifra importante, consecuencia únicamente de lo que comemos. Ahora me gustaría hablaros un poco acerca de lo que podéis al respecto. Estoy dando esta charla porque, hace un par de meses, empecé a leer un libro. No soy científico, ni tampoco ningún experto. Tan solo alguien con mucha hambre que quería leer sobre el tema. (Risas) ¿Bien? Resulta que si reduces... Digamos que te comes dos hamburguesas a la semana. Si te pasas a una dieta de tan solo una hamburguesa semanal, ahorras el equivalente de 560 km de coche en carretera durante un año entero. Si todos tomamos la decisión de reducir nuestro consumo cárnico, podemos cambiar las cosas. He decidido reducir mi consumo de carne de 12 comidas a la semana a unas 4. No puedo dejar de comer carne porque me gusta demasiado. Pero cada pequeña decisión que tomamos reviste importancia. Quiero despedirme con una cita de un escritor, poeta y activista medioambiental de EE.UU., Wendell Berry. "Comer es un acto agrícola". A lo que se refiere es a que cada decisión que tomamos respecto a lo que comemos afecta a lo que los agricultores cultivan y producen. Afecta a lo que nos sirven en los restaurantes. Afecta a lo que nos hace nuestra madre para cenar. Comer es un acto político. Podemos votar con la boca y con el estómago, y al elegir consumir menos carne, podemos hacer del mundo un lugar mejor. Así que me encantaría si hoy se fueran de aquí pensando: "Bien, cuando vaya a McDonald's no me voy a pedir la hamburguesa, sino la tarta de manzana". (Risas) Están buenísimas. O que cuando vayan a un restaurante con los amigos, y pidan algunos platos de carne y otros de verduras para compartir, pidan uno menos de cerdo y, en su lugar, otro vegetariano. Todas las decisiones que tomamos surten un efecto en el mundo. Así que, juntos, comamos mejor y hagamos del mundo un lugar mejor. Gracias. (Aplausos)