A no ser que hayan pasado tiempo
en la Estación Espacial Internacional,
esta no es, probablemente, una imagen
con la que estén muy familiarizados.
Esta es la costa este de EE. UU.
Aquí está Nueva York
en la parte inferior derecha,
y hay una banda de luz
desde allí hasta Washington DC.
Esas ciudades brillan
como piedras preciosas,
y las carreteras son rastreables
por sus redes lumínicas.
Y toda esa luz da
un resultado muy fotogénico.
Pero hay un problema.
Esa luz está destinada
a que iluminen nuestras aceras,
nuestras calles y nuestras casas.
Pero en realidad se va hacia el cielo
y hacia el universo,
donde ninguno de nosotros hace nada.
Cuando veo este tipo
de fotos de la Tierra,
veo una catástrofe ambiental.
No son piedras preciosas,
sino tumores.
Soy astrónoma,
así que no es una sorpresa
probablemente para nadie
que siempre me haya gustado
el cielo nocturno.
Soy una especie de cliché andante.
Pero cuando era niña en Minnesota,
una de mis actividades favoritas
en las noches de verano
era agarrar mi viejo saco de dormir
y llevarlo a un campo detrás de mi casa,
donde iba a pasar horas
mirando el cielo nocturno.
Y para ello, tenía que enfrentarme
no solo a la oscuridad,
sino también a enjambres de mosquitos,
y eso que mi saco de dormir
realmente no olía muy bien.
(Risas)
Pero había una estrella en particular
que iba a buscar, noche tras noche.
Y me gustaba jugar a un juego
donde trataba de centrarme
en esa estrella tan intensamente
hasta que todo lo demás
desaparecía de mi vista
y solo podía ver la estrella.
Solo podía centrarme en esa estrella
por unos momentos fugaces.
Pero cuando lo hacía,
sentía esa profunda sensación
de conexión con el universo.
Y casi era una sensación de vértigo,
como que iba a caer en el espacio.
Y cuando esto sucedía,
—y sé que suena un poco ridículo—
me sentía al mismo tiempo
profundamente insignificante
y también, podría decir,
extrañamente importante.
Esa estrella que miraba noche
tras noche se llama Vega.
Vega es la estrella más brillante
de la constelación de Lyra,
que es, y no por coincidencia,
el nombre de uno de mis perros.
(Risas)
Pero esta experiencia se está perdiendo.
De mi constelación favorita, Lyra,
esto es lo que se ve desde Manhattan.
Para quienes viven
en entornos urbanos y suburbanos,
si salen por la noche
y miran hacia arriba,
en vez de quedar impresionados
por la majestuosidad del universo,
no ven prácticamente nada.
Estos cielos nocturnos,
completamente vacíos,
por supuesto, se deben a toda
la luz que producimos en la noche.
Esas mismas luces
que se ven desde el espacio
brillan arriba en la atmósfera,
donde rebotan y crean
un esmog lumínico indiferenciado.
Y ese fenómeno tiene un nombre.
Se llama "contaminación lumínica".
Como astrónoma,
puedo explicar lo nociva
que es la contaminación lumínica
por el brillo de las estrellas
que se ven en el cielo.
Y resulta que cuando uno intenta
descifrar los secretos del cosmos,
es realmente muy útil poder ver el cosmos.
Y...
(Se ríe)
De verdad.
Y esta luz que tratamos de detectar
viene de millones o mil millones
de años luz de distancia,
y por eso la luz es,
en general, bastante débil.
Y como astrónoma,
lucho con esto todos los días
al hacer mi trabajo,
y tengo que decirles
que es un problema muy grande.
Pero el problema es mucho peor
que el hecho de perder cierta capacidad
caprichosa de mirar las estrellas.
Por ejemplo,
innumerables especies de plantas
y animales se ven afectadas.
Podríamos hablar de las tortugas marinas
o los polinizadores,
o cualquiera de las especies
que son tan importantes,
además de bonitas.
Pero quiero hablar
sobre estos caracoles de mar
tranquilos y sin pretensiones.
Es posible que los hayan visto
y no les hayan dado demasiada importancia.
Pero son muy interesantes.
En el transcurso de un año,
un caracol de mar rara vez
se mueve más de unos 10 metros.
Eso significa que
cuando atacan a sus presas
pueden ir a un ritmo acelerado
de aproximadamente 1 mm por hora.
Y...
(Risas)
Esto funciona bien,
porque atacan a animales
como los percebes.
(Risas)
Estos caracoles de mar viven
en la zona intermareal de las costas,
donde son una parte
esencial del ecosistema.
No solo son uno de los depredadores
invertebrados más dominantes,
sino que otros animales, como cangrejos
y aves, los encuentran sabrosos.
Esto deja a estos pobres caracoles
en una situación precaria,
porque si se sumergen demasiado profundo,
los cangrejos son una amenaza,
pero si salen del agua demasiado,
los pájaros se harán un festín.
¿Por qué una astrónoma
habla de los caracoles de mar?
Me lo pregunto a mí misma.
Porque su comportamiento se ve
afectado por la contaminación lumínica.
Por ejemplo,
si se somete a los caracoles de mar
a luz artificial durante la noche,
son dos veces más propensos a permanecer
bajo el agua con un depredador.
Esto los pone en un mayor riesgo,
y no es que pueden escapar rápido.
Y por eso...
(Risas)
Y el otro motivo es porque, literalmente,
se mueven a paso de caracol.
Si una población es aniquilada,
puede tomar décadas en reponerse.
Y, a su vez, esto afecta
al resto de su ecosistema
y a las otras especies,
como aves, percebes y cangrejos.
Este es solo un ejemplo
pequeño y desalentador
de cómo la contaminación lumínica
puede desencadenar un efecto de cascada
sobre todo un ecosistema.
Prácticamente todas las especies
estudiadas hasta la fecha
se ven afectadas
por la contaminación lumínica,
incluidos los humanos.
Así que vamos a hablar de nosotros.
Probablemente no les sorprenda
que la contaminación lumínica
puede afectar la capacidad
de dormir bien de noche.
Sin embargo, quizá les sorprenda saber
que la contaminación lumínica
está vinculada a la obesidad.
De hecho, un estudio reciente
descubrió que la contaminación lumínica
ha contribuido a más del 70 %
de las tasas de obesidad en 80 países.
Más aún, la contaminación lumínica
contribuyó tanto al exceso de peso
como a la ingesta de comida chatarra.
Y se pone peor.
Las mujeres que se someten
a cantidades significativas
de luz artificial en la noche
tienen un 50 % más de probabilidades
de desarrollar cáncer de mama.
Y de hecho, la contaminación lumínica
se correlaciona con todo tipo de cáncer.
En experimentos
controlados de laboratorio
hay una relación directa entre el aumento
de la luz artificial durante la noche
y la tasa de crecimiento de tumores.
Tal vez se pregunten cómo la luz normal
podría afectar las tasas de cáncer.
Quizá todo se reduzca
a esa hormona tan importante
llamada "melatonina",
que ha ido evolucionando
durante millones de años
para producir el ciclo día-noche,
o ritmo circadiano.
Lo que sucede es que
cuando la luz impacta en la retina
detrás del ojo, en la noche,
puede interrumpir
la producción de melatonina,
y cuando la producción
de melatonina se interrumpe,
toda una cadena de otros procesos
químicos se ven afectados,
como la producción de estrógenos.
Y cuando este equilibrio
químico está fuera de control,
pueden pasar cosas muy malas.
De hecho, son tan malas,
que la Agencia Internacional
para la Investigación del Cáncer
ha dicho que la interrupción
del ritmo circadiano humano
es un probable factor cancerígeno.
Y, por curiosidad, quiero contarles
que la contaminación lumínica
se ha relacionado
con dolores de cabeza,
ansiedad, depresión, diabetes,
enfermedades cardiovasculares
y la lista continúa.
Pero tal vez no se preocupen por su salud.
Moriremos de todos modos,
así que por qué no morir
en una habitación bien iluminada.
(Risas)
El hecho de que se están riendo
de la muerte es algo increíble.
(Risas)
Pero quizá se preocupen por el dinero.
El dinero que se gasta
en la luz desperdiciada.
Y me refiero solo a la luz
que va hacia el universo,
y que no nos beneficia en nada,
cuesta USD 3000 millones al año.
Es suficiente dinero para construir
1000 aerogeneradores industriales
o financiar el sistema público escolar
de Washington DC más de dos años,
o, mi favorito, porque quiero uno
pero no puedo pagarlo...
que es comprarme un Tesla
Model X de USD 30 000.
(Risas)
E incluye el beneficio fiscal
por ser un auto eléctrico.
Y luego están los costos existenciales.
No tengo ningún dato
sobre cómo el perder el contacto
con nuestro lugar en el cosmos
nos impacta.
Pero creo
que esto afecta a nuestra humanidad
más que cualquier otra estadística
desalentadora que puedo compartir con Uds.
Y esto empeora con el tiempo.
La cantidad de contaminación lumínica
se duplica aproximadamente cada 35 años.
Esto significa que en la próxima década
prácticamente toda
la mitad oriental de EE. UU.
será permanentemente
más luminosa que el crepúsculo.
Y hay otro problema
con la contaminación lumínica.
El problema es mucho peor de lo que
captamos con nuestros propios ojos.
Nuestros ojos han evolucionado
para detectar solo esta pequeña gama
del espectro completo de la luz.
Toda esa otra luz que no podemos ver,
la luz invisible,
también tiene contaminación.
En gran parte,
es por la tecnología moderna,
como los móviles
o radares de auto a auto,
o al parecer ahora necesitamos
aparatos que puedan hablarse entre sí.
Toda esta moderna tecnología
emiten señales fuertes
que pueden opacar completamente
esta luz muy débil que estamos
tratando de detectar
del resto del universo fuera de la Tierra,
que, para su información,
es la mayor parte del universo.
(Risas)
Y luego están los satélites.
Los satélites son un problema
en las longitudes de onda
visibles e invisibles.
Muchas empresas privadas planean
poner decenas de miles de satélites
en la órbita terrestre,
donde no solo superarán en número,
literalmente, a las estrellas
visibles en el cielo,
sino que al mismo tiempo emitirán
luz invisible hacia la Tierra.
Así que para los astrónomos como yo,
que utilizan luz invisible
para estudiar el universo,
va a ser como mirar al Sol
tratando de ver una vela
de cumpleaños detrás de él.
Muy bien, quiero ser clara:
no hay nada inherentemente malo
con estas tecnologías modernas,
con los móviles, los satélites
o los radares de auto.
No estoy segura
sobre los aparatos de cocina.
(Risas)
Aún no se me ha roto el horno
y no compré otro que hable con mi móvil.
Y utilizo luces en la noche
como todos los demás.
Pero el asunto es el siguiente:
algunos problemas en el mundo,
como los que hemos oído hoy
y seguiremos oyendo,
son abrumadores y parecen insolubles.
La contaminación lumínica visible
no es uno de estos problemas.
En realidad, se trata de algo
ridículamente simple.
Así que les presento cinco cosas
muy sencillas que pueden hacer.
No utilicen luces de más potencia
que la necesaria.
No utilicen luces cuando no las necesiten.
Y cuando las usen,
asegúrense de que miren hacia abajo,
para que no estén iluminando el cielo.
Y vamos a hablar de las luces LED.
Si tienen la opción,
no compren las azules.
Busquen las de color blanco cálido.
Si compran las que dicen
"luz natural" o "luz de día",
es como decir que odio el espacio.
(Risas)
Y finalmente,
Uds. pueden promover esto.
Incluso en su comunidad local,
averigüen si hay un código de iluminación
y si se lo puede hacer más amigable
con el cielo nocturno.
Incluso podrían abogar a nivel federal
para pedir amablemente
a las autoridades federales,
y quizá haya aquí algún representante,
que por favor no subasten al mejor postor
nuestra visión del universo invisible
para contaminarlo a voluntad,
que es en realidad lo que sucede.
Ahora bien, como buena profesora,
tengo tareas para Uds.
Si nunca han visto un cielo
nocturno verdaderamente oscuro,
quiero que salgan y lo vivan
por sí mismos.
Porque si no lo hacen,
no saben lo que se pierden,
no saben lo que la humanidad
está perdiendo.
Gracias.
(Aplausos)