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(Campana)
Querido respetado Thay,
querida y amada sangha,
esta mañana
vamos a hablar sobre la práctica
de las Cuatro Nobles Verdades
y pensé...
Cuando hablamos de
las Cuatro Nobles Verdades,
pensamos al instante en Buda,
porque es el primer discurso que dio
y el último.
Yo también pienso en Thay,
porque durante toda la vida
lo que ha hecho ha sido
mostrarnos el camino
para poner fin al sufrimiento.
Es decir, el camino
para construir paz y felicidad.
He escrito las Cuatro Nobles
Verdades en la pizarra.
Y mientras estaba escribiendo,
pensé: "Quizá solo escriba una verdad,
hablar de una cada vez".
Y luego me dije: "No,
tengo que escribir las cuatro".
Tengo que escribirlas todas.
Porque inter-son,
me sería muy difícil
hablar de una verdad,
como la primera, el sufrimiento,
sin hablar de las demás.
Buda dijo:
"Yo hablo del sufrimiento
y de la vía de ponerle fin".
Dos cosas a la vez.
Y van juntas,
no se pueden separar.
Alguien preguntó,
alguien hizo esta pregunta:
"Buda ya enseñó que
la vida es sufrimiento.
¿Por qué Thay siembre habla
de vivir feliz en el momento presente?"
Pero Buda siempre enseñó
las dos cosas a la vez,
el sufrimiento y el camino
que le da fin.
No creo que Buda,
que era muy compasivo,
hablara solo del sufrimiento.
Estoy segura que Buda
no quería deprimirnos.
(Risas)
Buda no quería que fuéramos pesimistas,
Cuando hay sufrimiento,
siempre hay una vía para
ponerle fin, o que nos lleva
al camino que va a la felicidad.
Pero en la vida diaria, en la familia,
con los amigos,
a veces vemos a alguien
que sufre, pero que no ve
que está sufriendo.
Y no quiere salir de su sufrimiento.
Es como alguien que está enojado
y le dices: "¿Estás enojado?"
- ¡No! ¡No estoy enojado!
(Risas)
¡Yo no estoy enojado!
¡Tú lo estás!
Pasa lo mismo
con alguien que sufre
y lo niega:
"No, no sufro, estoy bien".
Pero si al sufrir lo negamos,
no vemos que sufrimos
y así no tenemos forma
de salir del sufrimiento.
En las Cuatro Nobles Verdades
debe darse la conciencia.
El sufrimiento es
la conciencia del sufrimiento.
Si buscamos la salida,
tenemos que ser conscientes
de nuestro sufrimiento.
Sin esa conciencia,
es imposible salir del sufrimiento.
Y la conciencia es
la plena conciencia correcta,
que está ya en el noble óctuple camino.
Está ya en el camino
para poner fin al sufrimiento.
Así que en el sufrimiento ya vemos
la vía para ponerle fin.
Sin esa conciencia, no es...
ese sufrimiento no es aún
una noble verdad,
no es la primera noble verdad
de la que habló Buda.
Si negamos el sufrimiento,
si no somos conscientes de él,
es como alguien enfermo
que cree: "Estoy bien,
no necesito un médico,
no necesito medicinas,
no tengo que hacer nada,
porque estoy bien".
Aquí, el sufrimiento,
en tanto que noble verdad,
supone la conciencia del sufrimiento.
Ese ya es el camino
de poner fin al sufrimiento.
Imagino un bello camino,
pero en el que no hay sufrimiento.
¿Es posible?
Recuerdo cuando era una adolescente,
la primera vez que vine a Plum Village.
Era 1985,
el año en que ese hermano
recibió la lámpara.
Yo era una adolescente.
Mis padres me trajeron a Plum Village.
Les oía a menudo hablar de los libros de
Thay, de sus charlas, de Plum Village,
y entonces Thay vino a París,
donde teníamos el centro de práctica
Flor de Cactus en Noisy le Grand,
cerca de París,
cuando Thay fue allí
y dio charlas del Dharma,
mis padres también fueron
y me llevaron con ellos.
Así que oía hablar de Thay,
de sus enseñanzas,
de sus libros.
Veía la admiración de mis padres por Thay.
Y me di cuenta,
de que cada vez que venían
de una charla del Dharma,
estaban más contentos.
Había más armonía entre ellos.
Dejaban de discutir por un tiempo.
(Risas)
Por un tiempo.
Así que sabía
que había un gran maestro,
un bello sendero,
pero sentía que no iba conmigo.
Vine a Plum Village a divertirme,
a jugar, a correr con otros chicos,
pero no practiqué nada.
Hasta el día en que, de pronto,
murió mi padre.
Era la primera vez que vivía
un profundo dolor,
Un sufrimiento profundo.
Recuerdo que entonces, al instante,
pensé en Thay.
Recordé su enseñanza:
"Cuando miras tu mano,
ves la mano de tu padre.
Ves a tu padre en tu mano".
Hice aquello, pero aún sufría.
Y le escribí una carta a Thay:
"Hice lo que dijo ¡pero aún sufro!"
(Risas)
Entonces regresé con mi familia
a Plum Village.
Y entonces empecé a practicar.
Cuanto más practicaba,
más me gustaba la práctica.
Para mí, el sufrimiento
es algo muy valioso.
Es realmente una verdad noble.
Sin sufrimiento,
nunca hubiera hecho
un buen uso del noble camino.
Solo lo uso cuando lo necesito.
Y lo que crea esa necesidad
es el sufrimiento.
Antes ya conocía las ideas de Thay,
pero eran meras ideas.
Este noble camino era solo
una idea, un concepto.
No era un verdadero noble sendero.
Hasta que practiqué, hasta que
desee de verdad librarme del sufrimiento
y practiqué.
Por eso no puedo escribir
solo el sufrimiento, número 1,
sufrimiento, y luego
hablar sobre ello. No.
Tenía que escribirlo todo a la vez
porque van juntas,
se mezclan, interson.
No podemos separarlas.
No hay un noble camino independiente,
sin sufrimiento.
No hay camino hacia la felicidad
sin sufrimiento.
Esa es mi experiencia.
Si no lo necesito, no...
Hasta que sufro, ahí veo la necesidad
y así encuentro el camino.
Se convierte en mi camino.
Quizá el camino sea para otros,
no para mí,
hasta que experimento de verdad
el dolor, el sufrimiento,
y entonces siento la necesidad.
Cuando miro alrededor,
a mi familia,
veo también personas que sufren mucho,
pero que no aprovechan el camino
para salir del sufrimiento.
Aunque se lo mostremos:
"Existe un camino".
No pueden aprovecharlo,
no pueden beneficiarse de él.
¿Por qué?
Porque esa persona
está totalmente desesperada,
Cuando el sufrimiento
es tan hondo y abrumador,
perdemos toda nuestra energía,
no nos queda energía,
podemos caer en la depresión
y ya no creemos en nada.
Perdemos la fe, perdemos confianza,
y ya no creemos que haya
un fin del sufrimiento.
Yo tuve mucha suerte,
porque recibí muchas semillas preciosas
y tuve personas ejemplares en mi vida.
Vi cómo algunas personas
vivían cada día,
cómo ayudaban a los demás
a sufrir menos.
Cómo ayudaban a los demás
a generar alegría y felicidad.
Cómo pueden hacer feliz a la gente,
cómo pueden detener sus lágrimas.
Como lo he visto,
lo he vivido,
como lo he visto,
sé que es real.
Es algo cierto, verdadero,
y tengo confianza y fe.
Cuando sufro, sé que hay una salida.
Hay muchas personas en el mundo
que necesitan ver entornos
como los que yo conocí,
para creer y confiar.
El primer día, cuando nos reunimos todos,
al entrar en esta sala
estaba muy conmovida,
porque vi
que todos somos la continuación de Thay.
Thay ha pasado toda la vida
construyendo algo.
Aunque haya gente
que no conoce Plum Village,
que no viene aquí,
que no está aún aquí,
el mero hecho de que preservemos
este entorno, este lugar,
que mantengamos la práctica,
me hace confiar en que
en el futuro habrá personas
que sufran profundamente
que tendrán un lugar al que regresar.
Tendrán algo a lo que aferrarse
para no ahogarse en el sufrimiento.
Solo el hecho de que ustedes vengan,
no hablo ya de su práctica,
tan solo el que vengan,
les hace participar
en la obra de Thay.
Están continuando la obra de Thay,
su vida, sus enseñanzas,
la práctica de Thay.
Hay personas que sufren,
que conocen el camino,
que han escuchado las charlas del Dharma,
que conocen el óctuple camino,
pero que cuando sufren mucho
no tienen energía suficiente
para practicar.
Y necesitan amigos,
necesitan una sangha
que pueda ayudarlas.
Es muy fácil
que caigamos en nuestros hábitos.
Es mucho más difícil
actuar en contra de nuestros hábitos.
Thay habla a menudo
de las energías de hábito.
Cuando hacemos algo
y pensamos de cierta forma,
se encienden ciertas neuronas del cerebro,
se conectan entre sí
y forman un surco neuronal.
Surcos neuronales.
Y cuanto más insistamos,
los surcos se harán
más profundos y definidos.
Por eso es tan fácil
seguir estos patrones.
Cuando practicamos, tenemos que...
A veces, hacemos algo
sin seguir nuestra costumbre,
tenemos que crear nuevos
surcos neuronales.
Por eso es tan difícil,
y necesitamos amigos, una sangha,
la energía de la sangha
para tener más energía,
más fuerza para cambiar.
En la vida diaria,
vemos que hay sufrimientos
que son innecesarios.
Porque son solo simples malentendidos.
Solo tenemos que comprobar con esa persona
o comunicarnos con ella para
resolver la cuestión al momento.
Y si no nos comunicamos, si no tenemos
la apertura suficiente para comprobar,
para hablar, para aclarar el malentendido,
ese amigo dirá:
"Oye, ¿por qué te has dejado invadir
por semejante sufrimiento?
Es innecesario."
Esas percepciones erróneas
son muy fáciles de cambiar.
Hay otros sufrimientos
que cuando vemos a alguien
padecerlos, comprendemos. "Sí, claro".
Cuando alguien pierde a sus padres,
a un ser amado, sufre, claro.
Es normal. Y lo comprendemos muy bien.
Compartimos su sufrimiento.
Tienen derecho a sufrir.
Es uno de los más grandes dolores,
perder a un ser amado.
Sentimos que algunos sufrimientos
sí podemos controlarlos.
Otros no podemos.
No está en nuestra mano.
Que alguien muera
está fuera de nuestro control.
Pero aún, Buda enseña
el camino para acabar con ese dolor.
Es la visión correcta.
Como estamos tan acostumbrados
a cierta forma de pensar,
creemos en nacimiento y muerte,
así que sufrimos.
Pero si tenemos la visión correcta,
no existe nacimiento ni muerte.
Es solo una corriente,
una continuidad de fenómenos.
Después de la muerte de mi padre,
un año después, me hice monja.
Unos meses después había
regresado a Plum Village
y aprendí la práctica.
Así, mes tras mes,
me pregunté:
"La práctica es maravillosa.
¿Por qué no le dedico mi vida?"
Como yo soy la anteúltima hija,
sabía, creía,
que vería cómo mis hermanas
y hermanas mayores, mi madre
morirían, y yo sería la anteúltima
en soportar todo ese dolor,
esas pérdidas.
(Risas)
Era demasiado para mí,
una simple persona,
creía que no sobreviviría.
Tendría que superarlo
otras 6 veces. Demasiado.
Y sé que en este camino
aprenderé cómo manejarlo.
Hace un año y medio,
Thay me puso a prueba.
Thay me puso a prueba.
Cuando Thay estaba en coma
en su cama, los neurólogos dijeron:
"Solo le quedan unos días".
Y Thay probó cómo me enfrentaba...
No me enfrenté a la muerte de mi padre,
Fue más tarde.
Más tarde, tras su muerte,
practiqué para superar el dolor.
Y hace un año y medio, Thay quiso ver
cómo me manejaba, cómo encaraba la muerte.
Y una vez más,
una vez más vi
que la practica me salvaba.
Gracias a la visión correcta.
Cuando mi padre murió,
miré mi mano, y recordé
la enseñanza de Thay.
Pero en realidad
no vi la mano de mi padre.
No podía ver en realidad
a mi padre en esta mano.
Aún sufría.
Se trataba solo de ideas, debía practicar
día tras día, mes tras mes,
año tras año,
para experimentarlo
de verdad, sentirlo.
Las ideas no me ayudaron.
Hace año y medio,
cuando oí las noticias del neurólogo,
lo que me ayudó de verdad
fue la visión correcta.
Pensé: "Bien,
soy la continuación de Thay".
Y al momento,
no caí en la tristeza y la depresión,
como cuando murió mi padre.
Cuando recordé que
soy la continuación de Thay,
me sentí llena de energía.
Vi que debía hacer muchas cosas por Thay.
Para realizar su aspiración, su sueño.
Veo que tengo tanto que hacer
en lo que me queda de vida.
Me sentí llena de energía.
La tristeza se transformó en seguida
en una gran energía, acción.
Tengo una sangha,
tengo Plum Village,
la sangha de Plum Village
y la sangha de cuatro ramas,
en todas partes en el mundo.
Juntos, de la mano,
tenemos aún tanto que hacer.
Somos la continuación de Thay.
Estaba tan agradecida,
tan agradecida por las enseñanzas,
las enseñanzas de Thay, de Buda,
que nos han sido transmitidas
durante siglos.
Ahora tenemos tanta suerte,
tenemos todas estas herramientas
que nos ayudan a salir del sufrimiento.
(Campana)
(Campana)
Nosotros, como humanos,
tenemos la capacidad
de soportar,
de soportar el sufrimiento.
A veces sufrir se convierte en una rutina,
y somos capaces de soportarlo.
Y se convierte en algo normal.
Sentimos que no hay
por qué salir de ahí.
No necesitamos tomar un camino
para salir de ahí.
Lo mismo ocurre con la felicidad.
Nos acostumbramos a la felicidad.
Después...
Después de aprender algo,
aprendemos el camino, es maravilloso,
así puedo resolver los problemas
en la vida diaria,
y soy tan feliz.
Pero después de un tiempo,
me acostumbro a esa felicidad
y vuelvo a los viejos hábitos.
Ya no soy feliz.
O ya no valoro lo que tengo.
Poco a poco, pierdo la felicidad.
Cuando me hice monja,
los primeros años era muy feliz,
porque estaba bañada en bellas enseñanzas.
en una bella práctica.
Luego, tras unos años,
este entorno se hizo rutinario,
normal para mí.
Pero afortunadamente, Thay nos recordaba
que cultivemos la mente del principiante,
que no nos acostumbremos a la felicidad.
Que no nos acostumbremos
a la comodidad,
por ejemplo, comodidad espiritual.
Debemos recordar
nuestro propio sufrimiento,
recordar que en el pasado
hemos sufrido mucho
a causa de esto o aquello,
recordar que hoy
la situación ha cambiado.
Ya no sufrimos.
Cuando lo recordamos,
podemos despertar
y apreciar lo que tenemos,
apreciar la situación actual.
De otro modo,
podemos acostumbrarnos a la felicidad
y perderla.
Ocurre lo mismo con el sufrimiento.
Nos acostumbramos a sufrir,
nos parece normal.
Seguimos haciéndonos sufrir,
haciendo sufrir a otros
y ya no sentimos
que tengamos que librarnos de ello.
Hasta que un día
alguien nos grita:
"Deja de hacerme sufrir, por favor".
Y entonces despertamos:
"¿De verdad?
No sabía que hacía sufrir a los demás".
Así que necesitamos la sangha,
necesitamos amigos,
necesitamos amigos espirituales.
Cuando observamos nuestro sufrimiento
para ver su causa,
qué lo causa,
¿cuál es la causa de mi sufrimiento?
Acaso es...
¿Sufro porque no valoro lo que tengo?
En realidad, ¿no sé vivir plenamente
lo que ocurre en el aquí y el ahora?
¿Acaso es porque siempre persigo
la felicidad en el futuro?
Cuando paramos
y observamos nuestro malestar,
tenemos plena conciencia correcta,
concentración correcta
y estamos ya en el camino
para poner fin al sufrimiento.
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