Cuando hablo con jóvenes japonesas,
todas suelen tener la misma queja:
"No encuentro modelos a seguir
a mi alrededor", dicen.
"Solo escucho de mujeres
sumamente exitosas,
que no tienen que ver conmigo
y no encuentro a nadie a mi alrededor
a quien pueda admirar".
Bueno, es verdad
que Japón tiene mucho por hacer
en el avance de las mujeres.
Después de todo, el Informe de
la Brecha de Género Mundial dice
que Japón es el número
105 de 136 países.
Pero bajo la superficie, he encontrado
muchas, muchas historias poderosas
de mujeres que intentan realizarse,
mujeres que enfrentan obstáculos,
los superan,
y a veces los convierten
en oportunidades.
Este es un grupo de Shichigahama,
en el norte de Japón.
El sunami se llevó sus casas
hace dos años y medio.
Ellas están viviendo en complejos
de casas temporales.
Sus futuros son inciertos.
Pero miren esta imagen,
se ven felices.
Y miren a todos los tejidos
en frente de ellas.
Ellas hicieron todo eso.
Ellas tejen todos los días.
No solo para ellas,
tejen para todos en el pueblo.
Tejen para las víctimas del tsunami.
Y últimamente, enviaron
gorras y suéteres de bebés
a los refugiados de Siria.
¿Cómo es que ocurrió esto?
Es gracias a Teddy Saka.
Aquí a la derecha.
Teddy es una misionera retirada de Ohio.
Tiene una sonrisa amplia y cariñosa
que pueden ver aquí.
Ella estaba viviendo en Shichigahama
durante el terremoto,
y quería hacer algo para ayudar
a las mujeres.
Pensó que tal vez si mantenían
sus manos ocupadas,
eso ayudaría a distraer sus mentes
de sus preocupaciones.
Y funcionó.
Funcionó mucho mejor que
lo que Teddy pudo imaginar.
Teddy daba clases cada semana,
más de 30 mujeres asistieron
algunas cada día, incluyendo
los fines de semana.
Ellas tejían, conversaban
y se consolaban a sí mismas.
"Ay, el agua de baño se enfriaba
muy rápido durante el invierno.
¿Cómo puedo superarlo?"
"Mi esposo está muy deprimido.
Se sienta frente a la TV
todo el día y no hace nada".
Claro, el tejer no resolvió
todos los problema.
Después de todo, siguen
en viviendas temporarias
dos años y medio después.
Pero les dio esperanza.
Formaron un vínculo.
Cuando una mujer no llegaba un día,
ellas decían: "¿Te encuentras bien?
¿Por qué no estás aquí?"
Pronto, gente de todo el mundo
empezó a dar hilos a estas mujeres,
y ellas se sentían culpables
de solo estar recibiendo.
Querían dar.
Encontraron que tejer
era una manera de hacerlo.
Porque escucharon sobre
los refugiados de Siria.
Más de dos millones de personas
que huyeron de sus países
a países cercanos, incluyendo Jordania.
Ellos vivían en campamentos de refugio.
Algunas mujeres daban a luz ahí.
Bajaba la temperatura.
Y no había suficiente ropa
para mantenerse caliente.
Entonces empezaron a tejer
suéteres y gorros de bebés
como los que muestran aquí.
Y hace poco los enviaron a algunos
refugiados de Siria en Jordania.
Esta es Mayumi Hoshi.
Vive en un complejo
de viviendas temporarias
con su esposo y su suegro de 90 años.
El agua se llevó su casa y no sabe
cuándo se irá de esta vivienda temporal.
Pero me dijo:
"Hasta alguien como yo,
en una situación difícil,
se siente muy bien al dar algo
para ayudar a otros".
He sido reportera por más de 20 años.
Durante este tiempo,
ha sido sumamente frustrante
pero a la vez una época fascinante
para las mujeres en Japón
el año que me gradué
de la universidad, 1987.
Ese era el año que
las empresas japonesas
empezaron a experimentar con la Acta
de Igualdad de Oportunidades de Empleo
que quería decir que podían emplear
a cierto número de mujeres
en las mismas trayectorias
de profesión que los hombres.
Pero fueron intentos.
Imaginen las frustraciones
de una mujer profesional
que trabaja en un banco
a quien le dicen que todavía tiene
que usar el uniforme de compañía,
como el resto de las cajeras,
porque sino las cajeras se molestarían.
Yo me sentía desanimada con esto y
decidí sumarme a una compañía exterior.
Cuatro años después, supe que
del 25 % al 50 % de las mujeres
que entraron a trabajar con
una trayectoria de profesión
ya habían dejado sus trabajos.
Pero esto era solo el inicio.
Había más y más mujeres
que empezaban a trabajar.
Algunas entraban para largos plazos.
Entraban a trabajar hasta jubilarse,
pero querían mantener su identidad,
o sea, tenían que mantener
sus apellidos de solteras
hasta después de casarse.
Esto iba contra la ley japonesa, en la
que no se permite tener dos apellidos.
Tenían que llevar o su apellido de soltera
o el de casada, y tenían que elegir.
Era improbable que él renunciara
a su apellido por el de ella.
Algunas mujeres fueron creativas.
Practicaban lo que llamaban
"divorcio en serie".
Funciona así:
Ellos registran el matrimonio
bajo su nombre,
pero ellas continúan usando su propio
apellido para otros aspectos de la vida
hasta que llega la hora de, digamos,
renovar su licencia de conducir.
¿Qué ocurre después?
Solicitan un divorcio.
Ella renueva su licencia de conducir,
y ambos vuelven a casarse,
hasta que llega la hora
de renovar algo más,
como el pasaporte, por ejemplo.
Y así siguen.
Esto les da nuevas ideas, ¿no?
Pronto, la gran caída económica significó
la perdida de trabajos para las mujeres.
Los empleados fueron remplazados por
trabajadores temporales y los temporales
fueron eliminados completamente.
De todas formas algunas mujeres no
querían el estilo de vida corporativo.
Querían crear sus propias empresas
y hacer algo que disfrutaran,
como las uñas.
De pronto, ser manicura
era una ocupación popular.
Pero era un escenario muy competitivo.
Para distinguirse de la multitud,
poseer una licencia ayudaba
no solo en Japón sino
en el prestigioso EE.UU.
Así que seguí a un grupo de mujeres
que abordaron un avión a Nueva York,
determinadas en obtener una licencia
de manicura del estado de Nueva York.
(Risas)
Junto con ellas, llevaban
manos de plástico de maniquí
con dedos largos para practicar.
Imaginen la cara de la persona que abrió
sus maletas para revisarlas. (Risas)
¡Oh Dios!
Ellas aguardan en un cuarto
de hotel una semana entera
practican, practican, practican,
pulen, pulen, pulen,
y todas aprueban brillantemente.
La historia rondó mi mente
tiempo después de haberla escrito,
era el camino de un ama de casa,
Masako Torini.
Masako era un ama de casa afortunada,
que tenía como misión de vida
limpiar su casa
y cuidar de su esposo y dos hijos.
Coleccionaba porcelanas Wedgewood
y pasaba sus vacaciones
de año nuevo en Hawái.
Luego, el negocio de su esposo fracasó.
Por primera vez, después de 20 años,
Masako tuvo que salir a buscar trabajo.
Ella escribió su CV.
Terminó la secundaria,
había trabajado de azafata,
y dejó ese trabajo al casarse,
siguiendo las leyes de las
azafatas de aquel entonces.
El resto de su CV estaba vacío.
Pasaron meses y meses hasta que
Masako pudo encontrar un trabajo.
Finalmente consiguió uno
como recepcionista de hotel.
Era un mundo del que sabía muy poco
y que tenía poca tolerancia
para alguien como ella.
Su jefe tenía la edad de su hija.
Y ella se dio cuenta de que era mala
para algunas cosas básicas del trabajo
como escribir números de teléfono
y deletrear nombres correctamente.
Pero Masako se mantuvo ahí.
Al final, encontró una forma
de distinguirse.
Recuerden, solía ser azafata
por ende tuvo un entrenamiento riguroso
de inglés intensivo.
Y nadie más en el hotel
sabía hablar inglés.
Entonces, cada vez que había
un huésped extranjero,
Masako lo asistía.
La vida de Masako cambió en su hogar.
Antes, cuando su marido
gritaba "cenicero",
Masako le llevaba el cenicero
aunque estuviese en frente de sus ojos.
Después que empezó a trabajar
él era el que tenía que guardar
la ropa lavada
que estaba colgada afuera.
Un día ella se atrevió a pedirle:
"Cariño, estoy muy cansada.
¿Te molestaría prepararme un café?
Él gruñó.
Pero lo hizo.
(Risas)
Japón aun tiene una
larga ruta por delante
en los avances de la mujer,
como lo escuchamos hoy.
Japón tiene metas altas.
El 30 % de sus posiciones de liderazgo
deberán ser para mujeres para 2020.
El año pasado ese número era el 6,9 %
para compañías de 100 o más empleados.
Así que hay un largo camino por delante.
Pero cuando las jóvenes se acercan y
me dicen que no tienen modelos a seguir
en realidad, hay muchos ejemplos.
Hay muchas personas que
podrían convertirse en modelos,
pero sus historias no se conocen.
He tenido que empujar y rogar a
personas que me cuenten sus historias.
Les pregunto: "¿Puedo entrevistarlas?
¿Puedo tomar tu perfil?"
Y ellas me dicen: "¿A mí?
Pero si mi historia es muy aburrida".
Les digo a todos aquí: no digan eso.
Todos en esta sala tienen
historias fascinantes por contar.
Cuenten sus historias a las jóvenes
que tienen alrededor.
Y si eres una mujer joven,
habla con la gente,
cuéntales ejemplos para
que se sientan fortalecidos,
y muéstrales que hay más por alcanzar.
Gracias.
(Aplausos)