El código es el próximo
lenguaje universal.
En los 70, fue la música punk
que condujo a toda una generación.
En los años 80,
fue probablemente el dinero.
Pero para mi generación,
el software es la interfaz
a la imaginación y al mundo.
Y eso significa que necesitamos
un grupo de personas
diametralmente más diverso
para construir esos productos,
para no ver las computadoras como algo
mecánico, solitario, aburrido, mágico,
para verlas como algo
con lo que poder jugar,
que se puede manipular, girar, etc.
Mi viaje personal hacia el mundo
de la programación y la tecnología
empezó a la temprana edad de 14 años.
Tuve un alocado amor adolescente
por un hombre mayor,
ese hombre mayor en cuestión resultó ser
el vicepresidente de EE.UU.,
el Sr. Al Gore.
E hice lo que toda adolescente
quisiera hacer.
Quería en cierto modo
expresar todo este amor,
así que le hice un sitio web,
está por aquí.
En 2001, no había Tumblr,
no había Facebook, no había Pinterest.
Por eso tuve que aprender a programar
para expresar esas ansias y ese amor.
Así empecé a programar.
Primero como medio de autoexpresión.
De la misma forma que de pequeña
usaba crayones y legos.
De más mayor, usaba clases
de guitarra y obras de teatro.
Pero luego, me apasioné por otras cosas,
como la poesía, el tejido de calcetines,
la conjugación de verbos
irregulares en francés,
la invención de mundos imaginarios,
Bertrand Russell y su filosofía.
Y empecé a ser de esas personas
que sentían que las computadoras
eran aburridas, técnicas y solitarias.
Hoy pienso de esta manera:
Las niñitas no saben que no deberían
gustarles las computadoras.
Las niñitas son increíbles.
Son muy, muy buenas para
concentrarse en cosas,
ser exactas y hacerse
preguntas increíbles como:
"¿Qué?", "¿Por qué?",
"¿Cómo? y "¿Qué tal si?"
Y no saben que se supone que
no deberían gustarles las computadoras.
Son los padres quienes lo piensan.
Los padres sí sentimos
que la informática es una disciplina
esotérica, una ciencia extraña,
que solo pertenece
a hacedores misteriosos;
que está tan disociada
de la vida cotidiana
como, digamos, la física nuclear.
Y eso tiene parte de razón.
Hay mucha sintaxis, controles,
estructuras de datos,
algoritmos, prácticas,
protocolos y paradigmas
en la programación.
Y, como comunidad, hicimos
computadoras cada vez más pequeñas.
Construimos capas y capas de
abstracción unas sobre otras
entre el humano y la máquina
hasta el punto de no tener idea
de cómo funcionan las computadoras,
o cómo hablarles.
Y enseñamos a nuestros niños
cómo funciona el cuerpo humano,
les enseñamos cómo funcionan
los motores de combustión
e incluso les decimos que si realmente
quieren ser astronautas
pueden llegar a serlo.
Pero cuando el niño viene y pregunta:
"¿Qué es un algoritmo de
ordenamiento de burbuja?"
¿Cómo sabe la computadora qué sucede
cuando presiono "reproducir"?
¿Cómo sabe qué video mostrar?
Linda, ¿Internet es un lugar?"
Los adultos nos quedamos
en un silencio extraño.
"Es magia", dicen unos.
"Es muy complicado", dicen otros.
Bueno, ninguna de las dos.
No es magia ni es complicado.
Sencillamente ocurre
muy, muy, muy rápido.
Los informáticos construyen
hermosas máquinas increíbles,
pero las hacen tan,
tan ajenas a nosotros,
y también al lenguaje con el que
hablamos con las computadoras
que ya no sabemos cómo hablar
a las máquinas
sin nuestras interfaces elaboradas.
Y por eso nadie reconocía
que cuando yo conjugaba
verbos irregulares en francés,
en realidad practicaba
reconocimiento de patrones.
Y cuando me apasionaba tejiendo,
en realidad seguía una secuencia
de comandos simbólicos
que tenía bucles.
Y que la eterna búsqueda
de Bertrand Russell
por encontrar un lenguaje exacto
entre el inglés y las matemáticas
encontró su lugar
dentro de la computadora.
Yo era programadora, pero nadie lo sabía.
Los niños de hoy tocan, deslizan,
y pulsan su camino hacia el mundo.
Pero si no les damos herramientas
para construir con computadoras,
solo creamos consumidores
en vez de creadores.
Toda esta búsqueda me llevó a esta niña.
Su nombre es Ruby, tiene seis años.
No tiene miedo, tiene imaginación,
y es un poco mandona.
Y cada vez que encontraba un problema
como autodidacta de la programación,
preguntaba:
"¿Qué es el diseño orientado a objetos
o qué es la recolección de residuos?"
Trataba de imaginar cómo explicaría
el problema una niña de seis años.
Y escribí un libro sobre ella
y lo ilustré
y Ruby me enseñó estas cosas.
Me enseñó que no se debe tener miedo
a los "bugs" bajo la cama.
Y que hasta el mayor de los problemas
es un grupo de pequeños
problemas apilados.
Y Ruby me presentó a sus amigas,
el lado colorido de
la cultura de Internet.
Ella tiene amigos como
el leopardo de las nieves,
que es hermoso, pero no quiere
jugar con otros niños.
Tiene amigos como los robots verdes
muy amigables, pero súper desordenados.
Y tiene amigos como Linux el pingüino
implacablemente eficiente,
pero un poco difícil de entender.
Y zorros idealistas, etc.
En el mundo de Ruby, uno aprende
tecnología mediante el juego.
Y, por ejemplo, las computadoras
son muy buenas para repetir cosas,
entonces Ruby enseña bucles así.
El paso de baile favorito de Ruby,
es: "Palma, palma, pisa, pisa,
palma, palma y salto".
Y uno aprende bucles "contadores"
repitiendo eso cuatro veces.
Y aprende bucles de tipo "mientras"
repitiendo esa secuencia
mientras me paro en un pie.
Y aprende bucles de tipo "hasta"
repitiendo esa secuencia
hasta que mamá se enoje.
(Risas)
Y, sobre todo, se aprende
que no hay respuestas inmediatas.
Cuando ideaba el plan del mundo de Ruby,
precisaba preguntarle a los niños
cómo ven el mundo
y qué tipo de preguntas tienen,
y organizaba sesiones
lúdicas experimentales.
Empezaba mostrando a los niños
estas cuatro imágenes.
Les mostraba la imagen de un auto,
una tienda de comestibles,
un perro y un sanitario.
Y preguntaba: "¿Cuál piensas
que es una computadora?"
Los niños eran muy conservadores
y decían:
"Ninguna es una computadora.
Yo sé lo que es una computadora:
es esa caja brillante
con la que papá y mamá
pasan mucho tiempo".
Pero luego hablábamos
y descubríamos que en realidad
un auto es una computadora,
pues tiene un sistema de navegación.
Y un perro no puede ser una computadora,
pero tiene un collar
y el collar puede tener
una computadora dentro.
Y la tienda de comestibles tiene
muchos tipos de computadoras,
como el sistema del cajero
y las alarmas antirrobo.
Y los niños, ¿saben qué?
En Japón, los sanitarios son computadoras
e incluso son atacados por "hackers".
(Risas)
Vamos más lejos
y les doy uno de esos adhesivos que
tienen botones encendido/apagado.
Y le dije a los niños:
"Hoy tienen el poder mágico
para transformar cualquier cosa
en una computadora".
Y, nuevamente, los niños decían:
"Parece difícil, no sé
la respuesta correcta".
Pero les digo: "No se preocupen,
sus padres tampoco conocen
la respuesta correcta.
Apenas conocen algo
llamado Internet de las Cosas.
Pero Uds. niños, serán quienes
vivirán realmente en un mundo en
el que todo será una computadora".
Y luego se me acercó una niñita,
tomó la lámpara de una bici
y dijo: "Si esta lámpara
fuera una computadora,
cambiaría de colores".
Y yo dije: "Es una idea muy buena,
¿qué otra cosa podría hacer?"
Ella piensa y piensa,
y dice: "Si esta lámpara de bicicleta
fuera una computadora,
podríamos hacer un viaje
en bicicleta con papá,
dormiríamos en una tienda,
y esta lámpara de bicicleta también
podría ser un proyector de películas".
Y busco ese momento,
en que el niño se da cuenta
de que el mundo definitivamente
no es algo terminado,
que una manera increíble de completarlo
es creando tecnología
y que cada uno de nosotros
puede ser parte de ese cambio.
Última historia, también construimos
una computadora.
Conocimos a la CPU mandona
y a las útiles memorias RAM y ROM
que ayudan a recordar cosas.
Después de montar la computadora,
también diseñamos una aplicación.
Y mi historia favorita
es la de este niñito,
tiene seis años
y su cosa favorita en el mundo
es ser astronauta.
El niño tiene esos auriculares enormes
y está completamente inmerso en
su pequeña computadora de papel
porque vean, construyó su propia
aplicación de navegación
planetaria intergaláctica.
Y su padre, el astronauta solitario
en la órbita marciana,
está al otro lado de la sala
y la misión importante del niño
consiste en traer a su padre
a salvo de vuelta a la Tierra.
Estos niños tendrán una visión
profundamente diferente del mundo
y de la manera de construirlo
con tecnología.
Por último, cuanto más accesible,
más inclusivo,
y diverso hagamos
el mundo de la tecnología,
mejor y más colorido será el mundo.
Por eso, imaginemos juntos,
por un momento,
un mundo en el que
las historias que contamos
sobre cómo se hacen las cosas
no solo convoquen a veinteañeros
de Silicon Valley,
sino también a colegialas kenianas
y a bibliotecarios noruegos.
Imaginen un mundo en el que
la pequeña Ada Lovelaces del mañana,
que viven en una realidad
permanente de unos y ceros,
crezcan optimistas y valientes
respecto de la tecnología.
Ellas aceptan los poderes,
las oportunidades
y las limitaciones del mundo.
Un mundo de tecnologías
encantadoras, extravagantes,
y un poquito extrañas.
De niña, quería ser narradora.
Me encantaban los mundos imaginarios;
mi situación favorita era
despertar por la mañana en Moominvalley,
vagar por la tarde en Tatooines
e ir a dormir por la noche a Narnia.
La programación terminó siendo
mi profesión ideal.
Todavía creo mundos.
En vez de historias, los hago con código.
La programación me da ese poder increíble
para construir mi pequeño universo
con sus propias reglas,
paradigmas y prácticas.
Para crear algo de la nada
con el poder puro de la lógica.
Gracias.
(Aplausos)