En 1985, en una expedición de estudio sobre los delfines, tres investigadores se aburrían un poco. Para amenizar la situación, uno se hizo pasar por Poseidón, colocando una guirnalda de algas sobre su cabeza, arrojándola luego al océano. Momentos después, un delfín apareció con las algas coronando su cabeza. Esto podría ser de una coincidencia, pero también es muy posible que el delfín imitara al científico. Debido a que los delfines son unos de los animales más inteligentes sobre la Tierra. Pero ¿qué tan inteligentes son realmente? Al igual que las ballenas y marsopas, los delfines pertenecen al grupo de los mamíferos acuáticos, conocido como cetáceos, que constituyen 86 especies diferentes, y comparten un nexo en común con los animales ungulados. Originalmente como mamíferos terrestres, los primeros cetáceos entraron en el agua hace unos 55 millones años siendo grandes depredadores con dientes afilados. Un cambio en la temperatura de los océanos hace 35 millones años redujo el número de presas disponibles. Un grupo de los cetáceos sobrevivió a esta disrupción, los odontocetos, quienes se hicieron más pequeños con dientes menos afilados, pero con cerebros más grandes y complejos que les permitieron relaciones sociales complejas, así como la ecolocalización para navegar y comunicarse. Y haciendo un salto hasta la actualidad, los cerebros de los delfines hoy tienen un gran cociente de encefalización, tamaño del cerebro en comparación con la media del tamaño corporal, que ocupa el segundo lugar tras los seres humanos. Los delfines han evolucionado para sobrevivir por su capacidad de formar redes sociales complejas cazan, se protegen de sus rivales y crían descendencia, juntos. Por ejemplo, un grupo de delfines de Florida practica una forma sofisticada de cooperación para cazar peces. Un delfín designado como "creador de la red" golpea el barro mientras que otro da la señal al resto de los delfines que de forma simultánea capturan los peces que escapan. Un logro así requiere una planificación y cooperación deliberada, que, a su vez, requiere de algún tipo de comunicación intencional. Los delfines pasan sus métodos de comunicación y otras habilidades de generación en generación. Diferentes poblaciones de delfines exhiben variaciones en saludos, estrategias de caza y otros comportamientos. Este tipo de transmisión cultural abarca incluso el uso de herramientas. Un grupo de delfines nariz de botella en las costas de Australia apodado El Esponja Club Dolphin, sabe cubrir sus rostros con las esponjas cuando se enraízan en corales afilados, pasando el conocimiento de madre a hija. Los delfines incluso han demostrado comprensión del lenguaje. Cuando se les enseñó un lenguaje basado en silbidos y gestos de la mano, no solo entendieron el significado de las señales, sino que el orden tiene significado: la diferencia entre llevar el balón hacia el aro y llevar el aro hacia el balón. Así que pudieron procesar dos de los principales elementos del lenguaje humano: símbolos que representan objetos y acciones, y la sintaxis que rige la forma en que se estructuran. Los delfines son una de las pocas especies que pasan la prueba del espejo. Se reconocen a sí mismos en espejos, lo que indica su autoconciencia física, y la investigación muestra que puede reconocer no solo sus cuerpos, sino también sus propios pensamientos, una propiedad llamada metacognición. En un estudio, los delfines comparan dos sonidos que indicaban lo mismo, algo diferente, o una respuesta incierta. Al igual que los humanos, señalaron la incertidumbre más a menudo con pruebas difíciles, lo que sugiere que son conscientes de lo que saben, y el grado de confianza que sienten sobre ese conocimiento. Pero algunas de las cosas más sorprendentes de los delfines son sus sentidos de empatía, altruismo y apego. El hábito de ayudar a heridos se extiende a través de toda su especie como lo demuestran muchas pruebas de delfines llevando seres humanos a la superficie para respirar. Y como nosotros, los delfines lloran a sus muertos. Al tener en cuenta la evidencia, podemos preguntarnos por qué los humanos todavía cazan delfines para comida, los ponen en peligro con la pesca y la contaminación, o los enclaustran para realizar acrobacias. La cuestión no es si los delfines son inteligentes y seres complejos, sino si los humanos pueden empatizar con ellos lo suficiente como para conservarlos a salvo y libres.