Un conejo se esmera
en tocar un órgano de iglesia
mientras un caballero
lucha contra un caracol gigante
y un hombre desnudo ejecuta
una tuba con su parte trasera.
Pintadas con pinceles de cerda
de ardilla sobre vitela o pergamino
por monjes, monjas o artesanos urbanos,
estas bizarras imágenes adornan
los márgenes de los libros más preciados
de la Edad Media.
Las ilustraciones suelen
relatar una segunda historia
que es tan rica como la del texto mismo.
Algunas imágenes se repiten
en varios manuscritos ilustrados
y a menudo resaltan
el contenido religioso
de los libros que decoran.
Por ejemplo, un puercoespín
que recoge frutos con sus púas
podría representar al diablo
que roba los frutos de la fe,
o a Cristo que carga
con los pecados de la humanidad.
Según la leyenda medieval, un cazador
solo podía atrapar un unicornio
mientras apoyaba su cuerno
en la falda de una virgen,
de manera que el unicornio podría
simbolizar la tentación sexual
o a Cristo capturado por sus enemigos.
Por su parte, los conejos
podían representar la naturaleza
lasciva del ser humano
y se podían redimir tratando
de crear música sacra,
a pesar de sus debilidades.
Los europeos del Medioevo
seguramente conocían estas referencias
plasmadas en otras expresiones
artísticas y en la tradición oral,
aunque algunas de ellas fueron
acrecentado su misterio con los siglos.
Actualmente, no se sabe a ciencia cierta
qué representa el consabido caballero
que lucha contra un caracol gigante,
o por qué suele ser
derrotado en la contienda.
El caracol podría simbolizar
la muerte inexorable,
capaz de doblegar
al más fuerte de los caballeros.
También podría representar la humildad
y la necesidad del caballero
de vencer su propio orgullo.
Muchos manuscritos ilustrados eran
copias de textos religiosos o clásicos,
y quienes las hacían incorporaban
sus propias ideas y opiniones
en forma de ilustraciones.
La tuba ejecutada con la parte
trasera, por ejemplo,
era probablemente una forma
de manifestar desaprobación
o de darle un efecto irónico
a la acción descrita en el texto.
Las ilustraciones también servían
para hacer alusiones
subversivas de tono político.
El texto "Las decretales de Smithfield"
detalla las leyes de la Iglesia
y el castigo impuesto a los infractores.
Pero las ilustraciones marginales
muestran un zorro ahorcado por gansos,
quizá una alusión a la gente común
que se venga de sus poderosos opresores.
En "Chronica Majora",
Matthew Paris resume
el escándalo que sacudió su época,
cuando el príncipe galés Griffin
murió tras caer en picada
de la torre de Londres.
En su relato, Paris escribió
que, para algunos, se cayó
y, para otros, lo empujaron.
Paris dibujó su propia
versión en los márgenes,
donde el príncipe escapa
con una soga de sábanas
y, en el intento, muere al caer.
Algunos márgenes mostraban
historias de un cariz más personal.
"El salterio de Luttrell",
un libro de salmos y plegarias
encomendado por Sir Geoffrey Luttrell,
muestra a una doncella
peinándose el cabello,
mientras un joven
atrapa un pájaro en su red.
La parte calva de su cabeza
empieza a cubrirse de pelo,
indicio de que es un sacerdote
que ha descuidado sus obligaciones.
La escena alude
al escándalo de una familia
en la que un joven clérigo escapa
con Elizabeth, hija de Sir Geoffrey.
Es posible que el consejero
espiritual de la familia
haya incluido la ilustración en el libro
para alertar a sus clientes
de los propios errores
y animarlos al desarrollo espiritual.
Algunos artistas llegaron a pintarse
a sí mismos en los manuscritos.
La primera imagen en las obras
compiladas de Christine de Pisan
la muestra presentando
un libro a la reina de Francia.
La reina quedó tan impresionada
por la obra anterior de de Pisan
que le encargó la confección de una copia.
El mecenazgo de la reina
le permitió fundar su propia
casa editorial en París.
La tradición de los manuscritos ilustrados
se mantuvo por más de mil años.
Los libros fueron creados
por individuos o grupos
que los destinaban a diversos usos,
como plegarias personales,
libros litúrgicos de misa,
textos de estudio
y como talismanes que servían
de protección en las batallas.
En todas sus variedades,
estas elaboradas miniaturas
dispuestas en los márgenes
son magníficas ventanas que nos adentran
en la mente de los artistas medievales.