- Hola, Hal.
- John, qué bueno verte.
- ¿Qué tal?
Me alegro de verte también.
Bueno, John, tenemos un gran reto.
Quitar carbono de la atmósfera.
Tenemos que dejar de emitir carbono
y llegar a cero en 2050.
Para el 2030 estaremos a mitad de camino.
¿Dónde estamos ahora?
- Como sabrás, arrojamos
55 000 millones de toneladas
de polución de carbono a nuestra
querida atmósfera cada año,
como si fuese una cloaca gratuita.
Para llegar a la mitad en 2030
tenemos que reducir las emisiones anuales
en un 10 % al año.
Y nunca hemos reducido estas emisiones
en la historia del planeta.
Así que vamos a desglosarlo.
Un 75 % de las emisiones
vienen de los 20 países
que más contaminan.
Y de cuatro sectores económicos.
Primero, la red eléctrica.
Segundo, el transporte.
Tercero, los edificios
y cuarto las actividades industriales.
Hay que arreglar todo eso
rápidamente y a gran escala.
- Ahora es más barato generar electricidad
de fuentes de energías limpias
que de fuentes sucias.
Y eso hace posible
descarbonizar la red eléctrica
y usar esa electricidad limpia
en el resto de la economía.
Así que un vehículo eléctrico
cargado en una red eléctrica limpia
es un vehículo limpio.
Una casa eléctrica
cargada en una red limpia
es una casa limpia, etc.
En resumen, quiero descarbonizar
la red eléctrica y electrificar todo.
Esto puede hacerse mucho más rápido
dada la gran reducción de precio
de las energías limpias.
La energía solar ha bajado
su precio en un 80 %
en la última década,
y la eólica a la mitad de precio.
Así que tenemos la tecnología
para dar un gran paso adelante.
Actualmente se exige que dejemos
de fabricar coches contaminantes.
Dejar de hacer motores
de combustión interna,
casas con goteras, fábricas sucias.
Porque nos impiden
descarbonizar toda la economía.
- Una pregunta clave, Hal.
¿Tenemos la tecnología para
reemplazar los combustibles fósiles?
Mi respuesta es no.
Creo que estamos a un 70 u 80 %
de conseguirlo.
Por ejemplo, necesitamos
mejorar las baterías.
Tienen que ser de una
densidad energética superior.
Tienen que mejorar en seguridad,
en rapidez de carga.
Ocupar menos espacio y pesar menos,
y sobre todo costar mucho menos.
De hecho, necesitamos nuevas químicas
que no dependan tanto
del cobalto, que escasea.
Y vamos a necesitar
muchas de esas baterías.
Necesitamos urgentemente
que se investigue más
en tecnologías de energía limpia.
EE. UU. invierte
unos 2500 millones de dólares al año.
¿Sabes cuánto gastan en EE. UU.
en patatas fritas?
- No.
- 4000 millones de dólares.
¿Qué te parece?
- Alucinante.
Pero esto pasa por la política,
en mi opinión.
Necesitamos urgentemente lo que dices.
Ir más rápido en investigación
pero también en implantación.
La implantación es innovación,
porque eso reduce los precios.
Las políticas correctas
podrían cambiar esto,
y lo hemos visto ya
en el sector de la electricidad.
Y los reguladores de electricidad
llevan toda la vida
pidiendo fuentes
de electricidad más limpias.
Más renovables, menos carbón,
menos gas natural.
Y funciona.
Funciona estupendamente, de hecho.
Pero no es suficiente.
El gobierno alemán admitió la posibilidad
de bajar los precios de la energía limpia.
Así que lo llevaron a la práctica.
Acordaron pagar un precio extra
en las primeras fases de la energía solar,
dando por hecho que el precio bajaría.
Crearon la señal por demanda.
- Ajá
- Aplicando políticas.
Los chinos crearon también
una señal de suministros
aplicando políticas.
La energía solar
era parte estratégica
de su economía del futuro.
Se llegó a un acuerdo tácito
entre ambos países.
Uno compraba mucho, el otro producía mucho
y así se bajó el precio al 80%.
Deberíamos hacerlo con 10 o 12 tecnologías
de todo el mundo.
Necesitamos políticas,
el ingrediente mágico,
que se apliquen a los 4 sectores
de los mayores países, o en todos.
Y una de las cosas que me anima
es que para esto hace falta
gente preocupada por el cambio climático,
que deberíamos ser todos.
Esa gente tienen que aplicar sus energías
en las políticas que importan
con los que toman
las decisiones importantes.
Si no sabes quiénes son
los que toman decisiones
sobre descarbonizar la red
o producir vehículos
eléctricos en política,
no te enteras de nada.
- Quiero contarte
otra historia sobre política
y sobre todo, planes.
Shenzhen es una ciudad
de 15 millones de habitantes.
Una ciudad innovadora de China.
Y decidieron
pasarse a los autobuses eléctricos.
Exigieron que todos
los autobuses lo fuesen.
De hecho, exigieron que
en los aparcamientos
hubiese cargadores.
Y hoy en Shenzhen
hay 18 000 autobuses eléctricos.
Y 21 000 taxis eléctricos.
Y esto no pasó porque sí.
Es el producto de un plan
de cinco años muy meditado,
no fue una simple promesa de campaña.
Ponerse en contra de estos planes
hace que asciendan
o despidan a un alcalde.
Es un asunto muy serio.
Tiene que ver con el carbono,
con la salud, con el empleo,
y con la fuerza económica global.
El resultado es que hoy en China
hay 420 000 autobuses eléctricos.
EE. UU. tiene menos de 1000.
Así que la pregunta es:
¿El mundo tiene un plan de cinco años?
¿O de diez?
Y te diría que tenemos objetivos
pero no tenemos ningún plan.
Lo que necesitamos
son muchas campañas de precisión,
empresarios increíbles
con equipos geniales
bien financiados y centrados,
con objetivos cuantificables
y resultados clave,
para resolver este problema
en los 20 países más contaminantes.
Puede que lo logremos.
¿Qué opinas?
¿Crees que lo lograremos?
- Soy optimista, John.
Lo veo posible.
He visto que cuando las naciones
deciden hacer algo grande, lo hacen.
Piensa en la electrificación
de la zona rural de EE. UU.,
o en el sistema de
autopistas interestatales.
Proyectos enormes que cambiaron el país.
Para prepararnos de cara a
la Segunda Guerra Mundial,
construimos 300 000 aviones
en cuatro años.
Cuando decidimos hacer algo,
o cuando los alemanes,
los chinos o los indios
deciden hacer algo,
otros países también lo hacen.
Pero si no estamos de
acuerdo en este tema,
no lo conseguiremos.
¿Qué opinas?
¿Eres optimista?
- Puede que no sea optimista
pero tengo esperanzas.
Creo que la pregunta crucial es:
¿Podemos hacer lo que debemos hacer?
Rápido y a gran escala.
Lo bueno es que ahora es mucho más barato
salvar el planeta que arruinarlo.
Lo malo es que
se nos está acabando el tiempo.