¿Qué hace a un libro un libro?
¿No es simplemente una cosa que
guarda y comunica información?
¿O tiene que ver con el papel,
la cubierta, las fuentes, la tinta,
su peso en tus manos,
el olor de sus páginas?
¿Esto es un libro?
Posiblemente no.
¿Y esto sí lo es?
Para responder estas preguntas
volveremos al comienzo de los libros
tal como los conocemos
y entenderemos cómo estos elementos
crean juntos,
algo que es más que
la suma de sus partes.
El objeto más antiguo que
podríamos llamar libro es el códice,
una pila de papeles
unidos por el costado.
Pero el punto clave
en la historia del libro
fue la creación de la imprenta por
Johannes Gutenberg en la mitad del s. XV.
Los tipos móviles habían sido inventados
mucho antes en la cultura oriental,
pero la entrada de la imprenta de
Gutenberg tuvo un efecto profundo.
De repente, la élite de monjes
y de la clase dirigente
no pudo seguir controlando
la producción de textos.
Los mensajes se difundían fácilmente,
y se podía reproducir copias
constantemente,
por lo que empezaron a aparecer
imprentas por toda Europa.
El resultado de este ímpetu bibliográfico
nos es familiar en algunos ámbitos,
pero profundamente extraño en otros.
El esqueleto de un libro es el papel,
la escritura y la portada.
Hace 2000 años atrás, en China se inventó
el papel como superficie para escribir,
precedido igualmente
por el papiro egipcio.
Sin embargo, hasta el siglo XVI
los europeos escribían
en láminas delgadas de madera
y en pergaminos resistentes hechos
a partir de piel animal estirada.
Con el tiempo la popularidad del papel
se extendió por toda Europa,
lo que reemplazó el pergamino
por impresiones porque era más barato.
La tinta antes se componía por la mezcla
de tintura animal y orgánica
con agua o vino.
Pero como el agua no se pegaba
al tipo de metal,
para el uso de la imprenta fue necesario
pasar a la tinta a base de aceite.
Los tipógrafos usaban tinta negra
a partir de hollín de las lámparas,
trementina,
y aceite de nuez.
¿Qué pasaba con el tamaño
y el tipo de las fuentes?
Los tipos móviles más antiguos
consistían en letras a la inversa
fundidos en relieve en piezas
compuestas de aleación de plomo.
Estos eran hecho a mano y caros,
además que los diseños eran tan diferentes
como la personas que los tallaban.
Estandarizarlos no fue posible hasta
la aparición de la manufactura en masa
y la creación de un sistema accesible
de procesamiento de palabras.
Por ejemplo le podemos agradecer a Nicolas
Jenson por crear las dos fuentes romanas
que influenciaron a miles de otras,
como la fuente familiar para nosotros
"Times Roman".
Se necesitaba algo que mantuviera
todo esto junto.
Hasta el fin del siglo XV
las cubiertas eran de madera,
o páginas de papel pegadas conjuntamente.
Esto fue posteriormente
reemplazado por cartón,
elaborado originalmente para cubiertas
de alta calidad a finales del siglo VII,
aunque luego como una opción más barata.
Mientras hoy las ilustraciones en la tapa
son un elemento de mercadotecnia,
en los libros antiguos el diseño
de las portadas eran hechas por pedido.
Incluso el lomo tiene su historia.
Al comienzo no fue considerado
importante estéticamente,
y los primeros eran planos
en vez de redondeados.
La forma plana hacía los libros
más fácil de leer
al permitir apoyar el libro
fácilmente sobre la mesa.
Pero estos lomos se dañaban
fácilmente por la tensión del uso diario.
Una forma redonda resolvió este problema
aunque aparecieron nuevas dificultades,
por ejemplo, los libro se cerraban
por sí mismos.
Pero la flexibilidad era más importante
más que todo
para los lectores ocasionales.
Con la evolución del libro,
reemplazamos las páginas atadas
por pantallas planas y tinta electrónica.
¿Son estos objetos y archivos
realmente libros?
¿Es sentir la cubierta
o el olor del papel lo esencial
en la experiencia del libro?
¿O la magia vive solo en las palabras
sin importar la presentación?