¿El azúcar secundario mata?
No, esperen.
El humo de segunda mano mata.
Causa cáncer de pulmón.
Lo sé porque en 1986 lo dijo
el Secretario de Salud.
¿Qué hicimos?
Lanzamos campañas masivas.
Etiquetamos los paquetes
con la frase: "Fumar mata".
Lanzamos campañas públicas
para que los niños lo supieran.
Y llegaban a decirte:
"Mamá, si no dejas de fumar, vas a morir".
Esto es bastante duro.
Era una emergencia de salud pública.
Y ahora tenemos otra.
Se trata del azúcar secundario,
y voy a explicarles cómo mata.
Todos conocen el azúcar primario, ¿no?
El azúcar primario es el que se encuentra
en las frutas, verduras,
legumbres, frutos secos, leche;
es la lactosa; son buenos para nosotros.
El cuerpo sabe muy bien cómo procesarlos
junto con el resto de las proteínas,
fibras, y vitaminas que contienen.
Lo que yo llamo azúcar secundario,
un término que he acuñado yo,
es el azúcar que se esconde y se añade
a los alimentos procesados.
Este es el que es malo.
Para empezar, está escondido.
Echemos un vistazo a esto.
Está escondido porque no está
donde esperamos que esté, o sea,
en sus bebidas, en sus dulces.
Está escondido porque la mitad
se encuentra en alimentos salados.
¿Salados? Sí.
Está en la sopa.
Tres cucharillas de azúcar en esa sopa.
Está en los crackers.
Seis cucharillas.
Y dirán, "Pero solo como unos pocos".
Sí, una ración son cinco crackers.
¿Conocen a alguien que coma solo cinco?
(Risas)
¿Cinco patatas fritas?
Yo no. ¿Verdad?
Se comen la bolsa entera.
Eso son cucharillas de azúcar.
Y está en todas partes.
Cuando digo en todas partes,
quiero decir en el pan,
en la pizza, en hamburguesas,
en la salsa de la ensalada,
en la salsa picante favorita de EE.UU.
Están leyendo estos números bien:
esta botella contiene
24 cucharillas de azúcar.
Sí, la botella normal.
Y dirán, "Pero si yo solo como un poco".
Sí, pero suma.
Y esperen, que esto no es lo peor.
Tras trabajar 20 años en la industria,
pensé que había visto
lo mejor y lo peor.
Pero no. Hace unas semanas
descubrí algo incluso peor.
Esto es lo que quiero
compartir con Uds. hoy.
Fijémonos en la leche de fórmula.
La mejor leche para el bebé es obviamente
la de su madre, la leche materna.
Contiene azúcar.
Azúcar primario.
El 7 % es lactosa y, ¡eso es bueno!
No puede ser mejor para el bebé.
Pero en muchas comunidades,
en comunidades con bajos ingresos,
usan esto: el 50 % de las madres
no dan el pecho.
Y ¿qué contiene?
Menos lactosa y mucho azúcar.
Cuando digo mucho azúcar, quiero decir
61 cucharillas de azúcar, que es esto.
Es una locura. Es impactante.
Y continúa como una adicción.
Después, con tres años, el niño
recibirá una bebida como esta.
Observen el tamaño de la botella.
Algo tan pequeño contiene
seis cucharillas de azúcar.
La publicidad es engañosa
porque las madres pensarán,
"¡Oh, mi hijo crecerá como una jirafa!"
¡No, crecerá como un hipopótamo!
(Risas)
¿Qué hacemos después?
Nos convertimos en adolescentes,
y nos engañan con dietas.
Piensen.
¿Alimentos bajos en grasas?
Pues no lo son.
De nuevo, sabiendo cómo funciona
la industria,
si eliminamos la grasa de
un producto, está insípido,
así que, ¿qué se hace?
Se añade azúcar, y así,
su salsa preferida para la ensalada
que ya tiene azúcar y no saben por qué,
pasa a tener tres veces más.
Y probarán alimentos sin gluten.
Tampoco.
O sea, si es solo porque
está de moda, piensen de nuevo.
Los productos sin gluten suelen tener un
30 % a 40 % más de azúcar que uno normal.
Así que pensarán, "¡Lo orgánico
es bueno para mi bebé, es sano!"
No, no lo es.
La leche de fórmula orgánica
es el mayor peligro.
Tiene 61 cucharillas de azúcar.
Eso son unos 200 gramos.
De esto es de lo que hablo.
En esta pequeña caja,
hay todo este azúcar.
¿Qué hacemos al respecto?
¿Estoy diciendo
"nada de azúcar para nadie"?
No.
Nunca le diría a los niños,
"Aléjense del azúcar".
Soy de París. Sé cuando necesito
mi subidón de azúcar.
Y es ese de ahí, el pepito.
El pepito de chocolate es mi azúcar
porque tomo el café solo.
Así que, esto es mi azúcar.
Pero el de la derecha simplemente
tiene demasiado azúcar.
Parecen iguales.
Miras estas dos cositas y dices:
"Son más o menos lo mismo".
Sí, 260 calorías cada una.
Pero la diferencia es que
una está cargada de azúcar.
Y esas nueve cucharillas de azúcar
actúan como un refresco.
Crean un pico de azúcar en el hígado.
A esto me refiero. Miren lo que ocurre.
El exceso de azúcar
se transforma en glucógeno.
El glucógeno es una reserva de azúcar.
Y la insulina no lo lleva a los músculos;
le dice a nuestro cuerpo,
"Vendré a por ello".
Excepto si lo haces
dos o tres veces al día,
entonces se te queda en la barriga.
Y no puedes deshacerte de ello.
Sabemos que hay una correlación directa
entre la cantidad de azúcar que tomamos
y la incidencia de enfermedades cardíacas,
diabetes tipo 2 y obesidad.
Así que, ¿cómo vamos a ponerle
freno a esta adicción?
Y, sí, estoy hablando de una adicción.
Miren.
Lo que ven en la imagen es el escáner
cerebral de una persona normal.
Los puntos rojos representan la dopamina.
Es decir, la recompensa.
Representa el "¡Ahh!" al morder el pepito.
Sé que no me voy a comer dos ni tres.
Pero lo que ocurre
con una adicción es esto.
¿Ven la diferencia con este
escáner de un cocainómano?
No hay puntos rojos. No hay dopamina.
El sistema de recompensa está apagado.
Por eso necesito más. Más. Más.
Y este es el escáner de una persona obesa.
Yo lo llamo adicción al azúcar.
Mismo fenómeno. Tengo mono.
Tengo mono hasta el punto
de llegar a 22 cucharillas,
30 diarias en el caso de adolescentes.
¿Cómo solucionamos esto?
¿Cómo resolvemos la crisis
de la obesidad infantil?
Con un sistema de advertencias.
Esa es mi sugerencia.
Lo hicimos con el tabaco,
¿por qué no podemos hacerlo
con todos nuestros alimentos,
y poner una advertencia en la
parte delantera del paquete
junto a toda esa información tan
estupenda que nadie lee, verdad?
En serio. El número de cucharillas.
Y en relación a todo el paquete,
y no a una ración ridícula.
Ahora bien, si el producto
no tiene azúcar añadido,
de ningún tipo,
deberíamos indicarlo
y ponerle una etiqueta verde.
Los niños sabrán diferenciarlos,
de modo que cuando vayan a comerse
una hamburguesa con patatas,
les dirán a sus padres:
"¿Están seguros de que quieren
ese bote de 57 cucharillas
de azúcar en sus patatas?
¡Yo no quiero en las mías!"
Eso es lo que podemos hacer. Juntos.
Podemos erradicar la obesidad infantil.
Nosotros, los ciudadanos,
debemos llevar esto al Capitolio.
Gracias.
(Aplausos)