Un amigo mío, politólogo,
me dijo varios meses atrás,
exactamente cómo sería este mes.
Me dijo que se aproxima un abismo fiscal,
que llegará a comienzos de 2013.
Desde luego, los dos partidos
necesitan resolverlo,
pero ninguno quiere parecer
el primero que lo resolvió.
Ningún partido tiene incentivo alguno
para resolverlo un segundo antes del plazo,
así que me dijo, diciembre, habrá muchas
negociaciones enojosas,
negociaciones destructoras,
reportes telefónicos de que no van bien,
gente diciendo que no pasa nada,
y luego, cerca de Navidad o Año Nuevo,
oiremos, "Bueno, lo resolvieron todo".
Me lo dijo algunos meses atrás. Me dijo que
estaba un 98 % seguro de que se resolvería,
y recibí un correo de él hoy que dice, bien,
estamos en el camino, pero
ahora estoy un 80 % seguro
de que lo resolverán.
Y me hizo pensar.
Me encanta estudiar
esos momento de la historia de EE.UU.
en que hubo ese frenesí
de ira partidista,
en que la economía estuvo
al borde del colapso total.
La batalla temprana más famosa
fue entre Alexander Hamilton
y Thomas Jefferson sobre
qué sería el dólar
y cómo se respaldaría,
con Alexander Hamilton
diciendo: "Necesitamos un banco central,
el Primer Banco de EE.UU.,
o sino el dólar no tendrá valor.
Esta economía no funcionará",
y Thomas Jefferson diciendo:
"Las personas no confiarán en eso.
Acaban de luchar contra un rey.
No aceptarán ninguna forma de poder central".
Esta batalla definió los primeros 150 años
de la economía estadounidense,
y en cada momento, distintos partidarios dicen:
"Dios mío, la economía está cerca del colapso",
y nosotros gastando nuestros dólares
en lo que queremos comprar.
Para darles una idea rápida
de dónde estamos,
una rápido repaso de dónde estamos.
El abismo fiscal... me han dicho
que es muy partidista decirlo así,
aunque no puedo recordar qué partido
lo apoya y cuál lo ataca...
me dicen que debemos
llamarlo pendiente fiscal
o crisis de austeridad,
pero otros dicen, no,
eso es más partidista aún,
así que llamémoslo
autoimpuesto, autodestructivo
límite arbitrario de tiempo para
resolver un problema inevitable.
Y así es cómo luce un problema inevitable.
Esta es la proyección de la deuda
de EE.UU. como porcentaje
de toda nuestra economía, el PIB.
La línea punteada celeste representa
los mejores pronósticos de la
Oficina de Presupuesto del Congreso
de lo que pasaría si el Congreso no hace nada,
y, como pueden ver, alrededor del 2027,
alcanzaremos a los niveles de deuda de Grecia,
algo así como un 130 % del PIB,
lo que dice que en algún momento
en los próximos 20 años,
si el Congreso no hace absolutamente nada,
llegaremos a un momento en el que
los inversionistas del mundo,
los compradores de bonos mundiales, dirán:
"Ya no confiamos en EE.UU.
No les prestaremos más dinero,
salvo a un interés realmente muy alto".
Y en ese momento nuestra economía colapsará.
Pero recuerden, Grecia está ahí hoy.
Estaremos allá en 20 años.
Tenemos mucho, mucho tiempo
para evitar la crisis,
y el abismo fiscal fue solo un intento más
de tratar de forzar a ambos lados
a resolver la crisis.
Aquí hay otra forma de ver
exactamente el mismo problema.
La línea azul oscura es
cuánto gasta el gobierno.
La celeste es cuánto recauda el gobierno.
Y, como pueden ver,
en la historia más reciente,
excepto por un breve período,
consistentemente gastamos
más de lo que recibimos.
Esa es la deuda nacional.
Pero como también pueden ver,
la proyección sigue,
la brecha se amplía un poco
y sube un poco,
y esta gráfica es solo hasta 2021.
Se pondrá muy, muy feo
a partir de 2030.
Y esta gráfica trata
de resumir el problema.
Los demócratas, dicen,
bueno, no es una gran cosa.
Podemos subir los impuestos
un poco y cerramos la brecha,
especialmente si subimos los de los ricos.
Los republicanos dicen, no, no,
tenemos una mejor idea.
¿Por qué no bajamos las dos líneas?
¿Por qué no bajamos el gasto
del gobierno y bajamos los impuestos,
y entonces estaremos en una trayectoria aún más
favorable del déficit en el largo plazo?
Y detrás de este poderoso desacuerdo sobre
cómo cerrar la brecha,
está la peor clase de cinismo
de los partidos políticos,
la peor clase de miembro del grupo,
el lobby, toda la parafernalia,
pero hay además intereses poderosos,
respetuoso desacuerdo entre
dos filosofías económicas
fundamentalmente diferentes.
Y me gusta pensar, cuando imagino
cómo ven la economía
los republicanos, imagino una asombrosa
máquina bien diseñada,
cierto tipo de perfección.
Desafortunadamente, es un cuadro
hecho en Alemania o Japón,
pero esta máquina asombrosa
que constantemente elimina
todo el esfuerzo humano
e insume los recursos,
dinero, trabajo, capital, maquinaria,
lejos de las zonas menos productivas
y las lleva a las zonas más productivos,
y aunque esto pueda causar perturbación temporal,
lo que hace es construir unas áreas más productivas
y dejar las menos productivas desvanecerse y morir,
y como resultado todo el sistema es más eficiente,
más rico para todos.
Y esta visión generalmente
cree que el papel del gobierno,
un papel reducido, es poner las reglas
para que las personas no mientan
ni engañen, ni dañen unas a otras,
quizá, tener departamentos
de policía y bomberos
y un ejército, pero
un alcance muy limitado
en los mecanismos de esa maquinaria.
Y cuando imagino a los demócratas
o a los economistas demócratas
inclinarse en esa dirección,
muchos economistas demócratas
son, saben, capitalistas,
creen, sí, que es un buen sistema
la mayor parte del tiempo.
Es bueno dejar que los mercados muevan
los recursos a las áreas más productivas.
Pero el sistema tienen muchísimos problemas.
La riqueza se acumula
en los lugares equivocados.
La riqueza se le quita a personas que no
deberían ser llamadas improductivas.
Esto no creará una sociedad equitativa y justa.
A la máquina no le importa el ambiente,
el racismo, todos estos temas
que hacen la vida peor para todos,
y entonces el gobierno tiene
el papel de tomar los recursos
de usos más productivos,
de las fuentes más ricas,
para darlos a otras fuentes.
Y cuando pensamos en la economía a través
de estos dos lentes diferentes,
uno entiende por qué es
tan difícil de resolver esta crisis
debido a que cuanto mayor es la crisis,
mayores serán las apuestas,
cuanto más, cada parte,
crea que sabe la respuesta
y que el otro lado va a arruinarlo todo.
Y realmente me desespera.
He pasado mucho tiempo
en los últimos años deprimido por esto,
hasta este año, en que
me enteré de algo que
me hizo entusiasmarme mucho.
Siento que es una muy buena noticia,
y es tan impactante,
no me gusta decirlo, porque creo que
la gente no me cree.
Pero esto es lo que aprendí.
Los estadounidenses,
considerados en su conjunto,
cuando se trata de estos temas,
en cuestiones fiscales,
son moderados, centristas pragmáticos.
Y sé que es difícil de creer,
que el pueblo estadounidense
es moderado, centrista pragmático.
Pero permítanme explicar a qué me refiero.
Si analizamos cómo gasta
dinero el gobierno federal,
esta es la batalla aquí,
el 55 %, más de la mitad,
va a la seguridad social,
Medicare, Medicaid, algunos
otros programas de salud,
el 20 % en defensa,
el 19 % discrecional,
y 6 % en intereses.
Así que al hablar de cortar
el gasto del gobierno,
hablamos de esta tarta,
y los estadounidenses abrumadoramente, sin importar
de qué partido sean, mayoritariamente, les gusta
este gran 55 %.
Les gusta la seguridad social.
Les gusta Medicare.
Incluso Medicaid, a pesar de que
va a los pobres y a los indigentes,
que uno imaginaría que tendría menos apoyo.
Y fundamentalmente no quieren tocarlo,
aunque los estadounidenses están muy cómodos,
y los demócratas aproximadamente
igualan a los republicanos,
en algunos ajustes menores para
hacer el sistema más estable.
La seguridad social
es bastante fácil de ajustar.
Los rumores de su desaparición
son siempre muy exagerados.
Gradualmente se aumenta
la edad de jubilación,
tal vez solo a personas
que no han nacido aún.
Los estadounidenses están 50/50,
en si son demócratas o republicanos.
Reducir Medicare para
las personas mayores muy ricas,
personas mayores que hacen mucho dinero.
Incluso no eliminarlo. Solo reducirlo.
Las personas generalmente están cómodas
con eso, demócratas y republicanos.
¿Recaudar contribuciones para cuidado médico?
Todo el mundo lo odia por igual,
pero los republicanos
y los demócratas lo odian juntos.
Esto dice, cuando uno ve
la discusión de cómo resolver
nuestros problemas fiscales,
que no somos una nación dividida profundamente
respecto de los temas principales e importantes.
Estamos cómodos con que se necesitan
algunos ajustes, pero queremos mantenerlo.
No estamos abiertos a la
discusión de si eliminarlo.
Ahora hay un tema que es muy partidista,
y donde un partido solo quiere
gastar, gastar, gastar,
no nos importa, gastar más
y son por supuesto los republicanos
cuando se trata de gasto en defensa militar.
Superan a los demócratas.
La gran mayoría quiere proteger
el gasto de defensa militar.
Es el 20 % del presupuesto,
y presenta un problema más difícil.
También debo señalar
que el gasto [discrecional],
aproximadamente el 19 % del presupuesto,
es tema de demócratas y republicanas,
así que tienen bienestar,
cupones de alimento, otros programas
que tienden a ser populares entre los demócratas,
pero también cuentas del
Departamento del Interior y todo tipo
de incentivos para la perforación
de petróleo y otras cosas,
que tienden a ser populares
entre los republicanos.
Ahora, en cuanto a impuestos,
hay más desacuerdo.
Es una zona más partidista.
Tienen apoyo abrumador de los demócratas
en elevar el impuesto sobre la renta
a las personas que ganan USD 250 000 al año,
los republicanos están en contra,
aunque si los divides por ingresos,
a los republicanos que ganan menos de
USD 75 000 al año les gusta la idea.
Pero, a los republicanos que ganan más de USD
250 000 al año no quieren más impuestos.
Al aumentar los impuestos sobre la renta
de la inversión, también se observa que
cerca de dos tercios de los demócratas
pero solo un tercio de los republicanos
están cómodos con esa idea.
Esto lleva a un punto
realmente importante, que
en este país tendemos
a hablar de los demócratas
y los republicanos y pensar
que hay un pequeño grupo
de así llamados independientes
que es, ¿qué?, ¿2 %?
Si sumamos a demócratas y republicanos,
tenemos a los estadounidenses.
Pero ese no es el caso en absoluto.
Y no ha sido el caso durante la mayor parte
de la historia estadounidense moderna.
Aproximadamente un tercio de los
estadounidenses dicen que son demócratas.
Alrededor de una cuarta parte
dice que son republicanos.
Una pequeña astilla se llaman
a sí mismos libertarios, o socialistas,
o algún otro pequeño tercer partido,
y el bloque más grande, 40 %,
dice que es independiente.
Por lo que la mayoría de los
estadounidenses no es partidista,
y la mayoría de la gente
en el campo independiente
cae en algún lugar en el medio,
por lo que incluso aunque tenemos
gran superposición entre las opiniones
sobre estas cuestiones fiscales
de demócratas y republicanos,
tenemos superposición aún mayor al
agregar a los independientes.
Ahora tenemos que luchar
sobre todo tipo de asuntos.
Llegamos a odiarnos unos
a otros sobre el control de armas
y el aborto y el medio ambiente,
pero en estas cuestiones fiscales,
estas importantes cuestiones fiscales,
simplemente no estamos
tan divididos como la gente dice.
Y, de hecho, existe este
otro grupo de personas
que no está tan dividido
como la gente podría pensar,
y es el grupo de economistas.
He hablado con muchos economistas
y por allá por los 70
y los 80 era feo ser economista.
Estabas en lo que llamaban
el campamento de agua salada,
Harvard, Princeton, MIT, Stanford, Berkeley,
o estabas en el campamento de agua dulce,
Universidad de Chicago,
Universidad de Rochester.
Eras un economista capitalista de libre mercado
o eras un economista liberal keynesiano,
y estas personas no van a las bodas de los otros,
se desairaban mutuamente en las conferencias.
Es feo aún hoy en día,
pero en mi experiencia,
realmente, es realmente difícil
encontrar un economista menor de 40
que todavía tenga esa forma de ver el mundo.
La mayoría de los economistas... no es bueno
llamarte un ideólogo de cualquier campo.
La frase que quieres,
si eres estudiante de postgrado
o postdoctorado o profesor,
un profesor de economía de 38 años
dice: "Soy empirista.
Me baso en datos".
Y los datos están muy claros.
Ninguna de estas teorías principales
ha sido completamente exitosa.
El siglo XX, los últimos cien años,
está plagado de ejemplos desastrosos
de veces en que una escuela
u otra intentó explicar
el pasado o predecir el futuro
y acabo haciendo un trabajo horrible, horrible,
por lo que la profesión de economista
ha adquirido cierto grado de modestia.
Todavía son un grupo de personas
muy arrogantes, se lo aseguro,
pero ahora son arrogantes sobre su imparcialidad,
y también ven una enorme gama de posibles resultados.
Y este apartidismo es algo que existe,
ha existido en secreto
en EE.UU. durante años y años y años.
He pasado el otoño hablando
con las tres organizaciones
principales que encuestan las actitudes
políticas estadounidenses:
Pew Research,
el centro de investigación de opinión de nacional
de la Universidad de Chicago,
y la más importante pero menos conocida,
el grupo de Estudios Estadounidense
de Elección Nacional
que es la mayor encuesta de las actitudes
políticas del mundo y la más respetada.
Han estado haciéndola desde 1948,
y lo que muestran consistentemente
es que es casi imposible
encontrar estadounidenses
que concuerden ideológicamente,
que apoyen constantemente,
"No, no necesitamos impuestos,
y debemos limitar el tamaño del gobierno",
o, "No, debemos alentar al gobierno
a desempeñar un papel mayor
en la redistribución y corregir
los males del capitalismo".
Esos grupos son muy, muy pequeños.
La gran mayoría de las personas
deciden con cuidado,
transigen y cambian con el tiempo
al oír un mejor argumento
o un argumento peor.
Y eso no ha cambiado.
Lo que ha cambiado es cómo
las personas responden a preguntas vagas.
Si uno hace preguntas vagas, como,
"¿Cree que debería haber
más gobierno o menos gobierno?"
"Cree que el gobierno debe" —sobre todo si se
usa un lenguaje tendencioso—
"¿Cree que el gobierno debe dar cupones?"
O, "¿Cree que el gobierno debe redistribuir?"
Entonces se puede ver
un cambio radical partidista.
Pero al ser específicos,
cuando realmente se pregunta
sobre los impuestos reales y temas
de gastos que se estén estudiando,
las personas son notablemente centristas,
son llamativamente abiertas a transigir.
Así que lo que tenemos, entonces,
cuando piensen en el abismo fiscal,
no piensen como si los
estadounidenses fundamentalmente
no podemos soportarnos en estos temas
y que debemos ser desgarrados
en dos naciones beligerantes separadas.
Piensen en ello como un diminuto, pequeño
número de economistas antiguos
y falaces ideólogos que
han capturado el proceso.
Y han capturado el proceso
a través de formas familiares,
a través de un sistema primario que fomenta
ese pequeño grupo de voces de la gente,
porque ese pequeño grupo de personas,
la gente que responde
a todo sí o a todo no
sobre esas cuestiones ideológicas,
puede ser poca, pero cada uno
de ellos tiene un blog,
cada uno de ellos ha estado en Fox
o MSNBC en la última semana.
Cada uno de ellos se convierte
en una voz más y más fuerte,
pero no nos representan.
No representan nuestros puntos de vista.
Y me lleva de vuelta al dólar,
me lleva a acordarme
que conocemos esta experiencia.
Sabemos qué es
tener a estas personas
en la televisión, en el Congreso,
vociferando que viene el fin del mundo
si no adoptamos totalmente su punto de vista,
porque es lo que pasa con el dólar
desde que ha habido dólar.
Tuvimos la batalla entre Jefferson y Hamilton.
En 1913, tuvimos esta fea batalla
sobre la Reserva Federal,
cuando se creó con argumentos
maliciosos, molestos,
sobre cómo estaría constituida,
y el acuerdo general de que
lo que se constituyó
fue el peor acuerdo posible,
un compromiso garantizado para
destruir esta cosa valiosa,
este dólar, pero luego todo el mundo
estuvo de acuerdo, está bien,
mientras estamos en el estándar
de oro, debe estar bien.
La Fed no puede hacerlo tan mal.
Pero luego nos salimos del estándar
de oro para los individuos
durante la Depresión
y nos salimos del patrón oro
como fuente de coordinación
internacional de la moneda
durante la presidencia de Richard Nixon.
Cada vez, estábamos al borde del colapso total.
Y no pasó nada en absoluto.
A lo largo de todo, el dólar ha sido
uno de las monedas más antiguas,
estables y razonables,
y todos lo usamos todos los días,
no importa lo que la gente esté gritando,
no importa lo asustados que
se supone debemos estar.
Y este panorama fiscal a largo plazo
en que estamos en este momento,
creo que lo más enloquecedor es que,
si el Congreso simplemente pudiera
mostrar que no están de acuerdo entre sí,
que no son capaces de idear
el mejor acuerdo posible,
sino que son capaces
de comenzar el proceso
de llegar a un acuerdo,
todos estaremos mejor al instante.
El temor es que el mundo está mirando.
El temor es que cuanto más
retrasemos cualquier solución,
el mundo verá a los EE.UU.
no como la piedra angular de la
estabilidad en la economía mundial,
sino como un lugar que no puede
resolver sus propias luchas,
y cuanto más tiempo demoramos,
más ponemos al mundo nervioso,
las tasas de interés crecerán más,
más rápido vamos a tener que afrontar un día
de calamidad horrible.
Y así, solo el acto de ceder en sí mismo
y mantener un compromiso,
nos daría aún más tiempo,
permitiría a ambos lados diluir más el dolor
y llegar a ceder más en el camino.
Yo estoy en los medios. Siento que
mi trabajo para que esto se dé,
es ayudar a fomentar las cosas
que parecen llevar al compromiso,
no hablar de esto en esos
términos vagos y atemorizantes
que nos polarizan,
sino solo hablar de esto como lo que es,
no es una crisis existencial,
no en una batalla entre dos visiones
religiosas fundamentalmente diferentes,
sino un problema de matemáticas, un problema
de matemáticas realmente resoluble,
uno donde no todos vamos
a conseguir lo que queremos
y aquél en el que habrá un poco
de dolor esparcido por ahí.
Pero cuanto más pronto lo afrontemos
como un problema práctico,
antes podremos resolverlo,
y más tiempo tenemos para
resolverlo, paradójicamente.
Gracias. (Aplausos)