¿Qué elementos necesita un periodista para salir a la calle a realizar su trabajo? Un bloc de notas, una lapicera, una cámara de fotos, un grabador, un teléfono celular y no mucho más que eso. Pero si a estos elementos les agregamos un par de custodios armados vigilando todo desde atrás, un vehículo blindado para poder moverse con cierta seguridad por la ciudad, o un chaleco antibalas para quizás salir con vida por si vienen los disparos, estamos hablando que hay algo que no está funcionando como debería. Que detrás del hecho informativo hay intereses tan oscuros que hay personas dispuestas a asesinar a un periodista con tal de que una determinada información no se publique, no sea difundida. Esta situación está ocurriendo en este momento en algunos países de nuestro continente, con periodistas que salen a trabajar, a realizar su labor y salen a pasear, y a comprar el pan a la vuelta de la casa, protegidos con ciertas medidas de seguridad para evitar que los maten. Durante este año conocí a algunos de estos periodistas en México y en Colombia, los dos países latinoamericanos con más periodistas asesinados en los últimos 15 años. Y en una serie de entrevistas pude recoger varios testimonios acerca de lo que es ejercer el periodismo bajo presión: con narcotraficantes, con guerrilleros, con paramilitares y principalmente con funcionarios públicos corruptos por un lado, y con una increíble voluntad para seguir ejerciendo el periodismo, por el otro. En el marco de este trabajo que me llevó por estos dos países, el primer país de estos dos que visité fue Colombia. Ahí llegué en el mes de febrero y ya de entrada me encontré con las primeras historias increíbles, historias personales de periodistas que podrían ser sacadas de una novela o de una película de tiros. Rodrigo Callejas fue uno de los primeros periodistas que entrevisté. Es un periodista de Tolima. En 2008 fue declarado objetivo militar por las FARC y algunos años más tarde fue amenazado por los paramilitares. Desde ese entonces tiene protección del Estado: chaleco antibalas, custodios blindados, un vehículo blindado, custodios armados... Pero cuando lo entrevisté en la Plaza de los Periodistas de Bogotá solamente tenía su chaleco antibalas porque la Unidad Nacional de Protección de Colombia está atravesando un momento de crisis y no había el presupuesto suficiente para el vehículo y los custodios. En Barrancabermeja entrevisté a Ademir Luna. Barrancabermeja es un pueblo ubicado en una zona plagada de paramilitares, que ya lo fueron a buscar tres veces a la casa para matarlo, y como no lo encontraron terminaron amenazando a su esposa cuando se encontraba embarazada. Y que en otra oportunidad estuvieron a punto de prender fuego a un empleado de su padre porque lo confundieron y pensaron que era Ademir. En este caso la respuesta del Estado fue un botón de pánico y un chaleco antibalas que le quedó chico. Mari Luz Avendaño es otra de las periodistas que entrevisté y que forman parte de este trabajo. Mari Luz es una periodista de Medellín, que en su momento fue secuestrada por la guerrilla durante una semana y tiempo después tuvo que irse de Colombia, escapar del país, porque la estaban buscando los narcotraficantes de la banda de López de Jesús Londoño, más conocido como "Mi Sangre", y considerado por muchos como el narcotraficante colombiano más peligroso después de Pablo Escobar. Ahora bien, ¿de dónde sale todo esto? ¿Cómo es que yo, un periodista marplatense, dejé mi trabajo como productor de radio, vendí mi auto, vendí mi kayak y me fui con mi mochila al hombro de viaje durante un año y medio y terminé recorriendo estos países y entrevistándome con estas personas? La historia de todo eso comenzó en el sur de Ecuador. Ahí me encontraba yo en septiembre de 2014 viviendo en una comunidad agroecológica, levantándome temprano para darle de comer a las gallinas y trabajar en la huerta orgánica. Por ese mismo entonces la organización Reporteros Sin Fronteras publicaba un breve informe, una serie de gráficos, en el cual establecía un ranking con los países latinoamericanos más mortíferos para ejercer el periodismo tomando como referencia la cantidad de periodistas asesinados por ejercer su profesión entre enero de 2000 y septiembre de 2014. Según este informe en primer lugar se ubica México con 80 periodistas asesinados. En segundo lugar Colombia con 56 periodistas asesinados. Es decir, solo entre estos dos países y en ese período de tiempo 136 periodistas, 136 personas fueron asesinadas por ejercer su trabajo de periodista, por informar. En tercer lugar en este informe ubicaba a Brasil, y en cuarto lugar a Honduras, donde el periodismo comenzó a vivir su etapa más oscura después del golpe de Estado de 2009. Y si tomamos como referencia la cantidad de periodistas asesinados por ejercer su profesión en la región, habría que prestar también atención a casos como el de Guatemala, el de El Salvador o el de Paraguay, donde en el último año y medio fueron asesinados al menos cinco periodistas. Con este informe como base me decidí a hacer un documental que se llama "Periodismo bajo presión" y que actualmente se encuentra en proceso de edición. Así que agarré este informe, me fui de la comunidad agroecológica donde estaba viviendo, me afeité, me corté un poco el pelo, me compré una cámara de segunda mano y me fui a la costa de Ecuador a trabajar, a generar dinero para finalmente poder comenzar a realizar este documental. A través de los testimonios que he tomado tanto en Colombia como en México se ha armado una especie de "raconto" de historias de vida que no solamente hablan sobre la situación del periodismo en estos dos países, en México y en Colombia, sino que son también una especie de advertencia en torno a las consecuencias de la impunidad, en torno a las consecuencias de la corrupción y en torno a las consecuencias del avance del narcotráfico. Pero, por supuesto, también es un "raconto" de historias de hombres y de mujeres periodistas que a pesar de que no están dadas las condiciones en sus territorios para ejercer la profesión, ellos siguen informando, denunciando, investigando y publicando. Y, por supuesto, muchísimas veces recurren a la autocensura. Pero no es un tipo de autocensura que se pueda entender desde la ética periodística, sino que es un tipo de autocensura que tiene que entenderse desde la propia supervivencia del trabajor de prensa. Por supuesto, cuando yo me juntaba con esta gente cuando nos reuníamos a charlar y luego se prendía la cámara y comenzábamos a hacer estas entrevistas, la pregunta para mí que estaba latente en todo el encuentro era: ¿por qué? ¿Por qué seguir ejerciendo el periodismo cuando no están las condiciones dadas, cuando año tras año prescriben en la justicia causas por periodistas asesinados porque no han habido avances en las investigaciones, cuando el nivel de impunidad en torno a las amenazas y los asesinatos en ambos casos está muy por encima del 90%, cuando tanto en México como en Colombia el principal agresor a la prensa son los propios funcionarios públicos o cuando se dan casos de violencia tan institucionalizada que en México, por ejemplo, hay compañías que no les venden seguro de vida a los periodistas? Entonces, claro, la pregunta obligada para mí era: ¿por qué seguir ejerciendo el periodismo? Y en torno a esa pregunta obtuve respuestas muy variadas, la mayoría de las cuales, de un tinte idealista, en el sentido de que ellos seguían ejerciendo el periodismo porque básicamente era lo que les gustaba hacer, porque para eso se habían preparado, porque con la publicación de algunos informes que habían realizado se habían salvado vidas o simplemente porque dejar de ejercer el periodismo iba a significar un triunfo para la delincuencia, para el crimen organizado, o para los funcionarios públicos corruptos. Pero también obtuve otro tipo de respuestas, quizás un poco más pragmáticas, en el sentido de que si dejaban de ejercer el periodismo el Estado los iba a considerar fuera de peligro, y si los consideraban fuera de peligro les iban a retirar las medidas de protección personal, y si les retiraban las medidas de protección los iban a asesinar. Un caso como este ocurrió el año pasado en Colombia con el periodista Luis Cervantes, a quien la Unidad Nacional de Protección evaluó su riesgo como muy bajo así que le retiraron las medidas de protección en el mes de julio y en agosto fue asesinado por sicarios. O sea, para algunos el periodismo es un camino de ida, y quizás una de las formas para poder seguir viviendo es seguir ejerciendo el periodismo, es seguir publicando, informando y haciendo el periodismo con muchísimo compromiso. Después de que terminé de tomar los primeros testimonios en el primer país, en Colombia, y haciendo caso a unas recomendaciones que me habían dado me fui de Colombia, me fui del país ni bien terminé de grabar, me tomé un ferry y crucé a Panamá. Tenía 30 dólares en el bolsillo, así que tenía que generar nuevamente dinero. Y estuve haciendo algunos trabajos periodísticos e improvisando cosas, trabajando de cualquier cosa para poder finalmente juntar el dinero y llegar a México, el país latinoamericano más mortífero para ejercer el periodismo y uno de los más peligrosos del mundo para ejercer la profesión. Ahí también por supuesto que me encontré con varias historias impactantes, como las de Hiram Moreno y Gonzalo Monroy en Salina Cruz. Estos dos periodistas durante el último año, por publicar una serie de informes que vinculaban a funcionarios públicos con hechos de corrupción, fueron perseguidos, amenazados, golpeados, y uno de ellos fue secuestrado. Y hasta el día de hoy tienen que convivir en su casa y en su vida diaria con custodios armados de la policía federal. En la capital mexicana, en el DF, estuve entrevistando a Marta Durán de Huerta, una periodista que ya vive con ciertas medidas de seguridad y que en el living de su casa, colgado en una pared, tiene un pequeño cuadrito que lo puso en la pared para ocultar un impacto de bala que le disparó un sicario desde el techo del vecino de enfrente. Estas historias, estos testimonios de esta gente, de estos periodistas, son... ...historias de gente común que desarrolla su profesión pero al mismo tiempo son periodistas de una raza medio extraña, gente de otro planeta, que están cargados de ideales, que desarrollan la profesión de una manera muy romántica. Podría decir que son una especie de "Quijotes" del periodismo, que quizás sin saberlo con lo que hacen y con lo que aman hacer que es el periodismo, están aportando su pequeño granito de arena para cambiar las cosas porque cuando ellos denuncian, cuando mandan al frente a un funcionario público, el mundo, esa pequeña porción de mundo, es un lugar más lindo y más digno para vivir. Es como decía Eduardo Galeano: "Pequeñas personas en pequeños lugares, haciendo pequeñas cosas pueden mejorar el mundo". Y esta gente lo está haciendo. Y no, por supuesto, el mundo, todo, geográficamente hablando, sino su pequeño mundo: el de su comunidad, el de su Estado el de su propia realidad, y es por ahí donde se empieza. Y no porque el periodismo sea una profesión mesiánica que vaya a resolver los problemas de la humanidad. El periodista tiene que investigar, que informar, que divulgar, tiene que hacer foco en problemas concretos de la ciudadanía para poder instalar estos temas en la agenda mediática y quizás de ahí se puedan llegar a instalar en la agenda política, y se les preste finalmente atención a estos problemas concretos. Es decir, esta gente, a través del trabajo que desarrollan y de la forma y del compromiso a través del cual ejercen el periodismo, han reivindicado el ejercicio de la profesión como una herramienta para el cambio social, como un aporte para mejorar las cosas para mejorar la propia realidad. Y está bueno que se sepa que hay gente que ha entendido la profesión de esta manera. Y está bueno que se sepa que a pesar de las amenazas, de los secuestros y de los asesinatos hay gente que muy a pesar de todo ello sigue denunciando, divulgando e informando. Y está bueno que se sepa que ponerle un tipo armado y darle un chaleco antibalas a un periodista puede llegar a salvaguardar la vida de ese periodista, pero de ninguna manera se puede hablar de que se está defendiendo la libertad de expresión. Y por sobre todas las cosas, está bueno que se sepa que no se mata la verdad matando periodistas. (Aplausos).