Quisiera plantearles
una idea hipotética,
un modo de practicar la toma de
riesgos, porque después de todo,
la práctica hace al maestro.
Imaginen un estadio,
el más grande que hayan visto.
Por encima tiene un enorme
arco de 100 m de alto.
Casi todos creen que el arco está ahí
también para soportar la estructura.
Pero yo creo que está también
para atar una soga en lo más alto,
y poder estirar la soga
hasta el borde del estadio
y hacer un columpio
gigante de lado a lado.
Todavía mejor: lo podemos
hacer en un kayak.
¡Momento! ¿Y si la soga se corta?
¡Te podrías matar!
Quizá no hicieron
esa pregunta.
Pero estoy seguro
que sí se preguntaron:
«¿qué es un kayakista profesional?
¿Y qué está haciendo en el escenario?»
No he hecho mucho por cambiar el mundo,
pero sí tengo una trayectoria
en explorar ríos lejanos.
Y los ríos me enseñaron
casi todo lo que necesito saber.
Crecer en Sudáfrica me dio
una vida buena, pero sencilla.
No había TV ni videojuegos,
pero sí tenía un kayak y un río.
Tenía la desventaja de que no había
muchos maestros de kayak
que me enseñaran todo
lo que se podía hacer,
pero tuve la enorme ventaja
de que nadie me dijera
lo que era imposible hacer.
Cuando era adolescente,
recuerdo que supe
que un equipo francés de rafting
había intentado enfrentarse
a los rápidos más grandes del mundo
y navegar por el río Congo.
Vi esta vieja fotocopia
de la revista París Match
y esta fue la última foto
que les sacaron.
Por la misma época, vi en un viejo
diario, esta foto de Marco Begni
tirándose en kayak por una cascada
que había cerca de casa.
Si miran la esquina superior izquierda,
verán que hay un kayak ahí.
Me acuerdo muy bien
cuando entré a la cocina
y les dije a mis padres:
«Un día me voy a tirar en
kayak por esa cascada».
Mi papá me dijo:
«Mira, hijo, si te esfuerzas y practicas,
quizá algún día puedas hacerlo».
Unos 10 años después, me estaba tirando
en kayak por esa misma cascada.
Y unos 15 años después,
estaba parado al lado del río Congo
exactamente en el mismo lugar
desde donde se sacó esa última foto.
Creo que la mejor manera de presentarles
mi travesía por el Congo
es pasar el avance
de la película que hice.
Miren.
(Video)
Steve Fisher: Algunos le dicen vocación.
Yo lo pienso como una obsesión.
Inga: los rápidos
más grandes del mundo.
Casi todo intento de salir
con vida provoca la muerte.
He remado en kayak toda la vida.
Pero, ¿cuándo mucho es demasiado?
Primero escuchas la historia.
Murieron 7 personas intentándolo.
Esperé media vida para mi turno.
Lo único que tengo que hacer es
formar un equipo con los mejores,
poner la vida de
mis amigos en peligro...
Hace tiempo que lucho contra esto.
Me he levantado algunas mañanas
y casi que me dieron ganas
de llamar a los chicos y decirles:
«No sé si esta vez los acompaño».
Esta es la obsesión: cumplir
el objetivo para sentirte liberado
o que te lo impida algo que está
más allá de lo que puedes controlar.
Pero una vez que empezaste el viaje,
tienes que hacerlo aunque no quieras.
(Música)
Puedes haber remado
por las aguas más difíciles,
pero, ¿cómo te preparas para
algo que nadie ha hecho antes?
En un lugar donde la ayuda
no viene en camino.
El Congo.
Un lugar donde "experiencia"
es solo una palabra.
(Música)
Hombre 1: La lección del día
es que con estos rápidos no se jode.
Fisher se complicó
porque fue hacia el lado
donde se forman los remolinos,
donde todo se va para abajo.
Quizá haya sido la vez
que le pase más cerca,
pero no vine aquí a morir.
Vine a ganar.
(Música)
(Sonido de helicóptero)
(Música)
Hombre 1: ¡Tranquilo, compa!
Hombre 2: ¡Mierda! ¡No lo van a lograr!
[Congo: Proyecto Gran Inga]
Aviso gafe: sobrevivimos.
(Risas)
(Aplausos)
Lo que acaban de ver en la introducción
es que hasta los deportistas extremos
sentimos temor ante
un nuevo desafío.
En este caso, era el miedo de
que si dábamos el próximo paso,
la travesía cobrara vida propia
y nos arrastrase con ella.
Es como adentrarte en un río
gigantesco de corriente muy fuerte.
No puedes parar.
Es una obligación.
¿Cómo prepararnos para algo
que nunca antes se había hecho?
En mi profesión,
empiezo por una cajita
con cinco herramientas.
Mi equipamiento: me aseguro
de que tengo el adecuado.
Mi estado físico: me aseguro de que
me he preparado físicamente para la tarea.
El lugar: me aseguro de estar en el lugar
perfecto para hacer lo que hago.
Y una vez que ya me aseguré
de estas tres cosas,
las uso para desarrollar las otras dos,
que son la destreza y la experiencia.
Pero no puedes usar
ninguna de estas herramientas
hasta que no hayas
desmitificado el peligro.
Podemos minimizar los riesgos
simplemente comprendiéndolos.
El modo de comprenderlos es tomar una idea
que parece imposible y desarmarla
hasta tener partecitas digeribles:
observamos cada paso individualmente
y vemos si es posible de hacer.
Entonces vemos que en lo que hacemos,
muchos de nuestros miedos
son injustificados
y muy a menudo vemos
que lo que tenemos enfrente
es mucho menos peligroso
de lo que pensábamos.
Bien... dénme un segundo.
Creo que necesito unos aplausos.
(Aplausos)
Como seres humanos,
no somos intrínsecamente
reacios al peligro.
Por correr riesgos fue que
evolucionamos, así que está bien
que haya peligro
en lo que hacemos.
Lo único que necesitamos
es comprender esos riesgos
y una vez que los comprendemos
estamos listos para
dar el primer paso.
Déjenme que les muestre
de lo que hablo,
cómo lo pongo en práctica cada vez
que miro un rápido o una cascada.
Cuando remo a lo alto de una cascada,
lo primero que hago es bajarme del kayak,
caminar por la orilla del río
y observar el estero que está abajo.
Esa es mi meta;
ahí es donde quiero estar.
Solo después de eso vuelvo
al rápido y ¡Dios mío!
Si lo miro completo
es demasiado intimidante.
Lo que necesito es dividirlo
en trozos más pequeños,
en movimientos individuales
y asegurarme de que puedo hacer
cada movimiento individual
y sólo entonces defino
cómo enlazar esos movimientos.
Hagamos un acercamiento en esta foto.
Si le hubiera mostrado
esta parte de arriba de los rápidos
incluso un kayakista
de nivel medio, me diría:
«Bien. Parece un poco cortado,
pero está bueno para remar».
Y si le mostrara la parte
que sigue, diría:
«Ah, es bastante simple.
Sí, hagámoslo».
Y si le muestro
la última parte, diría:
«Bien. Un poco espectacular,
pero es una bajada simple.
En verdad no hay que hacer nada.
Está bien para tirarse».
Deben creerme que es así.
Pero ahí no termina el trabajo.
Una vez que hicimos el corte horizontal,
lo próximo que hay que hacer
es el corte vertical.
Estamos tratando
de determinar el camino
o la línea por la que es
posible que naveguemos.
Y lo hacemos para eliminar
las partes del rápido
que no nos afectan.
Las partes del rápido
por las que no pasaremos.
Porque hacerlo nos permite determinar
si hay alguna zona mortal.
Si esas zonas mortales
están en la parte eliminada
no tenemos que volver a
pensar en ellas nunca más.
Y si las zonas mortales
están en nuestro camino,
y son inevitables,
entonces no nos tiramos.
Es demasiado peligroso.
Así funcionan los deportes extremos.
Perdón por decepcionarlos, gente.
(Risas)
Imaginen que caminan
por un sendero como este.
A la izquierda, tienen un precipicio.
Uds. van a pensar en lo
que hacen mientras caminan.
No van a pensar todo
el tiempo en el precipicio.
Y solo si se vuelven hacia
el precicio y se acercan a él,
se transforma en
un verdadero peligro.
Y entonces se detienen.
¿Pero cómo saben
que están en el sendero correcto?
¿Y qué pasa si están
en el sendero equivocado?
Bueno, en kayakismo
no hay vuelta atrás.
Esto nos enseña a no entrar
en pánico cuando algo sale mal.
Cuando ocurre lo inesperado,
la única salida es resolver el problema
y seguir adelante.
Por suerte, como en la vida real,
si nos alejamos un poquito,
quizá hasta donde todavía
no nos hemos subimos al kayak
ni nos comprometimos a hacerlo,
conseguimos ver que, muy a menudo,
podemos empezar a andar un camino,
darnos cuenta de que es el equivocado,
pegar la vuelta y mejorar el plan.
A esto me refiero.
(Risas)
¿Han oído el cliché
«nunca te rindas»?
Bueno, queda suspendida.
No la decimos más.
De ahora en adelante decimos:
«No te rindas en seguida».
En este viaje en especial, el plan era
usar una soga para descender en rappel
hasta el pie de
las cataratas Victoria
y remar en kayak por los rápidos
que están justo abajo de las cataratas.
Una vez que llegamos,
encontramos lo inesperado.
El viento y el rocío
que venían de las cataratas
eran tan fuertes que era
imposible remar en kayak,
así que tuvimos que recurrir
a nuestro plan alternativo,
subir 100 m de
vuelta por la soga
y suspenderlo por completo.
¿Y a que no adivinan? El show
para TV que estábamos haciendo
terminó quedando genial
y sacamos esta foto.
Nos rendimos,
pero no nos dio vergüenza.
Si te resistes a abandonar una idea,
la capacidad de experimentar se inhibe.
Pero si estás dispuesto a
ceder tras un gran esfuerzo,
cuando por fin
tienes que rendirte
no hay motivo para
sentirse culpable.
Bien. Ahora creo que ya
me conocen un poco más.
Ya estoy listo para
hablarles otra vez
de la idea del estadio.
¿Cómo se sienten ahora, gente?
¡Momento! ¿Y si se corta la soga?
¡Podrías morir!
La soga no se va a cortar
y esta es la razón.
Para empezar, vamos
a usar una soga
que resiste miles de kilos
más de lo necesario.
Usando el equipo adecuado,
eliminamos el problema
y ya no tenemos que
volver a pensar en eso.
Eliminamos el factor «y si...»
Se lo llama «pensar en lo positivo».
Ya podemos concentrarnos en el cómo,
y, en este caso particular,
la pregunta más importante es:
¿qué longitud debe tener
la soga para asegurarnos
de que no chocaremos contra
el suelo cuando nos tiramos?
Y cuando hayamos terminado,
¿cómo vamos a ir de la punta de
la soga de vuelta hasta el piso?
Con unos simples
cálculos matemáticos,
esto lo resolvemos
bastante fácil.
Estamos listos para tirarnos.
¿Uds. están listos?
Audiencia: ¡Sí!
Bien. Hagámoslo, entonces.
(Música)
(Sonido del viento)
Bien.
(Aplausos)
Me parece que
quieren hacerlo, ¿no?
Cuando pensamos en esta idea,
al principio nos pareció una locura.
Pero tras desglosarla
y desmitificar el peligro,
de repente vemos que es tan seguro
que este mismo balanceo se ha vuelto
un hecho comercial
con todas las letras.
Sí. Uds. también pueden ir
a Durban, en Sudáfrica.
Si pagan, también pueden colgar
un columpio de soga
que atraviese el estadio.
Pueden tener un acto de fe.
Cientos lo hacen.
¿A qué no saben qué es lo
que todos dicen después?
«La verdad es que no fue tan malo
como creí que iba a ser
y siento que si pude hacer esto,
puedo hacer cualquier cosa».
¿Y saben algo?
Tienen toda la razón.
Todos vivimos al borde
de terrenos inexplorados.
No importa que sea algo insignificante
como bajar un rápido en kayak
o que tenga sentido,
como cambiar el mundo.
Es siempre el mismo principio.
Tenemos que animarnos y poner
nuestra pieza en el rompecabezas.
Me recuerda una cita
que oí una vez.
Estaba en el cańón más profundo
del mundo en el Tíbet.
Uno de los chicos
mencionó una cita del libro
«Wanderer» [Trotamundos],
de Sterling Hayden.
Les diré solo una línea:
«Siempre quise navegar los siete mares,
pero no me lo podía permitir.
Lo que esta gente no
se permite es no hacerlo».
Fin de la cita.
¡Muchas gracias, Atenas!
Fue un gusto y un privilegio.
¡Buenas noches!
(Aplausos)