El 26 de enero de 2013, una escuadra de al-Qaida entró en la ciudad de Tombuctú en la frontera sur del desierto del Sahara. Incendiaron una biblioteca medieval de 30 000 manuscritos en árabe y lenguas africanas, que incluían un rango de temas desde astronomía hasta geografía, historia y medicina, incluyendo un libro con registros de, quizá, el primer tratamiento para la cura de la disfunción eréctil. Desconocido en Occidente, esta fue la sabiduría recolectada por un continente entero, la voz de África cuando se creía que no tenía ninguna voz. El alcalde de Bamako que presenció el evento, lo llamó un crimen contra la herencia cultural mundial. Y tuvo razón, o la hubiera tenido de no ser porque mentía. De hecho, justo antes, investigadores africanos habían juntando al azar una colección de libros antiguos y los dejaron fuera para que los quemasen los terroristas. Hoy, la colección se encuentra en Bamako, la capital de Mali, pudriéndose en la humedad. Lo que se rescató con astucia, se encuentra nuevamente en peligro. Esta vez por el clima. Pero África y los rincones remotos del mundo no son los únicos lugares, ni siquiera los principales, en los que los manuscritos que podrían cambiar la historia de la cultura mundial están en peligro. Muchos años atrás, llevé a cabo una encuesta de bibliotecas europeas de investigación, y descubrí que, para empezar, hay 30 000, en verdad 60 000 manuscritos de antes del 1500 que son ilegibles porque han sido dañados por el agua, por estar desteñidos, por hongos, y agentes químicos. El número real parece duplicar esa cifra. No incluye manuscritos renacentistas, y manuscritos modernos, y objetos del patrimonio cultural mundial como los mapas. ¿Y si hubiera una tecnología capaz de recuperar estos trabajos perdidos y desconocidos? Imaginen en todo el mundo de qué forma un tesoro de cientos de miles de textos previamente desconocidos podría cambiar radicalmente nuestro conocimiento del pasado. Imaginen si los clásicos desconocidos que descubriéramos pudieran cambiar los cánones de la literatura, la historia, la filosofía y la música. O más provocador aún si pudieran reescribir nuestras identidades culturales, construir nuevos puentes entre la gente y la cultura. Esas preguntas me transformaron de un investigador medieval, un lector de textos, en un científico de los textos. ¿Qué es un lector insatisfecho? Para mí, conjura imágenes de pasividad, alguien sentado ociosamente en un sillón esperando que el conocimiento le venga empaquetado. ¿No es mejor ser protagonista del pasado? ¿Un aventurero en un país desconocido en busca del texto oculto? Como académico, yo era solo un lector, Leía y enseñaba los mismos clásicos que la gente había leído y enseñado por cientos de años: Virgilio, Ovidio, Chaucer, Petrarca. Con cada artículo académico que publiqué, añadí un pequeño rayo de introspección al conocimiento humano. Quería ser un arqueólogo del pasado, un descubridor de literatura, un Indiana Jones sin el látigo, o bien, con el látigo. (Risas) Lo quería no solo para mí, sino para mis alumnos. Por eso, hace seis años cambié el curso de mi carrera. En ese momento estaba trabajando en "El ajedrez del amor", el último gran poema de la Edad Media europea, nunca editado hasta entonces. No se editó porque solo existía en un manuscrito, que sufrió tantos daños durante los bombardeos de Dresde en la Segunda Guerra Mundial que generaciones de investigadores lo dieron por perdido. Durante cinco años trabajé con luz ultravioleta, tratando de recuperar huellas de ese escrito, y había llegado hasta donde la tecnología de ese entonces me lo había permitido. Entonces hice lo que hace mucha gente: busqué en la web y así supe que se había usado escaneo multiespectral para recuperar dos tratados perdidos del famoso matemático griego Arquímedes en un palimpsesto del siglo XIII. Un palimpsesto es un manuscrito que ha sido borrado y sobrescrito. Entonces, decidí escribir al científico líder del proyecto Palimpsesto Arquímedes, el profesor Roger Easton, con un plan y una súplica. Para mi sorpresa me respondió. Con esta ayuda estaba listo para obtener una beca del gobierno de EE.UU. para construir un laboratorio multiespectral de escaneo y sí, este es el secreto sobre dónde van a parar los impuestos de Uds., y con este laboratorio, transformé un carbonizado y desteñido lío en un clásico medieval. ¿Cómo funciona el escaneo multiespectral? La idea que subyace al escaneo multiespectral, cualquiera que esté familiarizado con la visión nocturna de lentes infrarrojos notará de inmediato que la luz invisible que vemos, el espectro invisible de luz, es solo una pequeña fracción de lo que es en verdad. Lo mismo pasa con la escritura invisible. Nuestro sistema usa 12 longitudes de onda entre el ultravioleta y el infrarrojo. Se muestran en el manuscrito hacia abajo desde paneles de LEDs, y otra fuente de luz multiespectral que pasa a través de las hojas de un manuscrito. Hasta 35 imágenes por hoja se escanean de esta manera, con una cámara ultra potente equipada con lentes hechas de cuarzo. Hay cinco de estas en el mundo. Una vez que tomamos esas imágenes, las nutrimos con algoritmos estadísticos para aumentarlos y aclararlos, usando software diseñado para imágenes satelitales, que usan los científicos geoespaciales y la CIA. Los resultados son espectaculares. Algunos de Uds. ya escucharon qué se está haciendo con los manuscritos del Mar Muerto, se están gelatinizando. Usando infrarrojos, pudimos leer incluso las puntas más oscurecidas de los manuscritos. Pero quizás no sepan de otros textos bíblicos que están en peligro. Aquí por ejemplo, hay una hoja de un manuscrito que escaneamos, puede que el más valioso de la Biblia Cristiana en el mundo. El Código Vercellensis es la más antigua transcripción de los Evangelios al latín, data de la primera mitad del siglo IV. Como pueden ver, esto es lo más cerca que podemos estar de la Biblia del tiempo de la fundación del Imperio Cristiano bajo Constantino y en los tiempos del Consejo de Nicea, cuando se instauró el credo básico del Cristianismo. El manuscrito fue seriamente dañado. Fue dañado por siglos de uso y manoseo en ceremonias iniciáticas de la Iglesia. Esa mancha violeta que pueden ver en el ángulo superior derecho, superior izquierdo, derecho ¿verdad? Sí. es Aspergillus, un hongo que se genera en las manos sucias de una persona con tuberculosis. Nuestro escaneo me permitió hacer la primera transcripción de este manuscrito en 250 años. Un laboratorio que puede viajar hacia las colecciones donde sea necesario, es solo parte de la solución. La tecnología es cara y escasea y el escáner y el procesamiento de imágenes son esotéricos. Eso quiere decir que aumentar los rescates está fuera del alcance de la mayoría de los investigadores y de las instituciones más ricas. Por eso fundé el proyecto Lazarus, una iniciativa sin fines de lucro para facilitar el escaneo multiespectral a investigadores individuales y pequeñas instituciones con apenas o ningún costo. En los últimos 5 años, nuestro equipo de escaneo de científicos, becarios e investigadores viajó a siete países y recuperaron algunos de los manuscritos más valiosos y estropeados del mundo incluido el libro de Vercelli, que es el libro más antiguo en inglés, el libro negro de Carmarthen el más antiguo en galés, y algunos de los más valiosos y tempranos Evangelios, localizados en la antigua Georgia soviética. Entonces el escáner espectral puede recuperar textos perdidos. Y sutilmente puede recuperar una segunda historia detrás de cada uno la historia de cómo, dónde, y quién creó un texto. Y, a veces, qué pensaba el autor cuando lo escribió. Tomen por ejemplo, un boceto de la declaración de la Independencia, escrita por la propia mano de Thomas Jefferson, escaneada por colegas míos hace unos años en la Biblioteca del Congreso. Los curadores notaron que una palabra había sido tachada y sobrescrita. La palabra sobrescrita era "ciudadanos". Tal vez puedan adivinar la palabra debajo "sujetos". Esa, damas y caballeros, es la democracia de EE.UU. que evoluciona de la mano de Thomas Jefferson. O consideren el mapa de Martelo del año 1491, escaneado en la biblioteca Beinecke en Yale. El mapa que probablemente Colón consultó antes de viajar al Nuevo Mundo, y que le dio una idea del aspecto de Asia y dónde estaba Japón. El problema de este mapa es que su tinta y pigmentos se degradaron tanto con el tiempo que su tamaño de poco más de 2 metros hacía ver al mundo como un desierto gigante. Hasta ahora, teníamos muy poca idea de lo que Colón sabía del mundo y cómo se representaban las culturas del mundo. La leyenda del mapa era ilegible bajo luz normal. El ultravioleta hacía muy poco por ello. El multiespectral nos lo dio todo. En Asia supimos de monstruos con orejas tan largas que cubrían sus cuerpos enteros. En África, sobre la serpiente que producía un gran humo. Igual que la luz de las estrellas nos da hoy imágenes del modo en que se veía el universo en el pasado, así el multiespectral nos ilumina hacia atrás a los primeros balbuceos de la creación de un objeto. A través de estas lentes, vemos los errores, los cambios de pensamiento la ingenuidad, los pensamientos censurados, la imperfección de la imaginación humana esto permitió a estos objetos y sus autores ser más reales acercarnos la historia. ¿Qué pasa con el futuro? Hay tanto del pasado y muy poca gente con las herramientas para recuperar estos objetos antes que desaparezcan para siempre. Por eso empecé a enseñar esta nueva disciplina híbrida que llamo ciencia de los textos, una mezcla entre Indiana Jones y CSI. La ciencia de los textos es una unión de la literatura erudita, la capacidad de leer lenguas antiguas y viejos manuscritos, y el conocimiento de cómo se hacen los textos para poder ubicarlos y fecharlos con nuevas técnicas como el escaneo científico, la química de tintas y pigmentos, el reconocimiento óptico computarizado. El año pasado, un estudiante en mi clase, un novato que sabía latín y griego estaba escaneando un palimpsesto que habíamos fotografiado en la famosa biblioteca de Roma. Mientras trabajaba, un escrito en griego empezó a aparecer atrás del texto. Todos se reunieron alrededor y leyó una línea de un trabajo perdido del cómico y dramaturgo griego Menandro. Fue la primera vez en miles de años que esas palabras se pronunciaron en voz alta. En ese momento, él se hizo erudito. Señoras y señores, ese es el futuro del pasado. Muchas gracias. (Aplausos)