Hace 129 años que el último país
en el planeta y en Latinoamérica
terminó con la esclavitud negrera,
Brasil, el país donde yo nací.
Y 54 años desde que Martin Luther King
hizo su discurso "Yo tengo un sueño".
Pero seguimos viviendo
en un mundo donde el color de la piel
no solo genera una primera impresión,
sino que tiene muchos significados
y está cargado de estereotipos.
Yo nací en una familia multicolorida.
Siempre la describo de la misma manera.
Mi padre es hijo de una empleada doméstica
de quien heredó un intenso tono chocolate.
Él fue adoptado por aquellos
que yo conozco como mis abuelos.
La matriarca, mi abuela, tenía una piel
de porcelana y el pelo de algodón.
Mi abuelo era algo entre
un yogurt de vainilla y fresa,
como mis tíos y mi primo.
Mi madre, canela, es hija de una
descendiente de indígenas brasileña.
Avellana y miel.
Y un hombre, mezcla de café con leche,
pero con mucho café.
Ella tiene dos hermanas, una,
cacahuate tostado,
y la otra, adoptada,
beige como un pancake.
Así que creciendo en esta familia,
el color nunca fue importante para mí.
Pero fuera de casa, las cosas
cambiaron muy temprano,
porque el color tenía muchos significados.
Me acuerdo de las primeras clases
de dibujo en el colegio
como una mezcla
de sentimientos contradictorios:
era divertido, creativo, pero yo nunca
entendí el "lápiz de color piel".
Yo tenía piel, pero no era rosa.
Mi piel era marrón y la gente
decía que yo era negra.
Tenía 7 años y un lío de colores
en la cabeza.
Un año después, cuando
llevaba a mi primo a la escuela,
siempre me confundían con la niñera.
Al ayudar en la cocina,
en la fiesta de un amigo,
pensaban que yo era la empleada doméstica.
Incluso fui tratada como
una prostituta, solo por estar
andando por la playa
con amigos europeos.
Y muchas veces, al visitar a mi abuela
o a amigos en edificios de alta clase,
me invitaban a no utilizar
el ascensor principal,
porque, al final, con este color y este
pelo, no pertenezco a algunos lugares.
De alguna manera me acostumbré a eso
pero algo dentro de mí estaba
como rebelde y peleando.
Años después, me casé con un español.
Pero no fue un español cualquiera.
Yo elegí uno del tipo que se pone rojo
como un tomate cuando toma un poco de sol.
Desde ese momento,
otra pregunta empezó a perseguirme.
¿Cuál va a ser el color de tu hijo?
Como pueden comprender,
esta es mi última preocupación.
Pero pensando en eso, y con mi propia
historia personal, me llevó a crear
un proyecto fotográfico
y fue así que nació Humanae.
Humanae es un intento de cuestionar
los colores asociados a la raza:
rojo, blanco, negro y amarillo.
Es una especie de juego
para cuestionar esos códigos.
Es un trabajo en progreso
desde una historia personal
a nuestra historia global.
Yo retrato a mis voluntarios
en un fondo blanco.
Después, elijo un cuadradito
de 11 por 11 píxeles de la nariz,
pinto el fondo y busco el correspondiente
en la paleta industrial Pantone
porque estoy segura de cuál es el color
blanco y el negro en esta paleta
y les puedo asegurar que ninguna
de mis fotos lo son.
Empecé con mi familia y amigos,
después más y más personas participaron
gracias a convocatorias públicas hechas
a través de las redes sociales.
Desde el principio creí que el lugar
principal para exponer este trabajo
era Internet porque quería un concepto
abierto que invitase a todo el mundo
a apretar el botón Compartir, no solo en
el ordenador sino también en su mente.
La bola de nieve empezó a girar.
El proyecto tuvo mucha aceptación,
invitaciones a exposiciones, galerias,
museos, simplemente sucedieron.
Y mi favorita: cuando Humanae ocupa
espacios públicos y aparece en la calle
porque provoca un debate popular
y crea el sentimiento de comunidad.
Retraté a casi 4000 personas en 17 países
y 26 ciudades por todo el planeta.
Solo para mencionar algunos, a gente
que pertenece a la lista Forbes,
a refugiados que han llegado
en patera a España.
En París, desde la sede de la Unesco
a lugares de acogida.
Y a estudiantes, tanto en Suiza
como de favelas en Rio de Janeiro.
Todo tipo de creencias, identidades
de género, discapacidades.
Desde un recién nacido
a un enfermo terminal.
Todos juntos construimos Humanae.
Esos retratos nos hacen repensar
cómo vemos a los otros.
Cuando la ciencia moderna cuestiona
el concepto de raza,
¿qué significa para nosotros ser blanco,
negro, rojo, amarillo?
¿Son los ojos, el pelo, el color?
¿Está asociado con nuestra cultura,
identidad o cuenta bancaria?
Con el trabajo en Internet, mucha gente
empezó a compartir conmigo lo que pensaba.
Tengo un montón de historias como estas,
voy a compartir dos.
"Me crié en una familia que tenía
creencias del Ku Klux Klan,
que me adoctrinó y me obligó
a abusar de otros niños
basándome en el color de piel o etnia.
Lo revisé y lo dejé atrás.
Luego me di cuenta de que estaba
repitiendo un patrón y al hacerlo,
no compartía lo que realmente
quería decir.
Esto es lo que quiero decir: Humanae
está tocando una fibra profunda en mí
y liberando mi alma para estar más cerca
de lo que yo estaba destinado a ser".
Una mujer compartió su retrato
en Facebook y me escribió:
"Toda mi vida todo el mundo ha tenido
dificultades para ubicarme en un grupo,
en un estereotipo, en una caja.
Quizás deberíamos parar.
En vez de encasillar, preguntemos:
¿cómo te describirías a ti mismo?
Entonces yo diría: Hola, soy Maciel,
soy norteamericana-holandesa,
crecí en una familia mixta
y soy una mujer bisexual".
Aparte de todas estas historias
emocionantes,
Humanae encontró su impacto
en diferentes áreas.
Podría hablar de muchas de ellas:
científicos, antropólogos, físicos,
sociólogos utilizan el trabajo
en sus investigaciones.
Hay artistas, ilustradores, que utilizan
esta colección de caras disponible online.
Nos hemos acercado a nuestros gobernantes.
En Habitat III, que es la conferencia
de las Naciones Unidas
para pensar en el futuro de las ciudades;
y la diversidad tiene que ser
una pauta importante para
el futuro de las ciudades.
O por ejemplo, en la última edición
del Foro Económico de Davos,
donde Humanae estaba en la entrada
para que nuestros gobernantes vean
que tiene que ser una temática
de nuestro día a día.
Pero la verdad hoy me voy a centrar
en la que yo creo que es la faceta
más importante de Humanae: la educación.
Por todo el planeta pedagogos,
educadores, profesores,
utilizan Humanae como
una herramienta educativa
y enseñan desde pequeños
los valores de la igualdad,
identidad y autoestima a estos niños.
Obviamente, su pasión me hizo volver
a la clase de dibujo.
Estos son algunos ejemplos
de mi trabajo con los niños.
Y volví a esta clase.
Y volver tenía muchos significados
para mí.
Fue un cierre de ciclo.
Me acuerdo perfectamente cuando tenía
6 años y uno de mis compañeros me dijo
que no quería jugar conmigo porque
yo tenía el color de la mierda.
Mi profesora no hizo nada en su momento
pero hace muy poco tiempo
recibí un mail maravilloso
de una profesora del País Vasco español
-- vosotros seguramente habéis hecho
ese ejercicio en el que pintamos
las manos y dejamos las huellas --
La verdad hacemos desde siempre,
desde la Prehistoria.
Es como nuestro primer momento,
señal humana, dejando nuestros rastros.
Pues ella decidió hacerlo de forma
diferente: hizo este ejercicio
con sus alumnos de 3 años pero
en vez de usar los colores normales,
creó el color de cada uno de los niños.
Me manda la foto y un mail que decía:
"Toda la vida haciendo las cosas
de la misma manera;
este año mi grupo pudo percibir
la riqueza de su diversidad".
La discriminación es una práctica
de nuestro cotidiano vivir
y no va a desaparecer por sí sola.
Solo nosotros, haciendo las cosas
de manera diferente
la vamos a abolir.
Gracias.
(Aplausos)