[Phyllida Barlow: Hecho en casa]
Mi madre era muy creativa:
tejía, confeccionaba ropa, cosía.
Amaba como me enseñaba
armar muebles para casa de muñecas
de cajas de fósforos descartadas.
Tenía una manera ad hoc,
sencilla de hacer las cosas.
Era la antítesis de una juguetería,
intentaba reciclar todo lo que
teníamos en casa.
Cuando estudiaba arte,
había tantos aciertos y errores
en las técnicas, en los procesos,
en las formas,
hasta en las ideas.
Y muchas cosas se consideraban tabú,
como la domesticidad
o ciertas manualidades
que se asociaban con las mujeres,
como tejer o coser.
Aquellas tradiciones estrictas
en la escultura
eran importantes
y debía aprenderlas,
y yo no era muy buena en eso.
Años más tarde, mi pedagogía
fue influenciada
por no seguir un método acertado o errado
sino en tratar de encontrar
cosas que realmente
revelen algo idiosincrásico
en el estudiante.
Algo como ¿cuáles son sus aspiraciones?
¿En qué piensan?
Y, después, poder invitarlos
a comenzar a pensar en procesos
que reflejen esos deseos y ambiciones.
Mi pedagogía tenía mucho que ver
con aquello que me había faltado
aprender en la escuela de arte.
Tengo cinco hijos.
Casi todos están rondando los
cuarenta años.
Y creo que quería continuar
transmitiendo ese sentido positivo
que tenía mi madre, que sepan que
pueden tener vidas felices
y hacer lo que quieran hacer,
sin sentirse obligados a superar
alguna expectativa más alta.
[RISAS]
Son todos artistas.
Nuestra tercer hija es una enfermera
de pacientes con VIH en Londres.
Así que tiene un trabajo apropiado,
pero pinta un montón,
lo cual es sorprendente.
Hay muchos artistas
que no exponen.
Hay mucho arte que nunca se ve.
Y eso me intriga mucho.
Trabajar en algo que no tiene un destino
tiene su parte solitaria y triste.
Y muchos artistas lo padecen
su vida entera,
y eso es heroico.
La novela que nunca se publica,
¿nunca debió escribirse?
Claro que sí.
Es una contribución fantástica
a la cultura del momento
porque ese individuo
tiene una gran ansia de hacerlo
sin otras presiones válidas
que lo restringa.
Esas son cosas en las que pienso
en que hay mucho sobre el mundo del arte
y la forma en la que lo experimentamos
que es fantástico,
pero también hay muchas cosas
de las que no se hablan o
no se reconocen,
que es lo oculto y lo desconocido
y el acto creativo
como una experiencia muy privada.
Hay un gran deseo potente
de crear algo.
Y, ¿acaso eso se extingue?
Espero que no. [RISAS]