¿Alguna vez han tenido que
romper las normas familiares?
Hoy yo rompo las mías
en torno al dinero,
los secretos y la vergüenza.
En el 2006, mi hermano Keith me llamó
el día en que cumplía sus 40 años.
"Tam, estoy en apuros.
No te lo pediría si no fuera necesario.
¿Me prestas 7500 dólares?".
Esa no era la primera vez
que necesitaba dinero rápido,
pero esta vez su voz me dio miedo.
Nunca lo había oído tan
decaído y avergonzado
y encima era el día de su cumpleaños.
Después de unas preguntas básicas
que todos habríamos hecho,
acepté prestarle el dinero,
pero con una condición:
que como la financiera
profesional de la familia,
quería reunirme con él y con su mujer
para ver qué pasaba realmente.
Unas semanas más tarde,
nos encontramos en un Starbucks
y comencé con dureza
a hablar del presupuesto.
"Deberían vender la casa, buscar
algo más pequeño donde vivir,
vender los "juguetes".
¿Y el Starbucks?
Renuncien al café diario de 5 dólares".
Ya saben, todos esos esfuerzos que
hacemos para no ser menos que los vecinos.
Rápidamente, mi hermano y su mujer
entraron en un terrible juego de culpas
y se armó un buen lío.
Dudé entre hacer de psicóloga
o de hermana enojada.
Quería que fueran mejor que eso.
"Vamos, chicos. Reaccionen de una vez.
Son padres.
Maduren, y arriba el ánimo".
Cuando me fui, llamé a mi madre,
pero Keith se me adelantó
y le dijo que yo no los había ayudado.
De hecho, estaba dolido y pensaba
que nos habíamos aliado contra él.
Pues claro. Lo había avergonzado
mi dura charla sobre el presupuesto.
Pasaron dos meses
cuando recibí una llamada.
"¿Tam? Tengo malas noticias.
Keith se suicidó anoche".
Días después, en su casa,
me puse a buscar respuestas,
en su "oficina", el garaje.
Allí encontré un montón de facturas
atrasadas de la tarjeta de crédito
y un aviso de ejecución hipotecaria
que le habían entregado
el día de su muerte.
Mi hermano dejó una hija
preciosa de 10 años,
un hijo brillante de 18 años,
semanas antes de su graduación,
y la que había sido
su mujer durante 20 años.
¿Por qué paso esto?
Mi hermano estuvo atrapado en el ciclo
de vergüenza monetaria de nuestra familia
y no era el único en esta situación.
Las tasas de suicidio
en adultos de entre 40 y 64 años
han aumentado casi un 40 % desde 1999.
La pérdida de empleo, la bancarrota
y las ejecuciones hipotecarias
fueron responsables de casi
el 40 % de las muertes,
y 7 de cada 10 suicidios corresponden
a hombres blancos de mediana edad.
Lo que he aprendido
es que nuestro comportamiento financiero
autodestructivo y contraproducente
no está impulsado por nuestras
mentes racionales y lógicas.
Por el contrario, son producto de nuestro
sistema de creencias inconscientes,
asentado en nuestra infancia
y tan profundamente arraigado
que condiciona nuestra relación
con el dinero cuando somos adultos
y muchos llegan a pensar
que son holgazanes,
tontos o que están locos,
o que son malos con el dinero.
Es lo que yo llamo vergüenza monetaria.
La Dra. Brené Brown, una conocida
investigadora en el tema de la vergüenza,
la define como "la experiencia
o el sentimiento increíblemente doloroso
de creer que estamos equivocados
y por lo tanto no merecemos
amor ni sentir que pertenecemos".
Basándome en esta definición,
así defino yo la vergüenza monetaria:
"la experiencia o el sentimiento
increíblemente doloroso
de creer que estamos equivocados
y por lo tanto no merecemos
amor ni sentir que pertenecemos,
según el saldo
de nuestra cuenta bancaria,
nuestras deudas, nuestras
casas, nuestros autos
y nuestra posición laboral".
Déjenme que les dé un par
de ejemplos para explicarme.
Creo que todos tenemos
vergüenza monetaria,
ganemos 10 000 dólares
al año, o 10 millones,
y se debe a que otorgamos
al dinero todo nuestro poder.
Les diré cómo se comporta alguien
a quien quieren, o incluso Uds. mismos,
cuando sienten vergüenza monetaria.
Van a lo grande, siempre
encargándose de la cuenta,
rescatando económicamente
a la familia y los amigos.
Están económicamente seguros,
pero viven en un estado
crónico de insuficiencia.
Conducen un Mercedes, pero el presupuesto
solo les permite comprarse un Honda.
Y tienen buen aspecto a toda costa.
Sé que podemos liberarnos
de las garras de la vergüenza monetaria,
porque yo lo hice.
Poco después de la muerte
de mi hermano, empezó la recesión.
Perdí mi negocio y caí en bancarrota.
En mi interior, estaba aterrada.
Me quedé en casa durante un año,
pensando que había hecho algo malo;
me decía: "¿Qué has hecho?
¿Qué ha pasado?"
Me quedé callada mientras
salía fuera y sonreía.
Nadie lo sabía.
Eso es vergüenza monetaria.
Lo que tenía que hacer
era dejar de aferrarme
al hecho de tener todas las respuestas.
Yo era la sabelotodo de la familia
y tuve que renunciar a la idea
de que un nuevo plan económico
era la solución.
E igual que con otras cosas en mi vida,
me enviaron una persona para ayudarme,
y acepté la ayuda,
pero tuve que hacer
una gran investigación
sobre la historia económica de mi familia
y sobre mis creencias monetarias.
Tenemos que empezar
a tener esa conversación.
El dinero no puede ser un tema tabú.
Tenemos que ser sinceros cuando
tengamos problemas económicos
y tenemos que despertar, tenemos
que dejar de bloquear nuestro dolor.
Para poder descubrir las partes dolorosas
de nuestra historia económica
y de nuestro historial económico,
no se puede estar bloqueado.
Tenemos que dejar nuestro
pasado para poder ser libres.
Dejamos el pasado cuando nos rendimos,
tenemos fe y perdonamos.
La deuda es la manifestación
tangible de no perdonar.
Si tienen deudas, no han
perdonado del todo su pasado,
así que es nuestro trabajo
perdonarnos a nosotros y a otros
para poder vivir libremente.
Si no, nuestra historia
seguirá repitiéndose.
Esta no es una solución rápida
y sé que todos queremos una,
pero es un despertar lento.
Esto es otro nivel de trabajo.
Tenemos que ir más arriba
para conseguirla,
para llegar a esa solución.
Así que intenten esto: sigan sus dólares.
Su dinero les mostrará lo que valoran.
¿Adónde va?
Y luego pregúntense: ¿de verdad
valoro todas estas cosas?
Y pregúntense qué sienten
cuando gastan dinero.
¿Se sienten solos?
¿Están aburridos?
¿O simplemente emocionados?
Pero se necesita hacer
un trabajo más profundo.
Para empezar, ¿cómo han adoptado
todas esas creencias monetarias?
A esto lo llamo autobiografía monetaria
y como coach monetaria este es
el primer paso que doy con mis clientes.
Piensen en su primer recuerdo
monetario de la infancia.
¿Cómo se sintieron
cuando tuvieron dinero?
¿Estaban emocionados,
orgullosos o confusos?
¿Y qué hicieron con el dinero?
¿Fueron corriendo a la tienda
de caramelos o al banco?
¿Y qué oyeron decir a sus padres,
qué los vieron hacer con el dinero?
Mi hermano y yo escuchamos:
"Más dinero nos hará más felices".
Todos los días.
"Más dinero nos hará más felices".
E incorporamos a nuestras
creencias monetarias
que nuestra autoestima estaba
relacionada con nuestros ingresos,
mientras veíamos a nuestra madre vivir
en un estado de insuficiencia crónica.
Y bloqueaba el dolor
con azúcar y compras.
¿Y qué hicimos?
Keith hizo la vida de mi madre.
Cobraba muy poco, ansiaba
ser rescatado económicamente
y bloqueaba el dolor con alcohol.
Yo hice lo contrario.
Tenía altos ingresos,
iba al rescate de otros
y bloqueaba el dolor
con libros de autoayuda.
Pero lo que teníamos en común
eran nuestras creencias monetarias.
Ambos pensábamos que el saldo
de nuestra cuenta bancaria
estaba relacionado
con nuestra autoestima.
Volviendo a la reunión
con mi hermano en Starbucks....
él no necesitaba
ni un presupuesto, ni mi opinión.
Necesitaba romper con su sufrimiento
y necesitaba mi compasión.
Keith no tuvo la capacidad de hablar
y romper nuestro ciclo familiar
de vergüenza monetaria,
así que dejó que lo hiciera yo
y que compartiera su legado.
El cambio es difícil,
pero en mi familia no cambiar es letal.
Así que hice el trabajo
y he experimentado un profundo perdón
y hoy, estando aquí,
vivo con un propósito.
Yo sirvo y el dinero me sirve a mí.
Solo hace falta
una persona en sus familias
para romper el ciclo
de la vergüenza monetaria.
Y quiero que sean Uds. quienes lo hagan.
Gracias.
(Aplausos)