Recuerdo que en tercer grado,
mis padres iban a las reuniones del AMPA
y al volver a casa de mi
abuela para recogerme,
hablaban más bien de
cómo mi maestra no podía creer
que jóvenes eran mis padres,
en relación con mis resultados.
A los 9 años me di cuenta
de que mis padres no eran
como los padres de todos los demás.
Tengo casi 33 años,
mi madre tiene 49 y mi padre 52.
Para los que aún
hacen los cálculos,
eso significa que mi madre tenía 16
y mi padre 19 cuando yo nací.
Fueron padres adolescentes.
Ahora, estoy segura de que
al decir 'padres adolescentes ',
les vienen automáticamente
muchas cosas a la cabeza.
Supongo que muchos están pensando
en los programas de televisión
como "16 años y embarazada",
o "Mamá adolescente".
Algunos pueden sentirse mal
porque saben que las probabilidades
de acabar la escuela y lograr un buen
trabajo como madre o padre adolescente,
se reducen significativamente.
Algunos estarán pensando en esa chica
del instituto que estaba embarazada,
o recordar que fue
esta chica del instituto.
Y, de hecho, las estadísticas apoyarían
muchos de esos pensamientos.
3 de cada 10 chicas adolescentes
estadounidense queda embarazada
al menos una vez antes de cumplir los 20,
y la maternidad es la principal razón
de que muchachas adolescentes
abandonen la escuela.
Y, por desgracia,
más del 15 % de las madres
adolescentes nunca se graduarán.
Al reflexionar en lo que significó
para mí crecer con padres adolescentes,
en realidad no coincide con
esas imágenes en absoluto.
Según lo que se ve en la tele
podrían pensar que los tres tenemos
algún tipo de problemas legales,
o apenas podemos llegar a fin de mes.
Y, honestamente, nada de eso.
En una conversación con mi madre
este año, le pregunté
"¿Por qué somos diferentes?"
Y su respuesta fue sencilla.
Dijo que fueron las 'expectativas'.
Cuando mis padres se enteraron
de que esperaban un bebé
sus padres también esperaron que
harían lo que tenían que hacer.
Esto quiere decir terminar la escuela,
conseguir un buen trabajo, y cuidar de mí.
Y eso es exactamente lo que hicieron.
No se les otorgó ninguna ayuda
para lograr sus objetivos
simplemente porque iban
a ser padres adolescentes.
Puedo decirles que a veces sus metas
eran diferentes,
pero no los hizo cambiar.
Los dos eran personas muy decididas
por aquel entonces, y así siguen.
Se puede decir que con el paso
de los años crecimos juntos.
No sólo mantenían las expectativas
que sus padres pusieron en ellos,
pero ahora, tenían sus
expectativas respecto a mí.
Una de las oportunidades que una tiene
cuando es hija de padres adolescentes,
es que siente que a lo mejor puede tener
un papel en la educación de sus padres
tanto como ellos también lo tuvieron.
Digo esto porque muchas veces
vivimos cosas similares al mismo tiempo,
y en algunos casos en orden inverso.
Por ejemplo, varios años después
de obtener la licencitura,
llegué a celebrar con mi madre la suya.
Y a principios de este año,
a seis meses de diferencia,
los tres conseguimos promociones
en las empresas para las cuales trabajamos
con los tres en posiciones de liderazgo.
Tal vez Uds. no fueron
padres adolescentes,
pero tal vez hubo otros
eventos en sus vidas,
que han cambiado el camino
que planearon seguir.
Y estos eventos suceden inevitablemente.
Y cuando lo hacemos, esto
no significa que hay que resignarse
para pertenecer a una
de estas estadísticas.
Les desafío para cuando
estos eventos ocurran,
que continúen
que tengan expectativas consigo
mismos y para quienes les rodea.
Gracias.
(Aplausos)
(Anfitriona) Le dije a Brooke que iba a
hacer esto, ¿pueden encender las luces?
¿Pueden los padres de Brooke
ponerse de pie, por favor?
(Aplausos)
Muchas gracias.
Gracias por tener
una hija tan fabulosa.