Sé que nos puede resultar fácil pensar
que todos los microbios son perjudiciales,
especialmente para los infantes,
pero las investigaciones
han demostrado lo contrario.
La verdad puede ser algo más compleja,
pero resulta mucho más interesante.
Al parecer, necesitamos microbios que
nos programen para gozar de buena salud.
Y no cualquier tipo de microbios;
necesitamos la combinación exacta.
Tenemos mejores chances de sobrevivir
si contamos con los microbios
con los que nos hemos adaptado
para coexistir durante la evolución.
Y estimo que nos les sorprenderá
descubrir que comenzamos a adquirir
la combinación exacta en el nacimiento.
Es el caso para algunos de nosotros.
Los bebés que nacen vía cesárea
y los que nacen por parto natural
no son iguales en cuanto
al inicio de la vida microbiana.
Y después del nacimiento
hay incontables situaciones
y circunstancias diferentes
que alteran aún más la forma en que
la microbiota intestinal se desarrolla,
como medicaciones que se le puedan
prescribir al infante o a la madre,
el número de mascotas
o hermanos en la familia,
el nivel de higiene en el hogar.
En este caso, es de hecho mejor
si el hogar no está totalmente
limpio en todo momento.
También influye la nutrición,
tanto de la madre como de los infantes.
Todos estos eventos y circunstancias
cumplen un papel fundamental
en el desarrollo
de la microbiota intestinal,
la cual tiene un gran impacto
en la salud futura de ese bebé.
No me refiero a cuestiones
insignificantes de salud,
sino a cosas importantes.
Los microbios que adquirimos
o no adquirimos afectan
nuestra probabilidad de desarrollar
enfermedades como la obesidad, la diabetes
y hasta algunos tipos de cáncer.
No podemos modificar
muchos de los eventos
que acabo de mencionar;
pues son inevitables,
como la cesárea que fue
inventada para salvar vidas,
y eso se hace a diario.
Y la mayoría de los medicamentos
se prescriben por una razón,
especialmente en el caso de infantes.
Por ello debemos aprender
a salvaguardar la salud de estos bebés
luego de esos eventos
que se dan tempranamente
y que pueden desajustar
el desarrollo de la microbiota intestinal,
Trabajo como investigadora
y como encargada de
un equipo de salud infantil.
La pregunta que intentamos
contestar en nuestro trabajo,
y la misma pregunta que
intento responder en esta charla,
es cómo podemos asegurarnos
de que todos los bebés tengan las mismas
oportunidades de gozar de buena salud,
sin importar cómo nacieron o cuáles
fueron sus circunstancias tempranas.
Es una causa noble, ¿no?
Ahora bien, contestemos esta pregunta.
¿Recuerdan que mencioné que se necesita
la combinación exacta de microbios?
Pues bien, para tenerla
necesitamos adquirir esos microbios
que residen en el organismo
en un determinado orden.
Pueden considerarlo como
una campaña de colonización.
Los primeros microbios
que residen en el organismo
alteran el entorno de
la microbiota intestinal del infante
para que así los próximos microbios
sean capaces de entrar.
Algo así como los primeros invasores
que llegan antes
e instalan la infraestructura
sobre la cual los colonos
continúan la construcción.
Si los bebés nacen por cesárea,
esa primera fase de colonización
se ve drásticamente alterada,
pues en lugar de las bacterias vaginales,
fecales y epiteliales de la madre,
solamente las bacterias epiteliales
ingresan a la microbiota
intestinal del infante.
Esto hace que la campaña de colonización
tenga un ritmo totalmente diferente,
y simplemente por tratarse
de algo distinto
a lo que nos hemos adaptado evolutivamente
podría causar algunas desventajas
en términos de salud para
los bebés nacidos por cesárea.
Podemos tomar como
ejemplo el desarrollo del peso.
Varios estudios ya han demostrado
que la composición de la microbiota
intestinal se relaciona con el peso
y con la probabilidad
de desarrollar enfermedades
como la diabetes o de tipo cardiovascular.
Pero ahora hay algunos indicadores
que permiten observar durante la infancia,
a partir de una muestra fecal del bebé,
algunos microbios ausentes
en estos individuos
que más adelante desarrollan
obesidad o sobrepeso.
También se ha demostrado
que esos mismos microbios
pueden estar ausentes
en bebés nacidos por cesárea
o con predisposición a necesitar
muchos antibióticos en
los primeros meses de vida.
Y para cerrar esta idea,
también se ha demostrado
en algunos estudios
que los bebés nacidos por cesárea,
o a quienes se les prescribe muchos
antibióticos a una edad temprana,
son más propensos a padecer
obesidad o sobrepeso, incluso en un 50 %,
que es mucho.
Sé que ahora deben estar pensando:
"Oh, no, hace poco tuve una cesárea",
"Yo nací por cesárea"
o "Mi hijo toma antibióticos".
Pero no quiero que se preocupen.
Si estos microbios están ausentes
por cualquier motivo,
pueden adquirirse más adelante.
Pero el bebé necesitará
algo de ayuda para ello.
Se sabe desde hace tiempo
que amamantar ayuda.
La leche materna es casi milagrosa:
además de tener nutrientes para el bebé,
aparentemente también tiene
alimento para los microbios buenos.
Eso es muy beneficioso para
los bebés que son amamantados,
pero sabemos que
no todos los bebés lo son.
¿Qué podemos hacer para garantizar
que los bebés que no son amamantados
puedan restaurar
el desarrollo de su microbiota
después de experimentar esos eventos
negativos a una edad temprana
que pueden desajustar el desarrollo
de su microbiota intestinal?
Ahora llegamos a la parte
de la charla que tiene las soluciones.
La investigación en este campo
ha avanzado muchísimo últimamente.
Primero, se comprendió que
si nos faltan algunos microbios,
podemos ingerirlos.
Denominamos "probióticos" a los microbios
"buenos" que podemos ingerir.
Estos probióticos han sido estudiados
en varios ensayos clínicos durante años,
e incluso en infantes se han
observado importantes efectos,
como la reducción
del riesgo de tener eczema.
Una segunda revolución se dio
cuando los investigadores
se focalizaron en la leche materna.
Fue lógico ya que, como mencioné,
ya se sabía que la lactancia
contribuye al desarrollo sano
de la microbiota intestinal.
La leche materna tiene unas partículas
que se descubrieron
ya en la década de 1930.
Se llaman "oligosacáridos
de la leche humana",
pero se desconocía su función,
y esta ignorancia duró décadas
tras su descubrimiento inicial.
Resultaba ser un gran misterio
para los investigadores,
pues son verdaderamente
abundantes en la leche materna.
De hecho, son el tercer grupo
más numeroso de sólidos,
pero no son digeribles para los humanos,
ni siquiera para los infantes.
¿Por qué las madres sintetizarían
algo en la leche materna
que usa recursos pero que
no es utilizable para los infantes?
La naturaleza no suele
funcionar de esa forma.
Por lo que fue una gran revelación
cuando finalmente se comprendió
cuál es la función de estas partículas:
alimentar de forma selectiva
a los microbios que
son buenos para los infantes,
y de esa manera impactar en su salud.
Existen más de cientos de
estructuras de oligosacáridos
y en la actualidad podemos
sintetizar algunas en el laboratorio.
Esto nos permite empaquetarlas
junto con los probióticos
para el consumo de niños e infantes
que no las recibieron de la lactancia
y esto restaura la microbiota intestinal
después de experimentar
eventos negativos tempranamente.
A esa solución hemos llegado.
Como investigadora, debo admitir
que los estudios en este campo
continúan en proceso
y que aún queda
mucho trabajo por realizar.
A los científicos nos encanta afirmar eso.
Pero estamos dando los primeros
pasos para comprender mejor
cuáles son los microbios clave
faltantes en varias situaciones
y qué oligosacáridos deberíamos
empaquetar con los probióticos
para ayudar a restaurar la microbiota
de un bebé determinado
en una situación determinada.
Lo que deseo que recuerden de esta charla
es que efectivamente los bebés que
nacen por parto natural y son amamantados
poseen la microbiota que necesitamos.
Pero en los casos en que
esas condiciones no se dan,
existen medidas para reducir
las consecuencias negativas en la salud.
Por último, quiero que imaginen un mundo
en el que exista un sistema de salud
en que al llevar a un bebé
a los controles rutinarios de salud,
se controle también el desarrollo
de la microbiota intestinal de ese bebé
y, si se detecta una deficiencia,
se prescriba un producto especialmente
diseñado para restaurar la microbiota.
¿No sería espectacular
si el inicio de enfermedades crónicas
fuese algo extremadamente inusual
debido a un sistema de salud preventivo?
¿Pueden imaginar un mundo así?
¿Creen que un futuro así sea posible?
Yo sí.
Creo en ese futuro y quiero contribuir
a la realización de ese futuro:
un futuro en que cada bebé
tenga el mismo punto de partida
para una buena salud
durante el resto de su vida.
Gracias.
(Aplausos)